Mao

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5. El Comintern toma el mando

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En este período, la cúpula dirigente del Partido Comunista Chino había permanecido al margen. En septiembre, el comité de Cantón del Partido Comunista, que interpretó el éxito de la Expedición Norte como una manifestación de que el poder real del Guomindang residía en el ejército, reclamó una nueva lectura de la política de coalición de la central del partido con la izquierda del Guomindang,[236] argumentando (correctamente, como mostrarían los acontecimientos) que sus líderes eran una masa informe sin principios, sin unidad ideológica; se mantenían unidos para defender sus propios intereses, sólo porque ellos «no podían colaborar con el centro y la derecha [del Guomindang]».[237] Chen Duxiu se encontraba una vez más en la ingrata coyuntura de tener que defender un frente unido que personalmente detestaba pero que, insistía el Comintern, debía perdurar.[238]

Las simpatías de Mao estaban del lado del grupo de Cantón.[239] Como ellos, había experimentado de primera mano cuán indolentes y egoístas podían llegar a ser los izquierdistas del Guomindang. Como ellos también, veía la Expedición al Norte como un enorme paso adelante en la causa revolucionaria. En octubre, en un congreso del Guomindang, propuso el desplazamiento de la capital nacionalista de Cantón a Hankou, y se desesperó ante la hipocresía de los que, al tiempo que prometían solemnemente el fin inminente de la extorsión que representaban los impuestos agrícolas para los próximos años, inmediatamente confesaban en tono apologético que aquel año, de manera excepcional, a causa de la falta de liquidez del partido, deberían continuar con esa práctica.[240] En aquel momento ya era consciente de que su futuro no estaba en Cantón. Su permanencia en el Instituto de Instrucción había llegado a su fin y, de hecho, se había quedado sin ocupación.

Una vez más, los campesinos resultaron ser la salvación de Mao Zedong.

La explosión de activismo campesino que se desató tras el paso de la Expedición Norte obligó finalmente a los dirigentes del Partido Comunista Chino a concienciarse de la importancia del movimiento campesino, que se estaba desarrollando exclusivamente bajo el emblema del Guomindang. El 4 de noviembre, Chen Duxiu propuso a la Oficina Central la elaboración de un programa de trabajo rural que satisficiese las demandas de los campesinos sin crear «demasiado distanciamiento» entre el Partido Comunista Chino y la izquierda del Guomindang, y evitar así el riesgo de «una escisión prematura».[241] La cuestión era, al igual que lo había sido seis meses antes para Chiang Kai-shek, ¿a quién se debía conceder el mando? El artículo de septiembre que Mao publicó en Nongmin yundong, incitando a la lucha de clases contra los terratenientes, había llamado la atención de Qu Qiubai, quien, a pesar de sus contenidos poco afines a la ortodoxia leninista, lo leyó con asentimiento. Qu no se había distanciado de Voitinsky, y era uno de los más influyentes miembros de la cúpula de Shanghai.[242] Como es de suponer, acabó por concluir que Mao podía ser un útil aliado.

Unos días después Mao tomó un barco con destino a Shanghai, mientras Yang Kaihui, embarazada entonces de su tercer hijo, retornaba a Hunan con la familia.[243] El 15 de noviembre de 1926, la Oficina Central anunció que se le había nombrado secretario de la Comisión del Movimiento Campesino del Comité Central del Partido Comunista Chino.[244] De esta manera acababan veintitrés meses de exilio político voluntario.

Había sido un período fructífero. Mao había adquirido una creencia imperecedera en el poder revolucionario del campesinado, así como experiencias vitales para desenvolverse entre los máximos dirigentes dentro de la maquinaria de un partido grande y complejo, aprendiendo a manipular los comités y a regatear con la letra de las resoluciones del partido. Pero después de su largo e infructuoso periplo con los estériles encantos de la izquierda del Guomindang, tuvo que ser un alivio descubrir que todavía podía encontrar un resquicio, aunque estrecho, donde acomodarse entre los pliegues del partido. A partir de entonces, su lealtad primordial no se referiría ya al «comunismo» en abstracto, como había escrito en 1925, sino al creciente número de hombres y mujeres de China que, a pesar de las dudas y los reveses, intentaban ponerlo en práctica.

