Las mejores anécdotas del Real Madrid

Las mejores anécdotas del Real Madrid


CIENTOS DE CARTAS PARA CRISTIANO

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CIENTOS DE CARTAS PARA CRISTIANO

Cuenta Cristiano Ronaldo en su libro biográfico Momentos que dedica un día a la semana para responder a los cientos de cartas que recibe de sus admiradores. En estas misivas le envían mensajes de todo tipo, sobre todo pidiéndole autógrafos o fotos firmadas, pero también hay peticiones más insólitas. En este senti do desvela que a veces le piden dinero, incluso enviándole un número de cuenta, y que una vez le solicitaron que financiara… ¡un vivero de caracoles!

«DON SANTIAGO, INVÍTEME A LO QUE QUIERA MENOS A PESCAR»

Alfredo di Stéfano y Santiago Bernabéu mantuvieron una buena relación. Aunque, a veces, el temperamental carácter de ambos les llevó a que tuvieran alguna que otra diferencia, la amistad perduró incluso cuando Di Stéfano dejó de pertenecer al Real Madrid en 1964. En su etapa de jugador, entre otras historias, hubo una que Di Stéfano nos relató una mañana en su pequeño despacho de la Asociación de Veteranos del Madrid: «Un verano me invitó don Santiago a pasar unos días en Santa Pola, donde tenía un modesto chalé casi a orillas del mar Mediterráneo. Me animó a que fuera con él y con «Faraón», el marinero que siempre le acompañaba cuando don Santiago salía a pescar. La barquita que tenía la bautizó con el nombre de «La Saeta Rubia», apodo que me pusieron cuando yo jugaba en el River Plate.

»Nos fuimos a pescar y, apenas salir del puerto, me empezaron a temblar las piernas. Como la barca era tan humilde y pequeña, y por más que miraba no veía ningún salvavidas, pensé: "Como venga un fuerte golpe de mar, el presidente, el Faraón y Di Stéfano no vuelven a pisar tierra". Bernabeu me vio tan asustado que, tras quitarse el puro de la boca, me comentó: "Alfredo, esté usted tranquilo que no pasará nada. Lo importante es que cojamos alguna buena pieza". Cuando regresamos al puerto yo iba más blanco que la camiseta del equipo y le dije: "Don Santiago, la próxima vez que venga a Santa Pola invíteme a lo quiera menos a pescar"».

OVIEDO-REAL MADRID EN LA PRIMERA QUINIELA DE LA HISTORIA

Como no podía ser de otro modo, el Real Madrid fue uno de los equipos que figuraron en el primer boleto quinielístico de la historia. La invención del popular juego del «1-X-2» data de 1946, concretamente del día 22 de septiembre, fecha de nacimiento oficial. Se jugaba entonces un boleto con siete partidos en el que los aficionados debían acertar el resultado final de cada uno. El choque entre el Oviedo y el Real Madrid era uno de los encuentros a pronosticar (acabó con empate a 0). El resto de partidos eran: Athletic-Español, Murcia-Castellón, Atlético Aviación-Real Gijón, Valencia-Sabadell, Barcelona-Celta de Vigo y Deportivo de La Coruña-Sevilla.

EL ÚLTIMO MENSAJE DE BERNABÉU EN UN MANUSCRITO

En marzo de 1977, con motivo de la celebración del septuagésimo quinto aniversario del nacimiento del Real Madrid, el club editó un programa en el que figuraban todos los actos del magno acontecimiento. En la primera página del programa, a título de salutación, Santiago Bernabéu escribió un manuscrito para la posteridad. Era el último mensaje del inigualable presidente en letra impresa y en el que se podían leer estas líneas:

«De las Bodas de Plata de este club no recuerdo ningún acto. Creo que pasaron desapercibidas. De las Bodas de Oro, en 1952, recuerdo todos los detalles, tanto de los partidos como de los actos que se celebraron, y creo que fueron un gran éxito tanto en lo deportivo como en lo humano.

