Las mejores anécdotas del Real Madrid

Las mejores anécdotas del Real Madrid


«SE LO JURO, DON SANTIAGO,YO NO HE SIDO»

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«SE LO JURO, DON SANTIAGO,YO NO HE SIDO»

A mediados de octubre de 1959 el Madrid se desplazó a Elche para enfrentarse al equipo ilicitano en partido de Liga. En el almuerzo de la víspera, en una de las mesas se encontraban Di Stéfano, Santamaría, Manolín Bueno y Mateos. Al servirles el segundo plato Di Stéfano se quedó mirando el pescado, llamó al camarero y, subiendo el tono de voz, dijo: «¡Estos salmonetes están crudos! ¡No hay quien los coma! Qué pasa, ¿no funciona el fuego?».

Santiago Bernabéu, que estaba en otra mesa junto a Miguel Muñoz, se levantó y con su proverbial voz de mando sentenció: «Mateos: suba ahora mismo a su habitación, coja el equipaje y regrese inmediatamente a Madrid». Enrique Mateos, con la voz entrecortada, parecía un disco rayado. Dirigiéndose al presidente no paraba de repetir: «Se lo juro, don Santiago, yo no me he quejado de los salmonetes. Se lo juro, don Santiago».

«SI ALGUIEN TE INSULTA SÓLO TE TIENES QUE DAR LA VUELTA»

Se escapaba el mes de noviembre de 2009 cuando tres integrantes del grupo de rock Mago de Oz visitaron la Asociación de Veteranos del Real Madrid. Se trataba de Carlos Prieto, el violinista; Juan Carlos Martín, el guitarrista y solista; y Emilio Ortiz, el productor del grupo.

En el transcurso de la visita le entregaron a Alfredo di Stéfano una camiseta dedicada por el citado grupo musical. Di Stéfano agradeció el detalle, pero al ver la palabra «¡Cabrones!», entre admiraciones, en la espalda de la zamarra preguntó: «¿Y esto, queridos, a qué viene?». «Es nuestro grito de guerra don Alfredo», respondió Carlos Prieto. «Pues les felicito porque está muy bien pensado. Si alguien te insulta sólo te tienes que dar la vuelta».

«LOS BAJITOS ESTÁN PARA APLAUDIR»

En la localidad sevillana de Alcalá de Guadaira, en su etapa de seleccionador nacional, Miguel Muñoz concedió varias entrevistas. En una de ellas, entre otras cuestiones, se produjo este diálogo entre el seleccionador y un periodista:

- Señor Muñoz, ¿por qué critica con tanta dureza al baloncesto?

- Yo no lo critico, pero tenga en cuenta que es un deporte que tiene su miga -contestó Muñoz.

- ¿Qué quiere decir con ello? -insistió el informador.

- Sencillamente, hombre, que en el baloncesto no sólo se tocan el trasero cuando encestan o hay cambios, sino que los bajitos están para aplaudir.

«YO LO QUE OÍA ERA "MÍCHEL, MÍCHEL, CAMPEÓN, CAMPEÓN, CAMPEÓN"»

En la segunda jornada de Liga de la temporada 1990-1991 el Madrid y elValladolid se vieron las caras en el Bernabéu. En un córner que sacó el equipo blanco, Míchel le agarró las «partes nobles» al colombiano Valderrama.

Durante un tiempo, a raíz de aquel indecoroso gesto, en los partidos que el Madrid jugaba en su feudo, al mínimo fallo del madridista los aficionados coreaban: «Míchel, Míchel, maricón, maricón, maricón».

Con el paso del tiempo, cuando bajó el diapasón de aquella cancioncilla, Míchel me concedió una entrevista. En un momento de la charla le pregunté: «¿Qué sentía usted al oír que los espectadores se manifestaban con gritos de "maricón, maricón"?». La respuesta del centrocampista fue rápida y rotunda: «Le digo la verdad: no sentía nada porque lo que yo oía desde la grada era "Míchel, Míchel, campeón, campeón, campeón"».

«¡ESTE EQUIPO SÍ QUE TIENE TELA MARINERA!»

El 27 de noviembre de 1985, en el partido de ida de los octavos de final de la Copa de la UEFA, el Borussia Múnchengladbach ganó al Madrid en el Rheinstadion por un contundente 5-1. Por aquellas fechas Rafael Gordillo apenas llevaba cuatro meses en el plantel madridista. El extremeño, aunque sevillano de adopción, no daba crédito a lo que escuchaba desde que acabó el encuentro en campo germano hasta que llegó el de vuelta.

«En aquel partido logré el único gol que marcamos y, por otra parte, fui expulsado. Cuando entré en el vestuario estaba tan hundido que tenía la moral por los suelos, pero enseguida me repuse al ver el ambiente que había en la caseta, después en el autocar que nos trasladaba desde el estadio hasta el aeropuerto y, asimismo, en el avión en que viajamos camino de Madrid. El inolvidable Juanito y Camacho no paraban de gritar: "A estos les metemos seis en el Bernabéu", "Les vamos a dar un repaso en casa que se van a ir calentitos para Alemania", "La estocada que les vamos a meter va a llegar hasta la bola".

»Estas frases, otras similares y algunas impublicables volvía a escucharlas en todos los entrenamientos hasta que llegó el segundo encuentro. Yo les miraba y me decía: "Estos dos tíos están locos. ¿Cómo vamos a resolver la eliminatoria ante un equipo alemán después de los 5 goles que nos han encasquetado en su campo?".

»El día del partido, aunque no podía jugar por estar sancionado, antes de irme al palco de los jugadores bajé con los dos equipos por el túnel que conduce al campo. Menos lindezas, Camacho y Juanito les decían de todo a los alemanes. Recuerdo que el Madrid ganó por 4-0 y eliminó al Borussia. Cuando entré al vestuario, ante el alborozo de todos mis compañeros, grité: "¡Sois unos monstruos! ¡Este equipo sí que tiene tela marinera!"».

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