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NEXUS » 33. Sincronía

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CAPÍTULO 33

SINCRONÍA

El taxi dejó a Kade y a Robyn cerca de Soi Sama Han. Narong y Sajja se encontraron con ellos y fueron caminando juntos hasta el Beso de Buda. Todos estaban de muy buen humor. Kade percibía el entusiasmo y la excitación en la mente de Robyn. Él también estaba impaciente por colocarse con Sincronía.

Sajja los condujo por una escalera hasta la puerta maciza de un apartamento. Los cerrojos se descorrieron y apareció el rostro sonriente de Chuan, que los invitó a pasar.

Entraron en fila en un salón espacioso. Muebles bajos flanqueaban un espacio central despejado. Una alfombra con motivos dorados y marrones cubría buena parte del suelo. Media docena de hombres y mujeres que habían visto en la fiesta anterior en el club formaban un círculo en el suelo sentados en cojines. Un altar bajo ocupaba el centro de una pared, debajo de una ventana magníficamente decorada. Al otro lado, la habitación daba paso a una cocina abierta y un pasillo. Las otras dos paredes estaban cubiertas por cuadros de Buda.

Una anciana tailandesa emergió del pasillo con una sonrisa cordial en el rostro surcado de arrugas.

—Tía Chariya —dijo Narong.

La anfitriona. Narong hizo las presentaciones. Hubo un intercambio de abrazos. El viaje se iniciaría con un ritual. Aún quedaba por llegar otro participante. Chariya les sugirió que tomaran asiento en el círculo de cojines.

Encontraron dos cojines vacíos entre Narong y Lalana. Robyn se sentó en el de la izquierda, al lado de Narong, y Kade en el de la derecha, junto a Lalana. Esta les saludó sin dejar de reír y estrechó prolongadamente la mano de Kade. El círculo estaba formado ahora por once personas, incluidos Kade y Robyn, cinco chicos y seis chicas. Kade los reconoció de la fiesta del lunes por la noche en el Beso de Buda. Chuan, Sajja, Narong y Loesan eran los chicos. Lalana, Rajni, Sarai, Ning y Areva las chicas. Había un hueco en el círculo. En el centro había otros dos cojines. Un anciano ocupó uno de ellos, sentado en la posición del loto, de cara al altar y de espaldas a Kade y Robyn. Chariya se sentó a su lado, espalda contra espalda con el anciano y de cara a Kade y Robyn.

—Acercaos —dijo Chariya—. Estrechad el círculo cuanto podáis.

Los chicos se arrastraron hacia delante hasta que el círculo se apretó y se cerró. Kade tocaba con sus rodillas las de Robyn y las de Lalana. Era agradable, divertido.

Podía sentir la mente de Chariya, apenas. Un susurro de paz y de calma. ¿Y justo detrás…? A Niran. Su marido. Fuerte, orgulloso, tranquilo.

—Vaciad vuestras mentes —entonó Chariya—. Cerrad los ojos. Sentid cómo entra el aire en vuestros pulmones cuando respiráis. Sentid cómo abandona vuestro cuerpo. No intentéis cambiarlo, simplemente contempladlo.

Kade respiró con ella, sintió y oyó que la habitación también respiraba.

Un ruido. Se abrió la puerta. Kade mantuvo los ojos cerrados.

—Suk —oyó decir a Chariya—. Es muy amable por tu parte unirte a nosotros.

—Hola, tía —dijo la voz del recién llegado—. Me alegra verte.

Kade percibió una sensación de desagrado procedente de Chariya.

—Ya que aún no te has sentado, podrías servir.

—Claro, tía.

Kade oyó pasos. Alguien pasaba a su lado. Sonó un tintineo. Más pasos. El ruido de alguien tragando. El tintineo sonó justo delante de él.

—Ten —susurró una voz. La voz nueva.

Kade abrió los ojos. El recién llegado se había acuclillado delante de él y le ofrecía un vasito con un líquido plateado.

Kade inclinó la cabeza en agradecimiento, cogió el vaso y lo vació de un trago. Más Nexus, mezclado con Empathek.

Volvió a cerrar los ojos y a concentrarse en su respiración.

—Contemplad el aire abandonando vuestro cuerpo —entonó lentamente Chariya—. Contemplad cómo vuelve a entrar. Dejad que vuestra respiración capte vuestra atención, dejadla expandirse hasta vuestro cerebro. Cuando broten los pensamientos, limitaos a sonreír y devolved la atención a la respiración.

