Las revelaciones de Wikileaks

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Detener a Irán a cualquier precio

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Detener a Irán a cualquier precio

ÁNGELES ESPINOSA 29/11/2010

El recelo histórico que los países árabes han sentido hacia Irán está alcanzando cotas patológicas a medida que la República Islámica anuncia nuevos progresos en sus programas nuclear y de misiles. Los contactos al más alto nivel que quedan expuestos en los informes diplomáticos a los que ha tenido acceso EL PAÍS revelan mucha más preocupación de la que admiten en público. “Una guerra convencional ahora sería preferible a un Irán nuclear”, llegan a decir los gobernantes de Emiratos Árabes Unidos (EAU) y Bahréin en sus conversaciones con altos cargos de EE UU. Sin embargo, la mayoría de los líderes árabes consideran mucho peor el riesgo de un conflicto militar y están dispuestos a apoyar cualquier otro esfuerzo de Washington para contener a Irán, aunque sin hacer ruido. De momento, esa percepción de peligro les lleva a rearmarse, algo que suscita dudas en Israel.

“El rey [Abdalá] le ha dicho al general [James] Jones

[consejero de Seguridad Nacional] que si Irán logra desarrollar armas nucleares, todos en la región harán lo mismo, incluida Arabia Saudí”, escribe el embajador de EE UU en Riad, James Smith, en un informe que dirige a la secretaria de Estado, Hillary Clinton, para preparar su visita de febrero de este año. La misma advertencia le hizo el príncipe heredero de Abu Dabi, el jeque Mohammed Bin Zayed al Nahayan, al secretario del Tesoro, Timothy Geithner, durante una cena en julio de 2009. Las monarquías petroleras árabes consideran seriamente una carrera nuclear y quieren que su aliado tome en consideración el riesgo.

Consciente de esa inquietud, Clinton instruye a sus embajadas en los Estados miembros del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) para que tranquilicen a sus respectivos anfitriones (Arabia Saudí, EAU, Kuwait, Qatar, Bahréin y Omán) ante el anuncio de la nueva política de defensa antimisiles del presidente Barack Obama, en septiembre del año pasado. “Los programas BMD [defensa de misiles balísticos] en Europa no van a requerir un desvío de activos de EE UU desde el Golfo”, asegura uno de los puntos que la secretaria de Estado quiere transmitir a sus aliados árabes, según consta en uno de los documentos analizados.

Los diplomáticos norteamericanos también deben recordar a sus interlocutores que “Estados Unidos ha desplegado sistemas BMD en Oriente Próximo para proteger de la amenaza de misiles iraníes, incluida la presencia de Aegis BMD en el golfo Pérsico y de dos baterías de misiles Patriot en Bahréin, Kuwait, Qatar y EAU”. En enero de este año, una información del diario The New York Times en la que se mencionaban las conversaciones para el despliegue de los Patriot provocó el enfado de Kuwait y la indignación de Omán, dando una idea de la sensibilidad del asunto. Los dirigentes árabes temen que Irán les perciba como hostiles.

En numerosos despachos, los líderes aconsejan discreción a sus interlocutores estadounidenses. “El rey [saudí] le dijo al general Jones que la agitación interna iraní [tras las elecciones de junio de 2009] constituye una oportunidad para debilitar al régimen (algo que él anima a hacer), pero también instó a que esto se haga de forma encubierta y subrayó que las declaraciones públicas en apoyo a los reformistas son contraproducentes”, prosigue el largo informe que el diplomático envía a Clinton. En el mismo sentido, el embajador en Omán, Gary Grappo, concluye en un despacho que el sultanato “no se opondría a la imposición de más medidas contra Irán por parte de las organizaciones internacionales; sin embargo, no quiere mostrarse activo en la promoción de esas medidas”.

