Nuestra postura frente a los debates recientes en las redes sociales

Nuestra postura frente a los debates recientes en las redes sociales

Karlito Marx

Las dinámicas bélicas incluyen errores, generalmente humanos, que llegan a impactar en las propias filas, pero ello no debe transformarse en una práctica. El fuego amigo o fuego aliado, más que un fenómeno recurrente o ironía de ocasión, es una terminología militar impropia de Cuba, que se normaliza en otros escenarios. Recordamos las alusiones del Comandante en Jefe a las armas "inteligentes" empleadas por los Estados Unidos en su invasión a Irak, cuando, a pesar de la referida condición cognitiva, muchas veces caían sobre la cabezas de sus aliados en aquella contienda. Incluso, no siempre se trata de un error, sino que se usa con la intención de mostrar músculo al aliado. Es un término de la doctrina militar yankee, nada que ver con la lucha en la sierra o las guerrillas revolucionarias.

Muy alejado de lo que representa el fuego amigo (un error al identificar el objetivo, que puede resultar fatal), lo que observamos son manifestaciones de un debate continuado que, en ocasiones, derivan hacia la falta de respeto al compañero y, por ende, laceran la unidad. En el contexto de las redes sociales, se ha querido presentar este tema como plausible. El debate alcanzó hasta los medios oficiales (donde el foco ha estado usualmente en las fisuras del enemigo); sin embargo, el estigma y el divisionismo han sido armas utilizadas con propósitos individuales y grupales que no benefician a la Revolución.

Se resquebraja la unidad cuando se atenta contra los principios de la nación

La inclusión del tema del fuego amigo en los medios nacionales lo magnifica, lo normaliza y le otorga una importancia crucial, en tiempos donde debe primar la objetividad y la mesura. Mientras, hemos leído en escenarios digitales que Rolando Prats es "revolucionario" porque el órgano de prensa de un ministerio le publicó un trabajo a este gusano, con antecedentes probados sobre su intento de implantar en Cuba un socialismo alternativo al de Fidel; que el Partido tiene fascistas en sus filas; la UJC, racistas, misóginos, acosadores y corruptos; que el Che cae en Bolivia por causa de sus camaradas; que Martí cobró una importancia (que presumiblemente lo libró del señalamiento de errores) porque alguien lo elevó a Apóstol; que Marx y Martí fueron superados y que Fidel tendrá que serlo; que existe una iglesia de los testigos del Granma; que debemos asistir a la marcha de las antorchas por la carestía de los alimentos en nuestro país, según una apropiación banal de Martí que castra el filo de su pensamiento antiimperialista; hemos escuchado alusiones a supuestos errores del Comandante en Jefe, el día de su cumpleaños y en un programa estelar. Y ya por último el que no haya visto un clítoris no sabe de Revolución, como consigna cumbre del feminismo neoliberal criollo.

La confusión que da paso al resquebrajamiento de la unidad resulta de soslayar que un militante de la socialdemocracia como Prats sea blanqueado hasta convertirlo en revolucionario marxista o de ignorar, voluntariamente, el glosario de despropósitos referidos arriba como simples veleidades pueriles. La unidad de la revolución se jode cuando se aparta el pensamiento de aquellas cosas que son sagradas al proceso revolucionario, no por bronquitas entre amigos. Que alguien diga que los administradores de nuestra página son traidores no tiene ninguna trascendencia, pero que se intente reescribir la historia sí atenta contra la esencia de la nación.

La crítica constructiva es pedagógica

Cuando la respuesta a los señalamientos sobre estas expresiones o comportamientos, en lugar de la reflexión y el reconocimiento, es la victimización ¿qué denota esta conducta? La falta de solidez en la militancia debe enfrentar el cuestionamiento. Si no se produce una rectificación, surge la tendencia negativa. La crítica revolucionaria, que no puede ser complaciente ni endeble, trastocada en el eufemismo “fuego amigo”, establece al que la recibe como una víctima. Ello descalifica cualquier debate o cuestionamiento sobre acciones incorrectas e incluso moralmente deleznables.

Con esta precisión no apuntamos hacia colectivos o personas, sino hacia actitudes evidentes que se pretende normalizar. No se debe pasar por alto la xenofobia expresada en redes sociales durante el último “fuego amigo”; doble rasero, por demás, cuando se origina en personas que se rasgan las vestiduras a diario contra la misoginia y la homofobia.

La crítica constructiva no es “fuego amigo”. Cuando alguien abre fuego no lo hace en buena onda y con el ánimo de ser tu aliado. El fuego nunca es amigo, sino que se dirige hacia el enemigo. Ya en la Revolución de Octubre se aclaró que el fuego, o sea, la crítica destructiva, no puede existir en las filas revolucionarias so pena de dañar la unidad del Partido. Esto lo dijo Lenin durante los debates sobre la prensa e Iskra, en el segundo congreso del PSDOR, de donde nace el ala menchevique (que significa minoría).

