Marta Segarra: “Quien diga que el hombre es el único animal que viola se equivoca”

Marta Segarra: “Quien diga que el hombre es el único animal que viola se equivoca”

elpais.com - Noelia Ramírez
Marta Segarra fotografiada en el jardín del Ateneo Barcelonés, en Barcelona, el 16 de junio de 2022.Gianluca Battista

Vivimos una nueva fiebre casi religiosa con la ciencia. Nos dicen que es un dato científico y la gente ya pierde los papeles, asume que siempre será verdad. Pero no debemos pasar por alto que la ciencia es un debate continuo, también progresa”. A Marta Segarra (Barcelona, 58 años) le recorren escalofríos por el cuerpo cada vez que alguien intenta zanjar una conversación diciendo: “Lo dice la ciencia y si algo está claro en esta vida es que dos más dos son cuatro”. En sintonía con pensadoras como Donna Haraway, esta filóloga, catedrática e investigadora del Laboratoire d’Études de Genre et Sexualité en París desconfía de todos esos discursos que se aferran al esencialismo científico y las verdades absolutas. “A veces se nos olvida que dos más dos son cuatro porque las matemáticas las inventamos nosotros. Es un lenguaje fabricado”, aclara, una calurosa mañana de junio en Barcelona. Segarra publica ahora Humanimales. Abrir las fronteras de lo humano (Galaxia Gutenberg, 2022), una investigación sobre qué nos une y qué nos separa realmente en la relación humano-animal. Un ensayo en el que aplica, una vez más, esa mirada estudiada que disecciona las interacciones en los ejes de la desigualdad.

Pregunta. ¿Qué es un humanimal?

Respuesta.  Todos somos humanimales. Es un concepto que se refiere a la parte animal de los humanos y a la parte humana de algunos animales no humanos. Como los que llamamos animales de compañía, los domésticos. Se podría decir que a ellos los hemos fabricado o cambiado y, por tanto, son humanimales por esa razón.

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P. ¿Por qué le irrita el dicho que afirma que “el perro es el mejor amigo del hombre”?

R. Porque es una frase simplista y no tiene un viaje de vuelta. Nunca diríamos que “el hombre es el mejor amigo del perro”. ¿Por qué? Porque en realidad es una frase jerárquica. Aquí no estamos hablando de amistad entre iguales, en esa afirmación subyace una idea de lealtad, obediencia y sumisión.

P. De ese sometimiento va un poco su libro, ¿por qué los humanos pensamos que somos excepcionales y únicos?

R. Es una creencia que está arraigada en el pensamiento occidental, que por desgracia ahora es bastante hegemónico. Se ha utilizado la baza del lenguaje y el razonamiento, o la capacidad del sentido del humor o de honrar a los muertos para considerarnos excepcionales sobre los animales.

P. ¿Y no es así?

R. En mi libro intento demostrar que estos argumentos son fabricaciones para justificar esta excepcionalidad. Como dice el antropólogo Philippe Descola, la naturaleza es algo que se ha inventado el hombre. Hemos construido un binarismo entre naturaleza y cultura para situarnos en un plano superior.

P. Quiere problematizar esta noción. Pone en duda los supuestos valores de progreso de la Ilustración.

R. La Ilustración tuvo cosas buenísimas, como el avance de la medicina moderna, pero otras no lo fueron tanto. Para las mujeres en Europa, por ejemplo, el Renacimiento supuso una involución en algunos aspectos y se podría decir que tenían más libertades, entre comillas, en la Edad Media. Con los animales pasó igual.

P. ¿En qué sentido?

R. Se consagró la idea de que la razón era algo exclusivamente humano y se consolidó el sistema socioeconómico que nos ha llevado a este neoliberalismo que tanto nos está fastidiando la vida.

P. Hablando de mujeres y animales, el 80% de los activistas animalistas son mujeres. ¿A qué cree que se debe?

R. Históricamente, las primeras asociaciones de animales que se crearon en Inglaterra estaban formadas por mujeres y ahora hay muchas más que hombres en ellas. Creo que porque las mujeres, por socialización y no por esencia, estamos más entrenadas para ver la interacción de las dominaciones, lo que se llama interseccionalidad. Las percibimos más porque también las sufrimos más. No es que las mujeres sean las que más las sufren, pero por esa socialización tendemos a dar más importancia a los afectos y a implicarnos.

P. La filósofa Vinciane Despret, que defiende el giro animal, se quejó en este diario de que si la ciencia aplica cierta mirada femenina, “se considerará como ciencia más barata y supondrá ser desacreditada en la academia”. ¿Sigue pasando?

R. Lo cuenta siempre Jane Goodall, que ella empezó a ver actitudes en los chimpancés totalmente contrarias a las que había leído en los libros y lo que le habían enseñado los especialistas en la facultad, pero que en su día no pudo publicarlo. Muchísimas estudiosas vieron en los años cincuenta, o incluso en el siglo XIX, que el género es fluido, por ejemplo. Pero esos eran discursos que no se podían publicar porque afirmar tales teorías para esas personas suponía ser apartadas de la academia.

P. Recoge el famoso artículo de The New York Times de 2010 que se preguntaba “si los animales podían ser gais”. Doce años después, ¿toca cuestionar las barreras del género?

R. La etología ha avanzado muchísimo desde los años cincuenta. Todavía mucha gente cita estudios de forma interesada de esa época, en la que los humanos teníamos el género muy separado: a las mujeres les pertenecía el espacio doméstico; a los hombres, el público. Todo aquel que intentaba cruzar o quedarse en el medio era duramente castigado. Aquí también entra la homosexualidad, porque esto está ligado a una heterosexualidad obligatoria que se percibía como lo natural. Socialmente, hemos ido cambiando estas ideas y la percepción que tenemos de la llamada naturaleza, como que su ley era la reproducción.

P. Si lo del placer lo hemos asumido con los humanos, ¿deberíamos hacerlo con los animales?

R. Los animales se acoplan para reproducirse, pero luego hemos entendido que el sexo y la sexualidad está abierta a otros factores. Y no solo por el placer, sino por la idea de sumisión y obligación. Por la fuerza. Quien diga que el hombre es el único animal que viola se equivoca. Es falso. Se han dado casos de violaciones entre elefantes.

P. Desconfía de esa idea darwinista de la supervivencia del más fuerte.

R. Es que la lectura simplista que ha quedado es una contradicción con lo que dijo el propio Darwin. El más fuerte no quiere decir que sea el más adaptable, y eso puede pasar por simbiosis o colaboración.

P. Dice que los mataderos son el símbolo de la “desanimalización” de nuestra sociedad.

R. Nunca se ha comido tanta carne como ahora, y la que se come es una porquería. Solo la élite económica y cultural puede permitirse un filete de una vaca feliz. La industrialización de la crianza animal, más allá de los mataderos, es extractivista.

P. ¿A qué se refiere?

R. Lo define muy bien la teórica y activista Verónica Gago, una de las fundadoras de Ni Una Menos: vivimos en una sociedad que nos chupa la energía, no tanto en los modos de trabajo, que también, sino en cómo nos hemos convertido en una materia prima que explotar desde la mañana hasta la noche. Con los animales no humanos que nos comemos se ve mucho más claro: la optimización salvaje ha hecho que sean esa proteína social desde antes de nacer, en los procesos de fertilización, hasta que mueren.

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Source elpais.com

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