Las mejores anécdotas del Real Madrid

Las mejores anécdotas del Real Madrid


LA FAMILIA H

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LA FAMILIA H

Si de una cuestión cabalística se tratase, tal vez los padres de Hugo Sánchez deberían haber elegido para su hijo un nombre que empezase con «G» de gol. Evidentemente, desconocedores cuando nació de su futura y asombrosa facilidad para ejecutar la suerte suprema del fútbol, y atendiendo a una curiosa tradición familiar, el histórico goleador blanco fue bautizado con un nombre que empezaba por «H», como todos los de sus hermanos. De esta forma Hugo compartió inicial con sus cinco hermanos, cuyos nombres eran Héctor, Horacio, Hilda, Herlinda y Haidée.

«COMO ERA INCOMPATIBLE SER SOCIO Y EMPLEADO ME DEVOLVIERON LAS 10 PESETAS DE CUOTA»

Nos encontramos en la mitad de una mañana soleada, en uno de los diarios paseos que José Luis Saura Hernández realiza por las calles de la barriada madrileña donde vive. Después de jubilarse atrás quedaban cuarenta y ocho años de su impecable trayectoria como empleado del Madrid, que finalizó dejando el cargo de jefe de Contabilidad. Sin apenas preguntarle le dejo que se explaye, que rememore pasajes de su vida laboral en el club, aunque antes de empezar a hablar me advierte: «Comprenda que hay cosas que no puedo ni debo contarle». Después de la advertencia le escucho:

«A principios de los años cuarenta mi padre me hizo socio del Real Madrid. Yo era uno de los asiduos al Frontón Fiesta Alegre, sede social del club, para presenciar los partidos de baloncesto y estar cerca de los jugadores de fútbol que se acercaban por allí. Un buen día comprobé en el tablón de anuncios de la entidad que solicitaban aspirantes a dos plazas de administrativo. Presenté una instancia y a los pocos días me avisaron. Después de estar una semana examinándome ante el Consejo de Administración del Banco de Bilbao, en el que estaba a la espera de destino, el examen que me pusieron en el Real Madrid fue coser y cantar. Me examinó Gregorio Gómez, el cajero del club, quien me puso unos problemas y me preguntó si sabía máquina y taquigrafia.

»A primeros de marzo de 1946 recibí una carta en la que se me comunicaba que había superado la prueba y que ingresaba como meritorio en la Sección de Socios. Me dijeron que, de momento, no tendría ningún sueldo y que debería hacer méritos durante los tres primeros meses, pero lo cierto es que desde el primer mes comencé a percibir 150 pesetas mensuales. Por otro lado, como era incompatible ser socio y empleado, Carlos Alonso, secretario del club, me devolvió las 10 pesetas que había pagado de la cuota correspondiente al mes de marzo».

«EN 1992 SE ZANJÓ LA DEUDA POR LA CONSTRUCCIÓN DE CHAMARTÍN Y LA CIUDAD DEPORTIVA»

El joven Saura dejó pronto de ser meritorio y pasó a llevar a cabo otras funciones de mayor responsabilidad y que se había ganado a pulso. Así las recordó:

«A los seis meses ingresé en la Sección de Contabilidad. Cuando comencé a trabajar en esta sección se estaba cubriendo la segunda emisión de obligaciones para la construcción del Nuevo Chamartín. La primera fue en 1944, cuando se iniciaron las obras, y la siguiente en 1946. Las dos fueron un gran éxito.

»Yo asistí, junto a Miguel Gonzalo, jefe de Contabilidad, y otro empleado, José Carrillo, al despacho que tenía Luis Corrales, vicepresidente del club e interventor general de la Deuda, en la plaza de Benavente. En el despacho del señor Corrales se calculaban todas las amortizaciones.

»Al comprobar que la última vencía en 1992, me pregunté: Quién estará por esas fechas para cancelar la última amortización?". Quiso el destino que fuera un servidor el que comprobara cómo se zanjaba la deuda adquirida por el club para la construcción del modélico estadio Bernabéu y la antigua Ciudad Deportiva, que se inauguró el 18 de mayo de 1963».