»Vibró la Sociedad, y recuerdo como si fuera ayer un partido con el Millonarios, cuyo presidente me decía: "¡Qué pali za nos vais a dar! ¡Sois buenísimos! Nosotros no valemos nada". Terminó el primer tiempo 4-0 a favor de los colombianos y Di Stéfano, en una carrera de 60 metros, recogió un balón que salía y los socios del Madrid le dieron una gran ovación. Al finalizar el encuentro [acabó 4-2] dije a Senior, presidente del Millonarios: "Traspásame a ese jugador", y me contestó: "Ya te avisaré, ahora no puedo".

»¿Llegarán el fútbol y el Real Madrid al centenario? ¿Al año 2002? He sido testigo de los setenta y cinco años y no puedo serlo, por la edad, de los que llevan al Centenario. Pienso que puede ser muy dificil. No puedo terminar sin agradecer a todos los directivos, empleados y socios su participación. Santiago Bernabéu».

«SOY JULITO, DEL REAL MADRID: LES VOY A DAR LOS RESULTADOS»

En 2001 Julio Casabella Senderos se jubiló en el Real Madrid como encargado general del estadio y delegado de campo, tras cincuenta años de vida laboral en el club. Entre las anécdotas que nos relató se encuentra el primer trabajo que realizó en la entidad, la cual consideraba como su segunda casa:

«Mi tío Ramón Fernández, que era capataz del campo y jefe de material, fue el que comenzó a llevarme al antiguo campo de Chamartín. Recuerdo que en 1941, cuando sólo tenía ocho años, me pusieron un teléfono en el vestuario del gimnasio. Al terminar los partidos de Liga, llamaba a la Peña Mariano, que se fundó en 1920, así como a los bares y hoteles que se consideraban más importantes, y decía: "Soy Julito, del Real Madrid: les voy a dar los resultados de los partidos". Resultados que iban escribiendo con tiza en una pizarra y los ponían en un lugar bien visible. Por hacer esa labor me daban 1 peseta.

»Años después, concretamente el 11 de enero de 1958, ingresé en el club como telefonista y utillero. Tampoco puedo olvidar que cuando dejé estas funciones y pasé a la oficina también se controlaba al personal discontinuo, que sólo venía a trabajar los días de partido y, al terminar el encuentro, recibían 1,35 pesetas».

«EN LOS DESCANSOS DE LOS PARTIDOS HABÍA CARRERAS DE ATLETISMO»

Fernando Rouco desempeñó tres cometidos en el club: como atleta del equipo madridista, con el que logró sonoros triunfos; después como vocal de la Sección de Deportes Diversos, y finalmente como presidente de la Comisión de Peñas del Madrid. Rouco estuvo vinculado a la entidad cerca de sesenta años, durante los cuales se ganó el respeto y la admiración dentro y fuera del club. Cuando el año 2000 concluía, en el despacho que tenía Fernando Rouco en el Departamento de Peñas se explayó al narrar algunas de las historias que perduraban en su mente:

«El 1 de noviembre de 1939, siete meses después de terminar la Guerra Civil española, entré en el Real Madrid a formar parte del equipo de la Sección de Atletismo. La entidad, a medida que se fue rehaciendo de las secuelas que dejó la contienda bélica, comenzó a abrir otras secciones deportivas: boxeo, natación, halterofilia, rugby, voleibol, balonmano, piragüismo, hockey, gimnasia masculina y femenina… Secciones que estaban prácticamente al margen de las de fútbol y baloncesto.

»El club facilitaba sus instalaciones y la indumentaria deportiva, pero los deportistas no percibíamos ningún emolumento. Recuerdo que éramos varios atletas que destacábamos en todas las pruebas: Areta, Asensio, Lagarraga, Campra…

»La recompensa que recibíamos por los éxitos deportivos consistía en un ágape que nos daba la entidad, un pequeño regalo, por ejemplo un alfiler de corbata y unos gemelos, y los gastos de locomoción, que vendrían a ser unas 1.000 pesetas al mes. Salíamos a las pistas con la indumentaria impoluta, pero la camiseta, el calzón y las zapatillas nos las lavaban nuestras madres o los más allegados familiares. Si no estábamos de viaje, en el descanso de los partidos en el Viejo Chamartín realizábamos carreras frente a atletas del Atlético de Madrid o de otros conjuntos de atletismo. Era un espectáculo que también atraía a los aficionados.

