Lexie

Lexie


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Está loco si cree que lo voy a dejar por una cosa tan tonta como esa. Adrien Butler no sabe quién es Lexie Hudson cuando se propone una meta.

Me presento la noche siguiente en el Teatro Royal y no es fácil concentrarme en el baile; mis pensamientos divagan hacia una sola dirección, mi Butler.

No pensé que él tuviera sus propios demonios que lo perseguían. Dejé que fuera el guardián de mi corazón y no me ocupé del suyo. A decir verdad, no sé mucho de él. Todo ha sido rápido, estrepitoso y tan maravilloso a la vez, que dejé de un lado las cosas pequeñas, esas que son tan simples pero que forman un todo.

¿Quién es realmente Adrien Butler?

Sé con exactitud quién puede responder esa interrogante.

«---»

—Gracias por venir, Basile. —le digo y me deslizo en la cabina de la cafetería. Una menos famosa que la habitual. Joy me hizo el favor de conseguir su número, no quise preguntar cómo. Sus métodos suelen ser… ilegales.

—¿Para qué soy bueno?  —pregunta entrelazando los dedos sobre la mesa.

—Necesito que me cuentes todo lo que puedas de Adrien. ¿Qué música escucha? ¿Qué libros lee? ¿Cómo se llama su padre? Todo.

—Señorita yo…

—Lexie. Llámame Lexie.

—No creo que sirva mucho de ayuda. —murmura y creo que tengo que cambiar de táctica.

—Necesito saber que darle al hombre que parece tenerlo todo. Hacer que regrese a mí y que olvide el estúpido accidente de hace unos días. Por favor. —le pido con un mohín.

—Su padre es August Butler. Adrien es su único hijo y no se llevan muy bien, tienen una relación algo ambigua; no sé muy bien porqué. El señor tiene una inclinación por la música clásica y el ballet, como debe imaginar. Su padre lo llevaba al Royal desde pequeño, según le he escuchado decir. Creo que es todo lo que sé, el señor Butler es muy reservado.

—Basile ¿Dónde estará Adrien en Nochevieja?

—Su empresa hace una fiesta en el salón de su edificio. Seguramente estará ahí.

—Gracias, Basile. Por favor, no le digas que hablamos. —él asiente y sale del café. Yo decido quedarme para tomar un desayuno porque muero de hambre. 

«---»

Entro al lobby del edificio y me quedo sin aliento. Es como llegar a la estancia de una enorme mansión. A la izquierda, veo un tipo living con sofás de cuero y alfombras a juego, donde prevalecen los tonos marrones. Doy un giro de 360º y observo con detalle que hay un segundo piso con una baranda de cristal, como una especie de mezanina. Vuelvo a mirar al frente y a la izquierda me encuentro con la sonrisa de un hombre de cabello rojizo y ojos grises que viste formal, con traje y corbata.

Le indico que vengo a la fiesta de Butler Inc. y él me pide la invitación, la saco de mi cartera tipo sobre y se la entrego. De nuevo Joy hizo su magia y comienzo a inquietarme. ¿Y si no parece real?

—Sígame por favor señorita Hudson. —camino detrás de él, repicando el suelo con mis stilletos color piel de Jimmy Choo, y nos detenemos delante del ascensor.

Las puertas se abren y entro. El encargado del ascensor presiona el botón del sótano y no necesito verme al espejo para saber que estoy ruborizada, y no solo por el colorete. Estoy tan nerviosa.

Para esta noche, escogí un vestido en tono piel con drapeado en forma de “X” en el escote. La tela es liviana y cae libre desde mi cintura hasta debajo de mis pies. Recogí mi cabello al estilo griego con una trenza que hace función de diadema y dejé que algunos rizos cayeran de forma natural.

¿Sabían que el corazón del colibrí late tan rápido que siempre está al borde  de la muerte? Mil doscientos latidos por minuto. Bueno, creo que mi corazón quiere competir con el de ese pequeño animalito al latir con tanta velocidad. 

Entro al gran salón del edificio y creo que lo que había imaginado se quedó muy corto para lo que ven mis ojos. Unas treinta mesas están dispuestas en cada lado, dejando un espacio en el centro; imagino que para bailar. Al fondo, hay un escenario un nivel más alto del suelo, y una orquesta toca Adagio de Bach.

Bajo las escaleras del primer nivel, puesto que es un salón de doble altura y, al llegar abajo, veo mi reflejo en el piso blanco mármol. La lámpara, que tiene miles filamentos de cristal cayendo en cascada, se refleja también en el suelo creando un efecto de rosa abierta.

Hago un barrido lento con la mirada y no veo a Adrien en ningún lugar. Creo que mi corazón ganó el reto, ha superado al pequeño colibrí con sus latidos.

Respira, Lexie. Tú puedes.

Ojos curiosos me miran de arriba abajo pero no me intimido, mantengo mi postura erguida y mi mentón en alto y camino con paso firme hasta el final del salón, donde se encuentran los músicos interpretando con elegancia la misma pieza de Bach. Me acerco al anfitrión y le comento lo que vengo a hacer. No fue fácil convencerlo pero al final accedió; creo que  un poco influenciado por la perfecta vista de mis senos que le proporcionó mi escote.

Le envío un mensaje a Basile y él responde casi al toque.

Basile: Está por entrar, señorita Lexie.

Lexie: ¿Ni por mensaje te ahorras el señorita?

Basile: No, señorita.

No puedo con él.

—Démosle la bienvenida al responsable de tan hermosa velada, el señor Adrien Butler.

Los presentes aplauden de pie y mi guapísimo novio —bueno ex novio, por ahora— saluda desde la escalera. Trae un exquisito smoking a la medida y la boca se me seca al instante.