Kade dejó que la respiración se expandiera. El sonido que desprendía le saturaba los oídos. Sintió que su cuerpo se contraía cuando inspiraba y se expandía cuando espiraba. La oscuridad detrás de sus ojos se ensanchaba a medida que el aire entraba en su cuerpo y se estrechaba cuando salía.

Reparó en un ruido. Un canto dulce, un tamborileo suave. Contempló que el ritmo de su respiración se adaptaba a los golpes del tambor. Toda la habitación respiraba en armonía. Las inspiraciones y las espiraciones se sucedían en perfecta sincronía.

—Abrid las manos —dijo Chariya—, y agarrad las manos de vuestros vecinos.

Kade tendió lentamente la mano izquierda, y la derecha. Sintió la mano de Robyn cerrándose con fuerza alrededor de su mano izquierda y la pequeña y suave mano de Lalana deslizándose por su mano derecha. El contacto tenía algo de eléctrico. Sintió que se cerraba un circuito, un circuito de pensamiento. Aún era débil, pero una ráfaga de sensaciones recorrió su mente, una conciencia de la mente de los otros participantes, una conciencia de su respiración, una conciencia de la conciencia que ellos tenían de él y de los demás, un eco, una resonancia, una vibración de la respiración y de la mente.

—Somos los discípulos de Buda —entonó Chariya.

Una docena de voces repitieron:

—Somos los discípulos de Buda.

Kade se unió al coro. Chariya continuó, lentamente:

—Seguimos el camino del centro.

»Buscamos la iluminación para todos los seres,

»Con el fin de ayudarlos a liberarse de su sufrimiento.

Los participantes repetían al unísono cada verso.

—Esta noche penetramos el velo de Maya.

»Perforamos la ilusión de la separación entre el yo y el otro.

»Percibimos la unidad que formamos los unos con los otros.

Kade repetía cada frase con la misma cadencia que el resto. Era hipnótico, euforizante. El velo de Maya, el dios de la ilusión y el falso aislamiento, caía de sus ojos. Él era Kade. Era Robyn. Era Lalana. Era la madre Chariya. Era el padre Niran. Era hombre. Era mujer. Era todos ellos, todas las cosas y toda las personas.

Buda lo miró con media sonrisa, sereno, contenido, un hombre, un modelo que había comprendido que ningún dios ni ángel, ni demonio ni diablo, podía conceder el cielo o el infierno al hombre. Solo el Pensamiento Correcto, la Acción Correcta, el Esfuerzo Correcto, la Concentración Correcta, solo los actos de una persona, solo su lucha, solo la perspicacia que cultivaba podían conducir a la iluminación.

Conocía bien esta habitación. Había meditado aquí docenas, cientos, miles de veces. Él era todas estas personas, todas sus experiencias.

Había sido monje, monja, prostituta, estudiante. Había conocido Nexus hacía cuatro, seis, tres años. Había consagrado su vida al servicio a los demás, a la compasión, a la iluminación. Había vendido y revendido su cuerpo sin cesar. Había estudiado la mente en lo abstracto y quería sentirla, tocarla. Encontraría la manera.

Era la tía Chariya. Su marido, Niran. Había sido el monje y había sido la monja. Las décadas de meditación habían apaciguado su mente. Había encontrado el sacramento, se había fundido con el otro, había cruzado fronteras para adentrarse en territorios vetados. Había abandonado la orden para comenzar algo nuevo.

La compasión por toda vida lo invadía. El universo gritaba de dolor, preso de la ilusión de la división. Le requerían para recibir sus enseñanzas, para expandir el amor, para liberar a los seres de sus cadenas de ansia y aversión, para que les enseñara que todo era uno.

Era el Buda. Era las catorce personas congregadas en la habitación, y todas juntas formaban algo mayor, algo asombroso. Eran el universo observándose a sí mismo. Habían alcanzado la iluminación. Podían difundirla al mundo.

Él era el Sol. Su resplandor colmaba el espacio. Su luz dorada bañaba la Tierra y sustentaba toda vida. Era el viento que hacía volar las hojas, y también era esas hojas. Era los mares que fluían y refluían, que rugían y se embravecían, y era los peces que nadaban en esos mares, el plancton que comían, los rayos de sol que incidían en esas aguas. Era la Tierra. Era las estrellas. Era toda creación y en ese preciso instante estaba mucho más vivo y comprendía todo su ser. El universo se despertaba en esta habitación, y por lo tanto se despertaba en todos los lugares a la vez.

Kade abrió los ojos. Estaba temblando. Todos temblaban, respiraban agitadamente. El sudor le perlaba la frente. La mano de Robyn palpitaba en su mano izquierda. Se sentía serena, feliz, completamente en su elemento. La mano diminuta de Lalana revoloteaba como las alas de un colibrí en su mano derecha. Estaba eufórica, exultante. ¿Cuánto tiempo había pasado? ¡Tres horas! Habría jurado que había pasado un par de minutos, o una eternidad.