Diez días después de su nombramiento, Mao partió hacia Wuhan, poco después capital de los nacionalistas, donde se debía establecer, según había decidido el partido, el nuevo Comité Campesino.[245] Viajó vía Nanchang, convertida en el cuartel general de Chiang Kai-shek, y allí pudo avistar los primeros nubarrones de tormenta que se congregaban anunciando la batalla por el control y la estrategia del partido que se estaba gestando entre Chiang y la izquierda del Guomindang.

A lo largo del otoño, la posición de Chiang como comandante en jefe se vio amenazada por Tang Shengzhi, cuya figura se había encumbrado tras sus triunfos en Hunan y en las ciudades de Hankou y Hanyang. Sin embargo, cuando, a principios de diciembre, los ministros de Hacienda y de Asuntos Exteriores, T. V. Soong y Eugene Chen, acompañados de Borodin, Soong Ching-ling, viuda de Sun Yat-sen, y otros veteranos izquierdistas del Guomindang llegaron a Nanchang, las posibilidades de Tang se habían desvanecido. Aun así, Chiang se sentía obligado a aceptar un nuevo modus vivendi con la izquierda, a través del cual su liderazgo militar sería confirmado, pero sus funciones políticas acabarían por ser restringidas, hasta el punto que se acabaría invitando a Wang Jingwei a que asumiese su antiguo cargo de jefe de gobierno. Este episodio convenció a Chiang de que, una vez el traslado hasta Hankou se hubiese completado, se vería en la necesidad de afrontar nuevos desafíos, y sería más prudente permanecer en Nanchang, donde estaba mejor situado para oponerse a cualquier reto que le lanzasen sus adversarios.[246]

El resultado fue el establecimiento de dos capitales.[247] El 13 de diciembre, los dirigentes del Guomindang en Wuhan, siguiendo los consejos de Borodin, formaron un «Consejo Unido Provisional» que se afanó en aprobar una resolución que fijaba la base del gobierno y la sede del partido en aquella plaza. Pero transcurridas tres semanas, después de que Tan Yankai se uniera a Chiang en la cabeza de un segundo grupo de dignatarios del Guomindang, la cúpula nacionalista resolvió que, «por el momento», el partido nacionalista y el gobierno debían permanecer en Nanchang.

Los dirigentes del Partido Comunista interpretaron aquella escisión como la justificación de su respaldo a la izquierda del Guomindang. En un pleno del Comité Central celebrado a mediados de diciembre en Hankou, Chen Duxiu advirtió que el ala izquierda del partido nacionalista era un freno fundamental para evitar el estallido de un conflicto directo entre los comunistas y la derecha del Guomindang. La izquierda, reconocía, se mostraba a menudo «débil, vacilante e incoherente». Pero rechazarla con la esperanza de que apareciese providencialmente algo mejor sería como «declinar comer doufu con verduras porque la semana siguiente puede haber carne y pescado». La estrategia del partido, argumentaba Chen, era la correcta. Los comunistas debían actuar con discreción en ese entorno, reforzando el apoyo a la izquierda del Guomindang contra lo que entonces era designado como «la nueva derecha» (el antiguo centro del Guomindang), dirigida por Chiang Kai-shek; y ellos debían evitar tomar medidas controvertidas —como la redistribución forzosa de las tierras entre el campesinado— que podrían perjudicar la alianza. «La pervivencia de la izquierda», declaró el pleno en su resolución final, «es la clave de nuestra cooperación con el Guomindang»[248].

