Las mejores anécdotas del Real Madrid

Las mejores anécdotas del Real Madrid


«CHICO, QUÉ BIEN HUELEN LAS ENTRADAS»

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«CHICO, QUÉ BIEN HUELEN LAS ENTRADAS»

A primeros de septiembre de 1955 la capital de Suiza comenzó a vivir expectante el primer duelo de la Copa de Europa entre el Servette y el Real Madrid. El ambiente futbolístico en Ginebra alteró en cierto modo el trajín de la ciudad.

La víspera del partido dos aficionados españoles se acercaron a la perfumería donde se vendían las entradas, cuyo establecimiento se convertía en la contaduría del club suizo en los grandes acontecimiento deportivos. La demanda de localidades era masiva, pero los dos seguidores hispanos lograron hacerse con un par de ellas. Al salir de la perfumería uno de ellos le dijo al otro: «Chico, qué bien huelen las entradas. Ahora sólo falta que el Madrid destape el frasco de sus esencias frente al Servette».

«¡QUÉ GANAS LE TENÍAMOS AL RELOJERO!»

Francisco Gento, el único jugador del Real Madrid que tiene seis Copas de Europa en su palmarés, recordó lo que les ocurrió frente al Servette en el estadio Charmilles, donde los dos equipos jugaron el primer partido de la estrenada Copa de Europa.

«El conjunto helvético nos dio leña durante todo el encuentro, pero en especial uno de sus jugadores, del que no recuerdo el nombre. El tío nos molió a patadas y, después del partido, me enteré de que era relojero. Según se acercaba el encuentro de vuelta todos estábamos de acuerdo en que había que ajustarle la "maquinaria" al relojero suizo. Aunque no sea correcto decirlo, ¡qué ganas le teníamos! Sin embargo, vaya chasco que nos llevamos al saber que el tipo se había quedado en Suiza y no jugaba el partido de vuelta en el Bernabéu».

«YO, HERMANA, NO DEJO EL FÚTBOL POR SER MISIONERO»

Carlos Alonso González, «Santillana», cursó sus estudios en el Colegio de las Monjas Clarisas de su pueblo natal, Santillana del Mar. Los alumnos vivían en un ambiente muy religioso, y «Carluco» o «Carlitos», como llamaban las monjas al que fuera uno de los mejores delanteros centro del fútbol europeo, ayudaba en las misas diarias como monaguillo. «Qué buen jovencito eres, qué bien te portas en todos los aspectos», solían decirle al joven cántabro las monjas.

«Se interesaban tanto por mí -evocó Santillana- que un día me dijeron que podría ser un gran misionero. Incluso ya tenían pensado el destino: Filipinas. No tardé ni un segundo en responder a la monja que me propuso la misión y el destino: "Yo, hermana, no dejo lo que me apasiona, el fútbol, por ser misionero"».

«QUERÉS DEJAR EL NIÑO EN LA MESA Y LLEVAROS LA CUNITA»

Cuatro jugadores que coincidieron en la plantilla en la época más dorada del Real Madrid, Di Stéfano, Marquitos, Gento y Santamaría, se fueron a almorzar acompañados de dos amigos. En una pequeña mesa anexa a la de los comensales, el maitre dejó una botella de Rioja con solera sobre una cestita de mimbre. Tras descorcharla escanció en las copas el buen vino. Di Stéfano y algún otro de los comensales vaciaba la copa a los pocos segundos de habérselas medio llenado. Un camarero, atento y servicial, no paraba de ir la mesa. Cogía la botella, les echaba otro poco de vino y la volvía a dejar en la cestita.

Llegó un momento en el que Di Stéfano, en vista del trajín que se traía el hombre cogiendo y dejando la botella, le dijo: «Querés dejar el niño en la mesa y llevaros la cunita».

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