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NEXUS » 6. Condiciones externas

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CAPÍTULO 6

CONDICIONES EXTERNAS

—Lo haré —anunció Kade.

—Perfecto. —Becker asintió—. Estás tomando la decisión correcta.

—¿Así que a quién tengo que espiar?

Becker dio unos toquecitos en su tableta y la pantalla mural se encendió.

ADVERTENCIA: EL PRESENTE DOCUMENTO ES MATERIA RESERVADA:

SECRETO CIUDADELA 4

LA REVELACIÓN DEL PRESENTE DOCUMENTO A UNA PERSONA NO AUTORIZADA CONSTITUYE UN DELITO FEDERAL PENADO CON HASTA TREINTA AÑOS DE PRISIÓN.

Los logotipos gemelos del Departamento de Seguridad Nacional y de la Dirección de Riesgos Emergentes enmarcaban la advertencia de seguridad.

—Estás a punto de recibir una información secreta. ¿Entiendes que la revelación de esta información, a cualquier persona, está sancionada con penas muy duras?

Kade tragó saliva.

—Sí.

—Perfecto —repuso Becker, y dio un golpecito a su tableta con un dedo.

La pantalla mural mostró la siguiente imagen, en la que aparecía una mujer alta y elegante de rasgos asiáticos de unos cuarenta años; la fotografía la había retratado de perfil, sonriendo cariñosamente a alguien que había quedado fuera del plano. Kade había visto aquella cara antes.

—Se llama Su-Yong Shu —dijo Becker—. Probablemente hayas oído hablar de ella.

Kade enmudeció. «¿Su-Yong Shu? ¿Una asesina?»

Su-Yong Shu era seguramente la investigadora más brillante en el campo de las neurociencias. Si a Kade le hubieran preguntado qué científico ganaría algún día el Premio Nobel, habría pronunciado su nombre sin dudar. Había hecho más por descodificar el código neural del razonamiento abstracto, las creencias, las motivaciones y el conocimiento que cualquier otra persona viva. El trabajo de Kade utilizaba métodos estadísticos aplicados a modelos creados en el laboratorio de Su-Yong Shu. Ella y sus estudiantes habían publicado una multitud de artículos impresionantes. Era uno de los neurocientíficos más respetados del momento.

—¿Está llamando asesina a Su-Yong Shu? —preguntó Kade—. ¿Es consciente de lo que está diciendo? ¿Tiene alguna prueba que respalde esa acusación?

Becker toqueteó la tableta y la pantalla volvió a cambiar. Ahora mostraba la fotografía de un hombre vestido con la túnica de color naranja propia de los monjes budistas. Estaba arrodillado en lo que parecía un jardín de piedras, con la cabeza afeitada inclinada hacia delante.

—Es una foto de archivo de Lobsang Tulku, el bonzo que disparó y mató al Dalái Lama y a sus dos guardaespaldas en Dharamsala en 2037 y luego se suicidó.

Kade asintió.

—Sí, lo recuerdo. Se le cruzaron los cables, ¿no?

—Esa es la versión oficial —respondió Becker—. Pero tenemos motivos para pensar que, en realidad, no fue así. Creemos que alguien convirtió al monje en una especie de títere y lo utilizó para cometer el magnicidio.

Becker dio paso a la siguiente imagen. En la pantalla mural apareció la imagen horripilante de un hombre asiático, de unos veinte años y ataviado con el hábito budista, que yacía sobre un charco de sangre, con dos orificios de bala en la cabeza. El Dalái Lama. A Kade se le revolvió el estómago.

—No consta en ningún lado que Lobsang tuviera o utilizara armas —dijo Becker—. Por lo que sabemos, ni siquiera había tocado un arma en su vida hasta la semana previa al atentado. Y, sin embargo, su puntería fue impecable. Disparó seis veces, dos tiros a cada uno de los guardaespaldas y otros dos al Dalái Lama. Todas las balas impactaron en las cabezas. No falló una.

Holtzmann miró a Kade con el semblante pensativo.

—Usted podría hacer algo así, ¿verdad? Convertir a una persona en un robot.

Kade miró atónito la fotografía. «En teoría… Dedicándole tiempo…» No respondió.

Holtzmann lo observó unos segundos. Luego asintió.

Kade se aclaró la garganta, intentando mantener su escepticismo.

