¡No seas neandertal!: y otras historias sobre la evolución humana

¡No seas neandertal!: y otras historias sobre la evolución humana


11. Asia cuestiona el papel de África como lugar de origen de la humanidad

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11 ASIA CUESTIONA EL PAPEL DE ÁFRICA COMO LUGAR DE ORIGEN DE LA HUMANIDAD

En 2015, el edificio más alto del mundo era Burj Khalifa, en Dubái. Tiene 830 metros de altura, con 163 pisos. China desafió a esta magnífica hazaña de ingeniería. La República Popular declaró que erigiría un edificio que alcanzaría los 838 metros, con 220 pisos. Pero aún más sorprendente fue que China propuso construirlo en noventa días. Tanto por la altura como por la velocidad, este edificio prometía establecer un récord mundial[8].

Además de querer tener el edificio más alto, China busca establecer también otro récord: ser el origen de los primeros homininos. Podemos burlarnos de la idea si sabemos algo de la evolución humana.

Como se ha mencionado varias veces a lo largo del libro, los primeros homininos aparecieron en África hace al menos 4 o 5 millones de años. Si incluimos especies incluso anteriores, como el Sahelanthropus tchadensis y el Orrorin tugenensis, la época del origen bien puede remontarse a hace 6 o 7 millones de años. En cualquier caso, el lugar de origen es indiscutiblemente África (véase el capítulo 3). Muchos expertos en este campo respaldan la idea de que los humanos modernos desde el punto de vista anatómico se originaron también en África. Es muy probable que el Homo erectus, que se halla en algún punto entre los primeros homininos y los humanos modernos, se originara también en África.

La postura generalizada es que los acontecimientos más importantes de la evolución tuvieron lugar en África. Sin embargo, solo en fechas recientes el campo de la paleoantropología ha sido capaz de llegar a este consenso. Muchos países, incluida China, adujeron que ellos eran el lugar del origen de la humanidad. Recientemente, en 1975, unos equipos de investigación chinos publicaron informes del descubrimiento de un espécimen fósil de Australopithecus encontrado en China, pero estas publicaciones no han recibido mucha atención fuera de Asia.

Aunque la reivindicación de China de ser el lugar de nacimiento de la humanidad probablemente carezca de base, la cuestión está lejos de estar zanjada. La evolución humana nunca ha sido directa; de hecho, el Homo erectus, ancestro de los humanos modernos, podría haberse originado en Asia.

EL HOMBRE DE JAVA

A medida que la teoría de la evolución se iba extendiendo hacia finales del siglo XIX, los humanos empezaron a aceptar una nueva idea: quizá no aparecimos en la Tierra con el mismo aspecto que tenemos en la actualidad. En otras palabras, quizá no aparecimos por primera vez como humanos perfectamente formados. La gente empezó a aceptar la idea de que había humanos ancestrales que descendían de simios y cuyo aspecto era «menos humano». Estos ancestros hipotéticos habrían tenido un aspecto intermedio entre los simios y los humanos, pero se pensaba que solo tenían los mejores rasgos de ambos.

Eugène Dubois, un paleoantropólogo y anatomista holandés, creía que esa forma intermedia no solo existía, sino que además se encontraría en Asia. De hecho, Dubois estaba tan convencido de esta idea que, desde 1887, utilizó sus propios fondos personales para financiar excavaciones en los bosques tropicales de Indonesia. Pensaba que los primeros humanos ancestrales tenían que haber vivido en la misma ecozona que los simios modernos, de modo que predijo que se descubrirían fósiles en los bosques en los que en la actualidad viven simios.

Después, en 1891, sus excavaciones dieron con un hominino fósil en la isla de Java, Indonesia. Fue un hallazgo revolucionario. Son muchos los paleoantropólogos que pasan toda su vida excavando y que nunca han logrado descubrir homininos fósiles. El hecho de que Dubois exhumara un fósil de hominino en su primera localidad de excavación era casi milagroso. Una suerte así apenas tenía parangón en la historia de la investigación paleoantropológica.

