Mújica. Una biografía inspiradora

Mújica. Una biografía inspiradora


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«Arrasamos la selva, las selvas verdaderas, e implantamos selvas anónimas de cemento. Enfrentamos al sedentarismo con caminadores, al insomnio con pastillas, la soledad con electrónicos, porque somos felices alejados del entorno humano.»

Mujica tenía razón cuando hablaba así en su discurso frente a los miembros de la ONU en 2013. Los estudios revelan que la tendencia de la sociedad actual incrementa entre otras cosas la sensación de soledad, que además toma nuevas formas.

Un estudio realizado por la Fundación de Francia en 2010 atestigua que actualmente no se siente sola únicamente la gente mayor, sino que puede sobrevenir a personas de cualquier sexo y edad, de zonas urbanas o rurales. Las principales causas son:

Fragilidad de los vínculos familiares.

Tensión en las relaciones laborales.

La resistencia a comunicarse con los que están alrededor.

La predilección creciente por las relaciones e intercambios virtuales.

La soledad parece mala, cuando ha sido tradicionalmente una vía hacia el descanso, la meditación y el encuentro con uno mismo. Tal como apunta la psicoanalista Nicole Fabre: «Las personas que aprecian la soledad son capaces de entrar en contacto consigo mismas sin romper el vínculo con los demás. Son igualmente capaces de salir de su soledad para ir al cine, a comer o responder al pedido de ayuda de un amigo [...]. La mala soledad se hace reconocible cuando provoca la necesidad compulsiva de establecer un vínculo, a menudo de manera superficial, para llenar el vacío.»

Parece ser que, además, la mala soledad es contagiosa. Un análisis realizado sobre 5.000 habitantes de la ciudad de Framingham permitió descubrir a los investigadores que las personas que se sentían más solas eran aquellas que estaban en la periferia de su red social, y que el riesgo de sentirse aislados aumentaba alrededor de un 50% en sus amigos más cercanos.

Alejarse del entorno humano, como apuntaba Mujica, es uno de los mayores males de la sociedad moderna, porque el contacto personal es uno de los mejores bálsamos. Como decía Sigmund Freud: «La ciencia moderna aún no ha producido un medicamento tranquilizador tan eficaz como lo son unas pocas palabras bondadosas.»

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