Maverick

Maverick


11. Maverick

Página 15 de 31

11

Maverick

Una cañada en el bosque: la luz del sol, fresca y verde, se filtraba a través de las hojas mientras los alirrojos se precipitaban sobre las ramas más bajas de los árboles, piando alegremente. Arriba en la copa, una cigarra anunciaba su nueva camada con un monótono y grave zumbido y lejos, en la distancia, los alegres gritos y aullidos de los lobos cazadores resonaban por todo el valle.

El suelo en forma redonda del claro del bosque estaba cubierto de afloramientos rocosos, viejas estacas musgosas y troncos caídos, y de los restos destrozados de cuatro robots.

Un delgado adolescente se paseaba portando su trofeo, que consistía en unos cables que una vez estuvieron conectados a un cuello. Al otro lado del claro, alguien gritaba, distrayendo al adolescente; dejó caer la cabeza del supervisor Gama expuesta sobre un trozo de roca y el ruido le hizo apartarse corriendo. Cuando el adolescente se dio cuenta de lo que el otro estaba haciendo se volvió para recuperar la cabeza que había rodado por la pendiente. Tomó impulso, se deslizó a través de un húmedo cenagal, esquivó el saliente de una roca, dio un brinco en el aire y después un salto largo e inseguro. El joven lobo bajó saltando ladera abajo, intentando alcanzar la cabeza rodante.

Patinó hasta que pudo pararse cuando la cabeza hizo un ruido sordo al detenerse en una pila de humus y hojas podridas en la base del tronco de un árbol musgoso, tan sólo a medio salto de la prominente nariz del extraño.

Aparentemente, la cabeza molestó al extraño. Se levantó, bostezó y dirigió una amenazadora mirada al jovencito. Después olfateó la cabeza sin mucho interés, la marcó con su olor y se sentó de nuevo.

El joven lobo decidió ir en busca de otro trofeo.

Maverick observó cómo el joven bajaba la cola y después centro su atención de nuevo en la cabeza. «Con que eso era un Piedra caminante, ¿no? Menuda bola de pelo. No era tan duro». Levantó una de las patas traseras, se complació rascándose un rato detrás de la oreja y terminó cogiendo con los dientes un poco del material granulado que estaba amontonado. «Por otra parte, no puedo decir mucho de su sabor». Desmontó un fragmento del brazo de Lingüista 6, lo escupió y miró hacia el grupo de lobos que estaba ocupado destrozando la última carcasa que quedaba intacta. Pudo distinguir claramente a Cola blanca.

«Y ésa es la hija del viejo, ¿no? Guau. Tiene las patas larguiruchas. Camina como si tuviera la cola almidonada. Y es bastante joven, incluso para tus gustos».

«De todas formas, no está mal. Quizás en un año o dos se convierta en algo a lo que merezca la pena aullar. Mientras tanto, no debemos dejar de pensar en el motivo por el que vinimos aquí. El viejo está al mando y él depende de ella. Sin duda, yo diría que tengo que centrarme en ella». Maverick bostezó otra vez, en una estudiada forma que pretendía ser casual, y dio un nuevo vistazo al claro.

En el fondo, tenía que admitir que ese asunto de la caza no había estado del todo mal. Al principio, parecía haberse metido directamente en la peor de sus pesadillas: una caótica muchedumbre de unos doscientos torpes lobos cargando a través de los espinos y el ramaje, ladrando y aullando con la suficiente fuerza como para conseguir que cualquier animal sordo huyera en busca de cobijo.

Cuando se alejaron unos cien saltos de la Madriguera, la multitud comenzó a separarse. Alguien que realmente sabía algo sobre la caza cogió un montón de pasto y lo dejó en el sendero. Un puñado de adolescentes ahuyentaron a una ardilla que se encaramó en un árbol y se mantuvieron debajo ladrando como locos y demostrando, una vez más, que los lobos no pueden trepar a los árboles, no importa la fuerza con la que lo intenten.

Algunos grupos se separaron para seguir otros prometedores olores, pero Maverick mantuvo los ojos en Aullador. Había dado muchas vueltas, giros y disimulos, por un momento había tenido la absurda idea de que Aullador intentaba despistarlos y hacerlos volver a la Madriguera, pero incluso cuando la pata izquierda trasera le había empezado a palpitar, se las arregló para permanecer pegado al viejo lobo todo el camino.