—A lo mejor no lo sabían todo de él. Quizá llevaba tiempo recibiendo entrenamiento, o era un agente infiltrado.

Becker dejó caer la cabeza hacia un lado.

—Lobsang era una persona muy cercana al Dalái Lama. Crecieron juntos. En apariencia era un seguidor leal e íntimo amigo del Dalái Lama, un activista por la libertad del Tíbet, hasta que un día decidió matar a su amigo de toda la vida y lo hizo con la maestría de un asesino profesional. —Becker hizo una pausa y prosiguió—: Sabemos que los chinos detuvieron a Lobsang en el Tíbet unos meses antes. Lo mantuvieron encerrado cuarenta y ocho horas y luego lo expulsaron del país. Lobsang afirmó que había pasado la mayor parte del tiempo meditando en silencio en su celda, pero si utilizaron tecnología neural con él para modificar sus recuerdos…

«Es posible —se dijo Kade—. Nexus puede llegar a ser una herramienta magnífica para asesinar.»

Meneó la cabeza de nuevo. «La propaganda es el arma principal del gobierno», solía decir Wats. Escepticismo: decidió aferrarse a él.

—¿Qué tiene que ver Su-Yong Shu con todo esto?

—Enseguida lo veremos —respondió Becker.

Pasó a la siguiente imagen. Apareció un edificio en ruinas, evidentemente destruido por una explosión. Había cadáveres y heridos por todas partes, algunos vestidos con uniforme.

—Grozni, Chechenia, 2038. Tras cerca de cinco años de paz, una mujer joven llamada Zamira Zakaev, relacionada con un grupo pro independentista checheno que había entregado las armas y respetaba el acuerdo de paz, hace volar por los aires un club nocturno muy popular entre los soldados rusos. El atentado, que costó la vida a setenta y cuatro civiles y treinta soldados rusos, desencadenó una oleada de represalias que acabó con más bombardeos. Rusia volvió a desplegar tres divisiones de sus fuerzas armadas en el Cáucaso norte. Actualmente, la situación sigue siendo delicada.

—No encuentro la conexión —repuso Kade.

—Zamira Zakaev había viajado a China a comienzos de año, y también había permanecido retenida durante dos días por las autoridades chinas sin un motivo claro.

—¿Por qué querría China atentar contra un club en Chechenia?

—Para distraer a los rusos. Para obligarlos a retirar su atención y sus fuerzas de China.

Kade trató de asimilar toda aquella información. ¿Qué tendría que ver Shu en todo esto?

—Una más —dijo Becker—. Comprenderás por qué creemos que Su-Yong Shu está implicada.

Becker volvió a dar unos toques en la tableta. La pantalla mostró a un hombre asiático vestido con traje, con un puño alzado por encima de la cabeza en actitud victoriosa o desafiante, subido a un estrado y rodeado por una multitud que agitaba banderas.

—Es Chien Liu, el actual presidente de Taiwán. La fotografía se tomó la víspera de su victoria electoral del año pasado, es decir, en 2039. El presidente Liu era el líder del DDP, el principal partido de la oposición en Taiwán, y convirtió su campaña en un ataque contra Pekín. Prometió poner en marcha medidas drásticas para dar marcha atrás a la integración. Durante la campaña lanzó severas críticas a China por su política de derechos humanos, de relaciones internacionales y la falta de reformas internas.

»En enero de este año, el presidente Liu viajó a Pekín para reunirse por primera vez con el recientemente nombrado primer ministro chino.

Becker cambió la imagen de la pantalla y aparecieron Liu y un hombre asiático de edad avanzada a quien Kade reconoció de las noticias, sentados uno al lado del otro en unos ornamentados sillones rojos y dorados. Ambos esbozaban una leve sonrisa de circunstancias.

—Durante la visita —prosiguió Becker—, el presidente Liu cayó repentinamente enfermo, al parecer de gripe. Ingresó por la noche en el Hospital del Palacio de Jade de Pekín, el mejor del país. Le dieron el alta a la mañana siguiente, a primera hora, y salió sonriente y saludando a los periodistas, en apariencia estaba en perfecto estado. Aparte de eso, la visita fue todo un éxito, al menos para China.

