Miraculous. Las aventuras de Ladybug. Riposte

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Miraculous. Las aventuras de Ladybug. Riposte

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—Ese traje de esgrima te queda muy bien —dijo Tikki a Marinette.

—Gracias, Tikki. A ver si encuentro una careta que me sirva. Tengo que pasar las pruebas para formar parte de la academia de esgrima más prestigiosa del país. Voy a demostrar lo que valgo y, de paso, voy a ¡impresionar a Adrien!

El profesor anunció que sólo quedaba una vacante. Los aspirantes deberían mostrar sus habilidades en un combate contra los alumnos más expertos. Marinette intentó identificar a Adrien.

—¿Buscas a alguien? —le preguntó uno de los alumnos.

—Pensé que Adrien estaría aquí. Es un chico amable, alto, rubio, y ¡superguapo!

—Gracias por los piropos. No sabía que te gustaba la esgrima —dijo Adrien tras levantarse la careta.

—¡Adrien! La esgrima eh... pues sí me gustas, o sea, me gusta la esgrima —contestó Marinette.

El profesor dio la orden de ponerse en posición para iniciar el combate.

—Flexiona las rodillas, coloca la pierna izquierda hacia atrás, el pie hacia fuera y el sable hacia delante —aconsejó Adrien a Marinette.

—Saludaos. En guardia, ¡adelante! —ordenó el profesor.

Todos los alumnos iniciaron sus ataques bajo la atenta mirada del profesor, menos Marinette, que se quedó inmóvil.

—Marinette, ¡tienes que tocarme! —le informó Adrien.

Acto seguido, Marinette reaccionó y le asestó varias estocadas haciendo gala de unos reflejos increíbles.

De repente, una voz misteriosa se dirigió al profesor desde el fondo del gimnasio.

—Eh, usted, ¿es el profesor de esgrima? Quiero unirme al equipo.

—Sólo queremos a los mejores, granuja —contestó el profesor.

—Yo lo soy en todo lo que hago —replicó el misterioso personaje.

—Este mocoso tiene ambición. Muy bien, consideraré tu admisión si ganas a uno de mis alumnos. Adrien, ¡dale una lección! —sentenció el profesor.

El combate tuvo que repetirse una y otra vez porque no había forma de averiguar quién había dado la primera estocada. La igualdad era máxima.

—Sugiero que continuemos luchando sin señalizador —propuso el rival misterioso.

Adrien aceptó el envite y prosiguió un encarnizado combate por todo el gimnasio. El profesor estaba entusiasmado por encontrarse ante un enfrentamiento entre dos contrincantes tan excelentes. El duelo sin cuartel siguió en la biblioteca ante la mirada atónita de Marinette.

—¿Quién tocó primero? —preguntó el combatiente misterioso tras haber envestido a la vez que Adrien.

Sólo pudo pronunciarse Marinette, la única que había llegado a tiempo a la biblioteca para ver el desenlace final.

—Pues... no lo sé. Creo que fue... Adrien.

—¡Magnífico! Esta victoria es un honor para nuestra escuela —dijo el profesor. El misterioso aspirante aceptó con deportividad la derrota y se marchó tras clavar su sable en el suelo.

—¿Estás segura, Marinette? —preguntó Adrien—. Me parece que él me tocó primero.

Desde su guarida, Lepidóptero tuvo claro quién sería su próxima víctima.

—Un campeón al que han robado su victoria. Esa derrota será el acero ideal con el que forjar una espada vengadora. ¡Vuela, mi pequeño akuma, y demoniza a ese luchador!

—Espera, ¡tu sable! Te debo la revancha —dijo Adrien a su contrincante, quien, para su sorpresa, era una chica.

—No hace falta, has ganado. No existen segundas oportunidades en mi familia. Adiós —respondió la muchacha.

Adrien subió al coche de su familia y ordenó al chófer que siguiera a la misteriosa chica. Marinette, al ver pasar un akuma, se transformó en Ladybug y también comenzó a seguirla.

El akuma alcanzó el coche de la chica misteriosa cuando se detuvo en un semáforo.

—Soy Lepidóptero. Te daré otra oportunidad para demostrar que eres la mejor esgrimista y, a cambio, me traerás los prodigios de Ladybug y Cat Noir.

—Muy bien. ¡Voy a vencer! —contestó la chica, a quien Lepidóptero había apodado Riposte.

De golpe, Riposte saltó sobre el coche de Adrien y, de un sablazo, lo partió en dos.

—Creo que voy a aceptar tu oferta de revancha —amenazó Riposte.

—No lucharé contigo. No eres... tú misma —respondió Adrien.

—Alto, Riposte. Podrás vengarte de él, pero sólo si antes consigues los prodigios de Cat Noir y Ladybug —ordenó Lepidóptero desde su guarida.