Este cauteloso optimismo procedía en parte del extraordinario aumento durante los dos últimos años del número de miembros del Partido Comunista Chino. Desde los menos de mil integrantes cuando se celebró el Cuarto Congreso en enero de 1925, había prosperado hasta los siete mil quinientos un año después (en los albores del incidente del Treinta de Mayo), y hasta los treinta mil en diciembre de 1926, en gran parte gracias a la Expedición Norte. Y lo que era igualmente importante, unas mil unidades del Ejército Revolucionario eran miembros del Partido Comunista, a los que el Comité Militar de Zhou Enlai había comenzado a organizar en «núcleos» unitarios o células secretas del partido.[249]

El problema de la estrategia que proponía Chen Duxiu y, con él, el Comintern —«convertirse en culi», en palabras de Borodin; «capitulación izquierdista», como lo llamarían los críticos de Chen— era que presuponía que la izquierda del Guomindang, sin ejército propio y, a lo sumo, con el apoyo teórico de Tang Shengzhi, podía de algún modo obligar a Chiang Kai-shek a someterse a su control. Mao puso el dedo en la llaga durante las discusiones del pleno, en el que participó como miembro sin derecho a voto en tanto que jefe del Comité Campesino. «La derecha tiene tropas», dijo, «la izquierda no tiene nada; incluso con un solo regimiento, la derecha sería más poderosa que la izquierda». Esa observación le granjeó un sarcástico reproche por parte de Chen, que dijo que su observación era «absurda», aunque no ofreció ninguna réplica coherente.[250]

A medida que transcurrían las semanas y la escisión se iba haciendo más evidente, la central del partido reconoció que sus esperanzas de un resurgimiento de la izquierda no se estaban cumpliendo, y que en lugar de ello la derecha del Guomindang se estaba convirtiendo en «más y más poderosa».[251] Sin embargo, la única reacción que suscitó en el partido fue la realización de un esfuerzo aún mayor para confirmarle al Guomindang, y especialmente al ala izquierda, que el Partido Comunista Chino era un aliado leal e inofensivo.

También Mao se amoldó públicamente a esta posición conciliadora y más que cauta. Poco después del pleno de diciembre abandonó Hankou con destino a Changsha para participar en el Primer Congreso de la Asociación Campesina Provincial de Hunan. Allí aseguró a su audiencia que «el momento para que derroquemos a los terratenientes todavía no ha llegado». La reducción de las rentas, la regulación de las cuotas de interés y unos salarios más altos para los obreros rurales eran demandas legítimas, dijo. Pero más allá de eso, la revolución nacional era prioritaria, y se debían realizar algunas concesiones a los terratenientes.[252]

Pero, en el transcurso de dos meses, Mao rechazaría diametralmente esas ideas.

En un tono mesiánico proclamaría entonces que el movimiento campesino era un «acontecimiento colosal» destinado a cambiar la faz de China, y que el partido debía modificar por completo su política; de lo contrario, perdería toda trascendencia:

En un breve espacio de tiempo, varios centenares de millones de campesinos de las provincias del centro, el sur y el norte de China se alzarán como un viento poderoso o una tempestad, con una fuerza tan veloz y arrebatadora que ningún poder, por vigoroso que sea, será capaz de vencerles. Romperán con todos los obstáculos que les maniatan y avanzarán por el camino de la liberación. Y, al final, enviarán a todos los imperialistas, a los señores de la guerra, a los oficiales corruptos, a los caciques locales y a la malvada pequeña aristocracia a sus tumbas. Todos los partidos revolucionarios y todos los camaradas revolucionarios desfilarán ante ellos para ser probados y, en consecuencia, ser aceptados o rechazados, según decidan. ¿Marchar delante de ellos y liderarles? ¿Quedarse junto a ellos, gesticulando y criticándoles? ¿O mantenerse en su contra y oponerse? Cada uno es libre para decidir … [pero] el destino nos obliga a tomar la decisión rápidamente.[253]

El extraordinario cambio en las ideas de Mao —aun teniendo en cuenta su carácter retórico, la escena que describía era completamente diferente de lo que cualquier oficial del partido había esbozado hasta entonces— era el resultado del viaje de un mes de duración que había realizado entre enero y principios de febrero de 1927 a través de Xiangtan y otros cuatro distritos rurales.