»Liu regresó de Pekín con una mentalidad completamente opuesta a la que tenía a su partida. Cambió de opinión en casi todos los temas que tenían que ver con las relaciones entre Taiwán y China, apoyó una integración más profunda y rápida y dejó de denunciar la violación de los derechos humanos y la corrupción. Creemos que Pekín aprovechó su visita para manipularlo, si bien de una manera más sutil que en los dos casos precedentes.

—Es un político —argumentó Kade—. A lo mejor solo cambió de idea.

Los labios de Becker dibujaron una ligera sonrisa.

—No es descabellado lo que dices. Nosotros también nos lo planteamos. Y, naturalmente, queríamos asegurarnos. Por suerte, durante su visita a Estados Unidos el mes pasado, el presidente Liu también se puso enfermo. —Becker volvió a esbozar media sonrisa—. La CIA aprovechó la ocasión para realizarle varios análisis de sangre y de líquido cefalorraquídeo. No encontraron nada raro en su sangre, pero en el líquido cefalorraquídeo hallaron residuos de lo que parece sospechosamente Nexus. El hecho de que no los hubiera en su sangre nos hace pensar que esa sustancia semejante a Nexus no se deteriora con el tiempo ni es expulsada por su cerebro, como sería normal. Se trata de una tecnología integrada de manera permanente en su organismo. Algo que al parecer también has conseguido hacer tú.

Holtzmann volvió a tomar la palabra.

—Estamos ansiosos por conocer los detalles de cómo lo has conseguido.

Kade se sintió indispuesto.

—Hay otras dos docenas de sucesos de los que sospechamos que están relacionados directamente con la tecnología de coacción china. ¿Entiendes ahora nuestra preocupación?

—Sí —respondió Kade. Y era sincero. Había desarrollado el sistema operativo Nexus con sus amigos para ofrecer a la gente nuevas formas de libertad, nuevas maneras de relacionarse, de aprender; no para que se utilizara como una herramienta para controlar y asesinar personas.

—Me preguntabas por la relación de la doctora Shu. Ahora llegamos a ese punto. En primer lugar, nuestros agentes nos han informado de que en los últimos años ha estado colaborando con el ejército chino en el desarrollo de algún tipo de tecnología de coacción. En segundo lugar, tenemos pruebas irrefutables que la vinculan con el programa chino de supersoldados.

Becker cambió la imagen de la pantalla desde su tableta y apareció un grupo de soldados asiáticos durante un desfile. A juzgar por el grosor del grano y el grado de nitidez de la fotografía, Kade supuso que había sido tomada desde una distancia muy lejana y con un objetivo zoom muy largo.

—¿Le llama la atención algo de lo que ve en la foto? —preguntó Becker.

Kade escudriñó la imagen sin saber a ciencia cierta qué estaba buscando. Todos los soldados rondaban los veinte años, eran corpulentos y estaban en una excelente forma física, exhibían idéntico corte de pelo al ras, vestían uniforme y apoyaban unos sofisticados fusiles sobre el hombro derecho. La fotografía los había capturado con el paso suspendido, los cuerpos erguidos y en completa sincronía, con los rostros impertérritos. Kade se preguntó si esperaban que reconociera a alguno de ellos. Las caras asiáticas siempre le parecían un poco todas iguales. Aunque aquellos rostros se parecían de una manera exagerada unos a otros. ¿Sería una ilusión óptica provocada por el corte de pelo? O…

—¡Son idénticos! —exclamó.

Becker lo confirmó con la cabeza.

—Es un destacamento del Puño de Confucio, el batallón de las fuerzas especiales. Son clones, lo que constituye en sí mismo una violación de Copenhague. También hemos recibido informes que afirman que el batallón, la fuerza de elite del ejército chino, ha sido modificado para dotarlos de una lealtad inquebrantable.

Kade se estremeció. Su memoria desenterró las imágenes que había visto en los informativos cuando era un adolescente de los niños nazis clonados que iban a exterminar a la humanidad, saliendo del complejo de barracones en fila, con sus miradas gélidas. Asesinos de diez años. Intentó borrarlas de su cabeza.

Becker se percató de su reacción.

—Está pensando en el caso del Levantamiento Ario. No habíamos vuelto a tener noticias de un proyecto de clonación a esa escala desde entonces. Nada comparable. Hasta ahora.

Kade meneó la cabeza. Se esforzó por pensar como un científico.