»Alejados de Madrid nos enfrentábamos a equipos de atletas de otros clubes: Barcelona, Zaragoza, La Coruña,Vigo, Real Sociedad… Los desplazamientos los hacíamos en tren con billetes de tercera clase. Un día nos fuimos a La Coruña a las seis de la tarde y llegamos a las doce de la mañana del día siguiente. A las cuatro de la tarde corrimos una prueba de 5.000 metros y, al otro día, una de 10.000 metros. Por la tarde regresamos a Madrid. ¡Eso sí que era vocación y afición por el deporte!».

«NO OLVIDEN QUE LOS SOCIOS Y LAS PEÑAS ESTÁN PARA ANIMAR»

Tras cesar Laurentino Pérez Manso, la directiva nombró a Fernando Rouco presidente de la Comisión de Peñas del Madrid. Al hablar de las peñas, a Rouco se le vino a la memoria esta historieta:

«El hecho sucedió en 1976. El equipo de fútbol se mostraba muy irregular y recibía bastantes críticas, algunas de ellas exacerbadas. Un día, al salir del estadio después de un partido, iba junto a Bernabéu. Se nos acercaron un grupo de aficionados, muchos de ellos peñistas, y dirigiéndose al presidente le preguntaron: "¿Qué le pasa al equipo, don Santiago? ¿Están cansa dos los jugadores?". Bernabéu, con su habitual socarronería, les respondió: "Miren ustedes: si en la junta Directiva, que somos quince o dieciséis, no nos ponemos de acuerdo, ¿cómo quieren que se pongan los técnicos y los jugadores? Además, no olviden que ustedes, los socios y las peñas, están para animar"».

«GRACIAS AL REAL MADRID PUDE ABRAZAR Y BESAR A MI MADRE»

Ladislao Kubala Stecz fue un jugador de una excepcional técnica. Escapado como refugiado político tras la invasión soviética de Hungría en 1956, se marchó a Italia, donde jugó en el Pro Patria. Al crearse el Hungaria con jugadores húngaros como el propio Kubala, Turbecky y Hrotko, rumanos como Szegedi, o yugoslavos como Arandjelovic y Monsider, este combinado de exiliados hizo grandes demostraciones de su excelente fútbol, sobre todo en un partido contra el Madrid en Chamartín.

En 1951 Kubala fichó por el Barcelona, pero no podía jugar partidos oficiales porque estaba castigado por la FIFA. Su madre, doña Ana Stecz, vivía en Budapest, pero le negaban el visado para salir de la capital húngara. Sobre esta historia relacionada con su madre, en una frugal cena en Madrid, Kubala nos aseguró:

«La mayor alegría de mi vida me la proporcionó el Real Madrid, al conseguir traer a mi madre a España. Lejos de enfadarse conmigo Santiago Bernabéu cuando me comprometí con él para fichar por el Madrid, fichaje que no se llevó a cabo porque puse como condición que también contrataran a mi cuñado, Ferdinand Daucik, para ejercer de entrenador, don Santiago y su junta Directiva me demostraron la calidad humana y el señorío de que siempre hizo gala este club.

»Tengo entendido que don Santiago mandó a Raimundo Saporta que hiciera todas las gestiones que pudiera a nivel polí tico, sobre todo con los ministerios de Exteriores húngaro y español, para lograr que mi madre pudiera salir de Hungría y viajar a España. Llevaba ocho años sin verla y, a veces, al pensar en ella me hundía moralmente.

»Cuando una persona del Madrid me comunicó que las gestiones que estaban realizando no tardarían en dar fruto, sentí una inmensa alegría. Días después de decírmelo me anunciaron que mi madre iba a salir de Hungría con destino a Madrid. En el aeropuerto de Barajas la recibí y desde allí nos desplazamos a Barcelona. Nunca olvidaré que gracias al Real Madrid pude abrazar y besar a mi madre. ¡No sabía cómo agradecer a don Santiago, a Raimundo Saporta y a la directiva del Madrid lo que hicieron por mi madre y por mí!».

«DICES QUE ES UNA GRAN PERSONA. ¡PUES TRÁETELO AL MADRID!»