Fue una revelación. La realidad del movimiento campesino, dijo a su regreso al Comité Central, era «muy diferente a lo que había visto u oído en Hankou y Changsha».[254] Hizo públicas sus conclusiones en un documento que se haría célebre con el título de «Informe sobre el movimiento campesino en Hunan». Fue un brillante tour de force intelectual de cerca de veinte mil caracteres de extensión y, como las posteriores investigaciones rurales de Mao en Jiangxi a principios de los años treinta, basado en un meticuloso trabajo de investigación en el campo. «Convoqué reuniones para analizar los hechos en las aldeas y las sedes de distrito, a las que acudían experimentados campesinos y camaradas del movimiento campesino», explicaba. «Escuché atentamente … y recogí una ingente cantidad de información»[255].

El movimiento campesino, le explicaron, se había desarrollado en dos fases. Desde enero hasta septiembre de 1926 se habían organizado las asociaciones campesinas, primero en secreto y, después, tras el paso de la Expedición Norte, públicamente. De octubre a diciembre, el campo se alzó en revolución.

Los miembros de las asociaciones, que alcanzaban los cuatrocientos mil a finales de verano, se dispararon hasta los dos millones.[256] Por todo el centro de Hunan el viejo orden feudal se había derrumbado:

Los principales objetivos de sus ataques son los caciques locales, la malvada pequeña burguesía y los desenfrenados terratenientes, pero junto a ellos también arremeten contra las ideas e instituciones patriarcales de todo tipo … El ataque es simplemente tempestuoso; los que se someten, sobreviven, y los que se resisten, perecen. En consecuencia, los privilegios que los terratenientes feudales han disfrutado durante miles de años están quedando hechos añicos … Las asociaciones campesinas se han convertido en los únicos órganos de autoridad … Incluso los asuntos más insignificantes, como las disputas entre esposos, se elevan [a éstas] para que den un veredicto … Y si un miembro de una asociación campesina se tira aunque sea un pedo, [es tenido por algo] sagrado. La asociación, de hecho, lo organiza todo en las áreas rurales … Literalmente: «Todo lo que dice, se hace».

Mao defendía el movimiento ante la oposición de los que en la izquierda del Guomindang, e incluso dentro del Partido Comunista, argumentaban que se había vuelto demasiado radical y «terrible», y que debía ser contenido:

El hecho es que las amplias masas campesinas han emergido para cumplir su misión histórica … Esto es positivo. No tiene nada de terrible. Es cualquier cosa menos terrible … Para otorgar el mérito a quien corresponde, si concedemos diez puntos a los logros de la revolución democrática, entonces los logros de los que moran en las ciudades y de los militares representan tres puntos, y los [de los] campesinos, los siete restantes … Los campesinos son en cierto sentido «indisciplinados» en el campo, es cierto … Ellos castigan a los capitostes locales y la vil burguesía, les exigen contribuciones y destrozan sus palanquines. Si [esos individuos] se oponen a la asociación campesina, una masa de gente se agolpa hasta sus casas, mata sus cerdos y consume su grano. Incluso retozan en las alcobas con incrustaciones de marfil de las jóvenes doncellas de las familias de los rufianes y la mezquina aristocracia local. Practican arrestos ante la menor provocación, coronan a los detenidos con un sombrero alto de papel y les hacen desfilar por los pueblos … Han implantado el terror en las zonas rurales.