—Solo son gemelos —señaló—. En definitiva, en eso consiste la clonación. En cuanto a los niños nazis… ahí había un trabajo de programación. Ser un clon no te convierte en un individuo malvado… es lo mismo que tener un hermano gemelo.

Becker asintió pensativo.

—Por supuesto. Tienes razón. Solo son gemelos. Pero pregúntate por qué alguien crearía un par de centenares de copias del mismo gemelo.

Kade se encogió de hombros.

—No sé. Quizá quieren agilizar las transfusiones de sangre. O los trasplantes de órganos.

Becker asintió de nuevo. Dio la impresión de considerar sus sugerencias.

—A lo mejor buscan obediencia. Control. Quizá aspiran a obtener personalidades predecibles. Quizá pretenden practicar una coacción neural invasiva, y uniformizar la estructura cerebral de los individuos facilitaría las cosas, ¿no te parece?

Becker lo miró con una ceja enarcada.

Kade examinó de nuevo los rostros idénticos, severos e impasibles, de los soldados. La teoría de Becker era, cuando menos, convincente.

—Y el hecho es —prosiguió Becker— que se les puede ver desplegados en un gran número de situaciones donde se exige una lealtad absoluta, incuestionable. En la siguiente foto aparecen dos.

La pantalla mural mostró una imagen del primer ministro chino escoltado por dos guardaespaldas. Sus caras eran idénticas a las de los soldados que acababa de ver.

—Otro. Este con la doctora Shu.

La pantalla mostró una fotografía de Su-Yong Shu subiéndose a su coche. El chófer que le sujetaba la puerta era uno de los clones.

—Y uno más. Con el marido de Su-Yong Shu, Chen Pang, director del programa de inteligencia artificial en la Universidad Jiatong.

La foto era de un varón chino con el semblante serio, trajeado, inmortalizado mientras atravesaba con paso decidido una plaza, acompañado por un guardaespaldas vestido con un traje oscuro y la misma cara.

—El hecho de que la doctora Shu y su marido cuenten con escolta del Puño de Confucio no es condenable en sí. Pero mira la siguiente fotografía.

La pantalla mostró una formación de cuatro filas de soldados del Puño de Confucio en posición de descanso, con las manos enlazadas a la espalda. Frente a ellos, de cara a la cámara, aparecía una sonriente Su-Yong Shu, con los brazos extendidos como si señalara a los hombres que tenía detrás. En esta foto, a diferencia del resto, los soldados sonreían.

—Era la ceremonia de graduación de una clase, o de una hornada, del Puño de Confucio. ¿Qué hacía allí la doctora Shu si no está relacionada con el programa? Y dado que ella es una científica señalada por trabajar en tecnologías de coacción, y que esos soldados son famosos por haber sido modificados para conferirles una lealtad inquebrantable… Bueno, no hay que ser un genio para atar cabos.

Kade abrió la boca para intervenir, pero Becker se le adelantó.

—Una prueba más.

La imagen de la pantalla volvió a cambiar. Esta vez mostró un mercado en algún lugar de clima tropical, probablemente del sudeste asiático. Su-Yong Shu ocupaba el centro de la fotografía; se había acercado una fruta exótica a la nariz y la olía con deleite. Junto a ella había un hombre asiático, alto y delgado, con gafas de sol.

—La fotografía fue tomada en Chiang Mai, Tailandia, hace dos años. El hombre que aparece junto a la doctora Shu es Tanom Ted Prat-Nung. Prat-Nung es un químico experto en síntesis y un especialista en nanoingeniería tailandés formado en Estados Unidos. Tiene cuarenta y dos años. Obtuvo un doctorado en Stanford en 2024; su trabajo se centró en el autoensamblaje de nanoestructuras. Realizó un posdoctorado en la Universidad Jiatong de Shanghái entre los años 2024 y 2026, donde posiblemente conoció a Su-Yong Shu. Se desconoce su paradero entre 2026 y 2034. En 2034 reaparece como el principal proveedor de Nexus 3. Creemos que lo sintetiza en un complejo o conjunto de complejos situados en las provincias orientales de Tailandia, cerca de la frontera con Camboya. Tenemos muchas ganas de echarle el guante, pero el gobierno tailandés no se ha mostrado muy colaborador. En lo fundamental, las investigaciones que llevan a cabo Prat-Nung y Shu no tienen muchos puntos en común. Verlos juntos resulta, cuando menos, curioso.