Antes de bajar, le ofrece su brazo a una rubia sexy, a la que al parecer le gusta mostrar las piernas, y la bilis sube a mi garganta.

¿Así de mal la está pasando?

Contrólate Lexie. Respira. Respira.

Adrien saluda a un montón de gente y, a medida que avanza, la valentía que traía conmigo se fue de viaje a Malasia y sin boleto de retorno.

—Tu turno, preciosa. —susurra el idiota que tengo en frente y caso que grito ¡NO LO PUEDO CREER! De todas las palabras del el bendito diccionario escoge esa precisamente.

Hago caso omiso de su intento de coqueteo y subo al escenario. El momento llegó.

Tomo el micrófono y, aunque nadie lo crea, acabo de olvidar todo el jodido discurso. TODO.

—Buenas noches —balbuceo— mi nombre es Lexie Hudson y he perdido a mi amor. Lo sigo esperando cada segundo, cada día… cada noche y se niega a regresar. ¿Por qué estoy aquí? Porque él está aquí.

»La vida es una batalla sin tregua, pero vinimos equipados con un arma poderosa que se llama amor, ese sentimiento que nace en el corazón y penetra hasta el alma. Cada recodo de este empaque pasajero que llamamos cuerpo, reacciona ante el estimulo del amor.

»Un gran escritor, llamado Charles Dickens, escribió estas palabras: «Soy lo que has hecho de mi. Toma mis elogios, toma mi culpa, toma todo el éxito, toma el fracaso, en resumen, tómame». 

»Por eso esta noche te pido que pongas en la mesa los restos de tu corazón, que yo también pondré los míos, para que así juntemos los fragmentos y hagamos uno solo; porque yo no tengo vida sin tus partes y yo no quiero que tu vivas sin las mías.

»Tómame y permíteme tomarte a ti.

Termino el discurso y Adrien permanece de pie, mirando fijo a mis ojos. Llevo una cuenta mental y, al llegar al número treinta, sé que es momento de salir; que él no vendrá a mí.

Puse mi corazón en esas palabras, mostré todas mis cartas, y él no parece reaccionar. ¿Y si lo nuestro no era digno de presentaciones? No pensé en ello y ahora me siento estúpida.

Si pudiera tomar un atajo para salir de aquí, lo escogería antes que tener que pasar por su lado y sentir la humillación incrustarse en mí.

Camino a pasos agigantados por el pasillo del salón y mi vestido ondea alrededor simulando un par de alas. Eso quisiera, volar.

—¿Adónde vas, bonita? —susurra la voz gutural de mi amor. Sus manos se plantan en mi cintura y me llena los labios con el néctar de sus besos.

—Feliz cumpleaños, mi Butler. —susurro cuando me da un respiro.

—Muy feliz para mí, mi ángel. —Adrien aparta un mechón rebelde de cabello que se coló en mi rostro y me da otro beso, uno pequeño y deseo más.

Como el inicio de la lluvia, se escuchan los aplausos de los invitados que fueron testigos de esta pequeña muestra de nuestro amor. Adrien me toma de la mano y me lleva hasta una mesa al fondo; aún mi corazón sigue marcando un ritmo apremiante en mi pecho y necesito tomar aire, mucho aire.

—Padre, Beverly; les presento a Lexie Hudson, mi novia. —dice serio.              

Su padre es un señor de unos cincuenta años  con cabello cobrizo y ojos cafés. Noto el parecido con Adrien por la forma de su mandíbula y su nariz perfilada. Lleva un traje gris oscuro y una corbata tipo plastrón.[20]

—Sí, ya veo. —habla con desdén y siento la mano de mi amor tensarse en mis dedos. Le suavizo el dorso con mi pulgar y eso parece funcionar como tranquilizante.

—Un hermoso discurso, Lexie. —murmura la madrastra de Adrien, quien al parecer le encanta mostrar los senos.

No me gusta quedarme atrapada en un momento tan incómodo. Es abrumador y ahora soy yo quien se tensa. Al parecer, nos quedaremos en esta mesa.

Perfecto.

Me siento al lado de Beverly y Adrien junto a su padre. No sé qué hacer, ni para donde mirar, me siento como una aguja en un pajar.

—Tranquila, bonita; que él ladra pero no muerde. —me susurra mi adonis al oído al tiempo que sostiene mi mano. Sonrío y relajo mi cuerpo para disfrutar de su compañía.

Después de cenar, Adrien se pone en pie y camina al escenario para dar un pequeño discurso. Parece tan… serio, prepotente; hasta diría que desanimado. No me gusta esa versión de mi Butler, es mucho más cálido cuando está conmigo.

Mi inglés con cara de póker extiende su mano delante de mí y me invita a bailar Have You Ever Really Loved a Woman de Bryan Adams que toca la orquesta. La conozco porque papá se la dedicó a mi madre en su último aniversario.

Me levanto y camino hasta el centro del salón con él de la mano. Al llegar, me da un giro y termino en sus brazos al final. Su mano derecha se desliza por mi espalda y el calor de su piel traspasa la tela de mi vestido.

Comenzamos a bailar con suavidad dentro de nuestro pequeño mundo de fantasía y Adrien me canta al oído cada letra de la canción.

To really love a woman

(Para amar de verdad a una mujer)

To understand her

Para entenderla

you gotta know her deep inside

Tienes que conocerla profundamente

Hear every thought

Escuchar cada pensamiento

see every dream

Ver cada sueño

N' give her wings

Y darle alas

when she wants to fly

Cuando ella quiere volar

Then when you find

Entonces cuando te encuentres

yourself lyin' helpless in her arms

reposando desvalido en sus brazos

When you love a woman you tell her

Cuando amas a una mujer le dices

that she's really wanted

Que realmente la quieres

When you love a woman

Cuando amas a una mujer

you tell her that she's the one

le dices que ella es la única

Cuz she needs somebody to tell her

Porque ella necesita que alguien se lo diga

that it's gonna last forever

Que va a durar para siempre

So tell me have you ever really

Pues dime si realmente alguna vez

¿really really ever loved a woman

¿Realmente has amado a una mujer?