Esto es lo que el pueblo llano llama «ir demasiado lejos», o «traspasar los límites prudenciales cuando se corrige un error», o «ser realmente demasiado». Son palabras que parecen adecuadas, pero en realidad están equivocadas …

La revolución no es como invitar a alguien a cenar, o escribir un ensayo, o pintar un cuadro o hacer un brocado; no puede ser algo tan refinado, tan placentero y dulce, tan «benigno, correcto, cortés, atemperado y complaciente». Una revolución es una insurrección, un acto de violencia por el que una clase derroca el poder de otra … Si los campesinos no hacen uso de una fuerza extraordinariamente poderosa, con toda probabilidad no podrán derrocar el poder de los terratenientes, profundamente enraizado, vigente durante miles de años … Todos los excesos [de los campesinos] son extremamente necesarios … Para decirlo sin tapujos, es necesario instaurar un breve reino del terror en todas y cada una de las áreas rurales … Para corregir los errores es necesario traspasar los límites de lo correcto; sin ello no es posible enmendar los males.

La naturaleza de ese «terror» era el tema que abordaba en la última sección de su informe. Tras declarar que el aniquilamiento del poder y del prestigio de los terratenientes era el principal cometido de la lucha campesina, pasaba a enumerar nueve métodos diferentes que podían emplearse, abarcando desde la denuncia pública y las penas, hasta el encarcelamiento y la muerte: «La ejecución de un … miembro prominente de la burguesía local o de uno de los grandes caciques locales reverbera a través del país entero y es muy efectiva para la erradicación de los restantes males del feudalismo», afirmó. «El único método eficaz de supresión de los reaccionarios es ejecutar a uno o dos en cada distrito … Si [ellos] ejercían un poder despótico, asesinando a los campesinos sin ni siquiera pestañear … ¿cómo se puede decir [entonces] que los campesinos no se deberían alzar y abatir a uno o dos?».

Los objetivos de la revuelta eran múltiples: disminuir las sumas a pagar por las tierras y los intereses de las deudas, acabar con el acaparamiento de grano para que los precios bajasen, disolver las milicias de los terratenientes y sustituirlas por cuerpos de campesinos armados, equipados con «puntiagudas cuchillas de doble filo montadas sobre largas varas … cuya simple visión haría temblar a los tiranos y los malvados burgueses locales», y crear una nueva administración rural, basada en asambleas rurales; objetivos que Mao y los dirigentes provinciales del partido esperaban que se convirtiesen en los ladrillos sobre los que edificar un frente rural unido entre las asociaciones campesinas y el Guomindang. Pero más allá de esos propósitos económicos y políticos, existía también un programa social. Las asociaciones, apuntó un Mao conciliador, se oponían al consumo de opio y a las apuestas, así como a las autoridades religiosas y de los clanes:

En China, los hombres están sometidos al dominio de tres tipos diferentes de autoridades: 1) el sistema estatal (autoridad política) … 2) el sistema del clan (autoridad del clan) … y 3) el sistema sobrenatural (autoridad religiosa) … Y las mujeres, además de estar sujetas a los tres anteriores, también están sometidas al dominio de los hombres (la autoridad del marido). Estas cuatro autoridades —política, del clan, religiosa y masculina— son la encarnación de todo el sistema ideológico feudal y patriarcal, y son las cuatro gruesas sogas que atan al pueblo chino, especialmente a los campesinos … La autoridad política de los terratenientes es la columna de todos los sistemas de autoridad. [Una vez que sea] derrocada, la autoridad del clan, la autoridad religiosa y la autoridad del marido comenzarán a tambalearse … [El colapso] del sistema del clan, de las ideas supersticiosas y del concepto unilateral de castidad le seguirán de modo natural … Los mismos campesinos fabrican los ídolos con sus propias manos; y cuando llegue la hora, dejarán los ídolos de lado con esas mismas manos, no hay necesidad alguna de que nadie lo haga por ellos prematuramente.

La intensidad de las experiencias de Mao durante aquellas pocas semanas en Hunan fue tal que las lecciones que extrajo de ellas permanecerían con él durante toda su vida. La revolución, según entendía entonces, no podía tener un control localizado. En cualquier empresa revolucionaria existirían excesos, al igual que siempre habría quienes quedarían rezagados. Citaba a Mencio: «Nuestra posición en estas cuestiones consiste en “doblar el arco, pero no soltar la flecha, simulando el lanzamiento”».[257] Los dirigentes podían sugerir la dirección, pero era el pueblo el que debía emprender la revolución. Sólo cuando el desastre amenazase (y, al final, casi siempre ocurría así) deberían los dirigentes poner freno a la situación.