»En resumen, creemos que Su-Yong Shu es uno de los científicos, por no decir el principal, detrás del programa de tecnología neural chino centrado en la coacción, y de alguna manera ha adaptado Nexus 3 a su trabajo. Nos preocupa tanto lo que China podría conseguir con una tecnología así como, y me atrevería a decir que aún más, los conocimientos que Su-Yong Shu podría introducir en el mercado negro a través de su relación con alguien como Ted Prat-Nung.

Kade respiró hondo.

«No te creas lo que te cuentan —se dijo—. Estos tipos serían capaces de mentir o de distorsionar la verdad para convencerte. Mantente escéptico. Saca tus propias conclusiones.»

—Aún no entiendo por qué me han elegido a mí —observó Kade.

—Estás a punto de recibir una invitación para participar en un taller especial sobre la decodificación de funciones cerebrales superiores, que tendrá lugar justo después del congreso de la ISFN, la Sociedad Internacional de Neurociencias que se celebrará próximamente en Bangkok. Su-Yong Shu ha propuesto que se te invite. Serás el único estudiante en un taller al que solo se puede asistir por invitación. El resto de los participantes son profesores titulares universitarios. Eso demuestra un cierto grado de interés excepcional en ti. Sabemos que Shu está ofreciendo puestos para estudiantes de posdoctorado en su laboratorio, y el año que viene te doctorarás. Tus investigaciones se edifican sobre los cimientos de su trabajo, así que parece bastante apropiado.

Kade su puso nervioso.

—¿Entonces está pidiéndome que espíe a alguien que muy probablemente sería capaz de matarme si me descubre?

Becker esbozó media sonrisa.

—No te preocupes, te sacaríamos inmediatamente en cuanto tuviéramos el menor indicio de que corres peligro. Además no te enviaremos solo a la conferencia. Y si a la larga ocurriese algo en Shanghái también tendrías cobertura.

«No tengo mucho donde elegir, ¿no? —pensó—. Quizá Ilya tuviera razón. Podríamos haber acudido a la prensa, hacerlo público… No, no habría servido de nada.» ¿Cuántas noticias parecidas habría oído a lo largo de su vida y no había hecho nada al respecto? Había firmado unas cuantas peticiones por internet, pero ¿alguna vez había tomado la iniciativa de defender al pueblo? ¿Los científicos del país habían alzado en alguna ocasión la voz para protestar? Ni por error. Todo el mundo agachaba la cabeza, maquillaba los objetivos de su investigación, rozaba los límites de lo que estaba permitido sin poner en peligro las subvenciones federales. Se dio asco, se avergonzó de sí mismo, de su profesión.

Becker cerró la tapa de la funda de su tableta y miró a Kade.

—Le cedo el testigo al doctor Holtzmann para que te comente el último tema y te explique los aspectos técnicos. Ahora tengo que ocuparme de otros asuntos. El doctor Holtzmann también te proporcionará un medio de transporte que te lleve de vuelta a San Francisco. Enviaremos a alguien contigo para que confisque todo el material Nexus que aún esté en tu poder. Por lo demás, pronto volveremos a ponernos en contacto contigo. Quedan dos meses para la reunión de la ISFN y habrá que prepararte, Kade, sobre todo con vistas a garantizar tu seguridad.

Becker se levantó con la tableta en la mano, abandonó la sala y cerró la puerta al salir.

Kade sintió que le daba vueltas la cabeza. «¡Confiscar el material Nexus!» Volvía a tener dificultades para respirar. Notaba el corazón aporreándole el pecho. ¡Le iban a quitar su Nexus! ¡Se lo iban a quedar! ¡Estaba entregándoles su poder, entregándose a ellos! Tenía que encontrar la manera de minimizar el daño que podrían causar.

Pero ¿cómo?

Oía vagamente que Holtzman le hablaba. Pero de repente le asaltó una idea y dejó de oírlo por completo. ¿Era posible? Sí. ¿Aún estaba a tiempo? Ni idea.

Holtzmann seguía hablando.

Kade devolvió la atención al doctor.

—Disculpe, no le he oído.

—Le he preguntado si se encuentra bien —dijo el anciano científico.

