Nikola

Nikola


Capítulo 15

Página 17 de 43

Capítulo XV * La Conexión

Una vez dentro, Ryuk se movió por la estancia como si fuera su propia casa. Por suerte no era grande, así que no resultó complicado llegar hasta la habitación de Morgana. El estilo que prevalecía en su hogar era claramente gótico, con muebles que me recordaban a los de la casa de las Spellman. Pero, al llegar allí, me sorprendió el contraste con su habitación. Su cama era a dosel con color rosado y los cojines y la almohada turquesa; la mesita de al lado era blanca e infantil y el armario que había empotrado en una esquina combinaba con los adornos que tenía el cabecero. Lo que más destacaba era unos estantes rosados repletos de botes con diferentes líquidos y bolsas con cosas que me pareció mejor no cotillear.

Ryuk se acomodó quedándose arrodillado en el suelo, a su lado. Yo decidí mantenerme apartada apoyada en la puerta, mirando con detenimiento como él comprobaba su pulso y extendía sus manos sobre el cuerpo, proyectando sobre ella una luz verde que era acompañada por dos mariposas de color violeta, las cuales revoloteaban alrededor.

Su tatuaje se expandió ligeramente al hacerlo, parecía una enredadera que disfrutaba enroscándose por su brazo, como una serpiente silenciosa. Eso me recordó al árbol que había visto en mi sueño, lo que me llevó a pensar ¿por qué quería que estuviera a su lado? Y lo más importante de todo, ¿por qué a solas?

—¿Vas a quedarte ahí todo el rato mirando?

—Tampoco me has dado instrucciones sobre qué hacer —respondí arrugando el ceño. Empezaba a cansarme de tener gente borde a mi alrededor.

—Colócate a mi lado. Quiero comprobar una cosa.

Analicé durante un instante la expresión de su rostro, evaluando si su mirada era sincera. Pero no vi nada extraño o que me llevara a pensar que fuera una trampa, así que me aproximé, quedándome a su lado frente a Morgana.

Sus manos continuaban extendidas y las mariposas revoloteaban a mi lado, haciéndome sonreír. Me recordaba a cuando era pequeña e iba al campo con mi padre, el único que había estado apoyándome todo este tiempo, a pesar de las mentiras. Me enseñó a atraparlas con un cazamariposas y las observábamos en un bote de cristal con una lupa durante un tiempo, para después liberarlas y dejarlas volar de nuevo. Era un momento hermoso. De los pocos donde no me sentía sola.

—¿Qué hacen las mariposas? —pregunté, admirando su bella danza.

—Potenciar la curación. Sus heridas son graves y los lupus dejan un veneno al morder que afecta en gran medida a los brujos —explicó—. Por eso quiero comprobar si tus sueños provienen de algo mayor. Tu tatuaje me indica que en tu interior corre sangre de Lux. Alguien te ha iluminado con su gracia y te ha transmitido su poder. Quizás un o una druida. O… puede que algo superior.

—Bien —suspiré, expectante por lo que podía suceder—. ¿Qué debo hacer?

—Extiende tus manos como hago yo y concéntrate en dejar fluir tu poder por el cuerpo, llevándolo hasta ellas. Tienes que sentir la energía de la naturaleza.

Contemplé como algunas heridas que Morgana tenía comenzaban a desaparecer ante el poder del druida y tragué saliva, nerviosa por si hacía algo mal. Me sentía como un bebé recién nacido que no tiene idea sobre nada. Aun así, extendí mis manos como me indicó y cerré los ojos para concentrarme mejor, recordando lo que sentí al pisar —de forma onírica— ese extraño lugar donde estaba Ryuk.

Me quedé así durante unos instantes pero no sentí nada sobre mis manos, así que abrí un ojo e hice un mohín al comprobar que no había sucedido nada. Carecía de magia.

—No me sale —protesté, mirándole decepcionada.

—Requiere tiempo y esfuerzo —respondió, intentando animarme—. Además, también eres un ser de Nyx, lo cual es extraño. No pueden habitar las dos dualidades en un mismo cuerpo.

—¿Por qué?

—Rompe el equilibrio. Es como un arma de doble filo, un fuego que arrasa con todo pero con el que te puedes quemar —contestó, mientras continuaba con su tarea, sellando más heridas de Morgana—. Por eso me fascina e intriga a la vez. Eres un caso excepcional.