No quieren mostrarse activos, pero actúan. En una visita a Moscú en junio de 2009, Alexander Vershbow, secretario adjunto de Defensa, dice a sus interlocutores que “el mundo islámico está muy preocupado por el programa nuclear de Irán” y que “varios de sus vecinos árabes han pedido a EE UU misiles Patriot y otras medidas para protegerse contra un ataque iraní”. A lo largo de 2010, EE UU ha vendido a los países del CCG armas y servicios militares por importe de 123.000 millones de dólares (unos 93.000 millones de euros), más del triple que en los cuatro años anteriores. En el mensaje de la secretaria de Estado se recuerda que las defensas desplegadas por EE UU “complementan los sistemas BMD de la región que incluyen capacidad PAC-II en Arabia Saudí y Kuwait, y capacidad de Alerta Temprana Compartida en EAU”, dos programas que simbolizan la larga cooperación militar con el aliado estadounidense. El despacho revela además que Washington “está estudiando la posibilidad de facilitar cobertura BMD adicional a los países del CCG, si las circunstancias lo requieren”.

¿Es tal el caso? Las declaraciones bombásticas del presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, sobre las proezas de la Guardia Revolucionaria y el complejo industrial-militar que controla, dan que pensar. No pasa un mes sin que alguno de los cuerpos de ese ejército, el verdadero poder militar de Irán con 125.000 hombres, realice maniobras o pruebas de algún nuevo juguete bélico. En los dos últimos años, Irán ha alardeado sobre todo de sus misiles y de su programa espacial. Ese desarrollo solo refuerza las sospechas sobre su programa nuclear. La conjunción de capacidad atómica y misiles balísticos constituye la peor pesadilla no solo de EE UU, sino de todos los vecinos de Irán. Así que por mucho que Ahmadineyad trate de tender lazos, tales exhibiciones de poderío intranquilizan a los países de la península Arábiga, que juntos apenas suman la mitad de la población iraní (77 millones).

“Irán tiene el mayor y más activo programa de misiles de Oriente Próximo”, afirma EE UU en un documento titulado El programa de misiles balísticos de Irán, que tras haber pasado el control de las agencias de espionaje, el Departamento de Estado distribuye a los participantes en una reunión del Régimen de Control de Tecnología de Misiles (MTCR), en noviembre de 20090. Washington explica el arsenal de cohetes de que dispone Irán y expresa su preocupación de que “pudiera actuar como abastecedor de tecnología de misiles balísticos para otras partes”. De hecho, menciona que ya está promocionando sus misiles de corto alcance “en exhibiciones de defensa y webs del Gobierno” y que ha llegado a acuerdos para la producción del Fateh-110 en Siria. EE UU revela por primera vez que los iraníes han conseguido misiles avanzados de Corea del Norte y podrían desarrollar cohetes de largo alcance.

Para los israelíes no hay duda de que Irán tiene un programa de armas nucleares. Entienden por ello el rearme árabe, pero insisten en mantener su “ventaja militar cualitativa”. Así, durante una visita del vicesecretario para Asuntos Político-Militares, Andrew Shapiro, a Tel Aviv en julio de 2009, Alon Bar, el vice director para Asuntos Estratégicos del Ministerio de Exteriores, argumenta que “una percepción de que se reduce la distancia entre Israel y los Estados árabes, unido a un Irán dotado de armas nucleares, podría llevar a los Estados árabes moderados a reevaluar la idea de que Israel es parte integrante de la región”, de acuerdo con el relato del embajador norteamericano, James Cunningham. Además, menciona que los militares israelíes se muestran escépticos de que la asistencia militar ofrecida sirva contra Irán.

También los saudíes están dispuestos a llegar hasta el final, según se desprende del despacho que firma el ministro consejero de la Embajada norteamericana en Riad, Michael Gfoeller, dando cuenta de una visita al rey Abdalá del general David Petraeus y el embajador estadounidense en Bagdad, en abril de 2008. El embajador saudí en Washington, Adel “al Jubeir recordó los frecuentes llamamientos que el rey ha hecho a EE UU para que ataque Irán y ponga fin a su programa de armas nucleares”, escribe Gfoeller. “Les dijo que cortaran la cabeza de la serpiente”, cita el diplomático a Al Jubeir quien utiliza un símil árabe.

