Las mejores anécdotas del Real Madrid

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«CORTITO Y AL PIE, PIBE»

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«CORTITO Y AL PIE, PIBE»

El mismo día, tras dar por concluida la rueda de prensa, un reportero radiofónico le preguntó a Di Stéfano si le podía aten der para grabar con él una entrevista en exclusiva. Accedió el entrenador y así transcurrió el diálogo:

- Don Alfredo, ¿de qué va a jugar el holandés Metgod?

- No lo sé. Acabo de llegar y aún no conozco a los tipos.

- En cuanto al alemán Stielike, ¿jugará de líbero o de centrocampista?

- Le tengo que decir lo mismo: todavía no conozco a los tipos.

- ¿Qué le pasa, don Alfredo, es que no quiere hablar con los profesionales de la radio?

- Sí, ¿por qué no? Usted pregunta y yo respondo.

- Pero responde muy cortito.

- Claro, pibe. Cortito y al pie, como hay que jugar al fútbol.

«¡QUÉ MARAVILLA DE CALZADO!»

En el verano de 1963, tras jugar en Caracas la Pequeña Copa del Mundo, el avión en el que regresaba el Madrid realizó una escala técnica en Santo Domingo. El comandante de la aeronave ordenó que el pasaje desembarcara hasta que le autorizaran para continuar el vuelo hacia España.

La expedición madridista fue alojada en una sala en la que el calor era sofocante y estaba vigilada por militares que patrullaban armados hasta los dientes. A José Araquistáin, guardameta del Madrid durante siete temporadas (1961-1968), le llamó la atención que los soldados llevaran como calzado zapatillas similares a las que se utilizan en el baloncesto.

Diplomático y respetuoso, Araquistáin se acercó a uno de los militares y le dijo: «Perdone mi atrevimiento, ¿por qué no usan botas militares?». Su interlocutor, con una seriedad implacable y mirándole a los ojos, respondió: «Como pesa tanto el armamento, en caso de tener que intervenir se corre con más ligereza con este calzado. ¿Tiene usted que alegar algo al respecto?». Ante la pregunta del soldado, con un tono tan severo que sólo le faltó a Araquistáin ponerse firmes el guardameta donostiarra, con la voz entrecortada, agregó: «No, no… En absoluto. Se lo aseguro: no tengo nada que alegar. Las zapatillas que lleva usted y sus compañeros son fabulosas. ¡Qué maravilla de calzado!».

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