—¿Estás seguro de que tengo poder de Lux?

—La duda ofende. Estos tatuajes solo nos aparecen a los hijos directos de Lux.

—¿Es algo así como los Hijos Oscuros de Lilith?

—No —sonrió—. No es por descendencia directa. Digamos que hay ángeles escondidos entre la sociedad y deciden a quién transmitir su poder según el color de su aura. Bendicen a aquellos que son limpios de corazón.

—Los bendicen —repetí, tratando de asimilar la información—. ¿Y por qué? ¿Cuál es su intención?

—Los seres de Nyx se propagan a gran velocidad, lo cual rompe el equilibrio natural entre ambos bandos. Lux intenta que se nivelen para que haya igualdad en caso de tener que enfrentarse. Y viendo los pasos de Lilith últimamente…parece que ese momento está más cerca que tarde.

—Así que son peones —respondí, haciendo una mueca de desagrado—. ¿Es que todos tienen fines egoístas? ¿No hay actos altruistas y bienaventurados?

—Puedes mirarlo así si quieres, pero piensa que si Lux permitiera que los seres de Nyx se propagaran sin control y gobernara el caos, todo podría empeorar. Lilith se mueve por las ansias de venganza al haber castigado a Lucifer haciéndole desaparecer y pretende encontrarlo para crear el apocalipsis. Quiere eliminar a todos los seres de Lux y usar a los humanos como donantes de sangre para su especie. ¿Acaso eso es mejor? ¿Condenar a la humanidad a siglos de desolación y tortura? —susurró y observé como la energía que salía de sus manos se tornó oscura, como sus ojos.

—No, tienes razón —suspiré, estremeciéndome al ver como sus ojos y energía volvieron a la normalidad—. Pero eso no quita que pretendáis que arriesguen su vida si eso sucede al enfrentarse a ella.

—El sacrificio de unos pocos conduce a la victoria de muchos.

—¿De ahí viene tu interés hacia mí?

Suspiré. Estaba cansada de que todos me usaran, solo quería encontrar a alguien noble que pudiera guiarme por el camino.

—Eres especial, pequeña vampyr y ese tatuaje me dice que un resquicio de luz habita en ti. Solo hay que potenciarlo para evitar que la oscuridad te domine.

—¿Y si la oscuridad gana? —pregunté alzando el mentón—. ¿Qué pasaría entonces?

—No tendrás salvación.

—¿Por qué?

—No hay cabida en el cielo para los monstruos. Solo hay espacio en el infierno y, una vez allí, créeme que es imposible salir.

—Ya estoy en él —respondí con un hilillo de voz—. He muerto, ¿recuerdas? Soy una vampiresa en transición que se muere por beber sangre humana. Que se retuerce de dolor al sentir ese dulce olor, que su rostro cambia y se vuelve aterrador al dejarse dominar… que ha matado al dejarse llevar por los celos, el odio, la rabia y la desesperación. Soy un monstruo.

—Quizás lo seas, pero Lux te ha concedido una segunda oportunidad al concederte su gracia y perdón. Serías una insolente si la rechazas —dijo con seriedad—. Así que piensa bien en qué bando estás. La humanidad es un bien demasiado preciado como para desperdiciarlo entre lamentaciones y remordimientos. Y la eternidad es demasiado larga y solitaria. Cualquier ser inmortal desearía recuperar todo lo que perdió.

—¿Todos los seres de ambos bandos son inmortales?

—No. Solo los más antiguos, exceptuando a los vampiros, claro. Aun así todos tienen alguna debilidad. La eternidad conlleva una deuda de la que muchos tratan de escapar.

—Y ¿qué más seres hay? —pregunté fascinada—. ¿Todos tienen poderes?

—Somos muchos seres: Hadas, dhampirs, ángeles, cambiaformas, brujos, elementales… y no, no todos tienen poderes. Y, como en todo, hay una jerarquía de clases. De los seres de Nyx la primera pareja, por así decirlo, son Lilith y Lucifer y de Lux son Adán y Eva.

—Pero Adán y Eva no continúan aquí, ¿verdad? Me contaron que hay rumores y leyendas sobre ellos, nada cierto.

