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NEXUS » 31. De parte de un amigo

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CAPÍTULO 31

DE PARTE DE UN AMIGO

El martes amaneció despacio. La alarma volvía a sonar. Kade la apagó de un manotazo. Sam estaba en la ducha. Estaba pensativa.

Kade se despertó aturdido. Había dejado activado el paquete de serenidad durante la noche. Todo lo que tenía que ver con su situación le parecía lejano, irreal.

No veía la manera de librarse de la fiesta del viernes sin hacer daño a gente de la que se sentía responsable. La mejor opción era seguir el juego a la ERD y esperar que las consecuencias no fueran demasiado malas.

Llegaría un día en el que sería libre. No estaba seguro de cuándo, de dónde ni de cómo, pero ese día llegaría. Esperaría su momento, observaría pacientemente, y estaría preparado cuando se presentara su oportunidad.

Sam salió del cuarto de baño vestida.

—Tu turno.

Kade se duchó. La herida apenas se apreciaba ya. Se vistió. Desayunó en silencio. Un taxi conducido por uno de sus escoltas los llevó al congreso. Asistió a las sesiones. Sam no se despegaba de él. Siempre había un escolta a la vista. Cuando visitaba el servicio, un hombre armado lo seguía.

A las 14.58 h, entre sesión y sesión, Kade vio que Somdet Phra Ananda se acercaba a él. Notó a través del vínculo Nexus que Sam se ponía tensa, que pensaba en la pistola que llevaba escondida a la espalda, ceñida a la ropa interior, y en los cuchillos ocultos en las botas, en la posición de los dos tiradores de apoyo y sus armas de cerámica cargadas con balas con la punta de grafeno camufladas bajo las americanas.

Kade desterró la paranoia de su mente y miró a los ojos a Ananda. Sam desconectó el vínculo. El monje y profesor se aproximó a él e inclinó la cabeza. Kade le devolvió el saludo. No sentía la mente de Ananda. Él mismo tenía el Nexus desconectado. No tenía ni idea de lo que la ERD registraría y lo que no.

—Kade, ¿me acompaña, por favor?

—Por supuesto, señor.

Kade notó que la tensión de Sam iba en aumento.

—Hace un día bonito. ¿Le gustaría que diéramos un paseo por el parque?

Fuera hacía un calor y un bochorno insoportables. Había estado lloviendo intermitentemente todo el día. Nada más lejos de la idea de Kade de un día bonito.

—Como usted quiera, profesor.

Ananda volvió a inclinar la cabeza y empezó a caminar. Kade se imaginó a los mercenarios tailandeses apresurándose para no perderlo de vista.

—Lamento su incidente del atraco, hijo.

—Gracias, señor.

Fuera lloviznaba. Kade sintió la piel mojada y pegajosa de inmediato. El jardín consistía en una red de senderos de piedra interconectados que serpenteaban alrededor de unos estanques verdes. Unos puentes bajos cruzaban los arroyos, y pequeñas estatuas de piedra de budas, demonios y dioses flanqueaban los caminos. La exuberante vegetación tropical autóctona atestaba los espacios vacíos.

Ananda iba destacando lo que encontraban mientras paseaban. Los sumideros de carbono obtenidos mediante bioingeniería que recubrían el suelo. El simbolismo del trazado de los senderos. Una estatua de setecientos años de antigüedad de un bodhisattva, perteneciente a una dinastía derrocada.

—¿Conoce el voto del bodhisattva? —preguntó Ananda.

Kade negó con la cabeza.

—Pertenece al budismo Mahayana —dijo Ananda—, una escuela distinta de la mía, pero aun así hermosa. En su expresión más sencilla dice: «Alcance yo la condición de buda para el beneficio de todos los seres que sienten». Es una plegaria de compromiso a reencarnarse en el mundo material del sufrimiento, es decir, a posponer el nirvana indefinidamente, hasta que todos los seres del universo hayan conseguido la iluminación que les permita alcanzar el nirvana. Se trata quizá de la forma última de anteponer el beneficio de los demás al propio.

Kade meditó sobre ello.

—Es una idea bonita.

¿No había dicho Wats una vez algo parecido? Era un pensamiento realmente hermoso.