No menos importante, y aparentemente más dramática, era la sincera defensa de la violencia que elaboró Mao. Un año antes, en enero de 1926, había admitido que «en circunstancias especiales, cuando tropezamos con los más reaccionarios y viciados de los caciques locales y aristócratas malvados … es necesario eliminarlos completamente», pero no había especificado el alcance de aquellas palabras.[258] En una conferencia en el Instituto para la Instrucción del Movimiento Obrero celebrada seis meses antes había hablado por primera vez de usar «métodos brutales» contra los contrarrevolucionarios, si no quedaba otro remedio para tratar con ellos.[259] Meses después, sin embargo, las ambigüedades se habían acabado. Si los terratenientes eran el principal obstáculo de la revolución y el campesinado el principal instrumento para desplazarles, el método apropiado era la violencia revolucionaria; la violencia que, siete años antes, un joven y más idealista Mao había rechazado cuando se vio en la encrucijada de elegir entre Marx y Kropotkin. La violencia revolucionaria era cualitativamente diferente de la violencia de la guerra, cuyo único objetivo es el poder y el territorio. La primera se dirige contra unos hombres que son enemigos, no por lo que han hecho, sino por el hecho de ser quienes son. Emerge del mismo abismo de odio entre clases que los bolqueviques habían utilizado para derrocar a la burguesía rusa, y produciría resultados parecidos.

El informe de Mao era provocativo y, cuando la última semana de febrero de 1927 fue recibido en la sede del partido, surgió una agria controversia sobre si debía ser publicado. Qu Qiubai estaba radicalmente a favor. Chen Duxiu y Peng Shuzhi mantenían ciertas reservas. Mao había admitido que la potencia del movimiento había abrumado a las asociaciones campesinas, al igual que a todas las demás formas de autoridad local, y que el campo estaba, en sus propias palabras, «en estado de anarquía».[260] El Guomindang, tanto la izquierda como la derecha, estaba horrorizado ante las noticias de ciego terror rojo, en una escalada fuera de control, y consideraba que los comunistas eran los responsables.[261] Además, se puso inmediatamente de manifiesto que los crímenes no eran tan aislados como Mao había afirmado: el padre de Li Lisan, antiguo terrateniente y entonces miembro del Comité Central del Partido Comunista Chino, volvió a su hogar con una carta de su hijo para la asociación campesina local. La carta fue ignorada; el anciano, ejecutado sumariamente.

Mientras tanto, llegaron nuevas y sorprendentes instrucciones desde Moscú. Hasta entonces, la posición del Comintern, dictada por Stalin, había sido la contención del movimiento campesino, con el temor de que éste pudiese dinamitar el frente unido con el Guomindang.[262] Pero ahora el líder ruso declaraba que esa política había sido «un profundo error». Las tesis del séptimo pleno del Comintern, aprobadas en Moscú a mediados de diciembre y recibidas en Shanghai poco antes del informe de Mao, insistían en lo contrario: «El miedo a que un recrudecimiento de la lucha de clases en el campo mine el frente contra el imperialismo no tiene base alguna … El rechazo [a promover] la revolución agraria … por miedo a ofender a un sector de la clase capitalista de dudosa e indecisa cooperación es un grave error».[263] A pesar de que las tesis también dejaban claro que se debía mantener el frente unido (Stalin, como siempre, pretendía tomar su pastel y comérselo), el empuje era mucho más agresivo, y los dirigentes chinos tenían dudas sobre cómo reaccionar.[264]

