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NOTA INFORMATIVA

TRANSCRIPCIÓN DE UNA GRABACIÓN EN VÍDEO: Una reflexión final: Ilyana Alexander

Grabado el domingo, 19 de febrero de 2040. 1.18 h, Simonyi Field, California

<Ilyana Alexander mira a la cámara. Lleva puesto un vestido de color verde pálido y un fular morado. Habla con un ligero acento ruso. De fondo se oye música electrónica y voces.>

Si estáis viendo este vídeo, eso significa que no he podido conectarme a la red en los últimos siete días. Estoy muerta, detenida o desaparecida, muy probablemente por obra y gracia del gobierno estadounidense.

Mis padres me trajeron a Estados Unidos cuando tenía diez años. Huían del fascismo, que se había apoderado de mi Rusia natal. Eligieron Estados Unidos porque veían este país como el baluarte de la libertad y los derechos civiles.

Pero eso fue entonces.

<Alexander agacha la cabeza y la sacude.>

El «delito» que he cometido y por el que me han hecho desaparecer es intentar dar a las personas herramientas para aumentar sus capacidades. En los Estados Unidos de 2040 eso ya no es una actividad plausible. Los que se autodenominan nuestros líderes y sus burócratas han fijado los límites de lo que se considera «humano». Cualquiera que traspase esos límites ya no es, por definición, una persona, deja de estar amparado por derechos inalienables y carece de protección contra los caprichos de los que ocupan el poder.

<Alexander sacude la cabeza con la mirada fija en la cámara.>

Es la misma lógica inhumana que se aplicó en el pasado a los esclavos, a las mujeres, a los judíos, a los miembros de cualquier comunidad que quisieran reprimir los que ocupaban el poder. A lo largo de la historia, todos los intentos de limitar la definición de género humano han precedido la subyugación, degradación y matanza de seres inocentes. Todos.

Acotar lo que significa ser humano sirve para que los que están en el poder nos digan a cada uno de nosotros lo que podemos o no podemos hacer con nuestras mentes y nuestros cuerpos, en interés de nuestros hijos. Están diciéndonos que son más inteligentes que nosotros, que necesitamos que nos protejan de nosotros mismos.

No hace falta que diga que no estoy de acuerdo.

El poder es mejor cuanto más repartido está. Ese es el significado de la democracia, el significado de la libertad. El derecho a decidir nuestro destino individual nos corresponde a nosotros. A nadie más.

Las leyes que limitan las capacidades humanas son un ejercicio de control. Son producto del miedo, el miedo al futuro, al cambio, a la gente que podría ser diferente a nosotros, que podría convertirse en algo nuevo. El resultado de ese miedo es la degradación de las libertades, de nuestro derecho a decidir el futuro que queremos, a trazar nuestro destino, a hacer todo lo posible por nuestros hijos.

Esa degradación tiene consecuencias. Si estáis viendo esto, ha tenido consecuencias para mí.

<Alexander suspira.>

La Ley Chandler entre otras ha otorgado a algunos organismos del gobierno el poder de perseguir, espiar, arrestar, encarcelar, e incluso asesinar, a ciudadanos estadounidenses y extranjeros acusados de elegir su propio destino, con un secretismo absoluto, sin otra garantía legal que el juicio del puñado de jueces que forman el Tribunal de Seguridad Nacional, cuyos nombres también se mantienen en secreto.

Por ley, sin nada más que el mandato de un puñado de políticos o funcionarios nombrados a dedo, pueden asesinaros, deteneros o haceros desaparecer.

Si estáis viendo esto, eso significa que la ERD ha empleado una de esas leyes para ir contra mí, para impedir que yo y las personas que trabajan conmigo demos a la gente un mayor control de sus mentes y sus cuerpos.

Mañana podrían ir por algún conocido vuestro.

Pasado mañana podrían ir por vosotros.

<Alexander hace una pausa, mira a la cámara y habla en un tono rotundo.>

Esto ya no es Estados Unidos. Hemos permitido que el miedo a los cambios anule nuestra adhesión a los valores que más apreciábamos. Hemos socavado nuestros principios para reforzar la seguridad. Ese no es el país que yo conozco y amo. Este no es el país que mis padres esperaban encontrar cuando huyeron de Rusia.

Benjamin Franklin escribió: «Aquellos que sacrifican la libertad esencial en aras de una seguridad temporal no merecen la libertad ni la seguridad».

Nuestros miedos nos han llevado a aceptar ese trato con el diablo. Creo firmemente que hemos sacrificado libertades esenciales. Espero que me demostréis que estoy equivocada.

Si estáis viendo esto, probablemente ya sea demasiado tarde para mí. Pero no es tarde para todos. No tenemos que sacrificar la libertad en aras de la seguridad. No tenemos por qué renunciar al progreso para sofocar el miedo. No tenemos que entregar el control de nuestras vidas a los burócratas anónimos ni a la policía secreta.

<Alexander alza un puño. Tiene los ojos llorosos. Su semblante es firme, resuelto.>

Este vídeo se difundirá por todos los canales posibles. Voy a publicarlo en servidores de todo el mundo, por si acaso. Aun así, no sé si llegará hasta alguno de vosotros. Si lo hace, por favor, distribuidlo. Enmascaradlo, mutadlo, disfrazadlo. Haced que supere los filtros.

Somos tan fuertes como lo es la señal que enviamos, tan fuertes como lo es nuestra voz. No os conforméis con mi mensaje. Grabad vuestros pensamientos. Escribid ensayos. Expresaos. Luchad por lo que está bien. Luchad por el derecho a decidir quién y qué clase de persona vais a ser el día de mañana, al margen de lo que piensen los demás.

<Alexander hace una pausa, todavía con el puño alzado, mira fijamente a la cámara con los labios apretados.>

Os ha hablado Ilyana Alexander. Me desconecto por última vez. Mantened viva la lucha.

<Fin del vídeo.>

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