Las revelaciones de Wikileaks

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Los sobornos y el dinero oculto sostienen al Gobierno afgano

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Los sobornos y el dinero oculto sostienen al Gobierno afgano

JUAN CARLOS SANZ 03/12/2010

“Uno de nuestros mayores desafíos en Afganistán es cómo luchar contra la corrupción cuando importantes cargos del Gobierno son tan corruptos”. Los informes secretos de los servicios diplomáticos y de espionaje de EE UU en Kabul parecen el reverso del discurso oficial de firmeza que llega a la opinión pública occidental. “Los sobornos están por todas partes”, reconoce el encargado de negocios en Kabul en julio de 2006, “ante la mirada impasible del presidente Hamid Karzai, instalado en el poder desde finales de 2001”.

Enormes cantidades de dinero en efectivo se mueven con pasmosa facilidad en manos de los dirigentes afganos. El vicepresidente Ahmed Zia Masud fue interceptado a comienzos de 2009 con maletines que contenían 52 millones de dólares (40 millones de euros) por las autoridades de Emiratos Árabes Unidos dentro de una investigación de la Agencia Antidroga de EE UU (DEA). “Le fue permitido conservar la elevada suma sin revelar el origen del dinero ni su destino”, detalla un informe secreto de la Embajada en Kabul.

Cuando la OTAN acaba de confirmar en la reciente cumbre de Lisboa el inicio de la retirada de sus tropas de Afganistán, y pocas semanas después de que el presidente Karzai admitiera abiertamente que ha recibido bolsas de dinero de Irán con millones de dólares para los gastos de su Gobierno, la corrupción en Afganistán sigue siendo una de las principales preocupaciones del Departamento de Estado.

Un jefe del espionaje estadounidense describe ya a finales de 2008 un “panorama sombrío” ante los representantes de los países con tropas en Afganistán. Todos los esfuerzos militares de la Alianza para “ganar” son insuficientes si no van acompañados de una buena gestión del Gobierno para desarrollar el país.

Se han abierto investigaciones en Kabul hasta en el entorno más próximo al poder, como las que salpican al asesor principal de Karzai, Mohamed Zia Salehi. Pero los responsables militares y diplomáticos de EE UU reconocen sus limitaciones a la hora de adoptar acciones legales “por falta de medios y de voluntad política”. Asumen que solo cabe adoptar “medidas pragmáticas”, como “retirar el apoyo tácito” a los cargos afganos corruptos.

EE UU sigue con especial atención los pasos de Ahmed Wali Karzai, hermanastro del presidente y hombre fuerte en la conflictiva provincia de Kandahar (sur), feudo de insurgentes. En una reunión celebrada el 28 de septiembre de 2009 en el palacio del gobernador provincial, el diplomático que redacta el informe se permite incluir jugosas notas con sus propias observaciones. “Aunque debemos tratar con Ahmed Wali Karzai en tanto que jefe del Consejo Provincial, está generalmente considerado como un corrupto y un traficante de drogas”, alerta el teletipo de la embajada, cuyo autor se recrea en la descripción de la vestimenta tradicional del líder local y en su aparente nerviosismo.

El hermanastro de Karzai sugiere a sus interlocutores occidentales que para luchar contra la corrupción hay que reinstaurar y reforzar las shuras o consejos de notables, en lugar de confiarlo todo a jueces y policías. “Es fácil sobornar a un jefe policial o a un juez, pero no se puede sobornar a 50 ancianos”, argumenta. El comentario final de un telegrama de la embajada sobre el personaje es concluyente: “Parece no comprender hasta qué punto conocemos sus actividades, que en su gran mayoría son vistas por la coalición internacional como nocivas”.

Diez meses antes del calamitoso proceso electoral en Afganistán que desembocó en la reelección de Karzai en agosto de 2009, el informe de la Evaluación de Inteligencia (NIE) presentado por Washington a los embajadores ante la OTAN, admitía que el Gobierno de Karzai había fracasado a la hora de gestionar las áreas rurales. Mientras, los gobernadores nombrados por su cercanía a Karzai se muestran incompetentes y corruptos. El informe sobre la situación de la provincia oriental de Paktya es un buen ejemplo de la descomposición institucional. El gobernador, Juma Khan Hamdard, un antiguo señor de la guerra conectado con la insurgencia y capo de una amplia trama de corrupción, sigue siendo uno de principales asesores tribales de Karzai. Una fuente cercana al gobernador acude a una base militar internacional para denunciar, en calidad de confidente protegido, la corrupción en la Administración del gobernador. En el informe, el diplomático que recoge su declaración revela que hay al menos cuatro ocasiones para desviar los fondos de la ayuda estadounidense. La oportunidad llega en la inauguración de las obras donde circulan importantes sumas de dinero en la tradicional ceremonia del intercambio de regalos.

La Embajada de EE UU en Kabul se muestra especialmente preocupada por la política de excarcelación de presos peligrosos practicada por el presidente Karzai. “Ha autorizado la liberación de 150 detenidos, incluidos 29 procedentes del penal de Guantánamo, sin previo juicio. Han permitido que estos individuos peligrosos puedan volver al frente de combate”, escribe a Hillary Clinton el embajador adjunto en Kabul en agosto de 2009. Los diplomáticos detallan el caso de cinco policías de fronteras que fueron perdonados por el propio Karzai el anterior mes de abril, tras haber sido detenidos con 124 kilos de heroína. Los cinco fueron procesados por narcotráfico, pero quedaron en libertad por su parentesco con mártires de guerra (combatientes muertos durante la lucha contra la ocupación soviética).

Los diplomáticos coinciden con pesimismo en advertir de que la seguridad afgana no va a mejorar si no se limpia la gestión del Gobierno de Kabul y se derrota a Al Qaeda en las provincias de Pakistán fronterizas, que ofrecen un refugio seguro a los insurgentes. En un informe de los servicios de espionaje de EE UU dirigido a la OTAN se precisa que un consejo de líderes talibanes (la Shura Talibán de Queta) opera en la región de Baluchistán y que los servicios secretos paquistaníes proporcionan información y financiación a grupos insurgentes.

Islamabad lo niega todo. En una reunión sobre control de fronteras celebrada en Kandahar en septiembre de 2009 entre fuerzas paquistaníes y afganas, en presencia de mandos militares de EE UU y Canadá, un general de Pakistán afirmaba que la existencia de la Shura de Queta es una patraña. Las fuerzas canadienses, sin embargo, han practicado detenciones de insurgentes en la frontera.

La Embajada de EE UU en Pakistán tampoco admite atajos para combatir a los talibanes en la frontera: “La inestabilidad en Afganistán lleva al régimen paquistaní a incrementar su apoyo a los talibanes, lo que también crea un espacio de actuación para Al Qaeda”.

ÁFRICA

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