 

—Te amo, bonita. Realmente te amo. —susurra y mi corazón estalla en colores, como los fuegos artificiales que se esparcen en el cielo.

—Y yo a ti, mi Butler. No vuelvas a irte de mí. Nunca.

—Ven conmigo. —me pide y no tiene ni que preguntarme, iría hasta la Luna con él.

Subimos las escaleras hasta el piso superior del salón y luego tomamos el ascensor, que nos lleva a la azotea del edificio. Desde ahí,  la ciudad de Londres se muestra hermosa, derrochando luz y color.

—Cinco, cuatro, tres dos, uno… feliz año nuevo, mi niña bonita. —susurra él  y el cielo se llena de júbilo. Fuegos artificiales alumbran el cielo oscuro y destellan en el azul claro de sus ojos.

—Feliz año nuevo, mi corazón. —lo abrazo y le entrego todo a él, mis miedos, mis anhelos, mis sueños, mis dudas…. mis esperanza. 

—Lexie —dice apenas como un susurro— ¿Te casarías conmigo?

 

 

 

 

 

 

Capítulo 11

 

ADRIEN

 

 

 

¿Puede alguien ser dos personas a la vez?

Debe ser posible porque es como me siento ahora mismo. Con Lexie, soy dulce, apacible... un romántico empedernido; pero sin ella me siento un animal, una bestia sin corazón, una persona cruel que no le importa nada ni nadie.

Aunque no siempre fue así. La vida me obligó a cambiar, a no esperar nada; a no desear nada.

Yo también tenía sueños, ilusiones… y las perdí todas.

Entonces, la vi; bailando en el Teatro Royal, interpretando un papel secundario de El Lago de los Cisnes de Tchaikovsky.  Sus movimientos eran perfectos, elegantes… sentidos.

Cada parte de ella era la perfección hecha mujer, pero lo más impactante eran sus ojos, no podía dejar de verlos; ellos me gritaban por ayuda… por redención. En ese momento, sentí como si mi alma se fusionara a la de ella, como si mi destrozado corazón completara un puzzle con el suyo. 

Me enamoré. 

Sí, me enamoré de esa castaña de ojos celestes sin siquiera saber su nombre, pero eso no sería problema; ya lo sabría.

Basile, mi amigo, guardaespaldas, chófer… la única persona en la que confío; se encargó de encontrarla y, en menos de un día, sabía todo de ella; donde vivía, su nombre y la hora a la que frecuentaba el Starbucks de su vecindario.

Seguía siendo el mismo pero algo había cambiado en mi interior. Luchaba por guardar ese sentimiento en mi pecho y no compartirlo con ella. Lo intenté pero era como querer escalar el Everest sin oxígeno, agonizante, y me llevaría a la muerte.

¿Por qué esperé tres meses para hablarle? Porque, aunque la amara, pensaba que ella merecía a alguien mejor que yo. ¿Qué cambió entonces? Nada cambió en cuánto a mis motivos, pero mi corazón no lo resistía más.

Esa noche me bajé de mi auto, entré al café y le di un billete de cien al chico que tenía detrás para ocupar su lugar. Ella estaba a centímetros de mí, su fragancia floral flotaba en el aire y decidí arriesgarme, decidí que era momento de convertirme en esa persona que ella merecía y lo haría a cualquier costo.

Envidiaba al abrigo que le cubría la piel,  al cajero que la miraba a los ojos, envidiaba al suelo que la sostenía… la quería para mí: solo para mí.

Estaba tan asustado. Mucho. El imponente y despiadado Adrien Butler tenía miedo.

—Vale la pena la espera. —susurré. Ella medio bufó.

Lo que pasó después me dio un poco de gracia, ella no quería que el impertinente que tenía detrás supiera su nombre, pero ya lo sabía.

—Bonito nombre. —dije después y ella se giró enojada.

Vi sus ojos azules y creí que estaba en el cielo, que a quien tenía en frente era a un ángel, uno lastimado por lo que me seguía diciendo su mirada, pero no por ello dejaba de ser la mujer más hermosa que había visto.

Desde entonces, no pude alejarme más. Se convirtió en mi mundo, en mi vida entera. Estar  a su lado alejó mis pesadillas, esa otra parte de mí que quería mantener cautiva. Mi niña bonita iluminaba mi alma, llenaba el vacío hueco de mi corazón.

Ni todo el dinero, ni los lujos… ni el sexo, llenaron nunca ese agujero que había en mi pecho; solo ella. Mi vida era ella.

Peleé con sus demonios y creí haber ganado, pero, en el intento, volvieron los míos. Nunca habían venido a mí en su presencia, pero ver como se besaba con ese maldito hizo imposible contenerlo y debía salir de ahí antes de matar a Mark.

«No es lo que parece», me dijo y le creí porque veía en sus ojos la verdad; siempre hablaban antes que ella, pero si seguía ahí perdería el poco de control que me quedaba.

¿Estuve enojado con Lexie por pensar que me estaba follando a Beverly? Sí y lo que más me dolía era que desconfiara de mi amor, del pacto que hice con ella al ponerle ese anillo.

No la esperé en el aeropuerto con flores, no la llamé cada noche para decirle cuanto la amaba, no hice nada de eso porque estaba esperando que, por una vez, ella hiciera un esfuerzo, que me demostrara cuánto me quería.