Y es que la prevención del monarca saudí hacia su vecino es colosal. “El objetivo de Irán es causar problemas”, le confía Abdalá a John Brennan, asesor para la lucha antiterrorista del presidente Barack Obama, durante una audiencia en marzo del año pasado. Los 90 minutos de conversación quedó recogido en el informe que elaboró el entonces embajador estadounidense en Riad, Ford M. Fraker. “Sin duda están algo desequilibrados”, cita textualmente al rey quien describe a Irán como “un vecino al que uno trata de evitar” y declara: “Qué Dios nos libre de ser víctimas de la maldad iraní”.

Arabia Saudí, la cuna de los santos lugares del islam y el heraldo de la interpretación más radical de su rama suní, siempre ha observado con recelo a los chiíes del otro lado del golfo Pérsico, su único rival por el liderazgo regional. La desconfianza histórica se trocó en antagonismo real cuando la revolución de 1979 convirtió al Irán imperial en una República Islámica que con su sola existencia cuestionaba las credenciales religiosas de la dinastía de los Al Saud. Ese temor se vio enseguida corroborado por las intenciones de “exportar la revolución” del ayatolá Jomeiní, el líder de aquel movimiento que cambió las coordenadas estratégicas de la zona, y el inicio de la guerra irano-iraquí. El deshielo con los vecinos que inició el presidente Jatamí a partir de 1997 aún no se había consolidado cuando la oratoria desbocada de Ahmadineyad, su sucesor, ha vuelto a agitar los fantasmas.

El heredero de Abu Dabi y verdadero hombre fuerte de EAU, el jeque Mohammed bin Zayed, “está convencido de que se desatará un infierno si Irán llega a hacerse con la bomba, con Egipto, Arabia Saudí, Siria y Turquía desarrollando su propia capacidad nuclear militar, e Irán instigando el conflicto entre suníes y chiíes por todo el mundo”, según el relato que hace el embajador Richard Olso. Pero Al Nahayan, “el hombre que dirige” el país y “quien decide en asuntos de seguridad” aunque su único título oficial es vice comandante supremo de las Fuerzas Armadas de EAU, va más allá y considera “una guerra convencional con Irán en el corto plazo como claramente preferible a las consecuencias a largo plazo de un Irán dotado del arma nuclear”.

Opiniones similares dejan entrever el primer ministro de Qatar y el ministro del Interior de Kuwait, a pesar de que ambos países tienen un discurso público más cercano a Irán.

“Nos mienten y les mentimos”, resume las relaciones bilaterales Hamad Bin Jasim de Qatar quien se muestra escéptico de que Occidente vaya a poder alcanzar un acuerdo con el régimen iraní, durante la visita del vicesecretario de Energía en 2009.

“Irán está decidido a exportar su revolución y solo puede ser disuadido por la fuerza de alcanzar sus ambiciones nucleares”, llega a decir el kuwaití Yaber al Jaled al Sabah a la embajadora Deborah Jones, el pasado febrero.

Pero quien más contundente se manifiesta es el rey Hamad bin Isa al Khalifa de Bahréin. “Hay que parar ese programa”, le dice al general Petraeus, en noviembre de 2009. El informe de la reunión, que elabora el embajador Adam Ereli, señala que el monarca defiende “con fuerza que se actúe para acabar con [el] programa nuclear iraní], por cualquier medio necesario”. “El peligro de dejarlo avanzar es mayor que el peligro de pararlo”, cita textualmente el rey. El texto no hace referencia a las razones internas que alientan esa enorme suspicacia. La dinastía Al Khalifa pertenece a la rama suní del islam, mientras que la mayoría de los habitantes de Bahréin son chiíes y se quejan de discriminación en la educación, el empleo y el acceso a la vivienda. Sus lazos históricos y personales con Irán, de donde son originarias muchas familias, les convierten automáticamente en sospechosos de quintacolumnistas. Aunque Bahréin es un archipiélago con apenas medio millón de habitantes, como sede de la V Flota, su estabilidad es clave para EE UU.

IRÁN

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