Mújica. Una biografía inspiradora

Mújica. Una biografía inspiradora


PRIMERA PARTE » Un muchacho de barrio

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Un muchacho de barrio

Las biografías de personajes ilustres suelen resaltar experiencias de sus primeros años que han marcado rasgos de su personalidad o explican sus trayectorias singulares. Al joven Che lo apodaban el Loco y este espíritu aventurero y quijotesco fue la marca que lo acompañó hasta los últimos días de su vida; el carácter irascible y dominante con que Steve Jobs dirigió sus empresas ya estaba presente en su niñez traumada por el abandono de sus padres biológicos; el ex presidente Lula recordaba con tristeza «yo no tuve infancia» y su primera medida de gobierno fue implementar el programa Hambre Cero destinado fundamentalmente a los niños más pobres.

El caso de Mujica es diferente. Las diversas biografías sobre su vida dedican pocas páginas a su infancia y primera juventud sin destacar hechos determinantes que hayan definido su particular modo de ser. Esto se debe fundamentalmente a que el propio Mujica ha rechazado cualquier panegírico que lo convierta en un ser especial. Él es una persona común y se define como «un muchacho de barrio».

El barrio del que habla se llama Paso de la Arena y está ubicado a las afueras de Montevideo. En los años treinta estaba a medio camino entre ciudad y campo y era un lugar donde los niños jugaban al futbol en sus calles de tierra y las puertas de las casas permanecían sin llave. Sus habitantes llevaban una vida de pueblo y muchos, como sus padres, eran campesinos que habían migrado a la ciudad para mejorar sus condiciones de vida. Para los vecinos y amigos que mantuvo toda su vida José Mujica era el Pepe.

Montevideo ya era una gran ciudad que concentraba más del 50% de la población del país. Pero en el barrio se vivía en un ambiente de pueblo en el que todos se conocían y no era difícil cruzarse en la calle con alguna autoridad importante, como el propio presidente de la República, que compraba flores en el puesto de su madre. Mujica recuerda que siendo un joven militante político tuvo una disputa que estuvo a punto de terminar en pelea con otro joven vecino llamado Luis Lacalle. A diferencia del plebeyo Mujica, Lacalle pertenecía a la élite uruguaya y era nieto del legendario caudillo Luis Alberto de Herrera. Cincuenta años después los contendientes se enfrentaron nuevamente para disputar las elecciones presidenciales del Uruguay.

Mujica nunca se alejó mucho de esta patria chica. En 1985 cuando lo liberaron de la cárcel volvió a instalarse en la casa materna y poco después se fue a vivir a una pequeña chacra cercana, La Puebla, en Rincón del Cerro, que terminó siendo la residencia del presidente de la República. La legión de periodistas de todo el mundo que desde 2010 han visitado esta casa siempre se encuentran con algún amigo del barrio dispuesto a contar alguna anécdota de este muchacho casi octogenario. En esta patria chica contrajo matrimonio, «arregló los papeles», con Lucía Topolansky y sus padrinos fueron dos vecinos de toda la vida.

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