Lenin

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LA CONQUISTA DEL PODER » 18. La reconquista del Partido

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Al enterarse, Lenin quedó desagradablemente sorprendido. Asistió a la sesión del Comité. «No comprendo —declaró a los comitards— por qué en los precisos momentos en que las conversaciones con el camarada Trotski, referentes a su participación en la publicación de un órgano popular, han entrado por buen camino, el Comité de Petrogrado manifiesta el deseo de tener un periódico propio. En las capitales y en los grandes centros industriales del extranjero no existen órganos especiales. Esa división de las fuerzas es perjudicial. Un órgano especial del Comité de Petrogrado no tiene razón de ser. Como centro local, Petrogrado no existe. Es el centro geográfico, político y revolucionario de toda Rusia. Todo lo que ocurre aquí sirve de ejemplo y de lección a todo el país. En consecuencia, la actividad de la organización bolchevique de la capital no puede ser tratada en un plano puramente local.» Por eso había venido a proponer al Comité de Petrogrado que participase en la redacción del futuro periódico popular con voto deliberativo y en la del nuevo órgano central con voto consultivo.

Su ofrecimiento tropezó con la oposición en masa de los dirigentes del Comité. El que se mostró más hostil fue Kalinin, un viejo militante, obrero auténtico, que gozaba de un gran prestigio entre sus camaradas. Había sido elegido miembro suplente del Comité central en Praga en 1912. Sin embargo, no se sabe por qué motivo, en la reciente Conferencia se había preferido al insignificante Federov y aquél no formó parte del nuevo Comité central. «Me pregunto —dice en resumen—, por qué el Comité central se muestra tan hostil al proyecto del Comité de Petrogrado. Para servir a los intereses específicamente locales, nuestra organización debe poder conservar cierta autonomía. En Pravda se nos hace esperar durante semanas antes de publicar nuestros textos. Y en lo que se refiere a las fluctuaciones que el Comité central parece temer por nuestra parte, ¿no las ha tenido él también a veces? Tomemos como ejemplo Pravda. En primer lugar, ha seguido cierta política. Llegaron los camaradas Stalin, Muranov y Kamenev y el timón fue dirigido en otro rumbo. Hasta la llegada del camarada Lenin se ocupaba de Pravda un Consejo. Desde entonces el Consejo entró en letargo. Lo mismo ocurrirá en el nuevo periódico.»

Molotov, uno de los miembros del mencionado Consejo, compartió la opinión. «No hay divergencias entre nosotros y el Comité central —dijo—. En lo único en que no estamos de acuerdo es en lo que concierne a la posición política de la cuestión. El alegato de que en el extranjero se conforman con un solo órgano central no prueba nada. En el estado de excitación en que vive la masa revolucionaria en Rusia, decenas de periódicos hallarían amplia difusión.»

Volodarski, un trotskista que no tardará en convertirse en un ardiente bolchevique, opina lo siguiente: «Si el camarada Trotski está de acuerdo para crear un periódico popular del Comité central, ¿por qué no había de hacer la misma cosa por un órgano de nuestro Comité? La actitud adoptada por el Comité central con respecto a la publicación por el Comité de Petrogrado de su propio periódico indica el deseo del Comité central de intervenir en el trabajo de nuestra organización.» A continuación intervinieron otros oradores.

Se dijo que el Comité de Petrogrado debía continuar su marcha en vanguardia, siempre hacia la izquierda, y que no había que dejarse oprimir por el Comité central, que era un error tender la mano a Trotski, esa especie de veleta cuya exacta posición política era imposible determinar, etc.

Lenin se vio obligado a pedir de nuevo la palabra. Ignoro por qué su segundo discurso, que sin embargo figura en el acta de la sesión, ha sido omitido en la reciente edición de sus obras. (Tampoco figura en ninguna de las ediciones anteriores.) Esto es un motivo más para que figure aquí.

