Los grandes personajes de la Historia

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Ejercer de padre

En noviembre de 1815 murió de tuberculosis su hermano Caspar Carl. Tenía una mujer, Johanna, con la que Beethoven tenía una pésima relación, y un hijo de nueve años, Karl. Antes de morir su hermano lo mandó llamar y le pidió que se encargase del cuidado de su hijo junto con su esposa, a lo que el compositor se negó puesto que deseaba ser el tutor en exclusiva del pequeño. Temiendo su reacción, Caspar Carl añadió un codicilo a su testamento indicando su expresa voluntad de que el cuidado de su hijo fuese asumido por su hermano de modo conjunto con su mujer. Pese a ello, Beethoven no estaba dispuesto a compartir la tutela y por ello comenzó una larga batalla legal que se prolongaría hasta 1820. Beethoven se comportó de modo cruel con su cuñada e incluso con el pequeño, pues hizo de la obtención de su custodia una auténtica obsesión. Como indica el profesor Michael White, «no le importaba cuánto sufrimiento causara, ni si heriría los sentimientos del muchacho o de la madre, o de otros amigos. Estaba obsesionado y poseído por ese deseo por una razón, quería ser el padre que nunca tuvo».

Finalmente, y tras varias sentencias intermedias, Beethoven ganó la batalla legal en el verano de 1820. En el transcurso del proceso había tratado de hacerse cargo de la educación de su sobrino y, sobre todo, de alejarlo de su madre convencido de que era lo mejor para el niño. Karl creció en una situación de enorme inestabilidad emocional que en los años siguientes habría de pasarle factura. Beethoven resultó ser un padre poco afectuoso y muy estricto que, por otra parte, vivía absolutamente entregado a su música. Los gastos asociados al proceso legal, unidos a los que generaba la crianza del sobrino y al descenso de los ingresos del compositor motivado por la progresiva desaparición de los mecenas al compás de los nuevos tiempos, dejaron a Beethoven en una situación de precariedad material ante la que no le quedó más remedio que endeudarse. A principios de 1820 sus acreedores le perseguían por Viena y el músico trabajaba cuanto podía para mitigar esa escasez. En 1823 compuso su Missa Solemnis por la que obtuvo algunos ingresos que aliviaron su difícil situación.

Por otra parte, la relación con su sobrino era muy conflictiva puesto que Beethoven estaba empeñado en controlar constantemente las amistades y salidas del joven dado su carácter inestable y rebelde. A comienzos del verano de 1826 ambos tuvieron una agria discusión en la que Karl golpeó a su tío y terminó por escapar de casa. Se dirigió a Baden y adquirió dos pistolas, y tras escribir una nota de suicidio dirigida a Beethoven se disparó en la cabeza. Por fortuna la herida no comprometió su vida y logró recuperarse tras una larga estancia en el hospital. El intento de suicidio de Karl marcó un punto de inflexión en la relación entre tío y sobrino, que desde entonces se dulcificó, lo que permitió su reconciliación. Con ánimo de que Karl terminara de recuperarse, ambos se trasladaron a la casa de campo de un amigo en Gneixendorf, pero allí la delicada salud del compositor comenzó a empeorar inexorablemente. A finales de 1826 regresaron a Viena para que Karl pudiese incorporarse conforme a su deseo al ejército. Por entonces, Beethoven estaba sentenciado; murió el 26 de marzo de 1827. Más de veinte mil personas acudieron en Viena al funeral del genio.

El legado musical de Beethoven constituye uno de los mayores tesoros artísticos de la humanidad, revolucionario por sus dimensiones, su técnica, su lenguaje y sobre todo por su espíritu. En 1824 terminó una de sus obras más bellas y personales, su Novena Sinfonía. Una vez más Beethoven rompía con lo establecido y por primera vez incorporaba un coro al conjunto orquestal haciendo de la voz humana un instrumento más. En ella plasmó sus ideas más queridas al incluir en su movimiento final la Oda a la Alegría, inspirada en los versos del poeta Schiller. Beethoven hacía un himno a la hermandad entre los hombres y a la fe en ellos y aunque no pudo escuchar la ovación con que fue acogido su estreno, su espíritu satisfecho supo que había logrado transmitir lo que sentía.

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