La vaca

La vaca


Capítulo nueve

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CAPÍTULO NUEVE

Una vida libre de vacas

«Todo lo que he logrado en mi vida se lo debo a la actitud de matar pronto todas las vacas que pretendían detenerme. Soy originalmente de Argentina; cuando llegué a la ciudad proveniente de una provincia, escuché un sinnúmero de pretextos que pintaban un panorama oscuro y temible: “Vivir en Buenos Aires no es tan fácil como vivir en un pueblo”, “Conseguir trabajo es muy difícil”, “Es casi imposible estudiar y trabajar al tiempo” y una tras otra, maté todas estas vacas. Luego decidí salir del país y tuve que lidiar con todas las vacas de ser inmigrante y perder casi todo lo que tenía, pero lo logré. Hoy soy la madre de dos hijas exitosas y he logrado nuevamente triunfar con mi propia empresa. Me siento muy identificada con el libro y sé que el matar vacas nunca termina».

Adriana, Panamá

¿Cuál es el resultado de vivir libre de vacas? Si le preguntaras a Galileo Galilei, uno de los más reconocidos científicos de todos los tiempos, seguramente él te respondería: «Una vida donde reina la verdad». Si nuestras vacas no son reales, si no son ciertas, como hemos visto una y otra vez a lo largo del libro, vivir bajo su dominio es permitir que una mentira gobierne nuestra existencia.

De la misma manera que muchos de nosotros hemos debido sufrir las consecuencias de cargar con vacas que nos han sido obsequiadas, Galileo debió enfrentar sus propios retos. En su búsqueda por la verdad y su deseo por erradicar la ignorancia imperante, Galileo se puso en la tarea de eliminar una de las «vacas sagradas» de su época. Todo comenzó en sus años de escuela, donde discutía con todos: con sus profesores, con otros estudiantes, con los mismos autores de los libros que leía y, sobre todo, con Aristóteles, el gran filósofo griego quién había muerto casi dos mil años antes.

¿La razón? En esos dos milenios muy poco había cambiado en el campo de la ciencia. Una de las causas de esta falta de progreso y avance era, precisamente, que las teorías de Aristóteles sobre la naturaleza seguían siendo los únicos puntos de vista aceptados en la comunidad científica de su época.

Aristóteles era el único poseedor de la verdad; estaba correcto en todo y ninguno dudaba de la validez de sus teorías. No era necesario realizar experimentos para confirmarlas, ya que ellas hablaban por sí mismas.

Por su parte, Galileo pensaba que admitir ciegamente las teorías aristotélicas era una vaca demasiado difícil de digerir.

Cerca de 1590, mientras enseñaba en la Universidad de Pisa, Galileo decidió probar una de las teorías de Aristóteles —en otras palabras, decidió matar una vaca sagrada—. Él amaba comprobar cualquier hipótesis. Después de todo, ésa es la única manera en que las teorías se convierten en leyes. Pero más aún, Galileo quería demostrarles a sus estudiantes y a sus colegas que las proposiciones de Aristóteles no eran totalmente infalibles, y para comprobarlo escogió una de sus teorías más conocidas.

Aristóteles había aseverado que, si dejamos caer al mismo tiempo un objeto de diez libras de peso y uno de una libra, el objeto de diez libras caería diez veces más rápido que el de una libra. Durante dieciocho siglos todo el mundo había aceptado esta teoría sin corroborar su validez. Galileo tenía otra opinión al respecto e iba a demostrar que él estaba en lo cierto.

Así que hizo un anuncio a sus estudiantes: «Dos objetos que comienzan a caer al mismo tiempo llegarán al suelo al mismo tiempo, sin importar su peso». Cualquier persona interesada en descubrir cuál era la verdad, estaba invitada a apreciar con sus propios ojos los resultados de esta prueba a la mañana siguiente.

A la hora indicada, sus estudiantes, junto con algunos de sus colegas y un grupo de curiosos ciudadanos, seguían al científico mientras éste se dirigía a la torre de Pisa. Una vez allí, Galileo subió hasta el último piso de la torre con una pesa de diez libras en una mano y otra de una libra en la otra. Abajo, el mundo esperaba ansiosamente.

¿Quién saldría victorioso, el sabio filósofo griego o el joven rebelde de Pisa? Había murmullos y opiniones entre todos los concurrentes —una reacción típica siempre que alguien resuelve matar una vaca—. «Con seguridad Galileo fracasará», «Ese muchacho está loco», «¿Quién sabe más que Aristóteles?».