«CUANDO SE INAUGURÓ CHAMARTÍN EL ABONO DEL SEGUNDO ANFITEATRO VALÍA 26 PESETAS»

Los recuerdos le brotan como el agua de un hontanar, como cuando estaba cercano el estreno del Nuevo Chamartín. Algo emocionado, José Luis Saura nos dijo:

«Una semana antes de la inauguración de Chamartín, el 14 de diciembre de 1947, el directivo encargado de las obras, Vicente Segura, me indicó que urgía delimitar los asientos de las gradas y poner los números de los asientos. Mediante los planos del estadio y junto a mi compañero Manuel Álvarez, allí estuvimos midiendo cada asiento y numerándolo con una pequeña plantilla para que lo terminaran de rematar los pintores.

»Nunca olvidaré que cuando se inauguró el estadio el precio del abono del segundo anfiteatro valía 26 pesetas. ¡Ah!, y por aquellas fechas las recaudaciones de los partidos ascendían a 3 o 4 millones de pesetas».

«MUÑOZ LUSARRETA PUSO 3 MILLONES DE PESETAS PARA PAGAR LAS NÓMINAS»

La economía del club, ingresos y gastos, los balances al final de cada temporada, los sabía al dedillo José Luis Saura, tanto en tiempos de déficit como de superávit. Saura, sobre esta cuestión, nos descubrió lo siguiente:

«En el club siempre había liquidez. Lo primero que se pagaba eran las nóminas de los empleados y de los jugadores. Hubo una auditoría en el año 1948, si mal no recuerdo elaborada por los señores García de la Mata y Castell, en la que comprobaron que la economía de la entidad estaba en orden.

»Sin embargo, en los primeros años cincuenta, el directivo Francisco Muñoz Lusarreta puso 3 millones de pesetas de su bolsillo para que se pagaran todas las nóminas. Aquella cantidad, astronómica en esos años, se le devolvió a Muñoz Lusarreta enseguida. Un tema que fue una excepción en los casi cincuenta años que estuve en la Sección de Contabilidad».

«EN 1950 LOS SUELDOS DE LOS JUGADORES ERAN DE 350 PESETAS MENSUALES»

José Luis Saura también se encargaba de comprobar, una vez firmados, los contratos de los jugadores, en los que figuraban los sueldos y las gratificaciones correspondientes. Volvió a retroceder en el túnel del tiempo y afirmó:

«En 1950 los sueldos de los jugadores eran de 350 pesetas al mes y las fichas, aproximadamente, de unas 50.000 pesetas, que fue la primera que cobró José María Zárraga cuando subió del Plus Ultra al primer equipo. Las dietas eran de 25 pesetas diarias por jugador en los viajes y las primas oscilaban entre 350 y 500 pesetas por partido empatado o ganado fuera de casa. Cuando ya los apuntes contables eran de un millón de pesetas, casi no había sitio para poner tantos ceros».

UN PASODOBLE TITULADO «GOAL», PRIMER HIMNO DEL MADRID

Luis María Segovia, un ingeniero agrónomo que tenía como afición la música, dedicó al Madrid Football Club un pasodoble titulado «Goal», cuya partitura entregó el autor a Juan Padrós, por aquellas fechas, 1903, presidente de la casi recién nacida entidad. La letra y música del pasodoble son consideradas como el primer himno de la institución. Los aficionados, aunque había fallos al canturrearlo, lo extendieron a los cuatro vientos por laVilla y Corte madrileña. Tras el acto de agradecimiento por parte del club, la revista Arte y Sport hizo una reseña en sus páginas. El texto de la información decía:

La Sociedad Madrid Football Club ha sido distinguida por el señor Segovia con un bonito pasodoble que nos complacemos en publicar para satisfacción de los aficionados.

Aquí, donde apenas se escribe de música, es raro que alguien se ocupe de dedicar unas horas para obsequiar con su trabajo a otro. Por eso la labor del señor Segovia es mil veces niás digna de aplauso y de gratitud. Verdad es que todo el que sienta algún interés por el varonil football, como sucede a este compositor, y disponga de fuerzas con las que hacer alarde de su entusiasmo, a la par que deja huella agradable de su buen gusto, habría de ser muy pusilánime para no hacer lo propio, porque tiene este deporte una gracia especial que subyuga y una habilidad verda deramente excepcional que hace pensar en la música. Nada mejor, pues, reuniendo estas cualidades el football, que el recuerdo del señor Segovia dado a la Sociedad Madrid Football Club.

EN 1914 COMIENZAN A DENOMINARSE «MERENGUES» Y «COLCHONEROS»

Las diferencias, rencillas, comentarios jocosos y calificativos que no eran precisamente piropos entre el Madrid y el Athletic Club matritense empezaron a aflorar al poco tiempo de celebrarse partidos oficiales entre los dos equipos.

