¡No seas neandertal!: y otras historias sobre la evolución humana

¡No seas neandertal!: y otras historias sobre la evolución humana


13. King Kong

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13 KING KONG

Pienso que todos estaremos de acuerdo en que los dragones son animales imaginarios. Sin embargo, de forma sorprendente, hubo un momento en la historia evolutiva humana en que los dragones hicieron su aparición (aunque breve, y principalmente debido a una confusión). Es más, se creyó que eran parientes de los humanos, nada menos. Este relato es sobre el Gigantopithecus, el mayor primate que haya existido, que casi fue clasificado erróneamente como un dragón.

A principios del siglo XX, los boticarios tradicionales en China vendían un número casi infinito de productos medicinales. Entre ellos había algo llamado «huesos de dragón», que, aunque por lo general se vendía como polvos de huesos fósiles, a veces estos huesos de dragón se vendían intactos. En la medicina china, estos huesos eran muy populares y escasos.

Entre los muchos europeos que pasaban temporadas en China a principios del siglo XX estaba el paleontólogo alemán Gustav Heinrich Ralph von Koenigswald. Un día, mientras echaba un vistazo en una botica de Hong Kong, Von Koenigswald se sorprendió al ver un espécimen de hueso de dragón en venta. En tanto que paleontólogo que había estudiado detenidamente la morfología de los huesos de animales, Von Koenigswald supo al instante que el fósil de «dragón» era un diente fosilizado de simio. También advirtió algo muy extraño en este diente concreto: era más grande que cualquiera de los dientes de simio que él hubiera visto antes. Von Koenigswald adquirió el «diente de dragón», que resultó ser el tercer molar derecho de un simio, y publicó sus hallazgos en un artículo de 1952, en el que anunciaba una nueva especie fósil, la del Gigantopithecus blacki. Gigantopithecus significa «simio gigante», y blacki honraba al famoso paleontólogo Davidson Black.

Puede ser decepcionante que el hueso de dragón no perteneciera a un dragón, pero la historia real es todavía más emocionante: el diente pertenecía a un simio gigantesco. Gigantopithecus habría sido parecido a un gorila, pero muchísimo mayor en cuanto al tamaño del cuerpo. Lamentablemente, incluso con el interés generado por la publicación de Von Koenigswald, no se han encontrado otros huesos de la especie de simio gigante; se conoce solo por algunos dientes y mandíbulas.

¿ERA REAL KING KONG?

Las cuevas de caliza en la China meridional han sido siempre populares como tierras agrícolas. Mientras labraban esta tierra, los granjeros desenterraron cientos de dientes de Gigantopithecus entre la década de 1950 y principios de la de 1960. Los paleontólogos acudieron al lugar y publicaron sus hallazgos. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos concentrados, los únicos especímenes encontrados han sido tres mandíbulas y más de mil dientes. Hasta el presente no se han descubierto otras partes del cuerpo. Incluso en la actualidad, aunque continúan publicándose artículos acerca de nuevos descubrimientos de fósiles de Gigantopithecus, los únicos especímenes hallados siguen siendo solo dientes.

Espere el lector; es demasiado pronto para estar decepcionado. Tal como se indicó con anterioridad, los paleoantropólogos y los paleontólogos pueden recopilar mucha información sobre un individuo solo a partir de mandíbulas y dientes. Por ejemplo, el tamaño del cuerpo puede estimarse a partir del de huesos individuales. En la actualidad, el primate con el cuerpo más grande es el gorila, con machos que pueden pesar hasta 180 kilos y hembras de hasta 90 kilos. En comparación, a partir del tamaño de sus dientes, el Gigantopithecus podía llegar a pesar hasta dos veces y media el peso de un gorila macho, es decir, unos 450 kilos, y pudo haber alcanzado hasta los 2,75 metros de altura. ¡Algunos estudiosos indican que el Gigantopithecus pesaba hasta tres veces más que un gorila macho! Una estimación más precisa requeriría descubrir las partes del esqueleto que soportaban directamente el peso del cuerpo, como los huesos de los brazos o de las piernas; pero incluso solo con los dientes, sabemos que el propietario de estos «huesos de dragón» tenía un cuerpo gigantesco. Así, en lugar de un dragón, era un King Kong.