Emil Osterreicher, tras jugar en elVasas de Budapest y llevar la Secretaría Técnica del Honvéd, en el que coincidió con Ferenc Puskas, ingresó en el Real Madrid en 1957 como secretario técnico. Uno de sus primeros fichajes fue precisamente el de Puskas. Un día nos comentó cómo se desarrolló la contratación del jugador húngaro por la entidad madridista:

«En primer lugar le diré que la mayor alegría de mi vida fue ingresar en el Real Madrid. Al poco tiempo de estar en el club, don Santiago Bernabéu me preguntó: "¿Qué tal persona es Ferenc Puskas?". "Una de las mejores que he conocido y uno de los más destacados interiores izquierdos del mundo, pero lleva más de un año sin jugar, tiene treinta y un años y está algo grueso", le contesté. "Dices que Puskas es una gran persona. ¡Pues tráetelo al Madrid y a ver si es capaz de adelgazar!", me respondió don Santiago. ¡Lo que rindió Puskas en el equipo! ¡Fue cuatro veces máximo goleador de la Liga!».

«¿QUÉ VA A HACER CON ÉL? PONERLO A PUNTO, QUE ES SU OBLIGACIÓN»

La vida de Ferenc Puskas («Pancho», como le bautizaron sus compañeros del Madrid) dio un giro importante el 4 de noviembre de 1956. Al salir de Viena rumbo a Bilbao, donde el Honvéd jugaría el día 7 contra elAthletic un partido de la Copa de Europa, se enteró de que Budapest había sido invadido por tropas soviéticas. Como otros compañeros, Puskas desertó y la FIFA le impuso una sanción de dos años.

Durante ese tiempo Puskas residió en la Riviera italiana, donde empezó a descuidar su forma fisica. Santiago Bernabéu, como cuenta Osterreicher, quería tenerle en la plantilla. El 11 de agosto de 1958 Ferenc Puskas firmaba el contrato que le ofreció el Madrid, así como la documentación necesaria para nacionalizarse español y dejar de ser un apátrida.

El entrenador, Luis Carniglia, no estaba de acuerdo con el fichaje del futbolista húngaro. «Qué voy a hacer yo con este hombre, que sobrepasa 12 kilos el peso que tendría que tener como jugador», le dijo a Bernabéu y al gerente, Antonio Calderón. Al unísono, los dos le contestaron: «¿Qué va a hacer usted con él? Ponerlo a punto inmediatamente, que es su obligación».

«CUANDO FICHÉ LO QUE MÁS ME PREOCUPABA ERA MI BARRIGÓN»

Ferenc Puskas, el más zurdo y el más goleador, se hizo con la titularidad indiscutible en un equipo que ya tenía la vitola de ser bicampeón de Europa. La inteligencia y el sentido del gol, la precisión, la potencia a la hora de disparar, le llevaron años después a ser reconocido por la Federación Internacional de Historia y Estadística como el máximo goleador del siglo xx.

En una de sus visitas a la capital de España, al hablarle de sus primeros días de entrenamiento en la antigua Ciudad Deportiva del Madrid, Puskas, con esa sencillez y amabilidad que exhibía, me dijo:

«Cuando me afinqué en la Riviera italiana engordé mucho porque estaba desilusionado, con la moral por los suelos. Llevaba dos años sin jugar y me dediqué a beber cerveza. Engordé tanto que mi imagen no era la de un deportista.

»Cuando fiché por el Madrid lo que más me preocupaba era el barrigón que tenía. Recuerdo que entrenaba muy duro, envuelto con gruesos jerséis y un plástico por debajo. ¡Aquel sol de agosto! Era muy fuerte para mí porque no estaba acostumbrado a las altas temperaturas, pero me benefició muchísimo. Bajé los 11 o 12 kilos de sobrepeso con los que llegué al Real Madrid. Debuté con el equipo en partido oficial frente al Sporting de Gijón, en la segunda jornada de Liga de la temporada 1958-1959, ganamos por 5-1 y marqué 3 goles, pero lo más importante para mí fue el triunfo del equipo».

