La amante (III).

La amante (III).

Adem


Sedienta de tus vértigos a gritos,

del remolino mutuo que se bebe

juntos la sed, el agua, la marea

de la ebriedad...

Dos cuerpos enlazados

bebiéndose la vida a borbotones,

saciando el agua, abriendo la frontera

donde pueda la sed seguir viviendo.


Más allá de la luz, yo te deseo

cada vez más desnudo, más tú mismo.

Despojado de antiguos atavíos,

de cadenas pesadas como nombres,

de grilletes de epítetos terribles,

de absurdos conformismos, de secretas

pasiones que sepultan su recuerdo,

que se cambian de nombre o que disfrazan

su rostro bajo símbolos oscuros.


Así quiero mirarte, que me veas:

Desnudo de verdad, de veras mío.

Aunque sea un minuto, un día sólo,

un instante sin tiempo ni distancias,

cuando pueda alcanzar al fin tu boca

y alzarme a la estatura de tu beso.


Entonces no podrá la muerte entera

vulnerar con su baba y su gusano

la pura luz de este milagro intacto.


Y voy a verte, entonces, como ahora,

inédita belleza, labio puro,

desafiando al destino desdichado

con la fe en la ternura inquebrantable.


Por ti comprendo ahora mi existencia.

Tiene sentido haber buscado en vano

por años, trenes, pájaros, distancias

el relámpago oscuro del deseo

brillando en tus pupilas como un astro.


Cada recodo halló su rostro vivo

para cobrar sentido entre tus manos:


Suave concavidad, copa inefable

que llenas con tu vino y que rebosa

cuando me das la plenitud.

Dormida

torre de sangre alzada en mi homenaje

y que en su suave miel se desparrama

endulzando los labios que la besan.


Subterránea raíz de los relámpagos.

Tu labor inefable no descansa.

Déjame que te beba con los ojos

cuando manos y boca no me alcancen

para abarcar tu cielo y tu hermosura.


Pero no seas nunca más esquivo,

ni entregues a mi boca vino amargo,

ni sea tu pan hecho de ausencia y hambre.


✴️Carmen González Huguet.

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