Los grandes personajes de la Historia

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22: Isaac Newton » La culminación de una carrera

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La culminación de una carrera

Aunque en 1693 pasó por una profunda depresión nerviosa, quizá motivada por el agotamiento que conllevaba su trabajo o, como indican algunos autores, producida por una intoxicación con mercurio a raíz de sus estudios en alquimia, poco después logró recuperarse y reincorporarse a una vida pública que poco a poco parecía incomodarle menos. Su frecuente trato con la clase política le terminó procurando un cargo público como el de secretario de la Casa de la Moneda cuya sede se encontraba en la Torre de Londres. Aunque el nombramiento no pretendía que Newton se involucrase directamente en el funcionamiento de la institución, sino que pudiese disfrutar de la renta asociada al cargo, el científico decidió acometer su nueva tarea con el mismo afán con el que abordaba todas sus dedicaciones. Fue un administrador tan eficiente que en 1699 lo nombraron director de la Casa de la Moneda. La acuñación especial que promovió con motivo de la llegada al trono de la reina Ana en 1702 motivó que ésta viajase tres años después a Cambridge para concederle el título de caballero. Sir Isaac Newton se había convertido en uno de los hombres más famosos de Inglaterra.

En 1703, tras la muerte de Robert Hooke, Newton vio incrementados sus honores oficiales con su nombramiento como presidente de la Royal Society. Como ha indicado el profesor Michael Atiyah, «en muchos sentidos se podría decir que fue la primera figura científica política. En nuestros días damos por supuesto que los científicos aconsejan a los gobernantes. Newton fue probablemente el primer científico de ese calibre, y su presencia en la Royal Society consistía en desempeñar ese papel». Al año siguiente y a través de la Royal Society publicó su Óptica en el que recogía y depuraba sus antiguas teorías sobre la luz.

Fue desde su cargo como director de una de las principales instituciones científicas europeas que mantuvo sus famosas polémicas con John Flamsteed y Gottfried Leibniz. El primero de ellos era director del Royal Observatory de Greenwich desde 1675. Su trabajo de observación astronómica había servido para ilustrar los Principia Mathematica de Newton, que ahora como director de la Royal Society le solicitaba nuevos datos para su publicación. Flamsteed, receloso entre otras cosas porque desarrollaba su trabajo financiándolo él mismo, rehusó la invitación. Newton recurrió entonces a una treta para hacerse con los datos del astrónomo. Solicitó al príncipe de Gales que amparase la publicación de los datos de Flamsteed, que él mismo se ofrecía a revisar. Con el patrocinio real, el astrónomo de Greenwich no se atrevió a rechazar de nuevo la oferta. Pero la publicación se demoró y Newton nunca le dio explicaciones. Cuando poco después Halley publicó un libro en el que incluía parte de la información de Flamsteed, éste se sintió utilizado y traicionado. Por su parte, Newton, que preparó la segunda edición de sus Principia en 1714, decidió eliminar todas las menciones al astrónomo existentes en la primera edición.

El carácter de Newton no parecía fácil y la polémica con Leibniz guardó relación con uno de sus principales rasgos, la falta de interés por dar a conocer a tiempo sus descubrimientos. El filósofo alemán había publicado sus trabajos sobre cálculo en 1676 arrogándose la paternidad del cálculo infinitesimal al que él también había llegado. Newton siempre defendió que su desarrollo de este cálculo había sido previo aunque no tenía forma de demostrarlo. Sus discípulos y muchos de sus seguidores que conocían la capacidad del científico inglés defendieron siempre su primacía en el hallazgo. La disputa fue muy sonada entre los intelectuales de la época y todavía hoy en día se discute acerca de ello, aunque de los manuscritos de Newton parece poder deducirse que no mentía.

En los años finales de su vida Newton disfrutó de un enorme reconocimiento dentro y fuera de las fronteras de su país. Las grandes figuras de la Ilustración como Voltaire reconocían en él a un genio de la ciencia que había iniciado un nuevo tiempo para el conocimiento. Cuando Newton murió en 1727 recibió honores de Estado, siendo enterrado en la abadía de Westminster, junto a miembros de la realeza y aquellos otros personajes que su país consideraba sus hijos más honorables. Desde entonces no ha cesado la admiración por la obra de Newton. Einstein se reconocía atónito ante la dimensión de su legado y la actual carrera espacial continúa caminando de la mano de las teorías que ofreció al mundo. Nada de raro tiene que Bill Anders, uno de los astronautas del Apollo 8, preguntado por su hijo sobre quién impulsaba la nave espacial en que iba a viajar, respondiese: «Creo que Isaac Newton realiza la mayor parte del impulso ahora».

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