«Después de todo, ésa fue la razón principal de venir a la Madriguera, ¿no? Encontrar el centro de poder, acercarse a él y trabajar para escalar puestos en el orden de mando». Y para ser sinceros, el plan parecía funcionar. El grupo que seguía a Aullador se había reducido hasta tener sólo diez lobos cuando salieron desde los arbustos y se precipitaron hacia el grupo de Piedra caminantes.

Maverick dejó escapar un pequeño estornudo de disgusto. «¿Piedra caminantes? ¿Ésos son los horribles y desagradables monstruos asesinos de los que tiene que defendemos Plateada? Madre, yo he visto árboles que son mejores luchadores que ellos». A pesar de la amenazante charla sobre muertes silenciosas y miradas que mataban, no había habido rayos ni truenos. Los Piedra caminantes simplemente habían permanecido sobre sus patas traseras, mirando a los lobos atacantes, como un puñado de asustadizas marmotas sorprendidas por la luz del sol.

Si Aullador hubiera mostrado un asomo de duda, hubiera sido el final. «Pero el viejo loco obviamente cree en el asunto de Plateada. Les atacó directamente».

«Y la Abuela me ayudó y yo le seguí». Uno de los Piedra caminantes había empezado a señalar a Aullador con la pata izquierda delantera. Maverick no tuvo tiempo para pensar e ir despacio; hizo una finta, dio unos pasos vacilantes y cargó directamente contra el Piedra Caminante.

«Fue una buena apuesta, Maverick, viejo amigo. Si las historias sobre que lanzan rayos con las patas son ciertas, salvaste la vida del viejo. Esa puede haber sido una excelente jugada para conseguir su gratitud». Con un fuerte gruñido, se encogió para saltar sobre el Piedra Caminante, agarrándole la pata delantera entre sus mandíbulas.

Ahí es donde algo fue extraño. Morder el cuerpo del Piedra Caminante fue como masticar arena. Entre el dolor seco en los dientes, el grasiento y nada apetecible gusto de la carne del Piedra Caminante y la aparente carencia de huesos de sus miembros, Maverick había olvidado momentáneamente todo lo que sabía sobre equilibrio y tiempo. Él había contado con que en ese momento el Piedra Caminante perdería el equilibrio y él aprovecharía la inercia para morderle la mejilla.

En vez de eso, la pata delantera de esa cosa simplemente había girado entre sus dientes y él había caído volando sobre un montón de matojos en flor. Su heroico salto había acabado en una desmañada caída.

Maverick miró de nuevo en tomo del claro, un claro lleno de lobos que no percibían su presencia, y tuvo un sentimiento de frustración. «Definitivamente, aterrizar sobre los huesos de la cola no es la mejor forma de impresionar a los nativos. De acuerdo, podía haber sido peor, pero en este momento es difícil imaginar cómo».

Entre el tiempo que le llevó recuperar el aliento y la torcedura de su pierna herida, se mantuvo fuera de la lucha unos pocos minutos. Cuando salió arrastrándose de los arbustos y consiguió ponerse de pie sobre las cuatro patas, la batalla había terminado. Aullador estaba subido a una roca dando la bendición de la victoria (aunque Maverick tenía que admitir que el viejo parecía un poco pálido y débil), los adolescentes estaban haciendo un extremadamente chapucero trabajo, despellejando y desmontando las carcasas y Cola Blanca estaba ocupada trenzando un puñado de aquellos estúpidos amuletos, como el que llevaba Aullador, y repartiéndolos entre los lobos que habían permanecido en lo más crudo de la lucha.

Su mirada se fijó en Cola Blanca de nuevo y esbozó una irónica sonrisa. «De acuerdo Mavvy, viejo amigo, era demasiado llegar a la Madriguera como un héroe conquistador. Creo que es el momento de intentar el plan B: enamorarse de la hija del líder». Se aseó un poco el pelo, estiró los hombros y comenzó a trazar su línea de acción. Después dedicó a Cola Blanca una última mirada de evaluación e hizo una mueca. «De cualquier forma, tiene las piernas larguiruchas. Oh, lo que hay que hacer…». Esbozando una alegre sonrisa en su cara, comenzó a mover la cola con una lenta y amigable oscilación y se paseó por los alrededores.

El resto de los jóvenes estaba vagando, arrastrando las piezas desmontadas de los últimos Piedra caminantes con ellos. Cola Blanca estaba de cuclillas al lado de un torso sin cabeza, extrayendo cuidadosamente las delgadas y correosas venas que estaban enroscadas en la cavidad del cuello. Parecía estar sacándolas ordenadas por colores; la impresión se reforzó cuando ella midió tres trozos de igual longitud de venas amarillas, verdes y negras y rápidamente las trenzó convirtiéndolas en un collar.

