Nina

Nina


LIBRO TERCERO » 16

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Retiré la mano y me senté, y ella permaneció echada mirándome con pena y tristeza.

—¿Qué carta?

—No me mientas, por favor. Mis hombres me han mentido siempre. No podría soportar que tú también me mintieras.

—No tengo la menor idea de lo que quieres decir.

—¡Por favor, Robert!

—No he escrito ninguna carta.

—¿Lo juras?

—Naturalmente.

—¿Por nuestro amor?

—Claro.

—¿Que no seamos nunca felices, que nunca podamos reunimos, si tú me mientes?

—Naturalmente que sí —le dije.

¿Qué hubiera podido decirle?

Ella me miró. En sus ojos se reflejaban el cielo y las viejas y blancas ramas de los árboles. El vapor se iba aproximando, tuctuctuctuc hacía su máquina. Nina se incorporó.

—Vaya ojos más limpios que tienes. Límpidos ojos de embustero.

La miré y guardé silencio.

—Es tan fácil mentir, Robert. El otro no puede defenderse. Por ello es cobarde.

—No te engaño.

El remolcador se estaba alejando. Nos miramos a los ojos y pensé que mi amor me daba fuerzas para resistir su mirada. Creo que mi amor la convenció finalmente. Me dijo:

—Te creo. Pero entonces todo esto es peor. —Y, repentinamente, volví a tenerla entre mis brazos.

—Cuéntame lo que ha sucedido —le rogué.

El remolcador estaba ya lejos, la quietud había vuelto. Nina habló de la misteriosa carta que Brummer había recibido hoy, y de su contenido. Él se la había leído. Le había preguntado si podía imaginarse que yo la hubiera escrito y por qué.

—Y, ¿qué le has contestado? —pregunté, acariciando el cabello de Nina y teniéndola en mis brazos.

—Le he respondido que no puedo imaginármelo. —Se agarró a mí—. Robert, ¿estoy loca? ¿Estamos todos locos?

—Entonces es que te lo imaginas.

—Sólo que tú lo hayas hecho, no el por qué. Yo..., yo había pensado que, a lo mejor, tienes algún plan... para los dos... con el fin de que podamos, finalmente, reunimos..., una idea completamente absurda...

—No tengo ningún plan. —Acariciándole el cabello, seguí preguntando—: ¿Y tu marido? ¿Qué se imagina?

Su respuesta me llenó de salvaje alegría:

—Tiene miedo, Robert. Por una vez tiene miedo.

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