Los grandes personajes de la Historia

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39: Mijaíl Gorbachov » En el Kremlin: momentos de frustración

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En el Kremlin: momentos de frustración

Los años posteriores serían los de intentar profundizar en las reformas políticas. En palabras del propio Gorbachov: «Primero pensamos que el sistema podía ser mejorado, y fue después cuando vimos que no era así. En la Conferencia del Partido Comunista de 1988 tomamos decisiones que transformarían el sistema más que mejorarlo». En aquella conferencia se decidió convocar unas elecciones para el Parlamento de la URSS, que tuvieron lugar el 26 de marzo de 1989, en las que se disputaron el resultado los candidatos oficiales y muchos alternativos, todos dentro del PCUS. Fue una medida arriesgada, cuyas motivaciones explica así Gorbachov: «¿Por qué lo hicimos? Porque sentía que existía la posibilidad real de que la élite del Partido Comunista pudiese deshacerse de mí y arrebatarme el poder, y eso habría sido el final de cualquier reforma en el país». Otra vuelta de tuerca vendría en febrero de 1990 con la supresión del artículo de la Constitución que prohibía la existencia de partidos diferentes al comunista, con lo que significaba de renuncia al monopolio del poder y de reconocimiento del pluripartidismo, y en julio de 1991 llegaría la última reforma. En una reunión del pleno del Comité Central, Gorbachov consiguió que decidiese adaptarse al nuevo marco pluripartidista, por lo que declaró que abandonaba la ideología marxista-leninista. Era el fin del comunismo como proyecto de cambio político basado en la lucha de clases y la revolución; ahora sería la democracia la que tomaría el relevo.

Pero para cuando esta decisión se tomó, las fuerzas que había desatado la Perestroika eran ya incontrolables. En Europa del Este, desde 1989, se habían venido sucediendo la caída de los regímenes comunistas, entre otras razones porque quedó muy claro que la URSS no intervendría militarmente como lo había hecho en Hungría en 1956 y en Checoslovaquia en 1968. La caída del muro de Berlín en noviembre fue el símbolo de que comenzaba una nueva era. Pero las tensiones nacionalistas que se habían dejado sentir en los países de Europa del Este comenzaron a afectar también a Rusia. En 1989 se produjeron los primeros problemas en el Cáucaso y al año siguiente, en las elecciones celebradas en las tres repúblicas bálticas, las opciones nacionalistas salieron venciendo. En 1991 estalló la crisis. En enero comenzaron los enfrentamientos entre el ejército soviético y la población letona y lituana, produciéndose los primeros muertos. Según criterio de la política Galina Stavrovoita: «Los militares no estaban bajo su completo control, pero eso no le justifica. Él era el comandante en jefe del Ejército Rojo, del ejército soviético, y por supuesto tuvo que haber algún indicio, alguna orden…». La realidad multinacional, las fronteras imprecisas durante décadas y la mezcla étnica eran un cóctel demasiado inestable que acabó por estallar. Gorbachov intentó encauzar el proceso negociando con varios de los nuevos líderes de la URSS la firma de un nuevo Tratado de la Unión para el 20 de agosto que redefiniese el estado federal.

No tuvo ocasión de ponerlo en práctica. La víspera de la fecha señalada, un sector del ejército y del PCUS aisló a Gorbachov en su residencia de vacaciones durante setenta y dos horas en las que trataron de hacerse con el control del país. El intento de golpe de Estado fracasó por la debilidad de los apoyos de los golpistas y por la resistencia de la ciudadanía en Moscú y en otras zonas del país. Durante aquellas jornadas de agosto un nuevo líder emergió en las calles de Moscú para alzar su voz contra los que pretendían parar el cambio. Era el presidente de la Federación Rusa, Boris Yeltsin, que había salido vencedor en unas elecciones el 12 de junio anterior. Aunque Gorbachov regresó a Moscú después de la intentona ya era una figura prácticamente fuera de juego. El poder estaba ahora en manos de los presidentes de las repúblicas federadas (ahora ya independientes), que reunidos el 8 de diciembre decidieron confederarse temporalmente en una Comunidad de Estados Independientes. Gorbachov era presidente de una realidad que ya no existía. Consciente de ello, presentó su dimisión el 25 de diciembre. Era el fin de su carrera política y de la historia de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. ¿Qué es lo que había fallado? Posiblemente el escenario se volvió demasiado complejo en muy poco tiempo y aunque Gorbachov era un dirigente con una extraordinaria proyección internacional, la valoración de su gestión en el interior dividía a la población soviética. Sus reformas económicas no habían dado resultado, actos como su apoyo a la reunificación de Alemania le hicieron impopular entre los sectores más conservadores del comunismo, y la sensación de desintegración le restaba apoyos dentro de su propio partido. En retrospectiva, él mismo ha declarado: «Mi error, el error de mis compañeros y el mío propio, fue que avanzamos muy lentamente en las reformas de la Unión». Nunca podremos saber si realmente un ritmo más acelerado en reformas hubiese evitado la explosión del Imperio soviético.

Desde 1992 Gorbachov se ha dedicado a la política internacional y a las tareas de promoción de la investigación sobre Rusia, las relaciones internacionales y la sostenibilidad ecológica del planeta. En ese mismo año constituyó la Fundación Internacional para Estudios Socioeconómicos y Políticos, conocida como Fundación Gorbachov, que pretende ser de las principales reservas de ideas para construir el futuro de todo el mundo. En 1993 puso en marcha otra de las iniciativas que absorben buena parte de su actividad, la Cruz Verde Internacional, organización que se dedica a nivel global a buscar medios para salvaguardar la riqueza ecológica del planeta.

Si hay un símbolo que resuma la figura de Gorbachov quizá ése sea el Premio Nobel de la Paz que le fue concedido en el año 1990. En él convergen el cenit de su prestigio exterior y de lo que nos dejó como legado más precioso, la paz. Hoy en día su figura sigue siendo objeto de debate: en Occidente se le sigue considerando un hombre importante; en su país de origen su gestión es materia de disputas y discusiones, ya que los nostálgicos de los tiempos soviéticos le consideran el responsable de la fractura de la URSS y del fin del régimen comunista. Sin embargo, no se pueden discutir su sentido del deber, su lealtad, su integridad tanto para celebrar los aciertos como para asumir los fracasos; son virtudes de las que hizo gala a lo largo de su vida pública. Sin lugar a dudas, repasando los hechos encontraremos en el futuro nuevos motivos para valorar en su justa medida la gran figura de Mijaíl Gorbachov.

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