Con fingida naturalidad, Maverick se sentó y observó su trabajo con una expresión interesada en el rostro. Cuando ella notó su presencia después de un minuto aproximadamente, él se aclaró discretamente la garganta y sacudió la cola con un poco de más fuerza.

Ella levantó la vista y sus ojos se encontraron por un instante. Después ella volvió a su trabajo.

«Es demasiado aspirar al amor al primer olisqueo. Mavvy, viejo amigo, vas a tener que hablar con ella». Después de un momento de silencio, se aclaró de nuevo la garganta y habló:

—Alabada sea Plateada.

—Alabada sea Plateada —respondió ella, sin levantar la vista ni dejar su trabajo.

«De acuerdo, Mavvy, comencemos con la seducción».

—Dime, Cola Blanca, ¿puedes creer lo que ha pasado en la lucha? Atrapamos a cuatro Piedra caminantes y no sufrimos ningún daño. Te digo que Plateada debe estar velando por nuestra seguridad.

Cola Blanca hizo una pausa en su trabajo el tiempo suficiente para dirigir a Maverick una extraña mirada:

—¿Te conozco?

La pregunta cogió a Maverick por sorpresa.

—Bueno, no. Quiero decir…

Las orejas de Cola Blanca se levantaron y se inclinó acercándose a Maverick para olerle.

—Pues algo me resulta familiar en ti —ella le olfateó de nuevo y entonces entornó los ojos en una fina linea—. Oh, ya te recuerdo. Estabas en la primera fila en la reunión, ¿no?

«De acuerdo, chico, éste es el momento». Maverick se inclinó un poco, hinchó el pecho ligeramente y le dedicó una sonrisa desenfadada.

—Sí estaba. Un sermón fascinante, simplemente fascinante. Tu padre es…

—Tú fuiste el que comenzó las aclamaciones, ¿no?

Vaya. Maverick agachó las orejas.

—Bueno, en realidad…

Cola Blanca dejó su cuchillo a un lado, se sentó en posición de alerta y miró fijamente a Maverick:

—Sí, ahora lo recuerdo. ¿Sabes que estaba observándote todo el tiempo?

Las orejas de Maverick se pusieron tiesas de nuevo:

—¿En serio?

Cola blanca se giró hacia la carcasa no sin antes dedicar una última mirada de disgusto a Maverick:

—¿Realmente piensas que eres el primero en intentar mejorar tu estatus gritando falsas creencias?

—¿Falsas? Mira chica, yo… —el argumento murió en su garganta.

«Afróntalo, Mavvy, viejo amigo, ella es muy inteligente y te ha pillado. Tienes que intentarlo con la verdad». Maverick se dejó caer sobre el vientre, cruzó las patas delanteras y descansó la barbilla sobre sus garras:

—De acuerdo, lo admito. Todas las manadas que he encontrado tienen sus rarezas y pensé que este asunto de Plateada era una misteriosa costumbre local más. He estado solo durante un año y empiezo a sentirme cansado de ser un solitario. ¿Puedes culparme por intentar encajar aquí?

Cola Blanca dejó de nuevo al lado su cuchillo y dedicó a Maverick una enigmática sonrisa:

—Acabas de ganar dos puntos por tu honestidad, extranjero. Muchos impostores se limitan a protestar cuando los desenmascaro. Eres el primero que encuentro que al menos muestra un poco de integridad. Y volviendo al tema, tengo que confesarte algo por mi parte. Yo tampoco creo —los ojos de Cola Blanca se entornaron y lo miró fijamente, estudiando su reacción.

«Bueno, Mavvy, esta muestra de honestidad parece que nos lleva a algún sitio. Continuemos por este lado». Maverick se sentó, movió la cabeza a los lados, levantó una oreja y miró a Cola Blanca asombrado:

—¿No crees? Pero en la reunión dijiste, quiero decir…

La expresión de Cola Blanca se endureció:

—Entiende una cosa, extranjero. Aullador no es sólo el líder de la manada, también es mi padre, y haré cualquier cosa que sea necesaria para protegerle. Eso incluye engañarlo para que lidere una cacería cuando la manada está hambrienta —con una rapidez que sorprendió a Maverick, Cola Blanca agarró de repente su cuchillo de piedra y lo apretó contra su esternón—. O sacarte el corazón y alimentar con él a los colmillos agudos si utilizas tu incredulidad para actuar contra él. ¿Soy suficientemente clara?

