Las mejores anécdotas del Real Madrid

Las mejores anécdotas del Real Madrid


VILLAR, CON LA CAMISETA BLANCA

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VILLAR, CON LA CAMISETA BLANCA

Ángel María Villar fue un talentoso futbolista del Athletic de Bilbao que, con el correr de los tiempos, acabó presidiendo larga y fructíferamente la Real Federación Española de Fútbol. Villar nunca ha ocultado su simpatía por el conjunto bilbaíno, de quien se reconoce seguidor, pero ha intentado mantener siempre una máxima neutralidad en cuanto al resto de equipos. A Villar se le ha acusado muchas veces de ser probarcelonista, cuestión que ha generado múltiples debates y polémicas. Sin embargo, la única vez que al presidente de la RFEF se le ha visto con una camiseta distinta a la del Athletic de Bilbao ha sido enfundado en la elástica blanca del Real Madrid.

La anécdota aconteció durante una cena de una peña de periodistas en el restaurante Asador Donostiarra.Villar era esa noche, junto con el presidente del Atlético de Madrid, Enrique Cerezo, invitado de excepción de los «plumillas». Como el alma máter de la peña era el periodista Gaspar Rosety, que en ese momento dirigía el Departamento de Comunicación del Real Madrid, preparó sendos regalos para agradecerles que acudieran a la cena. Los regalos eran dos camisetas del Real Madrid con el nombre de cada uno serigrafiado. Tanto Cerezo como Villar agradecieron el presente y posaron para una foto de recuerdo. Cerezo sostuvo la camiseta entre sus manos, pero Villar, en la complicidad de la cena, optó por enfundársela. Alguien mancilló la privacidad de la cena e hizo correr la foto por los medios de comunicación. Toda España acabó viendo a Villar vestido de blanco, lo que provocó un escándalo enorme.

EL MADRID ROZÓ EL DESCENSO A SEGUNDA DIVISIÓN

La temporada 1947-1948 fue un calvario para el Real Madrid, la más grave de su dilatada historia en la Liga. El equipo llegó a estar a un paso de bajar a Segunda División. Era la campaña en la que, en su primera fase, se había inaugurado el Nuevo Chamartín (el día 14 de diciembre de 1947), con una capacidad cercana a los 75.000 espectadores. La euforia por el nuevo estadio se tornó en una gran preocupación en el club y en los afi cionados que, bromeando, comentaban: «Tenemos un estadio de Primera y un equipo de Segunda».

Los catorce equipos de Primera División se habían puesto en danza rebasada la primera mitad del mes de septiembre de 1947. Al concluir el campeonato los dos últimos clasificados bajaban a Segunda División. El 1 de febrero de 1948, tras la derrota en Chamartín frente al Celta (1-4), el Madrid estaba a 1 punto del descenso. Dos domingos después la crisis se agravaba al ganar el Sporting (0-1) en el coliseo madridista. El tropezón ante el conjunto asturiano situó al Madrid, dirigido por Baltasar Albéniz, en la penúltima posición de la tabla.

Los sobresaltos y altibajos del equipo tenían en vilo a la afición madridista, pero a falta de seis jornadas la reacción del Madrid permitió pasar de la inquietud a la esperanza. La victoria en el campo de Nervión frente al Sevilla supuso coger aliento para el tramo final de la Liga. Al descanso el conjunto blanco tenía una ventaja de 3 goles, marcados por «Chus» Alonso, Molowny y Alsúa, pero los gritos de «¡Tongo! ¡Tongo!» de los aficionados andaluces dieron alas al Sevilla, que dejó el resultado en una mínima derrota (2-3).

En el penúltimo capítulo del campeonato los cuatro últimos clasificados (Real Madrid en la undécima posición seguido de Sabadell, Gijón y Real Sociedad) jugaban fuera de sus respectivos feudos. Sólo 2 puntos separaban al Madrid del colista de Primera, la Real Sociedad. Los cuatro equipos en tan delicada situación conocieron la derrota, por lo que la sentencia definitiva de la Liga se dictaría en la jornada que echaba el telón al torneo.

El Madrid dependía de sí mismo. Recibía al Oviedo en Chamartín, que sólo se jugaba el orgullo de vencer en terreno madridista. El triunfo del equipo de Albéniz por 2-0, los 2 goles obra de Pruden, fue suficiente para terminar con las complicaciones y la tensión que vivió todo el madridismo en aquella infausta temporada. La Real Sociedad y el Gijón no pudieron evitar el descenso y ocuparon las dos plazas que les llevaron a Segunda.