El fósil que Dubois descubrió recibió el apodo de «Hombre de Java» por su lugar de origen. El Hombre de Java consistía en un cráneo, un diente y un fémur. El cráneo era pequeño y plano, mientras que el fémur se parecía al de un humano moderno. De modo que el Hombre de Java tenía un cerebro más pequeño que el de los humanos modernos, pero podía andar sobre dos piernas. Dubois llamó a la especie fósil Pithecanthropus erectus, que significa «hombre simio que camina erguido». Esta especie se reclasificaría más tarde como Homo erectus[9].

Después de este descubrimiento, cabía esperar que Dubois hubiera sido reconocido por el campo de la paleoantropología como el descubridor del primer antepasado directo de la humanidad. Sin embargo, las cosas eran un poco diferentes a finales del siglo XIX. Muchas personas se sentían incómodas con la idea de que los humanos, los seres más inteligentes de la Tierra, pudieran tener un antepasado con un cerebro tan pequeño. El consenso fue que un hominino tan poco inteligente no podía ser un humano ancestral, a pesar de que caminara erguido. El descubrimiento de Dubois fue en gran medida ignorado y olvidado por el gremio de paleoantropólogos y por la sociedad, y Dubois vivió desesperado el resto de su vida.

UNA CARRERA PARA SER EL PRIMER ANTEPASADO DIRECTO

Una vez descartado el Hombre de Java de Dubois, el título de «primer ancestro directo» de los humanos quedó sin reclamar hasta principios del siglo XX, cuando se hicieron descubrimientos revolucionarios simultáneamente en Europa, Asia y África.

En Europa, Charles Dawson descubrió un espécimen en Piltdown, cerca de Londres. El hombre de Piltdown fue recibido con entusiasmo porque tenía el aspecto exacto que los paleoantropólogos de la época esperaban que tuvieran los antepasados humanos, y al principio se le dio el nombre específico de Eoanthropus dawsoni, que significa «el hombre del alba de Dawson». El fósil tenía un cráneo grande y redondo y los dientes grandes, lo que sugería una presencia intimidatoria equipada con una inteligencia excelente, dientes feroces y un cuerpo robusto. El que un antepasado tan maravilloso se encontrara cerca de la capital de Inglaterra debió de ser reconfortante para los británicos. Pero de inmediato surgió un rumor persistente en el sentido de que el hombre de Piltdown pudiera ser un fraude. Finalmente, en 1953, se demostró que, en efecto, era una falsificación creada al disponer juntos un cráneo de humano y de simio.

El segundo descubrimiento fue un pequeño esqueleto fósil, denominado «Niño de Taung», que se encontró en Sudáfrica en la década de 1920. Era el Australopithecus africanus, una nueva especie fósil descubierta por Raymond Dart, un paleoantropólogo y anatomista australiano. En la actualidad, esta especie es considerada uno de los posibles ancestros directos de los primeros homininos. No obstante, este descubrimiento también fue ignorado y rechazado en su época, de manera parecida a lo que ocurrió con el Hombre de Java.

La razón pudo haber sido que el Niño de Taung era de África, una tierra que los europeos consideraban primitiva y bárbara. La comunidad científica europea difícilmente podía aceptar la idea de que una especie tan brillante como la humana tuviera antepasados del continente africano. Lo que todavía era más comprometedor era el hecho de que el Australopithecus tuviera un cerebro del tamaño del de un chimpancé adulto. Además, el espécimen no presentaba ninguna prueba de uso de utensilios líticos y tenía unos dientes discretos, comunes y corrientes. Ninguno de sus rasgos parecía mostrar continuidad con la excelencia que los europeos creían poseer.

