Las mejores anécdotas del Real Madrid

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LOS ZAMORAS DEL MADRID

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LOS ZAMORAS DEL MADRID

El trofeo Zamora es un premio que otorga el diario Marca al portero menos goleado de cada temporada. El nombre del galardón es un homenaje a Ricardo Zamora, el «Divino», que fuera guardameta del conjunto blanco entre 1930 y 1936. Aunque el citado premio no se instauró hasta el año 1958, el propio Zamora ya fue en varias ocasiones el guardameta menos batido de Primera División durante su época en activo. Concretamente en la temporada 1928-1929, cuando aún estaba en las filas del Español, y posteriormente en las de 19311932 y 1932-1933, ya defendiendo la camiseta del Real Madrid. En la 1931-1932, además, dejó el mejor registro histórico, con sólo 15 goles encajados (en diecisiete partidos).

A partir de la creación del trofeo, el Real Madrid ha visto representado su nombre en un total de once ocasiones.Vicente, ganador tres veces del galardón (1960-1961, 1962-1963 y 1963 1964) es hasta el momento el mejor Zamora de la historia del conjunto blanco. Eso sí, por porcentaje de goles por partido el mejor promedio entre los Zamoras madridistas lo estableció Junquera, con 0,60 (18 tantos encajados en treinta partidos) en la campaña 1967-1968. El Madrid logró también el registro de obtener cinco Zamoras consecutivos entre 1960 y 1965 sumando los que ganó Vicente con el de Araquistáin (1961-1962) y Betancort (1966-1967). El propio Betancort añadiría un trofeo más a su palmarés en la temporada 1966-1967.También dos distinciones lograría Buyo (1987-1988 y 1991-1992). El plantel de ganadores madridistas del Zamora lo completan Miguel Ángel (1975-1976), Agustín (1982-1983) y, hasta la fecha, Casillas (2007-2008). La relación cronológica, con goles encajados, es la siguiente: Vicente (19, 10, 15), Araquistáin (20), Betancort (15, 19), Junquera (18), Miguel Ángel (23), Agustín (22), Buyo (23, 27) y Casillas (32).

«"ME TUVISTE QUE PASAR EL BALÓN"… EL PARTIDO SEGUÍA EN CASA»

En una cafetería cercana a su casa, en un espontáneo diálogo, Nanette di Stéfano, la hija mayor de Alfredo di Stéfano, nos relató lo que en más de una ocasión ocurría en el hogar madrileño donde se había instalado la familia:

«Cuando mi padre fichó por el Madrid la vivienda era un chalé cercano al estadio Bernabéu. A veces, cuando el equipo jugaba en Chamartín, un grupo de jugadores, Santamaría, Puskas, Marquitos, Rial, Zárraga…, se reunían en el salón de casa. Al margen del resultado del encuentro seguían hablando de fútbol.

»Mi hermana Silvana y yo éramos unas niñas y nos teníamos que ir pronto a la cama, pero sabíamos que aquellas veladas duraban hasta las doce o la una de la madrugada. Los juga dores de la época de mi padre eran muy familiares. Si alguna vez salían por la noche, a cenar o a tomar una copa, siempre iban acompañados de sus esposas.

»Recuerdo que nada más llegar a casa y acomodarse revivían el partido que un par de horas antes habían jugado. "Me tuviste que pasar el balón en aquella jugada", "Tú tenías que haberte adelantado más para recibir mejor el pase"," leña que daba el lateral derecho de ellos!"," tiro que se nos marchó fuera!".

»Si habían perdido, que no era lo más frecuente, el enfado de todos era mayúsculo. En aquellas veladas sólo pensaban en perfeccionar lo que, según ellos, no habían hecho bien. Las tertulias terminaban analizando las virtudes y defectos del próximo adversario, ya fuera de la Copa de Europa o de las competiciones nacionales. Sin lugar a dudas los jugadores de aquella época vivían el fútbol al ciento por ciento».

«CREO, DON SANTIAGO, QUE TENDRÁ QUE PONERLE UNOS ZANCOS»

En aquel diálogo con Nanette di Stéfano, al recordar a Bernabéu, se le vino a la memoria otra curiosidad que así describió:

«Fue un día en el que don Santiago Bernabéu decidió comprar un abrigo de piel a su mujer, doña María, y se empeñó en que mi madre le acompañara para que se probara la prenda. Doña María era más bien bajita y algo gruesa. Mi madre tenía más estatura y con un peso equilibrado, pero en aquella ocasión, cuando acompañó a don Santiago, estaba un poco gordita porque acababa de dar a luz a mi hermana Silvana.

»Don Santiago le decía a mi madre: "Sara, me imagino a María con el gabán como si te lo pusieras tú".A mi madre, efectivamente, le sentaba el abrigo de maravilla, pero como era muy irónica le dijo: "Creo, don Santiago, que tendrá que poner unos zancos a su mujer para que el abrigo no le arrastre"».

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