Al final se alcanzó un compromiso indigno. Las dos primeras partes del informe de Mao serían publicadas en marzo en Xiangdao (y reimpreso por el Comintern, que no compartía ninguna de las inhibiciones de sus camaradas chinos ante la violencia revolucionaria). Pero la sección final —en la que Mao se refería a las congregaciones públicas para llevar a cabo ejecuciones y a los campesinos que golpeaban a los terratenientes hasta la muerte, y se mofaba de los componentes de la izquierda del Guomindang cuando «hablaban un día tras otro de incitar a las masas y, después, se morían asustados cuando las masas de movilizaban»— fue omitida. Más tarde Mao conseguiría que el texto completo fuese publicado en Wuhan en forma de panfleto, con la entusiasta contribución de un prefacio de Qu Qiubai.[265] El incidente reforzó su alianza política con Qu, al tiempo que sus relaciones con Chen se tiñeron progresivamente de resentimiento. «Si el movimiento campesino hubiese estado organizado con mayor coherencia y armado para la lucha de clases contra los terratenientes», dijo diez años después a Edgar Snow, «las [bases comunistas] habrían experimentado un desarrollo más temprano y de lejos mucho más poderoso por todo el país. Chen no entendía la función del campesinado en la revolución y menospreciaba demasiado sus posibilidades»[266].

Parte del problema era que Chen y la Oficina Central tenían otros problemas más urgentes que lidiar. El 17 de febrero las tropas nacionalistas habían tomado Hangzhou, la capital de Zhejiang. Al día siguiente sus unidades de vanguardia estaban en Songjiang, a menos de cuarenta kilómetros de Shanghai. Creyendo que la toma de la urbe era inminente, los sindicatos obreros, respaldados por los comunistas, declararon una huelga general. Sin embargo, el avance nacionalista nunca se concretó. El comandante de la guarnición de Shanghai, Li Baozhang, envió escuadrones de ejecución a las calles para capturar a los activistas.[267] Un corresponsal norteamericano presenció sus actividades, apenas a unos minutos de las calles de moda de la ciudad:

Los verdugos, llevando anchas espadas y acompañados de un escuadrón de soldados, condujeron a sus víctimas a una esquina por todos visible, donde los líderes de la huelga fueron obligados a arrodillarse y acto seguido les cortaron la cabeza. Miles huyeron aterrorizados cuando, tras ensartar sus cabezas en afiladas pértigas de bambú y enarbolarlas en lo alto, las llevaron al emplazamiento donde iba a tener lugar la siguiente ejecución.[268]

Por aquel entonces, la Oficina Central y los consejeros soviéticos habían llegado a la conclusión, según parece de manera independiente, de que un acuerdo con Chiang Kai-shek era imposible, y que el Partido Comunista Chino y la izquierda del Guomindang, respaldados por las fuerzas con que Tang Shengzhi contaba en el ejército —al que los rusos habían pasado a apoyar— encontrarían la manera de facilitar su salida del poder. Además, el desenlace parecía estar cerca. Los propios seguidores de Chiang recelaban. Su vanidad y su ambición personal, su «complejo de Napoleón», como lo designaban sus críticos, su obsesión por expulsar a Borodin y, lo más inexcusable de todo, los informes, ampliamente consensuados, de que estaba maniobrando para impedir el retorno de Wang Jingwei, arrebataron gran parte del apoyo con que contaba. Se generalizaba la sensación de que el foco de la revolución se desplazaba de Nanchang a Wuhan, y que Chiang nada podía hacer para impedirlo.[269]

La balanza se desequilibró irrevocablemente el 6 de marzo de 1927, cuando cinco de los ocho miembros del Comité Ejecutivo Central del Guomindang se embarcaron en un vapor con destino a Wuhan. Cuatro días después, cuando el largamente esperado Tercer Pleno del Guomindang se inauguró en Hankou, la izquierda del Guomindang y los comunistas pasaron a dominar la asamblea.