Finalmente, los paleoantropólogos consideraron un tercer candidato: el Hombre de Pekín, descubierto, como hemos visto, en China en la década de 1920 en la cueva de Zhoukoudian, cerca de Beijing. El Hombre de Pekín fue clasificado primero como Sinanthropus pekinensis, que significa «hombre chino de Pekín». Después fue reclasificado como Homo erectus, la misma especie que el Hombre de Java. Aunque la desaparición completa de los fósiles originales sigue siendo un misterio (véase el capítulo 10), las excavaciones en la cueva continuaron produciendo datos interesantes. Los excelentes moldes de los fósiles hechos por el investigador original del Hombre de Pekín, Franz Weidenreich, también han sido usados para investigaciones adicionales.

El Hombre de Pekín tenía un cerebro mayor, dos veces más grande que el del Australopithecus (pero aproximadamente dos tercios del tamaño del cerebro de un hombre moderno). El gran cerebro del Hombre de Pekín nos hizo esperar un comportamiento y una vida de tipo humano para esta especie. Dicha expectativa quedó reforzada asimismo por los huesos animales, los utensilios líticos y las capas de cenizas que se encontraron en la cueva de Zhoukoudian. Se estima que el Hombre de Pekín vivió hace unos 500 000 años. Que estos ancestros parecidos a los humanos vivieran en fecha tan antigua como hace medio millón de años en China ha sido una causa inmensa de orgullo para los chinos.

El Hombre de Pekín pronto se convirtió en la representación del tipo morfológico de Homo erectus. Algunos estudiosos chinos argumentaron que los antepasados directos más antiguos de los humanos se originaron en China. Sin embargo, había un problema con el argumento que sostenía esta idea: homininos más primitivos, mucho más antiguos que el Homo erectus, como los australopitecinos, solo se encontraban en África. Es difícil imaginar cómo el género Australopithecus en África estaba conectado con el Homo erectus en la lejana Asia.

Este debate pareció zanjarse cuando en África Oriental se encontraron fósiles de Homo erectus en la década de 1970. Estos homininos africanos tenían un cerebro parecido en tamaño al del Hombre de Pekín, un cuerpo tan grande como el de los humanos modernos y una antigüedad de entre 1,5 y 2 millones de años. El hallazgo presentaba un nuevo escenario para el origen reciente de los humanos. El Homo erectus se había originado en África y estaba equipado con un cerebro grande, un cuerpo alto y excelentes utensilios de caza, y después se había expandido lentamente por toda Eurasia. Los especímenes de Homo erectus encontrados en Europa y Asia, como el Hombre de Pekín y el Hombre de Java, se consideraban ahora parte de esta migración que se había originado en África. Además, este escenario revisado parecía encajar perfectamente con la cronología y la distribución geográfica de los homininos fósiles en todo el globo.

¿SOMOS DE ÁFRICA O DE ASIA?

Sin embargo, nos aguardaba una gran sorpresa. En la década de 1990, un equipo de científicos declaró que los restos del Hombre de Java eran muy antiguos: 1,8 millones de años. La nueva fecha para los fósiles del Hombre de Java fue polémica en aquella época y sigue siéndolo ahora. Significa que la aparición del Homo erectus en Asia se superpuso más o menos en el tiempo a la existencia del Homo erectus en África, lo que sugería que, o bien el Hombre del Java podría no representar un descendiente directo del Homo erectus africano, o bien que sería necesario encontrar en África un espécimen anterior de Homo erectus para confirmar de nuevo el escenario del origen africano.

Entonces, un nuevo descubrimiento precipitó una inversión más fuerte y más segura en el terreno. En Dmanisi, Georgia, el país situado al noreste de Turquía, se descubrieron una serie de fósiles extraños en 1991. Dichos fósiles no tenían un cerebro grande ni un cuerpo grande y los utensilios líticos que se encontraron con ellos no eran tan elaborados. Los paleoantropólogos se rascaron la cabeza. La hipótesis del origen africano no podía explicar que estos fósiles de aspecto sencillo se encontraran fuera de África.