—Una variante que me gusta dice: «Me comprometo a liberar a todos los seres, con independencia de su número». Una gran responsabilidad, ¿no le parece?

Kade asintió.

—Ya lo creo.

—Por eso se dice que el budismo es la religión con la esencia más democrática. El objetivo de las escuelas budistas como la mía no consiste en controlar a las personas, sino en conferirles poder. ¿Entiende?

—Creo que sí.

Le vino el recuerdo de otra cosa que Wats había dicho una vez:

«El budismo me va porque no hay nadie al mando. Nadie decide si soy bueno o malo, si voy a ir al cielo o al infierno. Soy yo solo con mi cabeza, tú solo con tu cabeza y el puto Dalái Lama con la suya».

Auténtica democracia.

Ananda se sonrió.

—Bien. Bien. En el budismo, como, digamos, en la ciencia, el objetivo es conferir poder a las personas. Aprender cosas valiosas e importantes y difundir su conocimiento para que muchos hombres y mujeres puedan beneficiarse de él, puedan emplearlo para mejorar sus vidas.

Kade se acordó de Shu. «Sería como entregar armas a los niños. Quedará un vacío… Siempre pertenecerás a la elite.»

—¿Qué pasa si la gente no está preparada para recibir ese conocimiento? —preguntó Kade—. ¿Qué pasa si lo utilizan para hacerse daño? ¿Para hacer daño a los demás? ¿Qué pasa si no saben usarlo?

Ananda enarcó una ceja.

—¿Usted se considera más sabio que la humanidad? ¿Posee usted la sabiduría suprema? ¿Le corresponde a usted tomar la decisión?

Kade se encogió de hombros.

—No. Y estoy de acuerdo en que la ciencia debería estar al servicio del bien común, de la gente. Pero… quizá soy capaz de reconocer inconvenientes que la mayoría de las personas no ven. Quizá sepa que unas pocas personas abusarían del conocimiento, aunque el resto hiciera un buen uso de él.

—Eso es cosa del karma de cada uno, hijo, no del suyo —repuso Ananda—. Cada uno de nosotros debe seguir su propio camino ético. Y juntos, hombres y mujeres dotados de un sentido de la ética, podemos limitar el mal de aquellos que carecen de ella. Pero en cuanto a usted… si oculta un conocimiento fundamental al resto, estará robándoles su libertad, su potencial. Si se guarda ese conocimiento para usted, entonces la falta no la cometen ellos, sino exclusivamente usted.

Kade meditó sobre ello.

—Creo que estoy de acuerdo con usted en casi todo.

«Un científico es el responsable de las consecuencias de su investigación —pensó Kade—. Tanto de las positivas como de las negativas. ¿De qué sirve mi investigación si el mundo no se beneficia de las consecuencias positivas derivadas de ella?»

«Pero ¿es posible que nadie salga herido? ¿Que nadie la convierta en una herramienta para crear esclavos y asesinos?»

Ananda se sonrió.

—Me alegra oír eso. Porque puede resultar tentador acumular conocimiento y utilizarlo para aprovecharse de los demás. Sin embargo, si decidimos ponernos al servicio de nuestros semejantes, debemos difundir nuestros descubrimientos tan lejos como sea posible. Para conferir poder a los oprimidos, debemos poner el conocimiento en sus manos.

Kade paseó la mirada por el jardín mientras caminaban.

—No siempre estoy seguro de hacer lo correcto —confesó a Ananda.

—Solo los necios lo están —respondió el monje.

Kade asintió de nuevo.

—Gracias por su consejo. Pensaré en ello.

Ananda asintió.

—Estoy seguro de que lo hará, hijo.

Ananda condujo a Kade de regreso al palacio de congresos. Durante el camino le mostró más especies de plantas y le habló de la compleja red de vida que las conectaba; le contó historias de todos los puentes y estatuas y subrayó la belleza de las gotas de lluvia cuando impactaban contra la superficie de los estanques.

Cuando Ananda se hubo ido después de dejar a Kade, con la piel ligeramente mojada, ligeramente pegajosa, solo en el palacio de congresos, Sam restableció la conexión Nexus.