¿Por qué algunos animales crecen hasta alcanzar un gran tamaño? La respuesta más fácil se encuentra en la competencia entre machos. Supongamos que solo unos pocos machos tienen acceso a todas las hembras fértiles. Los machos tendrían que dedicarse a competir intensamente para verse incluidos entre los pocos elegidos; en una competencia tal, un cuerpo mayor sería una ventaja. En el proceso de selección de pareja, las hembras preferirían a los machos con el cuerpo más grande y estos machos conseguirían transferir sus genes a la generación siguiente. Cuanto más intensa es la competencia para el acceso a las hembras fértiles, mayor tiene que ser el cuerpo del macho ganador (o, tal como lo dirían los antropobiólogos, tiene que haber un dimorfismo sexual de mayor tamaño corporal).

Las especies de dimorfismo sexual de gran tamaño corporal suelen tener un sistema de apareamiento con un único macho y múltiples hembras, y este macho único monopoliza el acceso a las hembras del grupo. En cambio, las especies en las que machos y hembras no tienen una gran diferencia en el tamaño corporal suelen tener sistemas de apareamiento de un único macho y una única hembra. En este caso, puesto que la mayoría de los machos pueden aparearse con hembras, solo hay una competencia débil entre machos y tanto los machos como las hembras tienden a participar en el cuidado de los hijos. Así, a partir de la diferencia en el tamaño corporal entre machos y hembras, podemos hacer inferencias acerca de su sistema de apareamiento.

Sin embargo, en el caso del Gigantopithecus, la competencia entre machos no es la razón de su gran tamaño corporal. En 2009, asistí a un congreso internacional en China, en el que conocí a Zhang Yinyun, un paleoantropólogo chino que había investigado durante muchos años al Gigantopithecus. Puesto que estaba jubilado, Zhang me dio los datos que había recopilado sobre este primate y me pidió que continuara su investigación inacabada. Resultó ser una gran caja llena de fichas de 7,5 × 13 centímetros. Cada ficha estaba llena de notas para cada diente de Gigantopithecus que se había encontrado. Cuando volví a Estados Unidos, empecé a indagar en el caso.

Los dientes eran gigantescos; esto era de esperar. La diferencia en el tamaño del cuerpo entre machos y hembras también era muy pronunciada. Esta información ya la conocíamos. Pero una característica particular me llamó la atención: los caninos. Los caninos eran demasiado pequeños en comparación con el tamaño corporal propuesto y con el resto de los dientes. La diferencia en el tamaño de los caninos entre machos y hembras también era insignificante. Esta pequeña diferencia era intrigante porque los caninos son importantes en la competencia entre machos. Incluso si el tamaño general del cuerpo no difiere mucho entre machos y hembras, una gran diferencia en el tamaño de los caninos todavía indica una competencia intensa entre machos. Los chimpancés son un buen ejemplo. Y al contrario: si la competencia entre machos es reducida, el tamaño de los caninos no es diferente entre machos y hembras. En este caso, los humanos son un buen ejemplo: hombres y mujeres no muestran una diferencia significativa en el tamaño del cuerpo o de los caninos.

No importa lo mucho que machos y hembras difieran en el tamaño corporal: sin una diferencia en el tamaño de los caninos podemos afirmar con seguridad que la competencia entre machos en los individuos del Gigantopithecus era poco común o inexistente. Pero, si no era la competencia entre machos, ¿qué otro factor pudo haber provocado el gran tamaño corporal de Gigantopithecus?

La razón pudo ser la depredación. Es evidente que tener un cuerpo grande hace más fácil enfrentarse a los depredadores. Sin embargo, los depredadores no discriminan entre machos y hembras cuando se trata de presas, de modo que esto no explica del todo la diferencia en tamaño corporal entre los machos y las hembras del Gigantopithecus. En cambio, es probable que esta diferencia tenga algo que ver con la reproducción. En los simios y otros primates, el tamaño del cuerpo aumenta a medida que el periodo de crecimiento se alarga. En otras palabras, se hacen mayores al crecer durante un periodo más prolongado de tiempo. Sin embargo, un periodo más prolongado de crecimiento retarda la maduración sexual. La maduración demorada para las hembras tiene consecuencias particularmente negativas para la reproducción, pues retrasar el embarazo y el parto no es necesariamente ventajoso, y muy a menudo es desventajoso. Por lo tanto, las hembras suelen tener periodos de crecimiento más breves, mientras que los machos pueden permitirse demorar la maduración y aumentar el tamaño del cuerpo. Las investigaciones con primates demuestran que, para las hembras, la extensión del periodo de crecimiento tiende a ser estable para una especie, con poca variación individual. En cambio, los machos muestran variación en el periodo de crecimiento y, en consecuencia, en el tamaño del cuerpo, debido a factores individuales, y en la sensibilidad a los cambios ambientales.