—Se rumorea que están escondidos en algún lugar para evitar que Lilith sospeche algo y poder así aparecer en el momento necesario —susurró, mirándome con intensidad. Bajo sus ojos comenzaron a aparecer unas finas líneas doradas de cansancio. Parecía que la curación le estaba dejando exhausto—. Pero son todo rumores, claro. Nadie los ha visto nunca. Así que la gran mayoría piensa que dejaron de existir hace ya mucho tiempo.

—¿Y tú que piensas? ¿Es verdad?

—Creo que Lux nunca permitiría que la oscuridad venciera a la luz, así que estoy seguro que guarda algún as bajo su manga —respondió con la mirada perdida, para volver a fijarla sobre Morgana, comprobando su estado—, pero la oscuridad se propaga con rapidez, engullendo todo a su paso.

Entonces su energía cesó, cayendo al suelo, y apoyó sus manos para quedarse sentado. Su pecho subía y bajaba acelerado y sus ojeras se habían incrementado, incluso sus labios comenzaban a agrietarse y el tono de su cabello estaba tornándose oscuro, como sus ojos.

—¿Estás bien?

—Lo estaré en cuanto me alimente —contestó con voz ronca, antes de carraspear—. He gastado mucha energía. Más de la que debería.

—¿Puedo hacer algo?

—Parece que por el momento es suficiente con que asimiles toda la información que te he dado. Tendré que entrenarte para ver si tus poderes salen a la luz —respondió—. Parece que tienen dificultades al mezclarse con la oscuridad.

—¿Y por qué me contaste todo esto? ¿No tienes miedo que me consuma la oscuridad y lo saque como provecho?

—Cualquier beneficio conlleva ciertos riesgos, y es más interesante apostar por ello. Si Lux depositó su confianza en ti es por algo —contestó, humedeciendo después sus labios al pasar la lengua.

Asentí con la cabeza. Estaba tan debilitado que apenas podía levantarse para mantenerse en pie. Le miré apenada y eché un vistazo rápido a Morgana, sus heridas habían desaparecido y su respiración se había relajado. Ya no tenía expresión de sufrimiento en su rostro, solo una apacible paz.

—Por cierto, ¿de qué se alimentan los druidas?

—De vampiros —contestó con seriedad, ladeando su cabeza con una sonrisa que me produjo escalofríos.

Retrocedí nerviosa hasta chocar con una pared cercana y mi rostro se transformó, preparándose para un posible ataque al ver como se acercaba lentamente. Entonces se detuvo y se echó a reír, dulcificando la expresión cansada de su rostro.

—Es broma —dijo con un brillo infantil en su mirada—. Me alimento de la naturaleza del bosque. Ese al que fuiste a visitarme.

—¿Ese roble gigante que se enlazaba a los demás? —musité con dificultad, aun aterrada por el susto que me había dado.

—El mismo. Por eso me resultó extraño que aparecieras ahí de repente. Ningún ser que no sea druida puede pisar ese lugar. Está en otro plano, conectado con el terrestre.

—¿Otro plano?

—Es largo de explicar. Dejémoslo en que no está a la vista de cualquier ser —dijo de forma escueta—. Pero tú…

—Fue en sueños —contesté, haciendo un gesto con las manos—. No era mi intención molestarte allí. Ni siquiera sabía cómo eras.

—Habrá que intentar enlazar tu poder a los sueños —murmuró para sí, rascándose la nuca—. Quizás así…

Sus cavilaciones fueron interrumpidas al escuchar toser a una voz femenina que se encontraba a nuestro lado. Morgana miró a ambos sorprendida y observó a su alrededor antes de comprobar el estado de su cuerpo y suspirar aliviada.

—Ryuk —dijo a modo de saludo—. No esperaba encontrarte aquí.

—Ya ves. Resulta que soy una poción andante para brujas.

—Mea culpa —respondió ella con una sonrisa amable—. No tenía que haber pisado el terreno de Ira.

—¿Ira? No sabía que ahora te iban las emociones fuertes. Brujas de Lux y licántropos malditos no casan bien.

—No me digas, árbol —respondió poniendo los ojos en blanco—. Me parece que lo he experimentado.