En la primera jornada del Campeonato Regional (16-11- 1913), los ya considerados «eternos rivales» jugaron en el campo del Madrid, que ganó a su oponente por 2-0. El partido de vuelta, celebrado el 25 de enero de 1914, tuvo lugar en el feudo del conjunto rojiblanco, que venció a los madridistas por el mismo resultado.

Como el casticismo madrileño había ampliado su lenguaje deportivo, tras estos dos encuentros los atléticos comenzaron a denominar «merengues» a los madridistas por el color blanco de su uniforme, y los madridistas «colchoneros» a los rojiblancos por su caminera a rayas rojas y blancas, similar a algunos colchones de la época.

EL PRIMER NOMBRE FUTBOLÍSTICO DE RAÚL FUE «DANI»

La asombrosa y brillante trayectoria de Raúl González Blanco en el fútbol mundial tuvo un inicio un tanto insólito. Cuando este madridista universal daba sus primeros pasos en el mundo del balompié ya acaparaba la atención de sus primeros entrenadores. Tenía tanta clase que desde su época de alevín le reclamaban para jugar en categorías superiores. Para poder hacerlo, «Rulo» tenía que hacer un pequeño regate a la burocracia. Él mismo lo desvelaría tiempo después: «Mi primer nombre futbolístico fue «Dani». En mi ficha oficial salía con gafas en la foto, no me cabía otro remedio que falsificar mi edad para poder jugar». La anécdota fue recogida en el imprescindible libro Raúl, el futuro, escrito por Luis Villarejo y Carlos Bonelli, y dio la vuelta al mundo de la misma forma que sus goles.

«TEMÍAMOS A LOS CAMPOS PORQUE ERAN COMO UN CARTÓN DE LIJA»

Manuel Prats jugó once años en el Madrid (1904-1915) y en este tiempo se proclamó campeón de la Copa de España en los cuatro años consecutivos que la ganó el equipo blanco (1905- 1908). Prats, delantero de certero disparo, marcó en las cuatro finales de Copa. Jugó una temporada (1910-1911) en la Real Sociedad, cuando su amigo José Berrando dejó el Madrid para fundar el club donostiarra, pero tras esa campaña regresó a la sociedad madridista. Entre la variedad de testimonios en los primeros años del club, Prats dejó para la posteridad este comentario:

«La organización del Madrid era un grupo de amigos, casi familiar, pagándose las cuotas de seis reales, que después se aumentaron a 2 pesetas con 50 céntimos. Todos pagábamos nuestros recibos y nos costeábamos los uniformes y las botas. Una de las mayores alegrías, que casi nos volvía locos, era cuando jugábamos con un balón nuevo.

»A lo que más temíamos era a los campos, cuyos terrenos eran como un cartón de lija. Continuamente nos hacíamos heridas, rozaduras y desollones, porque una caída en aquellos campos era pasaporte para la Casa de Socorro de la Fuente del Berro, de la que era relativamente vecino nuestro primitivo terreno de juego, que estaba en la entonces Avenida de la Plaza de Toros».

«MI PADRE PUSO 8.500 PESETAS PARA VALLAR EL CAMPO DE O'DONNELL»

La entusiasta tarea de los «padres fundadores» del Madrid Football Club, con el fin de mantener el esfuerzo deportivo y societario y evitar la precariedad económica, comenzó a brillar como un fuerte rayo de sol cuando el Madrid dejaba en el recuerdo el campo de la Avenida de la Plaza de Toros y se trasladaba al de O'Donnell, entre las calles de Duque de Sesto, Fernán González, Narváez y O'Donnell, y que estaba situado en la manzana colindante con el anterior terreno de juego. La abrupta superficie tenía 115 metros de largo por 85 de ancho. Su propietario, Laureano García Camisón, se la alquiló al Madrid por 1.000 pesetas mensuales.

En una auténtica labor de equipo, Pedro Parages, los hermanos Bernabéu (Santiago y Marcelo), julio Chulilla, los hermanos Meléndez (Adolfo y Arturo), Carlos Aparici, José Irureta, etc., se pusieron manos a la obra y, además de allanar la áspera arena, arreglaron los deteriorados asientos.

