Los grandes personajes de la Historia

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32: Winston Churchill » El ocaso del político

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El ocaso del político

La derrota de Alemania y el fin de la guerra supuso la liquidación de la coalición de concentración nacional que había mantenido a Churchill como primer ministro. El mes de julio se celebraron elecciones y para sorpresa del resto de Europa, triunfó el laborista Clement Attlee, que permanecería en el poder hasta 1951. La cercanía del fin de la guerra a la derrota electoral de Churchill le proporcionó sin embargo una salida brillante del poder. Los años posteriores fueron de declive en su actividad interior (se encontraba sumamente agotado física y mentalmente tras seis largos años de guerra) y de gran prestigio internacional. Pese a que mantuvo su escaño, se dedicó intensamente a la escritura, dejando por escrito sus vivencias en la Segunda Guerra Mundial (seis volúmenes aparecidos entre 1948 y 1954).

En el verano de 1949 sufrió un primer y leve ataque de apoplejía que no le impidió presentarse de nuevo a las elecciones en 1951, apoyándose en el ala liberal de su partido. Ganó esta vez y formó un nuevo gobierno. Pero su capacidad no era la de seis años antes y cedió grandes parcelas de decisión a sus colaboradores (en aquellas fechas se hablaba oficiosamente en Londres de un «primer ministro a media jornada»). En 1953 sufrió un nuevo y más grave ataque de apoplejía que le obligó a abandonar temporalmente el poder y que llevó a hablar abiertamente de la necesidad de un recambio. Sin embargo, ese mismo año se produjo un acontecimiento inesperado. La Academia Sueca dio la campanada cuando anunció el ganador del Premio Nobel de Literatura: el primer ministro británico Winston Churchill, de setenta y nueve años. La concesión resultó controvertida. Pese a que poseía una vasta obra escrita que iba desde las crónicas de guerra a los relatos históricos pasando por sus análisis de las contiendas mundiales, sus discursos o varios relatos de viajes, muchos consideraron que la concesión del premio fue una compensación de la Academia puesto que el Comité Nobel del Parlamento noruego no quiso entregarle el de la Paz. Además, aunque la Academia justificó el premio a Churchill «por su maestría en la descripción histórica y biográfica así como por su brillante oratoria en defensa de elevados valores humanos», varios sectores cuestionaron la calidad literaria de su obra. No obstante, el premio fue una concesión que no pudo disimular la decadencia de sus facultades, por lo que en abril de 1955 decidió dimitir definitivamente del cargo de primer ministro. La noche anterior, en un gesto sin precedentes, la reina Isabel II aceptó su invitación a cenar en Downing Street. Rechazó por segunda vez el título de duque que se le había propuesto (ya lo había hecho diez años antes, aunque sí aceptó el de caballero). Pese a que mantuvo su escaño no volvió a intervenir en el Parlamento y quedó prácticamente replegado en su ámbito privado, en el que falleció, a los noventa años, el 24 de enero de 1965.

Entre el público que asistió a los actos celebrados los días posteriores a su muerte (funeral y traslado del féretro) figuraban jóvenes que habían nacido al final de la guerra o inmediatamente después. Para ellos la figura de Winston Churchill era ya algo que pertenecía más al terreno de la leyenda que al de la realidad. Aquel hombre había estado apenas presente en la opinión pública durante algunos años de su infancia y sin embargo había sobrevivido hasta la mitad de la década de 1960. Ellos eran el futuro y Churchill representaba el siglo XX, era una figura que, surgida de la Belle Époque anterior a la Primera Guerra Mundial, había participado activamente en las dos contiendas mundiales y el turbulento período que había transcurrido entre ellas. Si esos jóvenes podían vivir en un mundo libre y en un país democrático en el que planear un futuro en paz era gracias a la obra de uno de los hombres que habían puesto las bases del mundo de posguerra. Unas bases que demostraron ser sólidas y han permitido el desarrollo de su país y de toda Europa durante más de medio siglo.

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