«NO IRÍAN AL FÚTBOL EN CUANTO SUPIERAN QUE OTROS SE LLEVARÍAN EL DINERO»

Primavera de 1973. Se hace una encuesta a varios presidentes del fútbol español sobre la posibilidad de que los clubes lleguen un día a convertirse en sociedades anónimas. Las opiniones son para todos los gustos. Entre los encuestados está Santiago Bernabéu: «¿Llegarán las sociedades anónimas como solución? Yo creo que vendrá una evolución. Estamos ante esa etapa de cambios. Como cuando los amateurs descaradamente marrones pasaron a ser profesionales. Llegará el día del cambio, llegará, pero yo creo que el Madrid será de los últimos en adoptarlo.Yo creo que la masa no está preparada para las sociedades anónimas. No está preparada… aún. ¿Por qué no la educan? El día que el espectador vaya a un campo, vea un lleno, estime que se han recaudado 10 o 12 millones de pesetas y que todos van a ser para una docena de personas, dejará de ir. Se sentirán chasqueados, engañados y chamuscados. Dejarían de ir al fútbol en cuanto supieran que se lo iban a llevar unos cuantos».

«DE LUNES A JUEVES REPARTÍA UNOS DOSCIENTOS CARTELES DEL PARTIDO»

José Luis Ajenjo López trabajó en el Real Madrid desde 1947 hasta 1998, año en que se jubiló como jefe de la Sección de Fútbol. A lo largo del tiempo, en la antigua Ciudad Deportiva o en el estadio, fueron varias las conversaciones que mantuve con él. La mayoría de ellas relacionadas con su constante trajín en el club. En una de aquellas charlas,José Luis rememoró un par de anécdotas de sus primeros meses en el club:

«En septiembre de 1947, dos meses antes de inaugurarse el nuevo campo de Chamartín, ingresé en el Real Madrid. Al entrar en la entidad se amplió la plantilla a once empleados.Yo entré como botones con un sueldo de 90 pesetas al mes. Al poco tiempo me subieron a 112,50 pesetas.

»Cuando el equipo jugaba en casa mi misión consistía en repartir a mano, por peñas, tiendas, bares y hoteles, unos doscientos carteles del partido que me daban en el club. Salía los lunes y no volvía a la oficina hasta los jueves. Los otros dos días de la semana, viernes y sábados, tenía que llevar las invitaciones al domicilio de las personas que mi jefe me indicaba».

«LOS CONDUCTORES DE VIEJAS CAMIONETAS VOCEABAN: "¡A VENTAS!"; "¡A ATOCHA!"»

El estreno del campo del Madrid, el actual Santiago Bernabéu, también se le grabó en la mente a José Luis Ajenjo, quien nos contó:

«Días antes del 14 de diciembre de 1947, fecha en la que se inauguró el nuevo Chamartín, fui uno de los empleados elegidos para marcar y numerar los asientos. Por aquellos años el campo estaba rodeado de huertas y donde ahora está el Palacio de Congresos, frente al estadio, había una finca con un amplio pinar.

»Los aficionados, desde Cuatro Caminos, Alvarado, Estrecho…, tras bajarse del Metro venían andando hasta Chamartín por descampados. Al terminar el partido junto a los alrededores del campo aparcaban unas viejas camionetas cuyos conductores voceaban el destino: "¡A Ventas!"; "¡A Atocha!"; venga, que nos vamos!".

»Había domingos que los encuentros empezaban a las tres de la tarde.Ver camino del campo a esa riada humana de aficionados era impresionante. Después las gradas olían a puro, a aquellos Farias de fuerte sabor, y algunos seguidores se traían la bota de vino y un bocadillo. Apenas había violencia porque los policías, sentados en sus banquetitas y que eran conocidos como "grises" al llevar el uniforme de ese color, vigilaban a toda la afición muy de cerca. Las avalanchas en las gradas de pie, cuando había un gol, parecían un efecto dominó. A más de uno casi lo aplastaban. Antes o durante el partido y sobre todo en el descanso, había vendedores que con sus cestas y unas cajas frigoríficas iban gritando por las gradas: "¡Al rico bocadillo! ¡Al rico bombón helado! Llevo patatas fritas, caramelos, copitas de coñac!". Era lo que había en aquellos tiempos».

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