Misery

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III - Paul » 25

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Annie llegó a las tres menos cuarto de aquella tarde. Su cabello, habitualmente grasiento, estaba aplastado alrededor de la cabeza con la forma del casco que había llevado. Estaba de un ánimo silencioso, que más que depresión parecía indicar cansancio y deseo de reflexionar. Cuando Paul le preguntó si todo había ido bien, asintió.

—Sí, me parece que sí. Tuve problemas para arrancar el coche. De no haber sido por eso, hace una hora que estaría aquí. Las bujías estaban sucias. Por cierto, ¿cómo están sus piernas, Paul? ¿Quiere que le ponga otra inyección antes de llevarlo arriba?

Al cabo de casi veinte horas en la humedad, sentía las piernas como si alguien las hubiera traspasado con clavos oxidados. Necesitaba una inyección desesperadamente, pero no allá abajo. No serviría para nada.

—Creo que estoy bien.

Ella le dio la espalda y se agachó.

—Bueno, agárrese. Pero recuerde lo que le advertí. Estoy muy cansada y no reaccionaría bien ante bromitas estúpidas.

—No tengo intención de bromear.

—Estupendo.

Lo levantó con un gruñido húmedo y él tuvo que morderse los labios para no lanzar un grito de agonía. Lo llevó a través de la habitación hacia la escalera, con la cabeza ligeramente ladeada, y él se dio cuenta de que estaba mirando la mesa llena de latas. La mirada fue corta, aparentemente casual, pero a Paul le pareció que duraba un tiempo muy largo y estaba seguro de que ella notaría la ausencia de la lata de fluido para encender carbón. La tenía metida en la parte de atrás de sus calzoncillos. Meses después de sus primeras depredaciones, había logrado reunir el valor suficiente para robar cualquier cosa, pero si las manos de Annie tocaban sus piernas mientras ascendían la escalera, agarrarían algo más que un trasero escuálido.

Ella desvió la mirada de la mesa sin ningún cambio de expresión y el alivio fue tan grande, que el ascenso hasta la alacena le resultó casi soportable. Aquella mujer era capaz de mantener cara de póquer cuando le parecía; no obstante, pensó que esa vez la había engañado o al menos eso esperaba.

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