Mao

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1. Una infancia confuciana

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La opinión de Mao, sin embargo, no era tan definida como puede parecer. Un tiempo antes, en aquel mismo año, el arroz volvió a escasear, esta vez en Shaoshan. El padre de Mao continuó comprando grano y remitiéndolo para su venta a la ciudad, contribuyendo a agravar la situación. Uno de los envíos fue tomado por los hambrientos aldeanos.[87] Su padre estaba furioso. Pero Mao, aunque no le respaldó, «creía que los métodos de los aldeanos eran igualmente erróneos».

En aquel momento Mao ya había logrado entrar en la Escuela Primaria Superior, después de conseguir engatusar y coaccionar a su padre para que le permitiese asistir a sus clases. Estaba en el cercano distrito de Xiangxiang, donde vivía la familia de su madre, y era un centro «moderno» con métodos educativos de inspiración occidental, abierto algunos años antes como parte de los tardíos esfuerzos impulsados por la corte Qing para aceptar la necesidad de las enseñanzas occidentales tras la derrota de los bóxers. En su primer viaje fuera de su nativa Shaoshan, Mao se sentía intimidado:

Nunca había visto tantos niños juntos. La mayoría de ellos eran hijos de terratenientes que vestían ropas caras; muy pocos campesinos podían permitirse enviar a sus hijos a una escuela como ésa. Mis ropas eran mucho más pobres que las de los demás. Sólo tenía un único traje aceptable. Los estudiantes no llevaban uniforme, atavío propio de los profesores, y sólo los «demonios extranjeros» vestían ropas extranjeras.[88]

Antaño, la Escuela Primaria Superior de Dongshan, como se llamaba oficialmente aquel lugar, había sido una academia literaria.[89] Estaba rodeada por un muro de piedra armado con unas puertas dobles macizas y recubiertas de laca negra, a las que se llegaba por un puente balaustrado de piedra blanca que cruzaba un foso. En una colina cercana se erguía una pagoda blanca de siete pisos.

Mao pagó 1.400 monedas de cobre (cantidad equivalente a un dólar de plata, o cinco chelines ingleses) por la inscripción, el alojamiento, los libros y los gastos de enseñanza de cinco meses.[90] Asistir a una escuela semejante era un privilegio excepcional: en aquella época, de cada doscientos niños, ni siquiera uno gozaba de la oportunidad de acceder a tan alto nivel de educación. En aquel entorno elitista, el joven desgarbado y sin modales de Shaoshan, mayor y más alto que la mayoría de sus compañeros y con un acento diferente, tuvo problemas. «Varios de los estudiantes más ricos me desdeñaban porque yo siempre llevaba mi chaqueta y mi pantalón raídos», recordaba Mao. «También me rechazaban porque no había nacido en Xiangxiang … Me sentía anímicamente muy abatido».

Necesitó de toda la fortaleza que había forjado en sus enfrentamientos con su padre para superar esa hostilidad, que Mao con frecuencia avivaba con su arrogancia, su terquedad y su desmesurada cabezonería infantil, y que llevaba al límite cuando se creía poseedor de la verdad.[91] Pero con el tiempo hizo algunos amigos, entre ellos Xiao San, que posteriormente se convirtió en escritor con el nombre de Emi Siao. Mantenía también una buena relación con su primo, hijo de uno de los tíos maternos, que había comenzado en la escuela un año antes que él.

A pesar de las dificultades, Mao progresó positivamente y sus profesores sentían aprecio por él. Al poco tiempo se hizo evidente que sentía mayor inclinación por la literatura que por la ciencia. La historia era su asignatura favorita y leía todos los libros que podía sobre la fundación de las dos grandes dinastías de la China moderna, la Qing y la Han, que florecieron dos siglos antes de Cristo. Aprendió a escribir ensayos clásicos y desarrolló un amor por la poesía que se convirtió en uno de los placeres más duraderos de su vida. Un cuarto de siglo más tarde Mao todavía recordaba los versos de una canción japonesa, conmemoración de la victoria en la guerra rusojaponesa, que un profesor de música que había estudiado en aquel país solía cantarles:

El gorrión canta, el ruiseñor danza,

y los campos verdes muestran su encanto primaveral.

Las flores del granado bermejean, los sauces se preñan de verde,

y aparece una nueva pintura.[92]

Japón se había convertido en la inspiración para todos aquellos que constituían lo que los periódicos llamaban la «Nueva China», los reformadores e intelectuales que veían la salvación de su país en un movimiento de modernización similar al compromiso adquirido por Japón con las ideas extranjeras después de la restauración Meiji. Con su victoria sobre China en 1895, Japón les había forzado a afrontar la realidad de la debilidad de su país. Diez años después, con su victoria sobre Rusia, Japón había demostrado que un ejército asiático podía derrotar a un ejército europeo. Para China, esa última victoria representó una bendición a medias, pues Japón sustituyó a Rusia en su papel hegemónico en Manchuria. Pero para los jóvenes de la generación de Mao lo que importaba era que la raza amarilla había demostrado que podía derrotar a la raza blanca.

«En aquella época», comentó, «conocí y sentí la belleza de Japón, y percibí parte de su orgullo y su poder en esa canción de victoria sobre Rusia».

A partir de la década de 1890 miles de chinos se embarcaron hacia Tokio para asimilar las nuevas enseñanzas de Occidente. Entre los más influyentes estaba Kang Youwei y Liang Qichao, los arquitectos del fallido movimiento de reforma del emperador Guangxu, que huyeron al exilio cuando las reformas fueron aniquiladas. La gran contribución de Kang al debate de la modernización había sido una nueva formulación del confucianismo para que éste mirase al futuro y fuese compatible con las reformas, en lugar de su perpetua tendencia a ir hacia atrás en busca de una supuesta edad dorada en el pasado remoto. Por su parte, Liang, nacido en Hunan, tomó la tesis de Darwin de la «supervivencia del mejor adaptado» y la aplicó a la lucha nacional de China en contra de las potencias que la acechaban. Afirmaba que China debía modernizarse para lograr sobrevivir.

Kang Youwei y Liang Qichao eran ídolos en la nueva China. El primo de Mao le entregó dos libros sobre el movimiento de reforma, uno de ellos escrito por el mismo Liang. «Leí y releí aquellos libros hasta aprenderlos de memoria», escribió. «Adoraba a Kang Youwei y Liang Qichao».

Con diecisiete años, Mao todavía apoyaba el sistema imperial: «Creía que el emperador y la mayoría de los funcionarios eran hombres honestos, buenos y sabios», declaró. «Tan sólo necesitaban la ayuda de las reformas de Kang»[93].

Pero sus ideas estaban a punto de cambiar.

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