«DEJÉ EL FÚTBOL Y ME HICE REPRESENTANTE DE LOLA FLORES»

Isidro Sánchez García-Figueras (Barcelona, 17-12-1936) era un niño cuando se fue a vivir con sus padres a jerez de la Frontera. En la ciudad andaluza comenzó sus correrías futbolísticas en equipos modestos y, tras jugar en el Betis cuatro temporadas (1957-1961), fichó por el Real Madrid, al que también permaneció el mismo número de campañas (1961-1965).

Isidro dejó de jugar en la línea media para convertirse en un batallador y sobrio lateral derecho. Se casó con Carmen Flores, hermana de la popular Lola Flores, y uno de sus hijos, Quique Sánchez, emuló años más tarde a su progenitor en el Madrid durante dos temporadas (1994-1996). Siendo jugador del Betis Isidro abrió un paréntesis en su carrera deportiva debido a una circunstancia que el propio jugador nos expuso en la amena conversación que mantuvimos con él en los albores de 2010:

«Don Benito Villamarín, presidente del Betis, se había marchado a Estados Unidos. Por aquella época, finales de los años sesenta, era normal que los jugadores, a cuenta de su ficha, que era de entre 25.000 y 30.000 pesetas anuales, pidieran un adelanto. Por ejemplo, de 1.000 o 2.000 pesetas.

»Uno de aquellos días que el presidente se encontraba en Norteamérica comprobé, junto a un empleado de la entidad bética, que en el libro de contabilidad del club mis honorarios y adelantos no se ajustaban a lo acordado. Como a mí siempre me ha gustado ir por la vida con la verdad por delante, decidí abandonar el fútbol y, junto a Pepe Vaquero, me hice representante de mi cuñada, Lola Flores.

»Estando en Zaragoza me llamó por teléfono Luis del Sol, con el que jugué en el Betis y que había fichado por el Real Madrid en 1960. Luis me comentó que el Madrid estaba interesado en contratarme. Horas después recibí una llamada telefónica del secretario general del club, Agustín Domínguez, quien entre otras cosas me dijo: "Está todo arreglado con el Betis para que sea jugador del Madrid si a usted le interesa". "¿Que si me interesa? ¿Dónde hay que firmar, don Agustín?", le dije.

»Cuando llegué al club, que tenía el domicilio social en el Frontón Fiesta Alegre, me recibieron Agustín Domínguez y el vicepresidente, Raimundo Saporta. Al entregarme el contrato para firmarlo y ver las cantidades que había en el documento no grité de milagro. ¡Qué cifras tan fabulosas!».

«SE DECÍA Y ERA VERDAD: EL MADRID FUE EMBAJADOR DE ESPAÑA»

Isidro, al que los recuerdos y su paso por el Madrid le llevaban a una cierta nostalgia, nos comentó otro hecho que tenía que ver con el mundo de la política española:

«Apenas superada la mitad de los años cincuenta y hasta finales de los sesenta el Real Madrid abrió muchas puertas en Europa. En los viajes por elViejo Continente, o en otros como el de Sudamérica y África, toda la expedición del Madrid era recibida por los presidentes de gobierno, embajadores, alcaldes… Es decir, las principales autoridades del país o ciudad que visitábamos. Se decía y era verdad: el Madrid de aquella época fue embajador de España.

»Era un club y un equipo, con don Santiago Bernabéu al frente, en el que imperaban la seriedad, la caballerosidad y el señorío. Valores, no sólo en el Madrid, que desgraciadamente se han perdido. Sin ánimo de presunción, en todos los sentidos, éramos la envidia de Europa».

«LLEVAD EL DNI EN LA BOCA PORQUE YA NO OS CONOZCO»

Goyo Benito, el expeditivo central del Real Madrid, contaba en cierta ocasión que, tras jugar un partido con la selección española y ante el inminente duelo Madrid-Barca que se iba a disputar apenas cuatro días después, se despidió de los jugadores azulgranas, con quienes amigablemente había compartido la concentración internacional, diciéndoles: «El domingo llevad el DNI en la boca porque a partir de este momento ya no os conozco». El central blanco exponía así su idea de cómo se debía entender la rivalidad sana entre jugadores que cuando compartían la elástica de la selección luchaban todos por el mismo objetivo, pero que luego, con sus respectivos clubes, tenían que defender con uñas y dientes sus propios intereses.

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