Sin embargo, como el obsesionado que soy por su seguridad, fui al aeropuerto y seguí su taxi, solo para cerciorarme que llegara a salvo. Estaba frente a su edificio, devanándome los sesos con una sola pregunta ¿Debería tocar a su puerta?, cuando la escuché:

—¡Eh! ¿Acaso quieres morir congelado? —dijo una voz chillona detrás de mí, Joy; la extraña amiga de Lexie. No creo que encajen mucho pero quién soy yo para juzgar.

Fue ella quien me obligó a entrar al edificio y fue por ella que vi lo que vi. 

Salí de apartamento hirviendo como una olla de presión a punto de estallar. Lexie me llamó justo antes de subir a mi auto y me detuve. Habló a mis espaldas porque no quería viera como mis ojos ardían de ira, no quería que conociera ese lado de mí; pero igual le hice daño.

Cuando la vi en el suelo, quería tomar un arma y dispararme en la cabeza. La llevé dentro y luego tomé la decisión que volvería a enviarme a mi vida solitaria, la dejé. Era lo mejor.

Eso pensé hasta hace unos minutos.

—Hola, mi nombre es Lexie Hudson… —su voz proviene del escenario y se instala en mi alma. Ella está aquí, mi ángel vino a sacarme del infierno. Mi niña bonita.

Sus palabras son como un pegamento que vienen a unir los trozos de mi corazón.

Desde que me fui esa mañana no viví más, solo existía como un caparazón vacío y sin alma.

«Tómame».

Fue su última palabra y mi espíritu llegó a su encuentro mucho antes que mi cuerpo.

—¿Adónde vas, bonita? —le digo al ver que intenta huir. ¿Ella en verdad pensó que la dejaría ir así nada más?

La tomo en mis brazos y me vale que todos nos miren, la voy a besar. Un beso viene acompañado por un coro de ángeles que pronuncian Aleluya. Mi vida está completa de nuevo. Mi vida es Lexie Hudson, mi dulce ángel bonito.

¿Existe algo más hermoso que amar a alguien? Sí, que ese alguien te ame en la misma medida, con la misma profundidad y magnitud; que te lo haga saber al decir: «sí, me quiero casar contigo».

¿Es pronto? Quizás ¿Pero quién decide los tiempos del amor? ¿Quién puede entenderlo? Solo los que lo han sentido. Y yo por esta mujer daría hasta lo que no tengo.

—Butler —susurra mi bonita sobre mi pecho— no puedo respirar.

—Lo siento. Lo siento. —la suelto y ella ilumina la azotea con su sonrisa; es más poderosa que los fuegos artificiales.

—Papá se va a morir cuando lo sepa. Solo han pasado dos meses y la mayoría de ese tiempo hemos estado separados. ¿Será muy pronto?

—No lo analices. Las cosas hermosas de la vida no se planean, solo suceden. —le digo y ella sacude la cabeza a los lados.

—Sin duda saliste de un libro de romance mi bonito.

—Bonita tú. —le digo y beso sus carnosos labios.

Sería muy fácil deslizar su vestido hacia arriba y llevar este beso a otro nivel, uno que viaje muy al sur; pero me contengo solo porque sé que ella no está lista. Aunque no lo diga, sé que corrompieron su cuerpo, que algo muy atroz le sucedió para no poder soportar que bese más allá de su boca y eso me ha quitado el sueño muchas noches.

¿La deseo? Más que un ave en cautiverio por libertad.

¿Me he dado paja en su nombre? Muchas veces.

¿La dejaré si no la puedo tener? No lo haría. Porque sexo puedo tener con cualquiera pero ellas no  me entregarían su corazón; ninguna lo hizo. 

—Adrien yo… quiero darte más —susurra y se lleva la mano al anillo en su dedo anular. Lo desliza fuera y me lo entrega en la mano— tómame.

—No estás preparada, bonita. Lo estás haciendo porque crees que es lo correcto, pero no arriesgaré lo que tenemos por unos minutos de placer; te quiero por horas, días y meses; te quiero por años y miles de vidas.

—Te amo por eso y quiero que lo sepas más allá de las palabras; quiero demostrártelo. —sus dedos se hunden en mi cabello y hago un esfuerzo sobrehumano para no llevarla a mi habitación y amarla como merece.

—¿No te parece suficiente haberte parado delante de trescientas personas y dejar tu corazón en ese escenario? —ella oculta su rostro en mi pecho y ya imagino lo sonrojada que está.

»Ponte ese anillo y dale la buena nueva a tu familia.

—¿A quién se lo dirás tú? —me pregunta mirándome a los ojos. Lo sabe, sabe que no tengo a quién decirle y eso sacude una fibra sensible en mí.

—La única persona que necesita saberlo está frente a mí y tiene unos lindos ojos, una hermosa boca y unas curvas tan peligrosas que requieren bastante esfuerzo para no perder el control. —murmuro y me humedezco los labios. Mi sexo vibra impaciente en mis pantalones y me aparto lentamente del cuerpo que quiere poseer.

Lexie se muerde el labio inferior y sonríe, sin saber que estoy deseando inventar alguna tecnología que adelante el tiempo hasta el momento que pueda hacerle el amor y escuchar que estalla en placer gritando mi nombre.

Bajamos a mi piso y le pido que de regalo de cumpleaños se quede a dormir aquí; no en la misma habitación, pero sí muy cerca de la mía.

—Marla, te presento a Lexie, mi futura esposa y el amor de mi vida. —le digo a mi ama de llaves y pareja de Basile. Los dos viven en el ala este de mi Penthouse.

—¡Felicidades! —dice emocionada y se lleva las manos al pecho —Sabía que el amor lo cambiaría. Sabía que era lo que necesitaba.