Este enigma aparentemente sencillo del Gigantopithecus (los pequeños caninos, análogos en machos y hembras, combinados con un asombroso tamaño corporal de los machos) indicaría la presencia de un depredador formidable en el entorno del Gigantopithecus. Pero ¿qué tipo de depredador podría obligar al Gigantopithecus a tener un cuerpo tan gigantesco? ¿Qué tipo de cazador creó a este King Kong? La respuesta, quizá sorprendente, puede que sea «nosotros». O, más exactamente, nuestros ancestros.

HOMBRE CONTRA BESTIA

El Gigantopithecus vivió en la China meridional desde hace 1,2 millones de años hasta hace 300 000 años. Durante este periodo, el Homo erectus vivía en todo el continente asiático. El Homo erectus cazaba presas grandes. En las localidades de Homo erectus, como Zhoukoudian, China, se descubrieron numerosos huesos de caballo y de otros animales. Los huesos de caballo parece que se desecharon después de haber sacrificado a los animales y de que se los comieran. Algunos investigadores afirman incluso que los caballos se extinguieron en Asia debido a su caza excesiva por parte del Homo erectus.

¿Es posible que el Homo erectus cazara Gigantopithecus hasta su extinción? Hasta ahora, no hay datos que apoyen esta idea. Cabría esperar al menos algunas localidades con huesos juntos de Homo erectus y Gigantopithecus, pero este descubrimiento no se ha hecho nunca. Russ Ciochon, un antropólogo de la Universidad de Iowa, informó una vez de un descubrimiento en Vietnam de dientes de Homo erectus cerca de dientes de Gigantopithecus. Posteriormente, Ciochon se desdijo de esta afirmación cuando resultó que los dientes de homininos no pertenecían a un hominino, sino a otro simio.

Sin embargo, esto no significa en absoluto que no hubiera relación entre el Homo erectus y el Gigantopithecus. Algunos paleoantropólogos postulan que, incluso si la relación no fue necesariamente la de cazador y cazado, todavía había una competencia intensa entre estas dos especies, competencia que condujo a la extinción del Gigantopithecus. Estoy de acuerdo. El Gigantopithecus vivió en una ecozona de bambú en competencia con el panda gigante, cuya dieta principal es el bambú. Esta competencia se intensificó cuando el Homo erectus apareció en escena. A simple vista, el repunte en la competencia es desconcertante porque el Homo erectus no comía bambú. ¿Por qué se intensificó entonces dicha competencia?

La respuesta reside en la posibilidad de que el Homo erectus utilizara el bambú para fabricar utensilios. Los individuos de Homo erectus de Asia Oriental produjeron utensilios líticos que eran toscos en su morfología y poco numerosos, comparados con los que se han encontrado en Europa o África. Para explicar esta diferencia, los estudiosos afirman que el Homo erectus asiático pudo haber usado bambú, un recurso abundante en el Sudeste Asiático, en lugar de piedras, para producir utensilios sofisticados. Debido a que los utensilios de bambú, al contrario que los utensilios de piedra, no se conservan en el registro arqueológico, el uso de bambú para elaborar utensilios produciría la sensación de que en Asia el Homo erectus no los producía. Los que afirman que el Homo erectus asiático producía utensilios a partir de bambú, y quizá incluso construía refugios de bambú, sugieren que esta especie causó deforestación al usarlo demasiado. El Gigantopithecus habría perdido su hábitat a manos del Homo erectus.

