Mújica. Una biografía inspiradora

Mújica. Una biografía inspiradora


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«La basura es como la culpa, no la quiere nadie en el barrio.»

Mujica se quejaba durante la primera vuelta de la basura que se acumulaba en los alrededores de Montevideo, como recogía Teve Ciudad. Para él era un problema de gran importancia el de encontrar la forma de lidiar con la basura que nosotros mismos generamos.

En Bolivia este problema también está presente, y el profesor de Lengua y doctor en Filosofía paraguayo José Manuel Silvero encontraba esa conexión entre la basura y la negación moral que hacen que la limpieza en las calles se asocie con la altura social:

«¿Hemos olvidado la imagen de aquellos aborígenes que, impotentes ante una inusitada violencia física y simbólica, fueron desalojados de un espacio público de Asunción? La permanencia de esos “cuerpos extraños” en la Plaza Uruguaya había despertado el celo higienista de vecinos y comerciantes de la zona, que remarcaron una y otra vez el lado “inmundo” de aquella empresa. El ideal desinfectado triunfó. Preferimos el aire refinado de la lejana y calcificada Europa a los tufos cercanos de nuestros “malolientes guaraníes”. Si blindamos nuestro entorno por temor a la suciedad de los aborígenes, imagínense lo que harían ellos si temieran nuestros actos de “hombres civilizados”. Allí donde ubicamos la mierda aterrizan los prejuicios revestidos de repugnancia y asco moral. Lo abyecto empadrona a los “apartados” en el lugar del olvido, atentando y ahorcando diariamente la idea central de una comunidad política que se precia de ser “Estado Social de Derecho”. Siguiendo a Canseco, podemos decir que, desde que el mundo es mundo, la mierda ha servido para distinguir entre nosotros y los otros, para trazar la línea que habría de separar a los que conformaban y definían el orden, para establecer los límites entre lo conveniente y lo inconveniente, entre lo civilizado y lo bárbaro. Por ello, la historia de la mierda es la historia de las relaciones humanas tanto a nivel nacional como regional.

Rodolfo Kusch sostiene que la vigilancia desmesurada de nuestro atuendo académico nos hace sentir pulcros, pero que de lo que no nos damos cuenta es de que cuando dejamos esa aura nos encontramos con la vida, y encontrarse con la vida es encontrarse con el hedor, con todo eso que nosotros rechazamos.»

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