Además, las fechas no encajaban. Los restos de Dmanisi eran tan antiguos como el primer Homo erectus encontrado en África: 1,8 millones de años. ¿Qué significaba esto? Se podía plantear un nuevo escenario: quizá, esta especie de hominino ancestral, con cerebro y cuerpo pequeños y utensilios líticos toscos, vivió en África antes del Homo erectus y salió de África en una migración separada. Quizá viajó atravesando el Cáucaso y llegó en último término a Java, Indonesia. Y después este linaje se extinguió, excepto por un grupo en Asia que evolucionó a Homo erectus. Después, el Homo erectus se expandió a través de Asia y por todo el Viejo Mundo, incluyendo una migración de vuelta a África. Según esta línea de razonamiento, el Homo erectus africano sería un descendiente del Homo erectus asiático. Robin Dennell, de la Universidad de Sheffield, Inglaterra, es un famoso defensor de esta hipótesis del origen asiático.

Conviene tener presente que esto es solo una hipótesis, no una teoría demostrada del origen humano. Lo importante es que, con el descubrimiento de los fósiles de Dmanisi, la hipótesis de un origen no africano del Homo erectus merece más atención que nuestra apatía del momento. La hipótesis del origen asiático ya no puede rechazarse fácilmente. Todos prestamos atención a lo válida que es esta hipótesis a medida que nuestro conocimiento de los orígenes humanos continúa aumentando.

ANEXO: EL HOMBRE DE PILTDOWN, EL INFAME FRAUDE EN PALEOANTROPOLOGÍA

Tal como se ha mencionado en este capítulo, el hombre de Piltdown es uno de los fraudes más conocidos en la memoria científica reciente. En 1912 se descubrieron en Piltdown, Sussex oriental, Inglaterra, fragmentos de un cráneo, una mandíbula con un molar fijado y un canino separado. Cuando Charles Dawson, un cazador de fósiles, anunció su gran hallazgo, la gente le dio la bienvenida como un descubrimiento del «eslabón perdido» entre simios y humanos. Pero había muchas preguntas que quedaban sin respuesta.

Varios rasgos morfológicos no tenían sentido, dada la trayectoria evolutiva de simios y humanos que se conocía por aquella fecha. El tamaño del cerebro se reconstruyó para que estuviera entre el de los simios y el de los humanos (dos tercios del tamaño del cerebro humano moderno), pero la caja craneal tenía más rasgos de un humano moderno que de los fósiles de humanos ancestrales. Sin embargo, dado que el hombre de Piltdown era compatible con la idea de los humanos ancestrales de cerebro grande y dientes feroces, durante los cuarenta años siguientes se consideró que era el primer humano ancestral. Finalmente, en 1953, una investigación científica completa condujo a la conclusión de que se trataba de un fraude.

El método que demostró que el hombre de Piltdown era una falsificación fue la datación con flúor, que en consecuencia se convirtió en un método prominente. La datación con flúor es un método de datación relativa que establece la diferencia de edad entre dos o más objetos en lugar de ofrecer una estimación numérica de la edad de un objeto (como hace, por ejemplo, la datación mediante radiocarbono, un método de datación absoluta). Cuando un organismo vivo muere y queda enterrado, el flúor del suelo circundante empieza a acumularse en el cuerpo. Cuanto más antiguo es un hueso, más flúor tiene. El examen del hombre de Piltdown demostró que la cantidad de flúor en el cráneo era diferente de la que había en la mandíbula. Dicha diferencia significaba que el propietario del cráneo y el de la mandíbula no murieron al mismo tiempo; en otras palabras, los dos huesos no pertenecían al mismo individuo. Como se reveló posteriormente, el hombre de Piltdown se había construido a partir de un cráneo humano medieval, la mandíbula de un orangután de hacía quinientos años y un canino de chimpancé de fecha desconocida.

 

 

 

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