Con cautela, Maverick empujó el cuchillo a un lado:

—Completamente.

—Bien —ella bajó la guardia y centró su atención de nuevo en la carcasa—. Ahora puedes perderte o hacer algo útil. ¿Sabes algo de la anatomía de los Piedra caminantes?

Maverick siguió la mirada de ella hasta la desordenada masa de color azul pálido que había dentro de la cavidad pectoral del Piedra caminante. Guiándose por el color, había al menos seis tipos diferentes de venas pero la cavidad, extrañamente, no mostraba rastros de sangre y no había nada que se pudiera identificar claramente con un corazón. De hecho, ni siquiera estaba seguro de que hubiera diferencias entre los órganos y los músculos. Una gran parte de la cavidad estaba llena de la grasienta grava azul que él había sentido en sus dientes durante la lucha.

—No —admitió finalmente.

—Bien. Es tu oportunidad para aprender. Ayúdame a darle la vuelta a esta cosa, ¿vale? —con un gruñido de esfuerzo, Cola blanca comenzó a empujar el cadáver. Maverick la ayudó. A pesar de no tener piernas ni cabeza, el cadáver era sorprendentemente pesado, pero juntos lograron girarlo.

—Ahora extranjero —lo miró con severidad—. Dime, ¿cuál es tu nombre?

Él dudó un momento. «Bueno, chico, ¿cómo de lejos queremos llegar con este asunto de la sinceridad?».

—Maverick —dijo al final.

—¿Maverick? Ése es un nombre de marginado. ¿No tienes un nombre familiar?

Él desvió la mirada y comenzó a girar la cola en secas y nerviosas sacudidas:

—No, ninguno.

Cola blanca lo miró de nuevo examinándolo y después se encogió de hombros:

—Presta atención. No me gusta tener que repetir —cogió su cuchillo y se volvió hacia el cadáver—. Observa —dijo en un tono frío y formal—, el problema de cazar Piedra caminantes es que no parecen tener nada dentro que podamos comer —hundió su cuchillo en la juntura de los hombros—. Si al menos tuvieran huesos —y abrió completamente la carcasa. A esas alturas no era sorprendente que el Piedra caminante no tuviera columna vertebral.

—No tienen hígado —continuó Cola blanca—. Ni corazón, ni riñones y los músculos…, bueno, ya has probado una pierna. ¿Qué piensas?

Maverick hizo una mueca al recordar:

—Preferiría morder un apestoso trasero.

Cola blanca asintió sabiamente:

—Una opinión muy popular —miró a Maverick y después dirigió la vista hacia la zona de los hombros del Piedra caminante—. Otro problema es que los Piedra caminantes no parecen tener piel propiamente dicha. Es imposible decir dónde termina la piel y dónde comienzan los músculos, lo que hace que sea especialmente divertido observar cómo los jovencitos intentan despellejarlos. Pero hay algo incluso más peculiar que la carencia de piel que me gustaría que vieras. Mira aquí. ¿Qué es lo que pasa?

Maverick se levantó sobre las cuatro patas y olisqueó muy cerca el punto que Cola blanca le indicaba.

—¿Qué? Está cicatrizado.

Cola blanca frunció el ceño impaciente:

—Este Piedra caminante está muerto, ¿no? Lo que quiero decir es que sus patas delanteras están por un lado, las traseras por otro… —miró hacia el claro e hizo un gesto en dirección a un tronco caído— por allí, creo. Y sólo la Madre sabe a dónde habrá ido a parar la cabeza. Pero deja la piel sin tocarla por unos minutos y las heridas se cerrarán antes de que vuelvas la vista. Si los órganos tienen el tiempo suficiente, se fundirán en ese material azul arenoso que hace indistinguible la piel del músculo —Cola blanca hundió su cuchillo de nuevo y cortó a través de la zona de la cadera del Piedra caminante—. Todo lo que puedo decir es que sólo hay dos órganos dentro del Piedra Caminante que no cambian de forma. Uno es el cerebro. El otro… —metió las patas delanteras en la herida y comenzó a buscar a tientas dentro del cuerpo— normalmente está por aquí —una suave luz le iluminó el rostro en un gesto que terminó con una sonrisa—. ¡Aquí! —con un sonido de succión y expulsión, el órgano salió del cadáver y Cola blanca cayó hacia atrás por el retroceso.