—Mejor no pregunto cómo llegaron a atraparte.

—Sí, mejor, porque es humillante. Fui una estúpida —resopló—. En fin, ¿qué hace ella aquí? A ti esperaba encontrarte pero a esta chica…no.

—No soporto a los seres de Nyx, y necesitaba a alguien al lado por si consumía demasiada energía.

—Ella es un ser de Nyx, Ryuk —respondió arrugando la frente.

—Pero no del todo. Se nota desde lejos que está en transición.

—Miénteme lo que quieras, pero sé de sobra que tienes algún tipo de interés sobre ella. Y pude comprobar que tiene algún poder extraño, no es una vampiresa común. ¿Me equivoco?

—No, no te equivocas —sonrió—. Pero no compartiré mis teorías contigo, querida Morgana.

—Pensaba que estábamos en el mismo equipo —contestó en tono infantil, poniendo morritos.

—No teniendo a una purasangre de hermana que ama hacer masacres. No es una buena influencia para ella.

—Así que, ¿la vas a proteger?

—Creo que de eso ya se encarga cierto vampyr envidioso —rio.

Sonreí al pensar en Nikola y recordé que aun debía decirle el objetivo de Ira. Debíamos ir a Edimburgo cuanto antes o todo empeoraría a pasos agigantados. Miré a ambos intranquila, si Morgana ya estaba bien quizás ya podríamos regresar. En el fondo deseaba volver a ver a Ana y a Angie. Tenía que comprobar que estuvieran bien. Y Arthur, mi… padre, esperaba que me aceptara y me diera explicaciones. No volví a verle desde que desapareció el día que Atary me rescató y eso me tenía preocupada.

Decidida, avancé hasta la puerta principal y resoplé al observar que había una enredadera enroscada al manillar, impidiendo poder abrirla. Miré hacia atrás y observé a Ryuk apoyado contra el marco de la puerta de Morgana, observándome con expresión divertida.

—¿Intentando volver con tu amado?

—No es mi amado —bufé—. Y ya hemos acabado aquí. Tenemos asuntos pendientes que resolver. Así que si fueras tan amable de abrir…

—¿Ah sí? —preguntó levantando una ceja, claramente interesado—. ¿Cómo cuáles?

—Como intentar frenar a Lilith en lo que sea que quiera hacer.

Ryuk mostró una sonrisa amplia de satisfacción y giró la cabeza, ladeándola ligeramente. Sus ojos verdes brillaron con fuerza, recordándome a un prado con la hierba recién cortada.

—¿Así que has decidido seguir el bando correcto?

—Más bien soy autodidacta —sonreí, contagiada por su humor—. Me guío por mis propias reglas.

—Supongo que me conformaré con eso, por el momento.

Con esas palabras, giró sus manos mirando hacia la puerta, consiguiendo que la enredadera se esfumara y Nikola entró de lleno, mirándonos a ambos con expresión recelosa, pero su cuerpo se relajó al comprobar que todo estaba bien.

—No era necesario que atrancaras la puerta —gruñó, clavando su mirada en Ryuk.

—Créeme que sí, molestáis.

—¿Y Morgana?

—Estoy bien —respondió ella, asomándose desde su habitación—. Ryuk es un buen druida.

Al escuchar eso, Ryuk alzó sus cejas y arrugó el ceño, cruzándose de brazos antes de responder con molestia.

—¿Acaso esperabas menos?

—En mi situación ya no esperaba nada —contestó con sorna.

Nikola observó a ambos, parecía incómodo. Entonces posó sus ojos sobre mí para ordenarme que me quedara quieta. Abrí la boca para responder, pero no me dio pie. En seguida se dirigió hasta la habitación de Morgana y cerró la puerta. Básicamente me estaba diciendo que quería privacidad.

—Parece que nos hemos quedado solos —anunció Ryuk con una sonrisa lobuna, apoyándose en una pared cercana—. ¿Qué te apuestas a que está pendiente de lo que hablo contigo? Tiene un alto interés en ti.

—No soy tan importante —resoplé, mirando hacia la puerta donde se había metido, sin entender nada—. De todas formas, si le molesta ya puede meterse la molestia por donde le quepa. No haberme dejado sola.

—Uhh —canturreó, mirándome con malicia—. Apestas a celos. Deberías bañarte.

