Mújica. Una biografía inspiradora

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PRIMERA PARTE » Joven libertario

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Joven libertario

Pero no todo era militancia y estudio. En un país de gran tradición futbolera, los niños aprendían a jugar en los campitos con pelotas hechas de trapo y porterías improvisadas con ladrillos. Aquí residía el milagro futbolístico de este pequeño país con dos campeonatos del mundo y una medalla olímpica. El futbol fue una pasión de la niñez que abandonó en la adolescencia para dedicarse de lleno al ciclismo. Desde los 12 hasta los 16 años practicó este sacrificado deporte que lo obligaba a madrugar y con el que recorrió las rutas uruguayas. La bicicleta se había popularizado por los éxitos internacionales de Atilio François, una leyenda en Uruguay que durante años representó al club de Carmelo, el pueblo de su abuelo.

Pepe obtuvo algunos éxitos y llegó a competir en la máxima categoría siendo muy joven. Justamente la primera carrera en esta división fue la última en la que participó Atilio. Pero esta promisoria trayectoria como ciclista se interrumpió por una lesión en su rodilla que lo mantuvo inactivo varios meses. Durante la convalecencia conoció a su primera novia que «le cambió los centros de atención». Y, según confiesa, el amor lo terminó apartando de las rutas.

Enamoradizo y de verbo fácil nunca tuvo problemas para relacionarse con las mujeres. Se dice que en su vida tuvo cuatro grandes amores, incluyendo a su actual esposa. Pero pocas veces habla de sus experiencias amorosas. Cuando habla de las mujeres recuerda la historia de su madre y de otras como ella que padecieron la discriminación e injusticias de una sociedad patriarcal.

«Hay que luchar contra la herencia de nuestro crónico machismo, agresivo, impositivo, dominador, que frecuentemente se expresa en todas nuestras costumbres y germina en el seno de nuestra educación, en la enseñanza que impartimos a nuestros hijos.» (2010)

Cuando habla de su adolescencia le brillan los ojos al recordar los primeros escarceos amorosos y la vida de estudiante. Estudió en el Liceo Bauzá, una escuela tradicional de Montevideo. Amaba la historia, la literatura, la física y la química y odiaba las matemáticas o la lengua. Nunca podría haberse imaginado que muchos años después la lectura de los libros de química lo salvarían de la locura cuando estuvo preso.

El presidente filósofo, como algunos lo han denominado, no tuvo ni tiempo ni ganas de una vida intelectual. Sin embargo siempre sorprende con alguna reflexión o cita filosófica que demuestran que el rústico chacarero sabe más de lo que parece. El libro de Mario Mazzeo, Charlando con Pepe Mujica, muestra un Mujica inédito que realiza un amplio recorrido intelectual en el que disecciona hechos históricos, pensadores o críticas filosóficas.

Su interés por la historia, principalmente la de América Latina, se despertó en la juventud. En el liceo ganó un certamen estudiantil con un trabajo sobre el libertador Artigas. Pero sobre todo fueron los cambios de la época y la militancia política lo que lo llevaron a confrontarse con las ideas e interpretaciones del pasado.

En la década de los cincuenta se vivía una época convulsiva motivada por la crisis económica y nuevas ideas que se iban incubando en la sociedad. La escuela no estaba al margen de estos cambios y los estudiantes se movilizaban con nuevos reclamos. Mujica militó en un sindicato estudiantil de extracción anarquista llamado Agrupación de Reforma Universitaria. Las ideas anarquistas, muy arraigadas en la sociedad uruguaya, son una pieza fundamental en su ideario político y filosófico. Más tarde conoció de cerca las luchas del sindicato de la carne, ácratas muy influyentes en la zona de Paso de la Arena.

«En el Liceo, milité en una agrupación libertaria. Nuestro lema era: “Que te echen del trabajo por pelear, pero no por atorrante.” Los anarquistas modernos pelean por no trabajar.» (2012)

Dentro de esta formación ecléctica y asistemática reconoce la influencia del grupo de intelectuales de FORJA (Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina). Este grupo nacionalista, antiimperialista y antioligárquico reivindicaba las gestas de los caudillos populares denostados por la literatura liberal. El espíritu de democracias primitivas de los caudillos estaba presente en la facción herrerista del Partido Blanco con la que siempre simpatizó. Esta influencia llegaría hasta la época de guerrillero tupamaro cuando toma el nombre de guerra de Facundo en homenaje al caudillo gauchesco argentino.

El ambiente estudiantil también se prestaba a las tertulias literarias y a las charlas de café sobre temas filosóficos. De vez en cuando iba a escuchar alguna conferencia o asistía a las clases que le interesaban de la facultad de humanidades. Las clases del escritor español Jorge Bergamín deleitaban a los alumnos, que aprendieron de su experiencia republicana antes de que el general Franco lo obligara a exiliarse. El cuentista uruguayo Paco Espínola era capaz de dedicar un año entero a la relación Cervantes y Homero con las aulas llenas de alumnos boquiabiertos.

«Fue la etapa más intelectual de mi vida; casi todos los días leía cuatro o cinco horas en la biblioteca de humanidades que era fenomenal.» (2002)

La universidad en cambio no lo sedujo. Lo intentó con la abogacía, que era una carrera prometedora para un hogar, por donde habían pasado muchos «doctores» dedicados a la política. Al finalizar el Liceo ingresó en la Facultad de Derecho pero pronto se dio cuenta de que este ambiente lo asfixiaba y abandonó en el primer año. Su verdadera vocación la terminó encontrando en la actividad política y social a la que se dedicó en los años siguientes.

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