El ritmo empezó a ralentizarse. Chariya entonaba quedamente. Niran golpeaba el tambor perezosamente. Poco a poco la respiración recuperaba la normalidad. Las caras exhibían sonrisas. Los pechos aún se movían rítmicamente. Miró a su derecha, los senos de Lalana subían y descendían debajo de su blusa blanca. Sus pezones endurecidos apretados contra el fino tejido. La piel de color aceituna de su cuello, del escote, brillaba cubierta de sudor. Kade no recordaba una imagen más erótica. No entendía cómo era posible que siguieran vestidos, que no hubieran acabado piel contra piel, labios contra labios, cuerpo contra cuerpo, que prefirieran otra cosa.

Ese pensamiento escapó de su mente y Kade se ruborizó. Lalana se rio en voz alta y mentalmente. El círculo lo captó y rio como si fuera uno solo, sin malicia, y la tensión desapareció.

—Ha sido impresionante —dijo Narong en un murmullo audible.

Kade lo sintió. El círculo nunca había experimentado una intensidad igual.

«Soy yo —pensó Kade—. Robyn y yo. El Nexus 5.»

Chariya lo observaba detenidamente. Sus miradas se encontraron, sus mentes se encontraron.

«Sí —parecía decirle mentalmente—. ¿Quién eres, hijo mío?»

Solo había una mente que no compartía la felicidad de todos… Suk. Lo sentía muy distante. ¿Por qué?

Alguien le dio un toquecito en la espalda. Loesan. Sonreía de oreja a oreja. Estaba exultante. Se acuclilló al lado de Kade.

—He sentido lo que has hecho con Nexus. Siempre está dentro de ti, ¿verdad?

Kade asintió con la cabeza; aún desconfiaba de su capacidad para hablar.

—Es impresionante —dijo Loesan—. ¿Nos enseñarás a hacerlo?

Algo no encajaba. Había un motivo para el temor. Pero ¿por qué? El conocimiento debía compartirse, no acumularse. ¿Por qué no compartirlo ahora?

Kade asintió.

—Sí —dijo con la voz ronca—. Sí, os enseñaré —añadió, ya con la voz recuperada—. Dadme un par de minutos. —Su cuerpo tenía necesidades.

Loesan ensanchó aún más si cabe su sonrisa. Irradiaba entusiasmo y curiosidad.

—Claro.

Kade se levantó y esperó en la cola para el cuarto de baño. Lalana se colocó justo detrás de él y sus cuerpos se rozaron fugazmente. A Kade casi se le escapó un gemido libidinoso. Desconocía las reglas de estas sesiones, no sabía lo que estaba permitido. Intentó captar las intenciones de la chica y encontró una voluntad de diversión. Lalana lo empujó contra la pared, le apretó la cara contra la suya y lo besó apasionadamente, con picardía. Kade estaba empalmado. Lalana frotó el muslo contra su miembro, bajó la mano hasta el bulto de su entrepierna y lo envolvió a través del tejido del pantalón; lo agitó una, dos, tres veces… Luego se echó a reír y se apartó de él.

—Después —dijo en un susurro Lalana. Sus ojos y sus pensamientos prometían dulces delicias.

Kade fingió un gruñido de frustración. Ella volvió a reírse y Kade no pudo evitar imitarla. La combinación de Nexus y Empathek cantaba en su cabeza. Todo era maravilloso. ¡Dios mío, que sexi era Lalana!

Cuando llegó su turno, la tenía demasiado dura para mear. Estuvo recitando números primos una eternidad hasta que le bajó la erección. Orinó y salió para enseñar al resto lo que Rangan y él habían conseguido.

Y entonces vio a Suk. Estaba sentado en el sofá. Mal rollo. El chico rezumaba arrogancia… y avaricia. De repente Kade perdió por completo las ganas de enseñar nada a nadie.

Buscó una excusa…

—Rangan —dijo—. Axon. Tendría que consultarlo con él antes de compartir con vosotros lo que hemos hecho.

La decepción era palpable en los chicos y a Kade le supo mal. Quizá podía explicarles algunas ideas sencillas, las menos peligrosas…

—Pero podría compartir con vosotros un par de nociones —dijo al cabo.

La excitación regresó a todas las mentes. Kade se sentó, los demás se apiñaron a su alrededor y comenzó a darles una idea general de lo que Rangan, Ilya y él habían descubierto.

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