El mismo Chiang y el presidente del Comité Permanente, Zhang Jingjiang, declinaron participar en el pleno. En su ausencia se estableció un Consejo Político del Guomindang, dominado por la izquierda, como órgano supremo del poder del partido, y se tomaron medidas para subordinar el ejército al control civil. La alianza entre la izquierda del Guomindang y el Partido Comunista Chino comenzaba a mostrarse como una coalición genuina.[270] Dos comunistas, Tan Pingshan y Su Zhaozheng, dirigente marinero que había ayudado a organizar la huelga de Hong Kong y Cantón, recibieron carteras ministeriales en el nuevo gobierno nacionalista, un paso que Borodin (y Moscú) había estado reclamando desde principios de año.[271] Cuando se reactivó la Expedición Norte, Shanghai se rindió sin apenas lanzar un disparo y el 26 de marzo Chiang trasladó hasta allí su cuartel general desde Nanchang. Wang Jingwei, entonces en Europa, tomó el camino de retorno. Así se extendió la esperanza de que aquellos dos hombres reinstaurarían el duunvirato militar y civil que el golpe de uno de ellos, Chiang, había quebrantado un año antes.

Mao habló largo y tendido durante el Tercer Pleno del Guomindang, que aprobó (con mayor facilidad que en el seno de su propio partido) muchas de las ideas surgidas a partir de su estudio rural en Hunan, incluyendo el establecimiento de gobiernos de aldea, protegidos por las fuerzas campesinas, la pena de muerte o la cadena perpetua para los terratenientes tiránicos, y, por primera vez, la confiscación y redistribución de las posesiones inmuebles de los «oficiales corruptos, los caciques locales, la inicua burguesía y los contrarrevolucionarios».[272]

La tierra, declaró el pleno, era «la cuestión más crucial» para los campesinos pobres, principal fuerza motriz de la revolución, y el partido apoyaría la lucha «hasta que el problema de las tierras no se hubiese resuelto completamente». De hecho, esto sonaba más radical de lo que en realidad era. El tema crucial —la manera de solucionar la cuestión de las tierras— no fue mencionado. Pero al menos figuraba en la agenda y, a partir de aquel momento, Mao se sumió en los preparativos para lanzar una Federación China de Asociaciones Campesinas, un Comité de la Tierra del Guomindang y otros organismos destinados a poner en juego las nuevas decisiones políticas.[273]

Por aquel entonces, Yang Kaihui y los niños ya se habían unido a él.[274] Alquilaron una casa en Wuchang, donde el Instituto para la Instrucción del Campesinado había reiniciado sus actividades, con Mao, una vez más, como director. A principios de abril nació su tercer hijo, otro niño. Mao le dio el nombre de Anlong.[275] La vida, según todo parecía indicar, volvía a la normalidad.

El mismo día, el 4 de abril de 1927, Wang Jingwei y Chen Duxiu publicaron una declaración conjunta en Shanghai ratificando una causa común. La declaración, escribió tiempo después Zhang Guotao, tuvo un «efecto ligeramente hipnótico», provocando un cálido resplandor de nostalgia por la amistad entre el Partido Comunista Chino y el Guomindang.[276] Cierto es que el aire estaba preñado de rumores.[277] Los periódicos extranjeros de los puertos internacionales salían a la luz rebosantes de especulaciones sobre un golpe de estado comunista contra Chiang, o un golpe de Chiang contra los comunistas. Pero Wang y Chen, en su declaración conjunta, descartaron los rumores, calificándolos de meras maquinaciones.[278] Bujarin escribió en Pravda que, aunque las diferencias eran inevitables, no había «lugar para el pesimismo», y Stalin dijo en una reunión privada que Chiang no tenía otra alternativa que apoyar la revolución. Después de interpretar su papel, iba a ser «exprimido como un limón lanzado junto a los desperdicios». Pero hasta que llegase ese día, los comunistas de ambos países le concederían el beneficio de la duda. «El campesino se agarra a su jade por muy envejecido que esté», dijo lacónicamente Stalin. «No lo tira por ahí. Al igual que nosotros»[279].

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