Soy el mismo Marla, pero ahora tengo una razón para sonreírle… a ella. A nadie más.

»¿Puedo abrazarlo? —me pregunta a punto de llorar y doy el primer paso para que lo haga. Basile y Marla son como la familia que nunca tuve, porque a August Butler le queda muy grande esa palabra.

«---»

—Buenos días, señor Butler. La señora Butler lo espera en la oficina. —me dice una morena de ojos grises. Abby, mi secretaria.

—¿Cuántas veces te he dicho que no la dejes entrar?

—Pero es que ella…

—Ella, nada. Si vuelve a pasar algo así, te despido. —la amenazo y ella se vuelve a su asiento temblorosa.

Camino ceñudo por el pasillo alfombrado que da a mi oficina y tomo un respiro antes de abrir la puerta; ver a esa mujer me hace hervir la sangre.

—¡Cariño! —chilla la rubia de ojos verdes que un día llamaba esposa.

—¿Qué haces aquí? —espeto y rodeo mi escritorio de cristal, dejando a Salomé con los brazos extendidos.

—¡Adrien! Gordito. ¿Por qué me tratas así?  —ronronea apoyando sus manos en mi escritorio y exponiendo sus tetas delante de mi cara.

—Estoy harto de ti, de tus repentinas apariciones; de ver tu maldita cara delante de mí. Vete que tengo miles de cosas que hacer. —le exijo y abro mi portátil para intentar trabajar.

—Ya August me contó de tu aventurilla con esa zorrita y puedo comprender que necesites desahogar  tus deseos carnales, pero aún sigues unido a mí, Adrien. Siempre serás mío.

—¡Lárgate! Preferiría arder en el infierno antes que tener que escuchar tu  jodida voz. —camino hasta la puerta de mi oficina y la abro para que entienda el mensaje.

—¿Recuerdas lo mucho que te gustaba que gritara tu nombre? Mejor aún ¿Recuerdas cuando gritabas el mío? Podemos volver a ser lo que éramos; podemos ser más todavía, gordito. —su lengua saborea el borde mis labios y estoy a segundos de empujarla contra el suelo y plantarle un puño en la cara. Sé que es lo que busca, pero no lo va a lograr.

—Salomé… —digo como advertencia.

—Termina lo que sea que estés haciendo con la tal Lexie si no quieres que le haga una pequeña visita. 

Con ella no te metas. Lexie es sagrada. Es un templo.

—Ella no significa nada, Salomé. Es una más del montón. Ya pasé de ella. —miento para que se le quite esa idea de la cabeza. Ni August ni esta endemoniada mujer van a empañar mi felicidad. Ya no más.

—¿Qué harás para convencerme? —susurra con la mirada oscura y que ni crea que caeré en su juego; no volveré a su abismo. 

—No tengo que probarte nada, Salomé. No deberías estar aquí.

La curvilínea madrileña, que un día me tenía en sus manos, me guiña un ojo y camina por el pasillo con ese ritmo sensual que levantaría hasta a un muerto. Aunque, en mí, ya no despierta ni un mal pensamiento.

—¡Abby! —grito y me siento en mi gran trono blanco de piel mientras la espero.

—Asegúrate que Salomé no ponga un pie ni en la acera frente a mi oficina o ve despidiéndote de Butler Inc.

—Sí señor. —tartamudea y cierra la puerta al salir.

¿Por qué tenía que aparecer Salomé justo ahora? Seguro mi padre tiene nuevos planes con ella pero me vale mierda lo que él quiera; mi vida ahora tiene un rumbo fijo, Lexie. 

Adrien: ¿Cómo amanece la reina de mi corazón y mi futura esposa?

Lexie: Mal, corazón. Estoy muy enferma. ¿Conoces a alguien que esté dispuesto a consentirme?

—Abby, cancela toda mi agenda para hoy.

—Pero… tiene una reunión con su padre a las…

—¡CANCELA TODO!

No tengo tiempo para esperar por Basile, tomo mi Lamborghini y salgo de Butler Inc. derrapando en la carretera. Sujeto el volante con fuerza, exponiendo las venas de mis manos. Odio que mi niña esté enferma.

Detengo mi auto frente al edificio de lajas marrones donde vive mi ángel. Tiene unos cuatro pisos y es bastante pintoresco, pero muy poco para lo que ella merece. Subo las escaleras de dos en dos y llego a su piso. Frente al apartamento 10, el de ella, está el idiota de Mark a punto de tocar la puerta.

Creo que es hora de arreglar cuentas.

—¡Eh! No lo intentes. —le ordeno y él frunce el ceño al verme. No es más que un debilucho sin músculo ni estatura. No es nadie.

—¡Ah si! ¿Quién coño te crees tú para mandarme?

—Mark, mejor aléjate antes de humillarte más. Lexie se va a casar conmigo. Es mi última advertencia.

—¿Y si no lo hago qué? —él da dos pasos hacia mí y ya tengo las manos empuñadas. Estoy a punto de partirle la cara al maldito.

—No quieres averiguarlo. —mascullo y paso de él.

—Ella es solo un capricho para ti, Adrien. Como lo han sido todas. ¿Crees que no sé quién eres?

Me giro y arrincono a Mark contra la pared. Mis manos presionan su cuello y si dice otra maldita cosa de seguro lo mato.

—Si sabes quién soy entonces no vuelvas a hablarle, no respires su mismo aire; no pienses en ella. ¿Escuchaste? —él asiente y lo libero para que pueda respirar.

—Estás jodido de la cabeza y espero que Lexie lo descubra antes que sea tarde.

Golpeo la pared con el puño cerrado cuando la basura de mierda de Mark se va y Lexie abre la puerta con los ojos vidriosos. El cabello lo tiene hecho un lío y su nariz cambió de blanco a rojo carmesí. 

