Mújica. Una biografía inspiradora

Mújica. Una biografía inspiradora


PRIMERA PARTE » El Asado del Pepe

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El Asado del Pepe

El 30 de octubre de 2004 el Frente Amplio ganó las elecciones y Tabaré Vázquez fue designado presidente de la República. Le tomó juramento el senador más antiguo, José Mujica, que a la sazón había sido reelegido como senador por la lista más votada de su partido. A partir de este momento fue presidente del Senado y de la Asamblea Nacional transformándose en la tercera autoridad del país. En diputados, la tupamara Norma Castro fue designada presidenta de la Cámara. El largo camino que trazara Mujica en el Platense Patín Club estaba dando sus frutos.

El 1 de marzo de 2005 fue nombrado ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca, un área que aportaba 4/5 partes de las exportaciones nacionales. Anunció que solo estaría unos meses en el cargo y que designaría como subsecretario a un especialista que, de hecho, cumpliría la misión de ministro. Sin embargo se mantuvo hasta el año 2008, cuando renunció y asumió su cargo de senador.

La etapa como ministro coincidió con un período de bonanza en los precios internacionales de los productos agropecuarios. El agro se transformó en la locomotora de la economía dejando atrás el período de recesión. Las exportaciones de carne experimentaron un fuerte crecimiento en este período por una inteligente penetración en los mercados asiáticos. Mujica se apuntó un tanto de popularidad: que los ganaderos rebajaran los precios de los cortes de carne más consumidos por los uruguayos. La medida, bienvenida por la población, adquirió la denominación popular del Asado del Pepe.

Cumplió su función de ministro como un operador político que recorría el país en un diálogo permanente con las organizaciones agrarias. Fascinado con el modelo de producción neozelandés, de país «agrointeligente» y exportador eficiente, su sentido pragmático lo llevaba a sostener herejías ideológicas como aceptar las bondades de libre comercio o pensar en un capitalismo en serio.

Uruguay necesitaba vender sus productos al resto del mundo y no había que tenerle miedo a la libertad de comercio en un país con ventajas comparativas apreciables en el agro. Sin embargo planteó serias dudas al proyecto del ministro de Economía Astori de firmar el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, muy cuestionado por los sectores de izquierda. Mujica no disimulaba las diferencias con el poderoso ministro de Economía y alguna vez se quejó de que los Harvard, en alusión a la formación del staff del ministro, le habían ganado la batalla para definir la orientación del gobierno.

Tampoco había que tener miedo de hablar de un «capitalismo en serio» porque reconocía que los empresarios son fundamentales en la multiplicación de la riqueza. Aunque filosóficamente no estuviera de acuerdo con el capitalismo, era necesario entender que la «realidad se mueve así». Por lo tanto, el capitalismo debe funcionar lo mejor posible aunque se pueda construir algo mejor en el futuro, un socialismo autogestionario y participativo. Ante estos posicionamientos empezaban a llover las críticas de la izquierda más radical.

En 2006 el ex dirigente tupamaro Jorge Zabalza le preguntaba en una carta abierta hasta qué punto Harvard le había «ganado la cabeza». Le recriminaba que «en Uruguay ya existe la riqueza, hay mucha torta para repartir pero se la comen los leones», y finalmente lo cuestionaba por haber perdido el horizonte revolucionario y haberse transformado en un «operador político» que acepta la explotación capitalista.

El ministro respondía a estos grupos, a quienes respetaba, que les había faltado leer algunos diarios de los últimos cuarenta años, sobre todo desde que cayó el muro de Berlín.

«Tengo una visión socializante. Me choca horriblemente la explotación del hombre por el hombre y la combato. Pero el problema es que si no hay mucho para repartir, no hay condiciones para el socialismo. Entonces, ahora soy consciente que para llegar a ese sueño hay que lograr que esta sociedad funcione.» (2007)

La valoración que ha hecho de su gestión como ministro sigue en la línea de la verdad descarnada. Más que una gestión de éxitos, siempre remarca dos grandes fracasos. El primero, no haber logrado una expansión del territorio para la producción lechera. Cuando asumió el cargo tenía grandes esperanzas en este proyecto porque veía enormes ventajas por el gran rendimiento de la producción de lácteos. Pero le faltó poder de convencimiento para impulsar esta iniciativa en momentos en los que la lechería compite por tierras con la agricultura, que puede pagar mejores precios.

El segundo fracaso fue la lucha contra la burocracia. Sus críticas continuas al mal funcionamiento del estado, con exceso de funcionarios poco productivos y una maquinaria que hacía todo muy difícil, forman parte de ese lado oscuro de la uruguayidad contra la que siempre ha despotricado. Fracasó la reforma del estado del presidente Vázquez y la que intentó en su propio ministerio.

«La burocracia demostró ser peor que la burguesía, porque al menos la burguesía tiene un impulso creador aunque sea para chuparte el hígado, la burocracia vive de lo que crearon otros; los uruguayos se burocratizaron, que llenaron de gente las propiedades del Estado, que tenían un teatro (el Solís) con un empleado para subir el telón y otro para bajarlo.» (2012)

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