Justo cuando Riposte amenazaba con su sable a Adrien, apareció Ladybug e intentó desarmarla, pero se dio cuenta de que el sable estaba unido a su brazo. Entonces, Riposte inició un ataque furibundo contra Ladybug hasta acorralarla. En esta ocasión, fue Adrien quien salvó a su compañera, aunque se torció el tobillo en el intento.

Tras huir a una azotea, Ladybug intentó localizar a Cat Noir para que la ayudara. Adrien, nervioso, le respondió que debía de estar ocupado. En ese instante, volvió a aparecer Riposte.

—Dejad que os explique las reglas. No podéis abandonar el combate. Adrien es mío y ahora os venceré a los dos. Comprobaréis que ¡soy la mejor esgrimista!

Los chicos reconocieron que Marinette se había equivocado en su veredicto, pero eso no fue suficiente para Riposte, que retomó el ataque sobre Ladybug. Adrien aprovechó para escabullirse e intentar transformarse en Cat Noir, pero en ese momento, Ladybug pudo librarse de Riposte y regresó junto a su amigo para continuar la huida. Ladybug y Adrien se escondieron en el museo del Louvre. Ladybug ordenó a su amigo que se metiera en... ¡el sarcófago de un faraón!

Riposte no tardó en presentarse en el museo. A pesar de su insistencia, Ladybug se negó a confesar dónde estaba Adrien.

—Muy bien. Te venceré y me quedaré tu prodigio. Luego buscaré a Adrien —sentenció Riposte antes reiniciar el ataque.

Por su parte, Adrien no podía seguir encerrado en el sarcófago sin hacer nada y decidió que era el momento de transformarse en Cat Noir.

Una vez más, Cat Noir volvió a llegar justo a tiempo, ya que Riposte había desarmado a Ladybug. Juntos, consiguieron acorralarla, pero entonces Riposte logró reaccionar. Tras accionar el sistema de alarma para aislar una de las habitaciones del museo, consiguió dejar fuera del combate a Cat Noir para enfrentarse cara a cara con Ladybug.

Cat Noir recurrió a su poder para destrozar la puerta de hierro que lo retenía y regresar de nuevo a ayudar a Ladybug. Cada vez cojeaba más.

El combate de Ladybug y Riposte se prolongó hasta la sala del faraón, donde Ladybug no pudo evitar echar una mirada al sarcófago. Riposte dedujo rápidamente que ahí estaba escondido Adrien y partió en dos el sarcófago ante la mirada horrorizada de Ladybug.

Ladybug respiró aliviada al comprobar que Adrien ya no estaba dentro del sarcófago. Entonces, reaccionó rauda y esta vez fue ella quien accionó la alarma para apresar a Riposte en la habitación del faraón.

—Busquemos juntos a Adrien, Ladybug, y acabemos este juego —dijo Riposte mientras destrozaba la puerta que la separaba de sus adversarios.

—¡Lucky charm! —gritó Ladybug antes de retomar el enfrentamiento, y obtuvo un... ¡radiador!

Ladybug se dio cuenta de que el akuma de Riposte estaba en su sable.

—¡Enfrentamiento final! —gritó Cat Noir.

Los tres contrincantes reanudaron el combate con todas sus fuerzas pero nadie podía imponerse. Entonces Ladybug tuvo una idea. Empleó el radiador para, junto con el cinturón de Cat Noir, tirar del sable de Riposte y arrebatárselo. ¡Funcionó! El akuma salió de su sable destrozado y la chica recuperó su estado normal.

—Me voy. Tengo cita con el veterinario —anunció Cat Noir que, acto seguido, se escondió para transformarse de nuevo en Adrien y regresar.

—Hola, Ladybug. Salí de ahí porque pensé que sería más fácil huir. Además, odio estar encerrado —dijo Adrien—. ¿Así que Cat Noir apareció al final?

—¡Sí! Entre nosotros, es mejor que yo en esgrima —respondió Ladybug, justo antes de despedirse tras recibir el aviso de que iba a transformarse.

Adrien fue a devolver el sable a la chica misteriosa y ambos se disculparon.

—Yo creo que el punto era tuyo —reconoció Adrien—. A veces, Marinette se pone nerviosa, aunque nunca haría trampas.

—Te gusta mucho, ¡eh! —advirtió la chica.

—¿Marinette? Sí, claro... Es muy buena amiga. Por favor, acepta el sable.

Finalmente, la chica accedió a recuperar su sable.

—Me llamo Kagami. Prepárate para esa revancha —dijo a Adrien.

Marinette y Tikki habían presenciado escondidas toda la escena.

—Es genial, yo le gusto, pero ya sabes, quiero... ¡gustarle mucho! —contestó Marinette.

—En ese caso, tendrás que mejorar en esgrima —sentenció Tikki con una sonrisa.

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