—Bonita. ¡Oh mi Dios! ¿Qué te pasó? —la abrazo y mi pecho vibra adolorido. Odio verla así.

—Un terrible resfriado, mi Butler. Estoy horrible. ¿Me seguirás queriendo?

—Eso no se pregunta. —entro con ella a su loft y la obligo a meterse a la cama.

—¿Me dejarás aquí solita?  —pregunta  con un mohín y eso me saca una sonrisa torpe.

—No, bonita. Nunca te dejaré. Solo iré a la cocina a hacer mi magia. —camino a la pequeña cocina empotrada en medio del loft y me quito el traje y la camisa, quedando solo con una camiseta de algodón sin mangas.

—Si el gran Adrien Butler sabe cocinar, es algo que no debería perderme. —murmura Lexie con voz nasal. La pobre no puede ni respirar.

Mis ojos hacen un recorrido por sus piernas desnudas y subo lentamente, deteniéndome en la curva que se forma en su cintura. Más al norte, sus senos firmes me dejan ver sus endurecidas puntas. Lo que haría mi boca con esa piel. De momento necesito sumergirme en una piscina helada con mucho hielo. Por suerte, la altura de la encimera cubre mi excitación.

¡Mi Dios, Adrien! Contrólate, ella está enferma.

—Sé hacer muchas cosas que te encantarían, bonita. —digo, aclarando mi voz un par de veces. Ella se sienta en una de las sillas altas de cuero blanco y apoya su mentón en los puños.

—¿Te han dicho que eres el hombre más hermoso del universo? —susurra con un hilo en su voz.

¡Joder! Cuánto daría por hundirme en su calor.

—Sí pero es la primera vez que en verdad me importa. —meto la cabeza en el refrigerador para sacar algunos ingredientes pero no hay suficiente, necesito muchas cosas.

Saco el móvil del bolsillo de mi pantalón y le pido una lista a Basile de víveres. Sé que Lexie me está mirando, lo siento y me está costando mucho ignorarla.

—¿Dónde están tus ollas?

—Arriba. —señala con el dedo. Saco una y la lleno de agua. De reojo, puedo ver una sonrisa dibujada en su rostro y eso me hace sonreír a mí también.

—¿Tienes algo para decir, cariño?

—Sí, que estoy deseando ser tu esposa, Adrien; que quiero amanecer a tu lado cada día y abrazarme a tu pecho por las noches. —todo en mi interior se conmueve por sus palabras y quiero gritar, llorar, correr… todo al mismo tiempo. Porque su deseo es el mío; porque sería capaz de firmar esos papeles ahora mismo para tener todo eso y mucho más.

Abandono mi labor de chef para arroparla en mis brazos. Sentir su calor en mi piel, sin camisas de algodón de por medio, ni trajes formales; es como despertar en un sueño.

—Elige una fecha, un lugar y una hora. Pídeme todo lo que quieras y lo tendré para ti. Para los dos, bonita. —musito mientras peino su cabello hacia atrás con mis dedos.

—No me importa el lugar ni la hora, solo te necesito a ti y a mi familia. Haz tu magia, Butler.

—¡Oh mi Dios! No sabes… no tienes una idea de lo feliz que me haces, Lexie Hudson. —la abrazo y la elevo del suelo para girar con ella en mis brazos.

La puerta suena con tres toques y la bajo al suelo para ir a abrir yo, no quiero que nadie la vea tan ligera de ropa.

Basile llega con mi pedido y lo despido en la puerta. Pongo todo los ingredientes en la encimera mientras Lexie habla al teléfono con su achispada hermana gemela. Son idénticas, como dos gotas de agua en apariencia, pero con personalidades tan opuestas que no es difícil diferenciarlas.

Después que Lexie se tomara el caldo milagroso que le preparé, la dejé recostada en su cama para que tomara una larga siesta. Necesito que se recupere lo antes posible para celebrar nuestra boda y ya sé exactamente donde será.

 

 

 

Capítulo 12

 

LEXIE

 

 

 

No sé como lo hizo, pero lo logró. En menos de siete días todo estaba listo para el gran día. ¿Qué si mi padre casi sufre un infarto cuando le conté? Sí, pero entendió que Adrien es mi felicidad y que no necesito más tiempo para saber que lo amaré por siempre.

Mi Butler no se limitó solo con traer a mis padres, incluyó a mis tíos, abuelos; primos y los hospedó en el hotel más lujoso de Londres. Le dije que era demasiado pero él insistió y no tuve más opción que aceptar.

—Tenemos que hacerlo oficial, cuqui. Hoy tendrás una despedida de soltera como Dios manda.

—Less, sabes que no me gustan esas cosas.

—¿Y eso qué? Igual vas a ir. —dispone y Joy la secunda. Que par de mujeres tengo que soportar.

Lexie: Amor, iré a un pub con Joy y Less. Nos vemos mañana a las diez. No me hagas esperar.

Adrien: ¿Cuál pub, bonita?

Lexie: No lo sé pero no te angusties. No estaré sola y lo sabes. Un enorme beso mi Butler. Te amo.

Adrien: Yo más, mucho mucho más mi ángel.

Este hombre tiende a ser demasiado intenso con mi seguridad. No puedo con él y su obsesión por cuidarme; ha convertido a Basile en mi sombra.

El invierno sigue en marcha en la ciudad, por lo que opto por un abrigo burdeos de cuero, Jersey y pantalones pitillo blanco y botas de plataforma de gamuza del mismo tono del abrigo.

—¡Oh mi Dios! ¿Están de broma? ¿Desde cuándo se visten iguales?

—Únete a la onda punk, Lexie y así seremos trillizas.

