Marilyn Monroe

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EL ÚLTIMO AÑO

El divorcio con Arthur Miller era ya un hecho y en esa época no había aún otro hombre que le pudiera sustituir. La soledad y la muerte tan repentina de su ídolo Clark Gable la impulsaron a tomar somníferos y sedantes para calmar su angustia. Por este motivo ingresó en la Clínica Payne-Withman de Nueva York, un lugar en el cual alternaba con enfermos mentales crónicos, agresivos algunos y retrasados mentales otros ; el peor lugar para una persona que lo único que necesita era consuelo y ser amada.

Allí se enfrentó a los médicos y enfermeros y pidió ser devuelta a su casa cuanto antes, pero la persuadieron diciendo que estaba muy grave y que necesitaba una cura de desintoxicación con urgencia. La aislaron del resto de los enfermos creyendo que así la beneficiarían pero esto fue aún peor, ya que al estar sola los problemas salieron bruscamente a la luz. Recordó a su madre y las muchas veces que estuvo recluida en un hospital psiquiátrico sin resultado positivo alguno, hasta el punto de verla enloquecer día a día atiborrada de medicamentos que no solamente no la curaban sino que la aturdían aún más.

Recordaba su extraordinaria carrera cinematográfica hasta ese momento, su papel como ídolo femenino y motivo de sueños para la mayoría de los hombres, así como los diversos hombres que la amaron intensamente. Aterrorizada por enloquecer si seguía allí llamó a su ex-marido, el latino Joe DiMaggio, el cual acudió rápidamente y se enfrentó a los dueños del hospital para que la dejasen salir sin excusas inmediatamente. En menos de 24 horas la actriz estaba ya por fin en la calle y a petición propia la ingresaron en un hospital más adecuado, el Columbia Presbyterian, algo bastante más cercano a un lugar de reposo para personas deprimidas que a las habitaciones con barrotes del anterior.

Pero allí solamente cambiaron las cosas en la forma pero no en el fondo, ya que los medicamentos siguieron minando su salud y quienes la pudieron visitar afirmaban que cada día estaba más débil y con pocas ganas de seguir luchando por volver a trabajar y disfrutar del resto de su vida.

Por fin, en marzo de 1962, estaba ya en la calle, aparentemente curada y con ganas de reincorporarse al trabajo. Se compró una casa en Hollywood y la decoró con todo aquello que le podía traer recuerdos del pasado, de aquellas épocas en la que todo era de color de oro y conseguía ver realizados todos sus sueños de triunfar en el cine. Esa casa, bastante más modesta que cualquiera de las anteriores, le daba la paz que necesitaba y hubo unos días en los que pensó que todo podría volver a recuperarse, que su trabajo como actriz sería como antes y que hasta tendría tarde o temprano el marido definitivo.

Entabló una relación muy directa con su analista, el doctor Greeson, y su esposa, quizá porque a su lado nadie la iba a criticar y si se sentía deprimida con seguridad sabrían cómo ayudarla. En opinión de todos Marilyn lo único que necesitaba era compañía y apoyo y no una terapia para curarla de otros problemas más complejos. Durante algunos días tuvo a su lado a Joe DiMaggio, aunque obviamente la relación era bastante superficial y se limitaba a preguntas sencillas y hablar del futuro profesional de la actriz.

Un ex-marido no era ciertamente el mejor compañero ya que en el fondo ninguno de los dos quería hablar de la vida sentimental de la actriz. Podríamos considerar que su presencia la daba fortaleza a ella, ya que a fin de cuentas DiMaggio la conocía más en profundidad que el resto de las personas.

Pero él se dio pronto cuenta de que estaba siendo utilizado de nuevo, como cuando estaban casados, y que Marilyn en realidad lo que quería era tener algún hombre siempre en reserva, para sus ratos de soledad o para cuando tuviera algún problema amoroso con otro cualquiera. Sus temores se confirmaron el día en que ella comenzó a frecuentar al cantante Frank Sinatra, aunque la relación entre ambos solamente era la de dos profesionales que se ven de vez en cuando, ya que Sinatra no estaba interesado en mantener ninguna relación con una mujer a la que consideraba voluble, informal y caprichosa.

Sin embargo, para Marilyn la compañía de una persona tan popular y seductora como Frank Sinatra la daba ánimos y la hacía soñar con un nuevo romance. Consciente de que la edad es muy importante en las mujeres, se empezó a arreglar como si fuera una chica joven, muy sencilla y con la ropa que llevaban las estudiantes, aunque tuvo la fortuna de no caer en el ridículo ya que la sentaban francamente bien.