—¿Sabías que cambias de humor constantemente? —repliqué con poca paciencia—. Y no es necesario que te metas en temas que no te incumben. Céntrate en dejar seco a tu árbol.

—Hasta ya hablas como él —rio—. Interesante.

Traté de ignorarle centrándome en potenciar mis oídos para intentar escuchar lo que decían, pero algo me lo impedía. Es como si sus voces rebotaran en la pared, distorsionándolas. Parecía imposible escuchar con claridad.

—No te molestes. Morgana ha hecho un hechizo de silencio.

Chasqueé la lengua en señal desaprobatoria y le dediqué una mirada de pocos amigos. No entendía por qué tuvo que hacer eso. ¿Qué podían estar hablando que fuera tan importante como para no poder escuchar?

—Es una pena que sea tan cerrado, ¿verdad? Si tan solo hubiera una forma de averiguar lo que piensa —canturreó, esbozando una sonrisa divertida—. Algún método que te desvelara sus pensamientos. Incluso… sus sentimientos. Aunque eso me costaría de creer. Los vampiros están más ligados a los impulsos y el propio egoísmo que a los sentimientos humanos que conducen lentamente a la debilidad. Pero… quién sabe.

—¿Qué insinúas? —pregunté arrugando el ceño. Había conseguido captar mi atención.

—Ah. Ahora me haces caso —respondió, guiñándome un ojo—. No hace falta ser muy listo para saber que tienes un vínculo con él. Aunque… No lo suficientemente fuerte, ¿verdad?

—¿Qué te hace pensar eso?

—Tu forma de actuar te delata, pero más allá de lo meramente superficial, capto la energía de las personas. Es lo que tiene que ser druida —respondió, encogiéndose de hombros—. Tu energía está tímidamente ligada a la suya. Te atrae. Lo que me lleva a pensar en el vínculo de sangre.

—¿Y si aumentara podría saber lo que piensa? Sus… ¿intenciones?

—Ajam —asintió—. Vuestro vínculo físico pasaría a ser mental. Vuestras almas estarían ligadas, conectadas.

—¿Pero eso no es peligroso?

—Bueno, todo lo peligroso que llega a ser el amor. Una vez que entras en él ya no puedes escapar. Te hace querer más y más —contestó—. Pero no será tan peligroso cuando todas las personas pasan la vida desesperadas, anhelando encontrar su alma gemela. Y cuando lo hacen no hay nada comparable. Es un sentimiento de éxtasis y plenitud que rompe todas las barreras. Te hace sentir poderosa.

Sus palabras quedaron resonando en mi cabeza, como un profundo eco que rebotaba en cada resquicio de mi mente. En mi cuerpo había germinado una semilla llamada curiosidad. Deseaba romper las barreras que Nikola había creado, saber por qué se comportaba conmigo de diferente forma, confundiéndome.

Si era capaz de controlar el vínculo, de ligar mi alma lo suficiente para conectar con la suya pero sin dejarme atrapar, podría averiguar sus intenciones. Después solo tendría que alejarme para volver a ser yo misma. Además, una parte de mí sentía que seguía unida a Atary. Quizás, si me aferraba a esa parte, todo volvería a la normalidad.

—Nosotros nos vamos ya —dijo Nikola de repente al salir de la habitación, haciéndome pegar un salto. Me había quedado sumida en mis pensamientos y no había escuchado sus pasos.

Ryuk se aproximó hasta mí, interponiéndose entre Nikola y yo para mirarme fijamente e impedir que este me sacara de mala manera de la casa de Morgana. Entonces se acercó lentamente hasta mi oreja. Podía sentir sus labios moverse demasiado cerca, poniéndome en tensión.

—Cuando te decidas por un bando, y estoy seguro que serás lo suficientemente inteligente para decidir de forma correcta, dímelo —susurró—. Te estaré vigilando entre las sombras.

Nikola nos observó a ambos juntando sus oscuras cejas, pero no dijo nada. Se limitó a colocarse en posición de defensa, mirando en señal de advertencia a Ryuk. Sus ojos grises echaban chispas y por la manera en que clavaba sus dedos sobre mi piel, algo me decía que no aprobaba el acercamiento que el druida estaba teniendo.