—¡No! Olvídenlo. —llevan un top blanco con cruz invertida en color negro en medio, abrigo de cuero con tachuelas, pantalón pitillo de cuero y botas militares. Paso.

Bajamos los dos pisos que nos llevan a  la salida de mi edificio y casi que caigo atrás cuando veo el auto donde nos espera Basile, está vez Adrien se pasó. ¿Una limusina para ir a un pub? ¿En serio?

—¡Oh mi Dios! Si no fueras mi hermana te juro que te robo a Adrien, es una pasada.

—¿Y dónde dejas a Adam?

—Él lo superaría, cuqui. Es un niño grande. —bromea y es la primera entrar en la monstruosidad de auto.

—Esto es vida, Lexie. —asegura mi chispita, recostándose en el sofá. Una botella de champagne nos espera en la hielera y Joy no pierde tiempo en descorcharla.

—Por Lexie y Adrien, que su dicha sea eterna. —brinda Less y es inevitable que sus palabras me saquen una sonrisa.

—Para siempre. —añado y me tomo la copa de un trago. Less tiene razón, esto  merece una celebración. Cuando llegamos al Callooh Callay, ya hemos consumido la botella y estamos bastante achispadas.

El lugar es hermoso, muy colorido y chic. Dudo mucho que fuera idea de Less o Joy, aquí intervino la mano de mi Butler.

Tomamos asiento en una  pequeña salita con sofás de cuero en tonos pasteles, rosa y coral. En medio, dos mesitas de cristal con base de acrílico blanco en forma de “X”.

Pedimos un negroni, un cóctel hecho a base de Tequila, Campari y Vermút; y mis compañeras de juerga no tienen problema en tomarse tres seguidos, pero yo no puedo más después del primero. 

El par de dementes se van a la pista de baile y se mueven como esos robots que ves en las plazas; yo no sería capaz de hacer algo como eso.

—Hola, muñeca. ¿Por qué tan solita? —susurra un tipo detrás de mí.

—No estoy solita y es mejor que te vayas. —espeto al tiempo que me cambio de puesto. El tipo al parecer tiene un problema auditivo porque en lugar de irse se ubica en el sofá donde estaba yo.

—Tranquila, Lexie. Te traigo un mensaje y es mejor que sonrías porque vi a Basile en la entrada y no quiero meterlo en esto.

—¿Quién eres tú? —le pregunto enarcando una ceja.

—Eso es lo de menos, lo que importa es el mensaje. Adrien Butler no es lo que aparenta y aún estás a tiempo de apartarte. Si no quieres terminar lastimada, mejor déjalo. —sus ojos son oscuros como dos pozos, lleva una camisa verde y un pantalón negro. Sus dientes están pigmentados de amarillo y su barba está perfectamente cuidada en forma de candado. Es blanco, de unos treinta años, muy alto y delgado.

Las manos me tiemblan y trato de controlarlo pero no puedo. Mis ojos se han inundado en llanto y aprieto los dientes para no gemir. Tengo miedo de lo que su mensaje significa. Me aterra pensar que haya verdad en sus palabras.

—Aléjate de ella, Fred. —espeta él, mi Butler. Está aquí.

El tipo al que mi prometido llamó Fred se levanta con las manos al aire diciendo con ello que se va.

—Adrien —me levanto del sofá y lo abrazo. Él es mi refugio, mi lugar seguro— ¿Quién era él?

—Nadie, bonita. ¿Te hizo daño? ¿Te dijo algo? —quizás sea mejor omitir sus palabras, pero también recuerdo  lo que siempre dice mi madre, la confianza es la base de una pareja feliz.

—Dijo que me alejara, que tú no eres quien pienso, que me vas a lastimar. ¿Quién es él, Adrien?  —siento como su respiración se agita y me aparto de él.

¿Es cierto? ¿Ese hombre dijo la verdad?

—Ya te dije que no es nadie, Lexie. Olvida todo lo que ese sujeto te dijo. Yo nunca te haría daño, mi ángel. ¿Me crees? ¿Confías en mí? —sacudo la cabeza a los lados y corro fuera del bar. Necesito tomar una bocanada de aire. Necesito organizar  mis ideas.

—¿Ya se va señorita Lexie?

—¿Quién es Fred? ¿Tú lo sabes?  —Basile entorna los ojos y no tiene que responder; lo sabe pero no lo dirá.

—Bonita… no te vayas. —jadea Adrien detrás. Me giro y enfrento sus ojos, unos que no reconozco en este momento.

—Dime quién es Fred. Dime por qué me dijo eso y no me iré. —tengo miedo de lo que pueda decir  o de lo que no diga. No quiero que lo nuestro se acabe. No así. 

—Es mi pasado, alguien que no debió acercarse a ti… es mi medio hermano.  —Adrien da dos pasos hacia mí y me toma las manos.

»Te diré todo si lo deseas, aunque es una parte de mí que prefiero olvidar. Te juro que nunca te haría daño. Nunca. Por favor, no me dejes. —me pide con lágrimas cruzando sus mejillas.

—Todos tenemos un pasado que no queremos recordar, lo entiendo; pero pudiste advertirme al menos. Tenía mucho miedo. Demasiado y no siempre estarás para salir a mi rescate. —Adrien me abraza fuerte y repite que no lo deje, que siga con él… que sin mí la vida pierde el sentido y me separo lo suficiente para que me mire a los ojos.

—Completas mi corazón, Butler. No lo rompas.  

—Siempre estaré para ti. Nadie te hará daño, bonita. —susurra y reconozco sus palabras en alguien más, en papá.