Lenin planteó directamente la cuestión: «Según ustedes, ¿quién es el que debe mover los hilos? ¿El Comité de Petrogrado o el Comité central? Hablar de la pretendida necesidad de la multiplicación de los periódicos en la hora actual es hablar a la ligera. Lo mismo que cuando se protesta contra una pretendida opresión del Comité de Petrogrado por el Comité central. Se ha dicho aquí que la línea de conducta de la organización de Petrogrado debería tener una tendencia más izquierdista. Eso es peligroso, pues significa: perecer. Estar un poco más a la derecha ¿es conservar... a Trotski? Ya sabemos a qué atenernos en cuanto a sus opiniones. Pero de cualquier modo, es una fuerza literaria de primera clase. Y además en el interior de las fluctuaciones pueden ser tolerados algunos límites y deben incluso existir... Si os veis obligados a esperar semanas para que aparezca vuestro texto en Pravda es porque falta espacio... Poseemos muy pocas fuerzas literarias y no obstante habláis de editar dos o tres periódicos a la vez. Pero en caso de que vuestra empresa no tuviese éxito, la responsabilidad recaería de todos modos en el Comité central. Es costumbre atribuir todo a su influencia... Si no estáis contentos de su línea de conducta, demostrad en qué es mala. Mientras tanto, haced una prueba y esperad a ver el resultado del nuevo periódico.» Y para calmar la desconfianza y la susceptibilidad del Comité de Petrogrado, propuso nombrar una comisión que se ocuparía de establecer las garantías ne cesarias contra la presión que pudiera ejercer eventualmente el Comité central sobre los representantes de la organización de Petrogrado en el seno del futuro periódico. Una resolución, redactada por Lenin en este sentido, fue sometida a la asamblea.

Antes de pasar a la votación, el camarada Tomski, un comitard de los más enérgicos, quiso decir su opinión: «No se trata de estar un poco más a la izquierda o un poco más a la derecha; se trata de saber si el Comité de Petrogrado mandará en su casa. El Comité central se interesa por los acontecimientos y cuestiones de alcance mundial... No escribís en ruso y no toda la gente comprende vuestros artículos. ¿Sobre qué queréis asentar vuestro órgano popular? ¿En Trotski? Se trata de una ballena que se balancea constantemente... Queremos disponer de nuestro propio voto, no deseamos hacer el papel del pariente pobre ante el Comité central... Poco nos importa la polémica con Plejanov. Olvidémoslo... Sería curioso ver cómo los camaradas del Comité de Petrogrado, con voz consultiva, se las arreglarían para tratar de convencer en la redacción del órgano central a los camaradas Lenin y Zinoviev. Yo no les aconsejaría que tratasen de hacerlo... En el nuevo Pravda no habrá más espacio para nuestros artículos sobre la vida cotidiana del que había en la antigua. Si adoptáis la opinión del camarada Lenin, la experiencia os enseñará que no sois más que unos ingenuos y unos tontos.»

Se votó. La resolución de Lenin fue rechazada por 16 votos contra 12. ¡Estaba en minoría! Esta enojosa situación no duró mucho tiempo. Alguien tuvo la idea de proponer una moción: ¿no habría medio de reconsiderar la decisión tomada en la última sesión, con respecto a la necesidad para el Comité de Petrogrado de tener su periódico propio? La votación se empató: 14 a favor y 14 en contra. Eso ya estaba mejor. Se decidió invitar a los comités de distrito a que expresasen su opinión sobre la cuestión en un plazo de ocho días. Lenin supo aprovecharlo. Inmediatamente después dirigió a todos esos comités una circular: «Se ha originado un conflicto entre el Comité central y el Comité de Petrogrado. Es de la mayor importancia y sumamente deseable que los miembros de nuestro partido en Petrogrado participen en el mayor número posible en la discusión de este conflicto y ayuden con sus decisiones a solucionarlo... En caso de tener, camaradas, serios motivos para no conceder vuestra confianza al Comité central, decidlo francamente. En este caso, nuestro Comité central considerará un deber llevar el asunto a un Congreso... Pero si esa desconfianza no existe, sería injusto e irregular pretender que el Comité central no tiene el derecho que le fue concedido por el Congreso del partido de dirigir el trabajo del partido en general y el de la capital en particular.»

De este modo, la cuestión fue trasladada de la «cima» a la «base». Esta no se apresuró a pronunciarse. De los 18 comités, solamente dos enviaron sus respuestas por escrito en forma regular, aprobando la iniciativa de la organización de Petrogrado. Seis se conformaron con declaraciones verbales (cinco a favor de Lenin y una en contra). Y diez no contestaron. En la reunión del Comité que se celebró el 6 de junio, Volodarski se quejó vivamente. «Si seguimos a este paso, vamos a tardar dos meses», dijo, y propuso conceder un nuevo y último plazo de quince días. Tres días después, los acontecimientos tomaron un giro tal que los comitards de Petrogrado no volvieron a pensar en su periódico.

 

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