Salí de la casa en el momento que Lenci decidió entrar con un rastro de sangre pegado a sus labios y, al comprobar que estábamos solos en ese extraño y solitario lugar, me zafé de su agarre y le miré enfadada. No entendía su reacción.

—¿Pero qué te pasa? —exclamé—. Me dejas a solas con él y ahora te comportas como un novio protector. ¡Quién te entiende! Si no lo querías cerca de mí, haber entrado desde un principio o no haberme dejado ahí tirada. ¿O estabas tan a gusto solo con Morgana que se te olvidó?

—Vamos, Laurie. Es tarde. —Me advirtió, entornando sus ojos en señal hostil—. Y no tengo tiempo para tus celos.

—No vamos a ningún lado hasta que me expliques que te pasa. Me confunde que a veces te comportes de forma amable conmigo y luego me golpee tu frialdad. No te entiendo.

Nikola miró un instante hacia el cielo antes de exhalar un profundo suspiro e hizo chirriar sus dientes, tensando su mandíbula con fuerza. Pero eso me daba igual, estaba demasiado acostumbrada a su cara de molestia.

—No me fío de él. Está demasiado interesado en ti.

—¿Y? Al menos él se esfuerza en explicarme algo más de la situación. Desde que me convertí me tratas como si lo supiera todo. ¡Y no sé nada de este mundo! ¡No entiendo lo que me pasa! ¡Ni siquiera comprendo por qué los sentimientos me dominan así! —grité. Mi pecho subía y bajaba acelerado.

Nikola aprovechó el momento para sujetarme por la cintura y en lo que duró un parpadeo me encontré apoyada contra un árbol, cuyo tronco hizo un crujido al darse de bruces con mi cuerpo. Él se encontraba enfrente de mí, sus manos se habían apoyado con tanta fuerza que había hecho dos agujeros, ocultándolas. Su cuerpo estaba a escasos centímetros del mío y sus ojos grises parecían un tornado a punto de arrasar con todo.

—Te trato como tú quieres que te trate. Desde que te encontré no has parado de intentar demostrar una fuerza y control que no tienes —respondió con voz ronca y grave—.

No has parado de llamar mi atención, de desafiarme. ¿Y ahora quieres que te explique las cosas?

Tragué saliva al observar sus labios moviéndose cerca de los míos. El aroma que desprendía su ropa iba adentrándose en mi nariz, alterando mis sentidos. Por muy enfadada que estuviera con él, prevalecía un sentimiento de deseo y conexión mucho mayor. Mi bestia interior se revolvía, me suplicaba que bebiera más sangre de él. Anhelaba el vínculo que se había empezado a formar al alimentarme de él. Ryuk tenía razón.

—Es peligroso, Laurie —respondió, sin dejar de mirarme—. Si te alimentas de mí de nuevo el vínculo aumentará. Los sentimientos que ahora tienes por Atary se entremezclarán con los míos. No pensarás con claridad.

—¿No es eso lo que quieres? —susurré, aun observando la forma de sus labios. Mis encías comenzaban a dolerme. Podía sentir su sangre recorriendo las venas que estaban ocultas bajo su piel.

—Lo que quiero es que seas tú quien tome cada decisión, no el vínculo. Quiero que cuando Atary aparezca, seas tú de forma consciente quien le rechace porque te has dado cuenta de que todo fue una mentira. Que seas tú la que decida qué hacer. No quiero ver a una Laurie sumisa y dependiente. Y mucho menos por mí —respiró, acariciando mi rostro con el aire que salió de su nariz—. Ya me das suficientes dolores de cabeza como para añadir más.

—Tengo hambre, Nikola —supliqué, pasando mi lengua por mi labio inferior mientras le miraba fijamente a los ojos—. Solo un poquito. Podré controlarme.

Él se revolvió pero no se apartó. Sus ojos se movían de un lado hacia otro mirándome, dudando. Entonces meneó la cabeza en señal de rechazo y llevó una de sus manos a mi rostro, atrapando mi labio con dos dedos.

—Sé que es difícil, pero tienes que hacer un esfuerzo y controlarte sin beber de mí —respondió, tragando saliva—. En estos momentos llevas la sangre de tres Hijos Oscuros fluyendo por tus venas. Eso te otorga fuerza, y poder. Lo suficiente para poder continuar sin problemas.