Maverick miró lo que tanto trabajo le había costado sacar:

—¿Un huevo gigante?

—Eso es exactamente lo que parece —Cola blanca volvió sobre sus pasos, sacudió la arena azul que estaba pegada a la cosa y después cogió el cuchillo y golpeó el huevo unas cuantas veces con la hoja—. Pero es la cáscara más dura que he visto nunca.

Maverick arrugó totalmente la nariz:

—Entonces, ¿es un huevo?

—Interesante idea, ¿no? Ése Piedra caminante puede ser algo así como un insecto gigante. Aunque personalmente creo que por la forma y el tamaño se parece más a un huevo de colmillo agudo.

Maverick negó con la cabeza:

—No.

Cola blanca golpeó el huevo de nuevo con su cuchillo:

—Estoy de acuerdo, los huevos de los colmillos agudos son suaves y correosos, mientras que éste es duro como una roca y demasiado pequeño. Aun así…

Maverick lo empujó y puso una garra sobre el huevo.

—No, no lo entiendes. Estos cuatro Piedra caminantes que matamos, ¿los cuatro tenían huevos? —Cola blanca negó con la cabeza. Maverick la miró directamente a los ojos—. ¿No lo ves?

Cola blanca no lo veía:

—¿Qué?

—¿No te preguntaste por qué eran tan malos luchadores? Saltamos sobre un grupo de hembras que estaban empollando.

En el instante en que esas palabras salieron de sus labios, Maverick supo que había cometido un error. Cualquier rastro de calidez que hubiera habido en los ojos de Cola Blanca, había desaparecido ahora. Ella se levantó, irguiendo su cuerpo en toda su altura y preguntó:

—Y dime, oh gran cazador, ¿desde cuando es inofensiva una madre que protege a su cachorro?

—Bueno —Maverick no sabía por dónde salir—, hay algunas, las hembras de las marmotas, algunos pájaros también…

—Inútil, absolutamente inútil —gruñó Cola blanca—. No debería estar perdiendo mi tiempo contigo.

Maverick se quedó paralizado, como si hubiera echado raíces, mientras todas sus voces internas prorrumpían en argumentos cada vez más subidos de tono.

«Ríndete, idiota, ríndete».

«¿Qué? Ante este insolente cachorro».

«Que resulta que también es la hija del líder».

«No lo hagas, chico. Retráctate y preséntale tu garganta ahora o nunca más tendrás la oportunidad de demostrarle quién manda en la guarida».

«¡Pero estabas equivocado, idiota!».

—Bien —dijo Cola blanca retándole.

A Maverick le salvó la llegada de Aullador, que apareció trotando y se colocó justo entre los dos:

—De acuerdo, tortolitos, dejadlo ya. Todavía tenemos un día de caza por delante —dando una gran zancada, miró por encima del hombro y añadió—: Bueno, hija. ¿Vienes?

El pelaje de Cola blanca dejó de encresparse, relajó los labios sobre los colmillos y se giró para seguirle:

—Sí, padre.

Maverick volvió a respirar de nuevo, dio la espalda a Cola blanca y echó otro vistazo al huevo.

Un mordisco en sus cuartos traseros lo tomó totalmente por sorpresa.

—¡Ay! —dio medio giro en el aire y se volvió rápidamente. Cola blanca estaba de pie con una picara sonrisa en la cara y un poco de su pelo entre los dientes—. ¿A qué viene eso? —preguntó él.

—Es sólo un recordatorio, cariño. No he acabado todavía contigo —después, con una fría mirada y un violento chasquido, se dio la vuelta y se fue detrás de su padre.

Maverick se sentó y la observó mientras se alejaba. Cuando estaba suficientemente lejos para oírlo, dijo suavemente:

—Mavvy, viejo amigo, ¿estás seguro de que quieres estar en la misma manada que ella?

Cinco minutos después, cuando Aullador había reunido a todos los cazadores adultos y había conseguido que formaran y se prepararan para dirigirse a otra parte, Maverick todavía seguía dándole vueltas a la respuesta correcta a esa pregunta. Entonces, miró por última vez al huevo del Piedra caminante sólo para descubrir que un delgado jovencito se lo había llevado arrastrando, lo había metido en una grieta y estaba tapándolo con una piedra. Entonces suspiró, se dio la vuelta y trotó detrás del resto de la manada.

Aunque no había comprendido que el huevo era realmente la cápsula de microfusión de energía de Lingüista 6, lo haría muy pronto…

Ir a la siguiente página

Report Page