Mújica. Una biografía inspiradora

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PRIMERA PARTE » Los fracasos

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Los fracasos

Más de una vez se ha escuchado decir a Mujica que un político tiene que tener honradez intelectual y reconocer que cuando «fracasa, fracasa». Los intentos de reformas del sistema educativo y del estado son los dos casos en donde ha reconocido sus mayores fracasos.

En el primero, se planteó un pacto de estado con acuerdos con partidos de la oposición, que terminó torpedeado por las pujas entre diferentes sectores y las dificultades del gobierno para influir en un modelo de enseñanza gestionado de forma autónoma. Pero el problema fundamental era que el Frente Amplio no tenía una propuesta clara de qué hacer con la educación.

A pesar de los progresos en la universalización de la enseñanza y en temas concretos como la enseñanza técnica o la construcción de nuevos centros, quedó la sensación de que se avanzó poco en la materia. Los pobres resultados de los informes Pisa alimentaron una visión dramática del estado de la educación, que es una materia muy sensible en un país que ha presumido de un alto nivel educativo. «Fracasé», confesaba Mujica en una entrevista para la televisión española sobre su apuesta por descentralizar la enseñanza y fortalecer la formación técnica en el interior del país.

Esta sensación de que se hizo poco contrasta con el resultado de la gestión universitaria. Mujica siempre ha sido crítico con el funcionamiento de la universidad y el papel de los profesionales. Sus ácidas críticas a los «Harvard» de Astori o sus cuestionamientos a la «inteligencia guardada en los laboratorios» o a la autonomía de la universidad «cuando los chanchos (dineros) los pone el estado», predisponían a la confrontación o marginación de estas materias en la agenda. Sin embargo, en su gobierno se creó una nueva universidad pública, la Universidad Tecnológica (UTEC), y se propuso la creación de otra, la Universidad de la Educación (UDE), que finalmente fue rechazada en el Parlamento por los partidos opositores. Este logro no era menor teniendo en cuenta que en 165 años solo se había creado una universidad pública en Uruguay.

Respecto de la reforma del estado, Mujica asumió con entusiasmo y ambición encarar una revolución para poner patas arriba la burocracia. Uruguay es conocido por la abundancia de empleados públicos y la ineficiencia de la gestión. La batalla se centró en el cambio de las condiciones laborales que lo enfrentó al sindicato (COFE). El plan elaborado por el gobierno se basaba en la experiencia de Nueva Zelanda y proponía reformar integralmente la carrera administrativa, eliminar las viejas estructuras de rangos y establecer un sistema más dinámico, basado en una escala salarial centrada en la complejidad del trabajo desempeñado y la responsabilidad asociada y no en la antigüedad.

Para Mujica había que poner a trabajar a todos los empleados porque un «30 o 40% lo hacen todo y el resto hacen muy poco». La idea de que todos pueden ser «suplantables» o la de que deben trabajar 8 horas diarias en lugar de las 6 vigentes fueron duramente resistidas por el sindicato. Finalmente se logró un nuevo estatuto del empleado público con tímidos cambios y se desarrollaron algunos programas para mejorar la eficiencia y formación de los empleados. Pero estos logros estaban lejos de las aspiraciones iniciales.

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