«No. Me encuentro fatal. Pero no voy a venirme abajo.»

—Mmm, sí. Perdón. Es que son muchas cosas de golpe.

Holtzmann asintió.

—¿Quiere que hagamos una pausa?

Kade pestañeó. A lo hecho, pecho. La única opción era seguir adelante.

—No. Estoy bien. Continuemos.

Holtzmann asintió de nuevo. Abrió su tableta, le dio unos toquecitos y la pantalla mural mostró una nueva imagen, esta vez una gráfica con el encabezamiento «Su-Yong Shu: grado de impacto en las nuevas publicaciones.»

—Hay una última circunstancia de su misión que debe conocer hoy. Es en relación a Su-Yong Shu. Se trata de un científico excepcional. Lo demostró desde el principio de su carrera. Sin embargo, hace unos cuantos años algo cambió.

Kade estudiaba la gráfica mientras Holtzmann hablaba. El grado de impacto de Shu crecía de un modo imparable y constante desde el comienzo de su carrera como investigadora. Pero entonces se producía una interrupción de tres años, el tiempo que se había apartado de la ciencia para criar a su hija. La línea volvía a aparecer en la gráfica en una posición muy superior a la que tenía en el inicio del período de alejamiento. Además dibujaba una inclinación inaudita, mucho más vertical, que crecía de una manera exponencial cada año.

—Como puede apreciar, Kade, las trayectorias hasta 2029 y a partir de 2032 difieren bastante. Esos tres años representan una discontinuidad. La Su-Yong Shu de la primera etapa da muestras palmarias de una carrera exitosa. Sin embargo, la etapa que empieza en 2032 supera ese calificativo con creces. Muestra signos de… una brillantez casi sobrehumana.

Kade reflexionó un momento.

—Quizá tuvo mucho tiempo para pensar mientras estaba en casa. Se le ocurrirían ideas nuevas.

Holtzmann asintió.

—Eso explicaría una subida puntual inmediatamente después de su regreso. Sin embargo, se produce un crecimiento sostenido en el tiempo. Cada año a partir de 2032 su trayectoria diverge un poco más de la etapa anterior. Estamos hablando de un incremento sin precedentes.

Kade ladeó la cabeza.

—Entonces ¿creen que sufrió un cambio importante? ¿Que se volvió más inteligente? ¿Que se implantó una mejora?

—No tenemos pruebas… —respondió Holtzmann lentamente—. Pero los hechos lo sugieren.

Kade asintió. El trabajo de la doctora Shu era realmente impresionante. Incluso prodigioso.

—La mejora de la que habla… No se refiere a una simple ayuda para la memoria ni para la concentración. Se trataría de un salto cualitativo en el reconocimiento de patrones. Un impulso en la creatividad. Está hablando de unas mejoras inéditas hasta ahora…

Holtzmann asintió.

—En efecto. Muestra signos de haber recibido unas mejoras que superan todo lo que conocíamos. Y nuestra preocupación es profunda. —Hizo una pausa. Continuó—: Y es interesante que la primera noticia de Nexus 1 apareciera precisamente en 2033… cuando se cumplía un año del regreso de la doctora Shu a la ciencia. —Holtzmann esperó a que su revelación causara el efecto deseado en su interlocutor.

Kade frunció el ceño.

—¿Está afirmando que Su-Yong Shu podría haber creado Nexus? No es especialista en nanoingeniería.

«Imposible. Totalmente imposible.»

—Un equipo de ingenieros, quizá… —sugirió Kade.

—Nuestros especialistas en nanoingeniería han estudiado Nexus; han intentado desentrañar su composición mediante procesos de retroingeniería —dijo Holtzmann—. Los japoneses, los alemanes, los británicos y los indios también lo han intentado. Nadie ha logrado más que arañar la superficie.

—¿Qué quiere decir? —preguntó Kade.

—Quiero decir que tal vez Nexus escape a la comprensión humana porque no es el fruto de una mente humana normal —respondió Holtzmann—. Sino el fruto de una mente poshumana.

«Y me envían a espiarla», se dijo Kade.

Holtzmann dio unos toques en su tableta. La pantalla mural se oscureció y la sala volvió a iluminarse.

—Ahora ha llegado el momento de que nos informe sobre su trabajo en Nexus 5 y nos transfiera todo el material que ha acumulado durante su investigación: notas sobre el diseño, resultados de los experimentos, todo.