Galileo se acercó al borde del techo; la multitud dio un paso hacia atrás. El joven científico estiró los brazos, cada una de sus manos sostenía una pesa, dio una última mirada a la multitud y soltó las dos pesas al mismo tiempo. Los dos objetos cayeron rápidamente por el aire y chocaron contra el piso exactamente al mismo tiempo. En unos cuantos segundos, dos mil años de ignorancia fueron erradicados por la verdad. Una nueva era de pensamiento científico había comenzado.

¿Qué sucede cuando decides deshacerte de tus propias vacas? Mucho me temo que tendrás que descubrirlo por ti mismo, de la misma manera que Galileo debió hacerlo. Sin embargo, te prometo que tu vida nunca será la misma. Cuando matas tus vacas aceptas la total responsabilidad por tu éxito y te conviertes en el arquitecto de tu propio destino.

Querer triunfar, tener buenas intenciones y contar con grandes sueños, no son los únicos componentes del éxito. Por cada gran idea que cambió la historia de la humanidad, miles de ideas nunca se materializaron, porque aquellos que las concibieron y quizás desarrollaron un plan para lograrlas, nunca las pusieron en práctica. Ésa fue su vaca: la falta de acción.

Así que echa a rodar tus planes. El escritor John Mason dice: «Todos nos estamos moviendo constantemente. Nos estamos moviendo hacia delante, hacia atrás o en una cinta sin fin. El peor error que muchos cometemos es creer que el objetivo de la vida es mantenernos en movimiento». El objetivo no es simplemente estar ocupados, sino asegurarnos que nuestras acciones nos están conduciendo en dirección a las metas y sueños que nos hemos propuesto.

Si has realizado todos los pasos descritos en el capítulo anterior, frente a ti tienes un plan que te permitirá deshacerte de todas las creencias limitantes que te han detenido para utilizar tu verdadero potencial. Lo único que necesitas hacer ahora es poner a trabajar tu plan.

No te detengas a pensar en todos los problemas que surgirán. Muchas personas planean y ensayan su propio fracaso al malgastar una gran cantidad de tiempo presagiando lo peor. Los grandes triunfadores aceptan los riesgos que generalmente acompañan la búsqueda del éxito. Ese valor, ese arrojo, ese entendimiento de que todo gran sueño demanda acción inmediata es lo que diferencia al ganador del perdedor. En el juego de la vida o eres jugador o eres espectador. Los triunfadores son más que simples participantes, ellos están totalmente comprometidos con sus objetivos. No buscan excusas porque saben que estas nada solucionarán. Cualquiera que sea tu vaca, sólo existe una manera de deshacerte de ella: la acción.

No permitas que la vida te pase de largo, libérate de tus vacas y cuídate de no engrosar las filas de aquellos que, en las postrimerías de su existencia, sólo podrán recordar con remordimiento y tristeza todas las oportunidades perdidas.

En cierta ocasión escuché la definición de la palabra infierno, y debo confesar que fue todo lo que necesité para saber que precisaba actuar de manera inmediata. Decía así: «Infierno es llegar al final de nuestros días y encontrarnos cara a cara con la persona en la cual pudimos habernos convertido». Imagínate eso.

Así que hazle frente a todo nuevo reto; desafía las normas convencionales; rompe las reglas del juego. Las preocupaciones, los temores, los miedos y las dudas, no son más que vacas que tratan de robarte tus sueños y mantenerte atado a una vida mediocre. Recuerda que el enemigo del éxito no es el fracaso sino el conformismo.

En mi libro Los genios no nacen, se hacen, cito un pensamiento de William James, quien es considerado el padre de la Psicología en Estados Unidos. James dice —seguramente refiriéndose a las vacas—:

«Casi todos los seres humanos sienten como si una nube pesara sobre ellos, manteniéndolos siempre por debajo de su nivel óptimo en cuanto a su claridad de pensamiento o a la firmeza en el momento de tomar decisiones». Además, anotaba que, comparado con lo que podríamos ser, es como si sólo estuviésemos medio despiertos. Lo que podemos alcanzar es extraordinario, lo que generalmente obtenemos es vergonzoso. No porque haya algo mal con nuestra mente o no contemos con el talento necesario, sino porque hemos permitido que las limitaciones, las falsas creencias y otro sinnúmero de vacas, trunquen nuestro verdadero potencial.

Así que te invito a que aceptes el reto de llevar una vida libre de vacas, donde todo sueño es posible y los únicos límites son aquellos que tú mismo impones.

Para aprender más sobre el libro La vaca visita:

www.librolavaca.com

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