Además, el Gigantopithecus tuvo que haber padecido escasez de comida. Aunque el Gigantopithecus vivía en bosques de bambú, este no era su dieta principal. Sus dientes muestran que, como cualquier otro simio, ingería una amplia gama de comida. En particular, los dientes del Gigantopithecus tenían una frecuencia elevada de caries dentales, lo que implica una apetencia por frutos dulces y maduros. También mostraban una frecuencia elevada de hipoplasia del esmalte, una condición causada por la desnutrición, en particular durante los periodos de crecimiento. Con independencia de lo rico que es el bosque tropical en alimento vegetal, es evidente que no ofrecía comida suficiente para que el Gigantopithecus, con su tamaño de King Kong, comiera tantos frutos como hubiera querido.

El Pleistoceno medio (el periodo temporal en el que vivió Gigantopithecus) fluctuó de manera creciente entre un clima cálido y húmedo y otro frío y seco, y gradualmente se hizo más frío y más seco en general. La supervivencia del Gigantopithecus se vio amenazada por el clima frío y seco y la reducción constante de su hábitat. Añádase la escasez de alimentos al cambio climático y es fácil ver que el Gigantopithecus tuvo dificultades para mantener su gran cuerpo, incluso sin la competencia de otros, homininos o no. Al final, el mayor primate que se haya encontrado nunca (Gigantopithecus) se extinguió.

La historia del Gigantopithecus no es más que una de las muchas tragedias en biología. Los humanos ancestrales entraron en competencia con otros animales por los recursos, que se volvieron escasos a lo largo del Pleistoceno, y terminaron siendo la especie predominante en el mundo al vencer en la competencia con todos los demás organismos que les salían al paso. El Gigantopithecus pudo ser simplemente uno de los muchos grandes mamíferos que se extinguieron durante el Pleistoceno.

Cada vez que pienso en el Gigantopithecus, me acuerdo de los orangutanes, que en la actualidad habitan en la selva tropical del Sudeste Asiático en la que antaño habitó el Gigantopithecus. Los orangutanes también tienen un cuerpo grande y muestran diferencias sustanciales en el tamaño del cuerpo entre los dos sexos. Sin embargo, los orangutanes no viven en grupos de un solo macho y múltiples hembras ni en grupos de un único macho y una única hembra. Por extraño que parezca, los orangutanes viven una vida solitaria. Este comportamiento es insólito para los primates y algunos han sugerido que el estilo de vida solitario del orangután es una adaptación desesperada por sobrevivir frente a la intrusión del depredador más formidable que hay en la Tierra: el ser humano. Quizá aprendieron esta lección de la extinción del Gigantopithecus.

En un futuro inmediato, después de que la deforestación y el cambio climático hayan aniquilado potencialmente a todos los demás simios del mapa, los humanos podrían ser los únicos primates que quedaran. Llegados a este punto, quizá no nos sintamos tan orgullosos de nosotros mismos.

ANEXO: ROMANCE DE LOS GIGANTES

A lo largo de la historia, muchas culturas humanas han contado con mitologías de gigantes de aspecto humano. Goliat, en la Biblia judeocristiana, es solo uno de los numerosos gigantes que aparecen en las leyendas, piénsese en Escandinavia, Roma, Grecia y otras partes. Incluso ahora nos enteramos de personas que afirman haber visto al yeti, el gigante del Himalaya, o al pie grande, el gigante de Norteamérica. Algunas personas incluso dedican su vida a la búsqueda de tales gigantes.

De forma enigmática, en la historia de la antropología, un hominino gigante hizo también aparición una vez. Entre los homininos fósiles descubiertos en la isla indonesia de Java había fragmentos de cráneos, mandíbulas y dientes de un tamaño asombrosamente grande. Se les dio el nombre de Meganthropus, que significa «humanos grandes». Franz Weidenreich, famoso por su investigación asociada al Hombre de Pekín, escribió en 1946 un libro titulado Apes, Giants, and Man sobre el insólito hallazgo de Java. Ahora se considera que el Meganthropus forma parte de la especie Homo erectus y la existencia de una especie humana gigante ni siquiera se considera una posibilidad remota.

Sin embargo, el Gigantopithecus fue realmente una especie de simio de tamaño corporal notable que vivió al mismo tiempo, en la misma región, que el Homo erectus. Me pregunto si la existencia del Gigantopithecus ha quedado tan firmemente incrustada en la memoria colectiva de los homininos que es la base de nuestra fascinación universal por los gigantes y de nuestra mitología sobre ellos. Esto es solo especulación: otra senda intrigante de la evolución humana que inspira nuestra imaginación.

 

 

 

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