También empezó a escribir poemas, algo que había hecho con bastante asiduidad en épocas más lejanas, y los entregaba a cuantas personas se cruzaban en su camino, aunque a sus amigos más íntimos prefería dejárselas grabadas en un cassette, así también escucharían su propia voz y sus emociones al recitarlas.

Emprende el rodaje de la película "Algo fallará", con un maduro Dean Martin como oponente, en la cual tiene que mostrase totalmente desnuda durante un baño nocturno en la piscina de un hotel. Ella nunca puso reparos a esa escena y solamente pidió que las luces estuvieran colocadas estratégicamente para que no se le notasen unos discretos michelines que empezaban a preocuparla. Lo que no sabía era que a sus espaldas todo el personal técnico y artístico del estudio estaban hartos de ella, de sus retrasos y sus olvidos crónicos del guión y que la Fox se había planteado seriamente rescindir el contrato y no volver a trabajar con ella.

Algo pasa de vez en cuando por su cabeza y entra en una fase depresiva que la obliga a tomar de nuevo los barbitúricos para dormir y anfetaminas para lograr despertarse y estar activa en su trabajo. Temerosa de que ocurra algo en su vida que no pueda controlar, deja siempre abierta la puerta de su dormitorio para que alguien pueda acudir en su ayuda si cae enferma. Llama a todos los amigos que se encuentran en su ciudad y les invita con cualquier excusa a su casa, incluso para escuchar solamente música clásica y beber champán.

Pero no acuden a sus llamadas demasiadas personas, ya que sus continuos cambios de humor han provocado demasiadas rupturas y enfados en la gente que antaño la habían apoyado. Su extrema dependencia de los amigos provocan además el cansancio en ellos, los cuales quieren desligarse y dedicarse ya a sus propios quehaceres, en lugar de pasarse las horas cuidando de una mujer a la que consideran una privilegiada con crisis de histerismo.

El 1 de junio de 1962 cumpliría ya los 36 años, una edad en la cual la belleza de una mujer puede empezar a declinar rápidamente si no se cuida con esmero, algo incompatible con los barbitúricos, la bebida y las juergas nocturnas. Deseosa todavía de encontrar el hombre ideal, aquél que le proporcione la felicidad y la serenidad a cambio de nada, comienza a buscar afanosamente un sustituto a sus anteriores maridos, aunque entra en una etapa en la cual culpa a los hombres de todas sus desgracias. Les considera a todos unos hipócritas, mentirosos y carentes de sentimientos, no culpándose ella misma de parte alguna en sus fracasos.

Descartada ya definitivamente la maternidad e incluso la adopción por falta de fuerza físicas, solamente tenía que buscar un nuevo amor para rehacer su vida, pero ahora debería ser ya un superhombre, alguien por encima de los demás, como por ejemplo Robert Kennedy, un aspirante a la presidencia de los Estados Unidos. Pero necesitaba la confirmación de alguien en quien confiara para no equivocarse de nuevo y esa persona era su psiquiatra, un hombre que cobraba ampliamente su amistad con ella, aunque no consiguiera curarla definitivamente. Para Marilyn ese médico era alguien disponible las 24 horas al día a cambio de su dinero y por eso le consultaba sobre cualquier situación, inclusive sobre al compra de un cuadro o una estatua para decorar su nueva casa.

Un día memorable

En esos días se había tenido que marchar a su país un amigo escritor y su esposa Hedda, los cuales habían acompañado a Marilyn en los días más difíciles de los últimos años, y esa marcha la sumió en la más profunda de las tristezas y en una soledad muy acentuada. Como quien se agarra a un clavo ardiendo, aún a sabiendas de que le dolerá, durante los primeros días de ausencia llamaba a sus amigos por teléfono para comunicarles cómo iba su trabajo con la Fox. Y un día, con una voz que parecía simular a la de un espía ruso infiltrado en la Casa Blanca, les llama para decirle que va a cantar nada menos que para el Presidente de los Estados Unidos, en un acto multitudinario y delante de las cámaras de televisión del mundo entero.

Esa invitación de John Kennedy la transformó y su estado anímico sufrió un cambio drástico, volviendo por unos días a ser la Marilyn de siempre, la diosa de Hollywood.