—Eres cruel —protesté—. Yo no tengo tu capacidad de autocontrol. Me consumen las ansias por alimentarme. Necesito hundir mis colmillos y beber hasta sentirme llena.

—Sabías perfectamente a quién te juntabas —susurró cerca de mi oído, dejándome desarmada—. Ahora no me vengas con lamentaciones, porque no te servirán de nada.

—¿Es que eres de piedra? ¿No sientes las mismas ganas que yo? Niégame que no te gustaría beber mi sangre hasta saciarte.

—Yo probé la sangre humana, Laurie —respondió con una voz heladora cargada de intensidad—. Si tus ganas te consumen imagínate lo que es haber probado la sangre. Haber hundido tus colmillos en piel humana, notar como se insertan de forma delicada, dulce, y beber aferrando tus dedos a su cuerpo para que no pueda liberarse. Escuchar sus gritos de terror pero ser incapaz de frenar, saborear cada sorbo como si fuera un puto paraíso, sentir un enorme éxtasis que te conducirá a tener un fuerte orgasmo, el cual nunca volverás a sentir durante el sexo. Esto es mucho mayor. Es… salvaje y peligroso.

—Pero yo… el vino —repliqué tragando saliva al notar como sus pupilas se dilataban y se aproximaba más a mí, embriagándome con su aroma a pecado y perdición.

Observé la expresión de su rostro. Sus facciones se habían endurecido otorgándole un aspecto salvaje que me generó excitación. Y la situación de estar solos, ocultos tras un árbol y mi cuerpo atrapado por el suyo no ayudaban. Todos sus gestos y movimientos me incitaban a abalanzarme a sus brazos y ser yo quien le empujara hacia otro árbol cercano. Su olor, el poder que desprendía cada poro de su piel, su sangre… me llamaban para hundir mis colmillos en él. Quería sentir ese éxtasis. Necesitaba arder en el infierno que él creaba solo con mirarme. Sabía perfectamente cómo hacerme sentir desnuda y frágil al acorralarme contra su cuerpo. Me tentaba.

—El vino contenía sangre de Atary para ampliar tu vínculo hacia él —musitó de repente soltando su respiración sobre mi rostro, haciéndome estremecer. Parpadeé confusa al escuchar la confesión.

—Su… ¿sangre?

—Sí. Eso hizo que tus emociones hacia él se multiplicaran y tu bestia interior se despertara. Su sangre desató tu caos.

—Pero ¿y Vlad? Yo no lo rechacé… lo que hice… yo cedí ante él. Me… —balbuceé confundida.

—Vlad representa el pecado capital de la lujuria, Laurie. —Me cortó él—. Es complicado de explicar, pero era muy difícil que lo rechazaras. Y encima te unían lazos de sangre. La conexión padre hija siendo el padre un vampiro es diferente. La bestia de tu interior digamos que es como una parte de la suya. Es…otro tipo de conexión.

—Genial —resoplé, sintiendo repulsión al recordar de nuevo que me había acostado con mi verdadero padre. Uno que tenía más de setecientos años—, así que estoy unida a él. ¿No tenéis algún hermano más para unirme también? Digo…ya que estoy. Parece que tengo vínculo para todos. Tiene gracia que me hayan educado bajo una profunda religión para acabar así. Es insultante.

—Bueno —sonrió de forma ladeada durante un instante, haciendo que mis piernas temblaran—. Siempre te queda Ira, aunque ya comprobaste que la delicadeza y los vínculos amorosos no son lo suyo. Terminar en un vínculo con él significa soportar su posesividad y malos gestos. No te lo recomiendo.

—No gracias —dije formando una mueca—. Tengo suficiente con tres Herczeg.

—El apellido Herczeg era una tapadera para pasar desapercibidos. Como has podido comprobar no somos hermanos reales, aunque compartamos sangre de Lilith. De ahí que nos llamen los Hijos Oscuros. Yo soy Nikola Alilovic, hijo de una campesina y un vampiro provenientes de un pueblo de aquí de Hungría. Mi… padre se aprovechó de su precaria situación y la usó para crearme a mí. Fueron órdenes de Lilith.