—No puedes protegerme de los factores externos. No controlas el mundo, Adrien. Solo serás responsable de lo que hagas conmigo. No quiero que me prometas que nadie me hará daño, quiero que me prometas que tú no lo harás. —parecemos dos tontos llorando en medio del frío de la calle, pero es mejor resolver esto antes que demos el siguiente paso; uno que quiero que sea para siempre.

—Lexie… todo lo que fui quedó atrás desde que te conocí. Si puedes aceptarme por lo que soy, por lo que te he demostrado ser, no importará nada de lo que dijo Fred. ¿Quieres que te lo diga? Puedo hacerlo, pero eso no cambia lo que siento por ti. Este amor que es hielo y fuego a la vez. —sus manos están suspendidas en mi cintura y su aliento insiste en inundar mi alma; en llenarla toda.

—Te acepto y te quiero, Adrien. Que el pasado se quede en pasado… para los dos. —digo como una promesa. Porque deseo que después de mañana, nada más perturbe mi corazón.

—¡Lexie! ¡Joder! Te buscamos por todas partes ¿Estás bien? —grita la voz chillona de Less. Había olvidado que estaban ahí.

—Sí. —farfullo.

—¡Oye! ¿Tú qué haces aquí? Es una salida de chicas. Además, es malo ver a la novia un día antes de la boda. —augura mi gemela y deseo que esté equivocada. No quiero más tropiezos en nuestro camino.

—Solo vine a decirle a Lexie que no veo la hora de hacerla mi esposa y que nunca olvide que es la razón por la que respiro cada día. —Joy simula que tiene arcadas, burlándose de la cursilería de Adrien. Sé que odia el romance. 

—Bueno, vuelve a tu torre de cristal y devuélveme a mi hermana. —Less me toma por la mano y me dejo llevar dentro del pub.  

«---»

—¿Esto en verdad está pasando? Pequeña, creo que necesito oxigeno. No puedo respirar. —dramatiza mi padre.

—Maison, por favor. No seas un crío. Tu hija tiene veinte años. ¿Recuerdas que estabas haciendo tú a su edad? —él mira a mi madre con el ceño fruncido y no me atrevo a preguntar de qué hablan.

—Pero es que ella es mi bebé. —se queja.

—Papi, ante tus ojos siempre lo seré. Si es por ti me quedo para vestir santos.  Ahora ve a prepararte que en tres horas le daré el sí a mi prometido.

—Pero cuquiiiiii.

—Mamá, haz algo. —le ruego. Necesito centrar mi atención en el maquillaje y peinado.

—Ya lo hablamos durante todo el viaje, Maison. Ve a vestirte y encárgate de Hanson.

Ya mi madre habló así que Maison obedece y sale de la habitación.

Adrien: Mi niña bonita, creo que estoy por sufrir un colapso. Dime al menos una palabra.

Mi prometido me ha enviado más de veinte mensajes desde anoche pero Less dice que no tiente a mi suerte al comunicarme con él previo a la boda. Pero un mensaje no hará daño ¿Cierto?

Lexie: Te amo, Butler. No mueras porque luego ¿Con quién me caso?

Apago el móvil y me entrego a mi maquilladora. No más distracciones. Cosa que dura unos… cinco minutos.

—¿Qué haces aquí?

—¡Eh! ¿Por qué la agresividad? Vinimos al mundo juntas ¿Recuerdas?

—Less, por favor. Por lo que más quieras en este mundo, guarda silencio y deja que Mery me prepare para mi boda. ¿Puedes hacerlo?

—Bueno, me callo.

Y lo hizo por unos quince minutos. Luego no paro de hablar por dos horas. DOS HORAS DE LESS. Gracias a Dios los bebés no hablan en el vientre.

—…y me iré a vivir con Adam  cuando vuelva a casa.

—¿QUÉ?  —Por suerte ya estaba lista cuando dijo aquello o hubiera arruinado el trabajo de Mery.

—No necesito una gran boda, ni un anillo, ni toda la parafernalia. —habla mientras se aplica brillo labial en los labios.

—Gracias por lo que me toca. —mascullo y me pongo en pie para que Mery me ayude a vestir.

—No es que no esté de acuerdo con la tuya. Yo simplemente no soy de bodas ni esas cosas. Soy simple.

—Less ¿Sabes lo que pasará cuando hagas eso?

—¿Tener sexo sin restricciones?

—¡Mi Dios! Eso es cosa tuya. Digo que, papá apenas está aceptando mi boda y vienes tú a soltar esa bomba. Es mucho para soportar, Less.

—¿Dices que tengo que esperar porque tu no pudiste esperar? Me puse un estúpido vestido rosado de satén para apoyarte este día ¿Y tú quieres que espere?  Que egoísta, Lexie.

—¡Less, espera! No te vayas. No quise decir eso yo… —no me da tiempo de decir más porque sale por la puerta haciendo un berrinche.

Genial.

—Perfecta señorita Hudson. Luce usted hermosa. —asegura Mery con una enorme sonrisa.

Camino por la habitación nupcial que alquiló Adrien para mí y me detengo frente al espejo. Tengo miedo de abrir los ojos y que al mirar mi reflejo me devuelva la imagen de una Lexie derrotada, sucia; amedrentada; que no soporte mirarme por más de un minuto. 

—¿Puede buscar a mi mamá? —Mery asiente y sale de la habitación. En pocos minutos, la puerta vuelve a abrirse y sonrío, pensando en lo que dirá mi madre; pero no es su voz la que reverbera en la habitación.

—Luces tan hermosa, muñeca. Es una lástima que tus sueños se rompan en pedazos cuando sepas quién es Adrien. Te lo advertí. No digas después que no lo hice.

—¿Qué quieres? —pronuncio a punto de llorar.

—Ayudarte. —murmura y percibo el olor de cigarrillo que expende de su ropa.

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