Iría acompañada por una persona a la que respetaba profundamente, el padre de Arthur Miller. Y así, el 21 de mayo de 1962, en el Madison Square Garden de Nueva York, reapareció ante 20.000 personas la mujer más deseada de América, Marilyn Monroe cantando "Cumpleaños feliz" (Happy Birthday) al Presidente de los Estados Unidos.

Con un vestido sumamente ceñido de color rojo y adornado con piedras de mil colores, entona débilmente la canción, con voz ronca y ligeramente desafinada, claramente motivada por el nerviosismo tan intenso que padece. Pasar de un estado de presión tan intenso, una cura de desintoxicación y un deseo de aislamiento a cantar ante miles de personas en un acto único en el mundo, no era algo fácil de encajar, ni siquiera para una superestrella como Marilyn Monroe. Era como si de repente el mundo entero se volviera a poner a sus pies y los meses anteriores fueran ya solamente un recuerdo ; un recuerdo triste pero nada más.

Marilyn supo aprovechar desde un principio su amistad con los Kennedy para reivindicar una serie de problemas sociales que la preocupaban. A los ojos del mundo se trataba solamente de una relación sentimental pero para ella era una oportunidad para ayudar a grupos sociales muy concretos.

Sin embargo nadie quiso entender ese interés por ayudar al mundo y las mismas compañías cinematográficas vieron con malos ojos esta relación entre la estrella y los políticos, y así se lo hicieron saber con la advertencia de que nunca más volverían a trabajar con ella sino modificaba su actitud. Un intento de reconciliación fallido ya que las llamadas a la sensatez nunca la recibieron, puesto que de nuevo tuvo una crisis depresiva y requirió la presencia inmediata de su psiquiatra, el cual no estaba en América en esos días por encontrarse de gira vacacional por Europa.

El pánico le invadió todo el cuerpo y después de muchas horas al teléfono logró contactar con el doctor Greenson éste interrumpió sus vacaciones y se personó para ayudarla, ya que a fin de cuentas prácticamente vivía a base de las consultas a Marilyn.

Presenta una demanda contra la productora de cine por la rescisión del contrato con Marilyn alegando que no se puede despedir a una persona estando enferma y aunque en un principio acceden a los pocos días le presentan la carta de despido sin posibilidad de diálogo. Ninguna de las personas involucradas en la película "Algo fallará" está dispuesta a trabajar con Marilyn; o ella o nosotros - dijeron tajantes a la productora -.

Y ahora ya tenemos a Marilyn metida dentro de una encrucijada de la que no encontraba salida : sola, sin marido ni amante a quien recurrir, sin amigos a su alrededor, con un psiquiatra que había retornado de nuevo a sus vacaciones, sin trabajo, con una crisis depresiva incurable y con la familia Kennedy que estaba tratando de quitársela de encima y cambiarla por Kim Novak, igual de guapa, muy popular, pero mucho menos conflictiva emocionalmente.

En los primeros días de agosto de 1962 Marilyn pugnaba por recuperarse y no hundirse, aunque las dosis de barbitúricos que seguía tomando bajo receta de su médico la impedían cualquier posibilidad de estabilidad. La revista Life, ignorante de todos sus conflictos emocionales, acababa de publicar una amplia entrevista de su vida, en la que figuraba como la actriz más importante de nuestros días, ocupando un puesto en la historia del cine similar a Greta Garbo. Este artículo por supuesto la llenó de emoción, pero nunca fue suficiente para sacarla de su estado depresivo, ya que necesitaba compartir siempre con alguien sus alegrías y tristezas y en ese momento no había nadie, salvo quizá una ligera amistad con Frank Sinatra o Peter Lawford.

El día 4 de Agosto todavía hacía planes para el futuro y pensaba acudir en Septiembre a una fiesta de caridad en la que iban a representar una obra musical. Había encargado nuevos muebles para completar la decoración de su casa y había recién plantado los árboles que en un futuro darían sombra en su jardín. Intenciones estas muy apartadas de las de una mujer que pensaba seriamente en el suicidio.

Por si fuera poco, se había puesto de nuevo en contacto con la productora Fox para prometerles un cambio radical en su carácter y asegurarles que esta vez el rodaje saldría perfectamente y que ella nunca más llegaría tarde. Nunca se supo la contestación del estudio, aunque debemos suponer que fue una nueva negativa.

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