En aquel proceso quedó muy claro que no puede haber contramilitancia. A esto nos hemos referido desde que existe el proyecto Karlito Marx. La crítica debe ser centrada, correcta, pedagógica, excepto si se trata de un arma contra el enemigo, en cuyo caso tendrá que ser radical y demoledora.

La unidad como hegemonía del campo revolucionario

La unidad es un factor determinante en esta lucha, pero no debe transformarse en la hegemonía de unos pocos, sino en la hegemonía del campo revolucionario, concebido en un consenso constante de sus fuerzas. La unidad se fortalece en tanto marchemos con más fuerza y convicción por el carácter antiimperialista de la revolución de Martí, bandera levantada por Fidel en un contexto de decadencia política mundial, en la década de los 50, suscitada por el anticomunismo que se promovía desde los Estados Unidos. Entonces, usaban los medios a su alcance; entre ellos, la dictadura de la televisión, con su mensaje unilateral, hacia un pueblo analfabeto, que ni siquiera le estaba permitido acceder al subtitulaje de las películas de pistoleros yankee, con sus matanzas culturales y físicas a poblaciones indígenas.

La unidad se fortalece enfrentando e impidiendo ofensas al órgano oficial del PCC, cuando se le compara con una secta (en menoscabo, incluso, de creyentes cubanos, históricamente defendidos y atendidos con todo respeto por nuestras autoridades después del triunfo de la Revolución, y antes, en la Sierra Maestra, donde un cura ofició misas para los campesinos, por primera vez, gracias al Ejército Rebelde). La unidad se preserva cuando impedimos que una persona enseñe que se debe pasar la página de Fidel, que debe superarse, a la vez que consolidamos su obra y pensamiento.

La unidad se protege integrándonos y trabajando con las instituciones que, por su nombre, nos incluyen a todos. Debemos apoyar el trabajo de cada una — dentro de ellas, la FMC, cuando sabemos que existen intereses neoliberales sobre el feminismo, en la nación que más ha hecho y hará por esta causa, gracias a la Revolución, a Marti y Fidel—, en lugar de construirles una emergencia.

La unidad se defiende cargando contra la hipocresía imperial en cuanto al mal llamado tema racial, blandida precisamente en detrimento del pueblo que más cuota de sangre dejó en el continente africano, sin interés mezquino; sino por creer en su deuda con los pueblos de esta área del planeta.

Un comunista se distingue por su calidad humana

Un grupo o individuos de manera independiente no pueden llamar a la unidad bajo un mando único y sectorializar la vida de la militancia. Eso no es posible en la Cuba de Fidel. En ese caso, estaríamos en presencia de una secta y no de un partido. Lo que diferencia a un Partido de una secta precisamente es la solidez de los principios, la claridad de las metas en común y el propósito concreto de lograr el triunfo. La secta solo propaga el fanatismo ciego y la connivencia con los intereses individuales de algunos que, como se ha observado en otros procesos revolucionarios, se disfrazan de colectividad e, incluso, de Revolución. Contra eso tenemos que estar alertas los comunistas, los revolucionarios y los cubanos, sin exclusión: mujeres y hombres, negros y blancos, jóvenes y adultos, todos.

Mucho cuidado con el “fuego amigo” y la normalización de los linchamientos grupales disfrazados de sacrosanta militancia. Cortar cabezas de enemigos personales porque nos caen mal y decir que se hizo en nombre de la Revolución no será permitido. La militancia real no practica el uso selectivo, doble moral, de las causas sociales. No se puede ser comunista si se es machista; tampoco practicando la xenofobia y el oportunismo, la vulgaridad o la violencia.

Nuestro proyecto aboga por una pedagogía política. Por ello, compartimos pequeñas reflexiones sobre filosofía y el devenir del pensamiento, a la par que participamos con decencia en el debate de las redes sociales. No pretendemos seguidores ni likes, porque seguimos a la revolución como único proyecto —del cual no nos sentimos que formamos parte, sino que somos parte y así lo interiorizamos en nuestras conciencias. De hecho, el presente post constituye un modesto aporte al debate, no lincha, agrede o descalifica al camarada o amigo. El comunista es, ante todo, buena persona, y nuestro proyecto pretende contribuir humildemente al mejoramiento de quienes lo integramos.

Participamos del fuego que se dirige contra los opresores de clase. Esa es nuestra guerra. Los amigos no estarán jamás en la mira.

Seguimos.

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