Kade tragó saliva.

—Todo ese material está en San Francisco.

Holtzmann arqueó una poblada ceja cana.

—Fue una medida de precaución —explicó Kade—. Guardamos el código maestro en un sistema que no está conectado a la red.

—De acuerdo. En ese caso realizaremos la primera fase de la transferencia de conocimientos tecnológicos ahora. Uno de nuestros hombres lo acompañará a su laboratorio y recogerá toda la información. Usted le entregará todos esos datos y el material y él nos lo traerá.

Kade agachó la cabeza en señal de conformidad.

«Empieza el juego.» Warren Becker abrió la puerta de la sala en la que se encontraba Sam, que observaba de pie y en silencio la reunión con Kade a través de un cristal que le permitía mirar sin ser vista. Becker se acercó a ella y le puso una mano en el hombro.

—¿Cómo va esa herida, Sam?

Sam se llevó una mano al costado.

—Mejor, señor. Los factores de crecimiento están haciendo su trabajo. Debería estar lista para reincorporarme al servicio dentro de una semana.

—Bien. ¿Qué te ha parecido la reunión?

Sam torció el gesto.

—El asunto es complejo. Me habría gustado conocer todos los detalles antes de la misión de ayer.

—Solo podíamos informarte de lo estrictamente necesario, Sam. No esperábamos que la misión se desarrollara como lo hizo.

—Sam asintió.

—Sí, señor. Lo entiendo. —Hizo una breve pausa. Continuó—: Señor… No sé si soy la persona idónea para la siguiente fase de la misión.

Becker resopló.

—Sam, eres la persona perfecta. Tienes más experiencia con Nexus que cualquier otro agente. Además, tu identidad falsa encaja a la perfección con las necesidades de la misión.

—Lo sé, pero…

Becker aguardó un instante. Luego apuntó:

—El fallo de tus implantes de memoria supone una valiosa lección, Sam. A raíz de él mejoraremos el proceso de implantación. Gracias a tu experiencia estás mejor preparada para una conexión Nexus 5 que cualquier otro agente.

—No se trata de eso, señor. Es que… Es que… me gustó, señor. Y eso hace que me cuestione mi objetividad.

Becker se rio.

—Si las drogas no nos proporcionaran placer, la gente no abusaría de ellas. No es ninguna novedad.

Sam agachó la cabeza y se miró las manos. ¿Cómo explicárselo?

—Señor, mientras me tuvieron retenida y ya no estaba conectada a la red Nexus que habían establecido… lo eché de menos. Deseaba volver a entrar en ese bucle. Deseaba… algo que atentaba contra mis principios —confesó con la voz entrecortada.

—Agente Cataranes —dijo Becker en un tono autoritario.

Sam miró a su jefe.

—Samantha, sé en qué circunstancias creciste. Sé lo que os ocurrió a ti y a tu familia en Yucca Grove. Sé lo del virus Comunión y a lo que estuviste expuesta. Y precisamente esas experiencias me hacen tener una fe ciega en ti. Nadie mejor que tú entiende los peligros que representa esta tecnología. Sé que no vacilarás a la hora de cumplir tu deber. Se te ha asignado esta misión porque eres el agente disponible con la experiencia más relevante y las condiciones idóneas. Se te ha asignado porque mi confianza en ti es absoluta. Y vas a cumplirla porque es una orden. ¿Entendido?

Sam soltó el aire que había estado reteniendo en los pulmones.

—Sí, señor. Entendido.

Becker esbozó media sonrisa.

—Perfecto. Ahora ha llegado el momento de que conozcas una información adicional. Dime qué es lo que no le hemos contado a Kaden Lane.

Sam se volvió hacia la sala de reuniones, donde Kade y Holtzmann estaban concluyendo la entrevista.

—Supongo que… la misión no consiste solo en averiguar todo lo que podamos introduciendo a una persona en el círculo de Su-Yong Shu. El objetivo va más allá. Quiere que la doctora intente modificar a Kade con las técnicas que ha estado desarrollando. Así podremos estudiarlos en profundidad.

Sam hizo una pausa.

—Lo que significa que Kade no solo es un espía —continuó reflexionando en voz alta—. También es un conejillo de Indias.

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