En la temporada 1911-1912 el crecimiento de espectadores obligó al club a tomar una medida que se consideró de importante trascendencia: separar a los jugadores de los espectadores mediante un vallado de madera. Gracias a las aportaciones de algunos socios y a préstamos de Pedro Parages, Juan Padrós y Federico Revuelta, así como al material aportado por el tratante de madera francés Adrián Piera, se pudo hacer la anhelada valla, que se pintó totalmente de blanco. Pedro Parages hijo nos confirmó la cantidad que aportó su padre para vallar el campo de O'Donnell:

«No sé el dinero que aportarían los señores Padrós y Revuelta en aquel vallado del segundo campo que tuvo el Madrid en su historia, pero sí le puedo asegurar la cifra con la que contribuyó mi padre. Al terminar la Guerra Civil española en uno de los libros de contabilidad del club aún figuraban las 8.500 pesetas que puso mi progenitor de su bolsillo para que, en 1912, se vallara el campo de O'Donnell, cantidad que nunca pidió que se le devolviera».

EL MEJOR VESTUARIO DE LA VILLA: UN CHALÉ CON DOS GRANDES DUCHAS

El campo de O'Donnell, tras la primera reforma, quedó calificado como el mejor de la villa madrileña. En el interior se construyó un chalé de madera, por donde tenían acceso los jugadores al terreno de juego, con cuatro pequeñas habitaciones: la del árbitro, la vivienda de jesús, el guarda, y dos para los vestuarios: uno para el equipo local y otro para el visitante.

En ocasiones, jesús o Chulilla, que comenzaba a actuar como secretario del club, tenían que salir a recoger el balón a una de las calles aledañas al campo, sobre todo a la de Lope de Rueda, en la que la pelota, la mayoría de las veces, caía sobre un portoncillo o en el picadero que allí tenía el duque de Sesto.

LAS PORTERÍAS, SIN REDES, VALÍAN CADA UNA 35 PESETAS

El 31 de octubre de 1912 se inauguró el campo de O'Donnell. El partido entre el Madrid y el Sporting Club de Irún, que presidieron el príncipe de Asturias y el infante don Juan, terminó con empate a 0. La recaudación alcanzó unas 166,80 pesetas.

Dos años después, el club realizó una gran inversión en su nuevo recinto deportivo: construyó una tribuna de preferencia para autoridades, directivos y familiares de los jugadores con una capacidad para 200 personas. La tribuna fue diseñada por el jugador José «Chefo» Irureta y construida gracias a la donación de los materiales por parte del padre de Laureano Ortiz de Zárate, durante mucho tiempo directivo del Real Madrid. En 1924, la tribuna, de hierro forjado, se instaló en elViejo Chamartín cuando se inauguró. En la grada general se instalaron unas sillas de hierro para los 600 u 800 espectadores que habitualmente acudían a presenciar en esa zona los partidos.

El comienzo de los encuentros era todo un ritual. Los jugadores cargaban al hombro los palos de las porterías y los ajustaban dentro de unas cajas clavadas en el terreno. Después desdoblaban el larguero por la bisagra que había en el centro y lo encajaban sobre horquillas que tenían los postes, de sección cuadrada, en su parte superior. Cada portería, sin contar las redes, valía cada una 35 pesetas y, según los testimonios de la época, figuraban como uno de los gastos más importantes del club.

LA PIZARRA, EL MARCADOR Y LA ASISTENCIA MÉDICA, HISTÓRICAS NOVEDADES

En la temporada 1914-1915, en la primera jornada del Campeonato Regional, los aficionados se quedaron sorprendidos al comprobar las históricas novedades que se estrenaban en el campo de O'Donnell. Aquel día, 15 de noviembre de 1914, el Madrid ganó al Gimnástica por 3-1, pero lo que llamó la atención de los espectadores fue que por vez primera se colocara una pizarra junto a la taquilla en la que, escritos con una tiza, figuraban las alineaciones y el nombre del árbitro. También despertó una gran curiosidad que hubiera un marcador, que las sillas estuvieran numeradas y que el campo tuviera un botiquín con asistencia médica.

LA CASETA COSTÓ 7.000 PESETAS Y LOS GASTOS POR LA LUZ ELÉCTRICA 25 MENSUALES

El club seguía modernizando el campo de O'Donnell con mejoras que lo convirtieron en uno de los más coquetos de España. El 6 de febrero de 1916 se estrenó la tribuna de preferencia con capacidad para 6.000 espectadores. Aquel año también se construyó una caseta prefabricada que fue la envidia de los clubes madrileños por dos razones: porque tenía unos distinguidos lavabos y duchas y porque contaba con luz eléctrica. El Madrid desembolsó por el nuevo vestuario 7.000 pesetas, mientras el recibo de la luz ascendía a una media de 25 pesetas mensuales.

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