Luz estelar

Luz estelar

Ángel Gabriel Cabrera
Fuente de la imagen: Pixabay.com

Ese día me acosté en la mazmorra debajo de la manta celeste con franjas ultramar. Llevaba vestidura de ángel, pues, en efecto, soy el arcángel Gabriel. Mi túnica irradiaba la eternidad. Extendí mi brazalete buscando una salida. Abrí las yemas y apagué la luz. La habitación fue colmada por las tinieblas y, luego, de luz estelar. Ése fue el punto de inflexión. El cuarto colapsó, saturado de lumbre y ceniza, y comencé a surcar libremente el cosmos.

Volando sobre la Tierra, llegué a los brazos de mi amada. Desde allí, pude ver toda la existencia detalladamente. Ella me besó y me dijo que siempre estaría conmigo. Su ropa, de tonos rosados, me recordaba la tierna infancia de los dos, y su confesión se acercaba a paso firme.

-Mi vida, ¿qué estás haciendo en este lugar?- le pregunté con entusiasmo.

-Lo mismo que vos. Amo- me contestó. Espero el día en el que estemos juntos.

-Entonces es cierto. Me querés, y ahora lo estás admitiendo. Con tu confesión, ya no podés negarlo.

-No lo niego ni me interesa esconderlo. Volvamos a la vida. Volvamos al planeta que nos vio nacer. Está frente a nosotros, amor. Entremos. Sólo la atmósfera nos separa de vivir nuestro romance en cuerpo y alma.

-Intentaré abrirme paso- le contesté con determinación-. Luego de esto blandí mi espada y ataqué, pero el campo de energía del mundo era demasiado potente. -No puedo, Taciana, le dije a mi amada titánide. Es demasiado esfuerzo para mí solo, pero, si vos me dejás, puedo embestirla con mi técnica más fuerte.

-¡Yo te ayudo, Gabriel!- me respondió ella, y en sus brazos alzó los pilares de la Creación: las fraguas del cielo y del tiempo. El cristal que nos separaba de nuestro hogar, luego de recibir el disparo, se dividió con un gran estruendo, y nosotros entramos en él. Somos uno solo desde aquel momento, y ya no nos importa si nuestro cuerpo es efímero ni la juventud pasajera.

Sublime es el gozo que sentimos. Somos el uno para el otro, y ahora podemos demostrarlo mientras descendemos lentamente sobre el mar. Sea cual fuere nuestra misión, estamos aquí para cumplirla, y estamos firmemente convencidos de poblar este planeta una vez más.

-Taciana, sos la persona más importante para mí y a tu lado ni a la muerte misma le temo, pero sí a las malas lenguas. ¿Alguien habrá visto lo que hicimos?

-Pocas personas quedaron luego del regreso del Mesías -me contestó la diosa- y serán ellos quienes volverán a hacer que los campos crezcan. Los bosques están verdes y radiantes y los mares cristalinos, pero este mundo está limpio. Es poco probable que alguien nos esté mirando, y, aunque así fuera, no tendría pensamientos retorcidos, ya que la maldad se ha esfumado por completo.

-Entonces, me quedo tranquilo -suspiré aliviado-. Sé que la muerte vendrá algún día a buscarnos. Naceremos como personas comunes y corrientes, seguiremos el camino que nos ha sido marcado y, una vez cumplida nuestra misión, nos marcharemos felices y cantando.

-El día que nos vayamos de aquí, que el aliento de los dos sea uno solo, y en el último suspiro cruzaremos de la mano al infinito.

Report Page