Mújica. Una biografía inspiradora

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PRIMERA PARTE » El realismo de un socialista libertario

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El realismo de un socialista libertario

«Olvídense de todo lo que escribí», dijo el teórico de la teoría de la dependencia Fernando Henrique Cardoso al asumir la presidencia de Brasil. Su gobierno, de coalición de centroderecha, aplicó las políticas económicas de mercado que tanto criticara en sus artículos académicos. Su sucesor, Lula, no solo cambió su vestimenta para que lo eligieran sino que también cambió la radicalidad de su discurso. En la Carta al pueblo brasileño del 2002 dio garantías de que respetaría las reglas de juego vigentes y que su modelo sería un cambio negociado con todos los sectores. Mujica ha resumido con su cruda franqueza e ironía el destino de los sueños y utopías que tuvo su generación en los setenta: «Antes queríamos cambiar el mundo, ahora nos conformamos con arreglar nuestra vereda.» (2012)

El mensaje de la campaña electoral del Frente Amplio, «más de lo mismo», estaba dirigido a disipar cualquier temor o presunción de un cambio radical en la política económica. Su reafirmación constante de que el modelo económico a seguir era el de Lula y no el de sus amigos Chávez o Fidel Castro, significaba dejar en un cajón gran parte del legado marxista o libertario que siempre había defendido.

En la campaña se garantizó la continuidad del equipo de gobierno y las políticas económicas del antecesor Tabaré Vázquez. Para Mujica estas políticas se resumen en la idea de alcanzar un «capitalismo en serio» basado en el presupuesto de «sociedades decentes» en lo económico para desarrollar al máximo las fuerzas productivas. Muchas veces ha manifestado que rechaza el consumismo pero asume que es el motor de la economía y el crecimiento.

Aunque siga «teniendo los cuestionamientos para el capitalismo que tenía hace cuarenta años», su pragmatismo de reconocer los hechos como son lo han llevado a aceptar la convivencia con reglas de juego que rechaza.

«No se confundan. Yo no hago una apología de la pobreza ni llamo a quedarse quieto y volver a la época de las cavernas: [...] estoy en contra de la sociedad del despilfarro intelectualmente, pero soy gobernante y no puedo hacer un carajo, pero déjenme la libertad de decir lo que pienso.» (2012)

Por lo tanto su misión como gobernante es «multiplicar la riqueza de mi pueblo, por que mi pueblo pueda gastar más y por que mi pueblo tenga acceso a los bienes producto del desarrollo de la ciencia y brindar los mejores servicios de salud y educación».

Estas ideas se traducen en políticas de fomento a las inversiones externas, seguridad jurídica para los inversores, fiscalidad moderada con un control estricto del gasto público, inversiones en grandes infraestructuras y desarrollo de proyectos energéticos.

La construcción de un puerto de aguas profundas, la aprobación de una nueva ley de minería que favorece la explotación a cielo abierto en yacimientos de hierro, el impulso renovado a las industrias de celulosa, son algunos de los resultados más emblemáticos de su gestión. También se ocupó de los más humildes a través del programa Juntos para la construcción de viviendas sociales o la ley para regular el trabajo de los peones rurales, que era una vieja reivindicación de la izquierda uruguaya.

Como balance de la gestión el Banco Mundial ha calificado de bueno el desempeño económico del Uruguay ya que su economía ha mantenido tasas de crecimiento altas, superiores a la media de la región, niveles de desempleo bajo, del 6,5% en su último año de gobierno y un alto nivel de igualdad de oportunidades en términos de acceso a servicios básicos tales como educación, agua potable, electricidad y saneamiento.

Por el buen desempeño económico con desarrollo social, la revista The Economist eligió a Uruguay como país del año 2013. Fiel a su estilo de no tomarse muy en serio a sí mismo Mujica comentó este reconocimiento con un «¡Qué mal que estarán los otros!».

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