Mújica. Una biografía inspiradora

Mújica. Una biografía inspiradora


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«Lo inevitable no se lloriquea. Lo inevitable hay que enfrentarlo.»

Mujica enfrenta la inefabilidad de la muerte con estoicismo y calma, sabiendo que es natural e inevitable, como demostraba con estas palabras para el diario El Universal en mayo de 2010.

«Cuando pienso que me voy a morir, tiendo la cama y me acuesto a morir. Pero es lo que quiero decir a la gente, lo inevitable no se lloriquea, lo inevitable hay que enfrentarlo, y uno está peleando un partido de ajedrez y sabe que lo va a perder», afirmaba.

Y es que enfrentarse a la muerte no es fácil, como descubrió Alejandro Jodorowsky, que sentía miedo a morir y que tuvo que enfrentarse a la muerte de su hijo. En el primer capítulo de sus memorias noveladas El Maestro y las Magas, titulado «Intelectual, ¡aprende a morir!», relata cómo su maestro le respondió cuando fue a él en busca de consuelo:

«La última vez que vi al maestro Ejo Takata fue en la modesta casa de una vecindad, en los límites superpoblados de la capital mexicana. Un cuarto y una cocina, no más. Yo iba allí en busca de consuelo, sufriendo por la muerte de mi hijo. El dolor me impidió ver las cajas de cartón que llenaban la mitad del cuarto. El monje se puso a freír un par de pescados. Yo me esperaba un sabio discurso sobre la muerte:

“No se nace, no se muere... La vida es una ilusión... Dios da, Dios quita, bendito sea Dios... No pienses en su ausencia, agradece los veinticuatro años con que alegró tu vida... La gota divina regresó al océano original... Su consciencia se ha disuelto en la feliz eternidad...”

Todo eso me lo había dicho a mí mismo, pero el consuelo que buscaba en esas frases no calmaba mi corazón. Ejo solo pronunció una palabra: “Duele”, y con una reverencia sirvió los pescados. Comimos en silencio. Comprendí que la vida continuaba, que debía aceptar el dolor, no luchar contra él ni buscar consuelo. Cuando comes, comes; cuando duermes, duermes; cuando duele, duele. Más allá de todo aquello, unidad de la vida impersonal. Nuestras cenizas han de mezclarse con las del mundo...»

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