—Supongo que es la costumbre. Todo esto es difícil de asimilar—suspiré. Al menos el pensar en Vlad había hecho que mis hormonas se relajaran. Si no hubiera terminado hincándole el diente a Nikola—. ¿Solo podéis procrear bajo órdenes de Lilith? ¿No por intención propia?

—Es la primera vez que un Hijo Oscuro ha tenido un hijo. Puede ser peligroso porque traspasa una parte del alma de Lilith al bebé, otorgándole un poder… inimaginable. Sé que todo esto es difícil de asimilar para ti y no quiero involucrarte más de lo que ya estás. Así que será mejor que continuemos con lo nuestro —respondió, apartándose ligeramente—. Porque mi autocontrol tiene un límite y últimamente lo estoy rozando con la punta de los dedos.

—¿Y qué pasaría si lo pasaras? ¿Tan malo sería? —pregunté conteniendo la respiración.

Observé como su rostro esbozó una sonrisa perversa y se volvió a aproximar, notando como su nariz rozaba mi mejilla antes de llevar sus labios a mi oreja. Su cuerpo tocaba el mío, conduciéndome lentamente a la tortura más lenta y deliciosa.

—Conocerías al verdadero monstruo que habita en mí. Y no te lo recomiendo —susurró, antes de alejarse para traspasar mi alma con la tormenta que representaba sus ojos—. Porque tendrías pesadillas para toda la eternidad.

—¿Tan malvado eres?

—No te haces una idea de lo sádico y salvaje que puedo ser si dejo que la Bestia me domine por completo. Así que, yo que tú, no intentaría liberarlo.

—Pero yo soy una vampiresa. ¿Por qué tienes miedo? —cuestioné, inspirando con fuerza para no dejarme llevar por las sensaciones del momento.

Una parte de mí, y no sabía lo potente que podía ser esa parte, deseaba conocer al verdadero monstruo que se escondía en su interior. Pero, ¿y si al hacerlo me daba de bruces con el mío? ¿Qué pasaría entonces?

—Porque no eres una vampiresa del todo y puede que tu sangre en parte sea humana. Si la pruebo nadie me asegura que sea capaz de controlarme —confesó—. Y no he estado todo este tiempo luchando contra mis ansias, alejándome de ti, para terminar convirtiéndome en aquello que más temo. No quiero perder mi identidad.

—¿Por eso te alejabas de mí? ¿Mi sangre te tentaba?

—No puedo mantener contacto humano con nadie porque siento su pulso. La sangre recorriendo sus venas termina adentrándose en mi mente, volviéndome loco. Puedo sentir como cada glóbulo rojo se desliza por su cuerpo, invitándome a probarlo. Es una tortura —resopló—. Pero también me ayudaba a alejarme tu inmadurez y preguntas estúpidas. Realmente me daban dolor de cabeza.

—Eres idiota —bufé entornando los ojos. Nikola había roto de un plumazo la atmósfera ardiente que se había formado entre ambos.

Me alejé dándole un empujón y empecé a caminar, tratando de averiguar dónde estábamos metidos. Me sentía desilusionada porque Nikola había empezado a abrirse, pero volvía a poner en medio su coraza para impedirme conocerle realmente. Parecía que había algo que le había hecho el suficiente daño como para pretender alejar a todos de él mediante burlas y palabras hirientes. «¿Por qué, Nikola?» pensé para mis adentros, maldiciendo que fuera tan frío y cerrado.

—Y tú una ingenua. Si me hubieras hecho caso el día que nos conocimos ahora estarías yendo a misa con el vende Biblias de tu vecino.

—Antes muerta que estar con Richard —resoplé.

—Mira, parece que tu deseo se ha cumplido.

—Sí y ya estoy pagando suficiente penitencia por ello.

—Pues todavía te queda un poco más. Tenemos que buscar a Atary —informó, empezando a seguirme el paso.

—¿Para qué?

—Para matarlo. Así recuperarás tu humanidad —respondió con voz pausada. Pero a mí me dejó completamente helada, consiguiendo que dejara de caminar y me girara para observarle con el rostro desencajado.

—¿Perdona, qué?

Nikola dibujó una sonrisa en su rostro, cargada de maldad.

Ir a la siguiente página

Report Page