[sam] Una conversación interesante. ¿Qué conclusión has sacado?

[kade] Ninguna clara.

Pero sabía que estaba mintiendo.

A las 3.19 h, hora local, una CPU que formaba parte de una batería de procesadores subvertidos en un centro de procesamiento de datos ubicado en Kuala Lumpur multiplicó dos números primos de 512 bits y descubrió que eran los factores que permitían obtener el número de 1024 bits que se le había asignado. Comunicó el resultado a un sistema de Río de Janeiro, que a su vez lo transmitió a un cortocircuito de Detroit, Michigan, que anónimamente lo reenvió a una máquina situada en Johannesburgo, Sudáfrica, que finalmente lo entregó al servidor de Bombay. Se sometió el resultado a varias verificaciones. Todo concordaba. Era la última pieza del rompecabezas.

Tres minutos después, a las 4.22 h, hora local en Bangkok, Tailandia, la tableta de Wats emitió un pitido. Un mensaje desde Bombay. Tras veintinueve horas desentrañando la encriptación y de un tiempo de proceso del cálculo de mil billones de impulsos, la clave estaba descifrada.

Watts borró todo rastro de sueño. Introdujo la contraseña y aparecieron los datos que había copiado del ordenador y del teléfono de Tuksin. Estaban en tailandés. Abrió un filtro de traducción y realizó una búsqueda del nombre de Kade.

El primer resultado fue bastante elocuente:

De: Tuksin, Phra Racha Khana Chan Tham

Tuksin@thaibuddha.th

Para: Suk Prat-Nung SukPN@tmail.th

Fecha: Martes, 1.38 h hora local (GMT +7)

Asunto: RE: información de interés.

Suk,

Ya he recibido en mi cuenta la primera mitad del pago. Aquí tiene la información:

Se llama Kaden Lane. Ananda ha detectado en él una actividad Nexus anormalmente intensa y me ha pedido que lo investigue. Cree que Lane lo ha absorbido de manera permanente, pero en niveles inauditos. No es un meditador. Podría disponer de la tecnología que está buscando.

«Vaya, vaya, vaya.»

Una hora después dejó la tableta silbando suavemente y reconstruyó mentalmente la situación.

El monje alto y de nariz aguileña llamado Tuksin que se había cruzado en su camino dos veces, el ayudante especial del profesor Somdet Phra Ananda, trabajaba en secreto para Suk Prat-Nung. Y lo que Suk Prat-Nung quería, más que ninguna otra cosa, eran las actualizaciones de Nexus. Ananda había percibido el Nexus en el cerebro de Kade y había pedido a Tuksin que lo siguiera. Tuksin había vendido la información a Suk Prat-Nung, y este la había utilizado para preparar la emboscada en el callejón, sin tener en cuenta la presencia de Samantha Cataranes y sus habilidades.

Sin embargo, lo que dejó preocupado a Wats fue el último mensaje, de Suk a Tuksin:

La misma oportunidad que lo puso a nuestro alcance el lunes por la noche se repetirá el viernes. Ha hecho amistad con unas personas que conozco. Los atraparemos, a él y a la chica, cuando se marchen de la fiesta.

La chica es peligrosa, pero ahora estamos preparados. Será de un gran valor, tanto viva como muerta.

Suk

De modo que lo del viernes por la noche era una trampa. ¿Podría aprovecharla para llevarse a Kade? No, demasiado peligroso. Pero tampoco podía permitir que Kade cayera en ella. Su prioridad debía ser proteger la vida de su amigo.

Se conectó a un servicio de anonimato a través de un nodo de entrada situado en Suiza. Su señal rebotó en una red de nodos voluntarios repartidos por todo el mundo hasta que reapareció en la red pública desde un nodo ubicado en São Paulo. Desde allí saltó a una máquina desechable de las Islas Caimán, con la que creó una cuenta nueva de correo electrónico en un servicio de correo anónimo sueco.

La fiesta del viernes por la noche es una trampa. Intentarán raptarte, y esta vez irán con todo. Márchate de Bangkok. Es demasiado peligroso para ti.

Un amigo

Instaló demonios en la cuenta del correo para que le informaran si alguien lo trataba de hackear. Luego se sentó y esperó.

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