La Caja Mágica

La Caja Mágica

Fantasia Porno

Faltaban ya pocos días para que dieran comienzo mis vacaciones estivales, concretamente dentro de 4 días estaríamos 3 chicos de 23 años disfrutando de las olas de las playas de Gijón (Asturias). Yo me llamo Ángel, soy un chico joven de piel morena, pelo negro corto en la parte superior de la cabeza y numerosas rastas que caen desde mi nuca hacia la mitad de mi espalda, mido 1’78 y peso 70 Kg., mi cuerpo es fibroso ya que llevo desde los 7 años practicando deportes de aventura y acuáticos. Y esta es la razón que nos había llevado a decidirnos por Gijón, la práctica de deportes acuáticos como windsurf y surf; además Asturias también cuenta con montañas con lo que podríamos practicar la escalada.

Este viaje lo iba a emprender junto a 2 colegas que conocí en Tarifa (Cádiz) en el verano de 2002. Raúl es un tipo introvertido, y a pesar de que maneja la tabla de surf como nadie en España, nunca ha aprovechado ese hecho para ligar con las chicas que se acercan a las playas españolas de ambiente "surfero" a observar como decenas de chicos guapos cruzan los mares con sus. Sin embargo, Alex era todo lo contrario, su don de gentes nos había servido para muchas cosas, desde librarnos de cuantiosas multas impuestas por los guardacostas hasta para conocer a chicas que eran verdaderas sirenas. A pesar de diferir tanto en sus personalidades los dos son bastante guapos, Raúl era moreno, con el pelo cortito y de ojos verdes, más o menos de mi estatura pero de complexión más fuerte por la práctica de natación. Alex, era más delgado que nosotros, tenía unos ojos grises vidriosos y una media melena rubia que descansaba sobre sus hombros.

Como bien decía al principio de este relato, aún faltaban 4 días para estar disfrutando de la playa, pero Alex y Raúl que eran los gaditanos, ya estaban de vacaciones, así que les propuse que vinieran a pasar una semana a mi casa en León a preparar todo el material para practicar surf, mientras yo cumplía mi última semana de prácticas. Era un recién titulado en Económicas y estaba disfrutando de una pequeña beca de un mes en un importante banco de León (Castilla y León). Trabajar en un banco era lo que menos me gustaba de mi carrera, yo prefería trabajar en cualquier otra empresa pero no en la Banca, que es el último recurso para los economistas.

En mi trabajo no tenía ninguna motivación, salvo los 1.000 € que percibiría para mis vacaciones y una compañera de trabajo, Mar. Ella era una mujer de unos 38 años, recién separada, pero sin hijos, y con un cuerpo de escándalo. Desde la ventanilla donde yo trabajaba, cada mañana con mis ojos escrutaba su anatomía reposando sobre su gran sillón de piel: sus preciosos pies siempre descansaban sobre sandalias de diseño con un tacón de vértigo que realzaban sus pantorrillas para seguir con unos muslos firmes, libres de celulitis que se abrazaban a la altura de su precioso culo, bien prieto y firme. Por encima de la mesa apreciaba, una cintura estrechita, por encima de la cual se veía un enorme busto en proporción a su delgado cuerpo, a pesar de su tamaño eran firmes y estaban juntitas. Y qué decir de su cara, era como la de un ángel, unos labios rosaditos y esponjosos, con una nariz estrechita y unos ojos azules preciosos que se complementaba con una larga cabellera rubia.

En un mes, no me había dado mucho tiempo para hablar con ella y conocerla mejor, además su posición en la empresa (ella era directora comercial y yo únicamente un becario) dificultaba el acercamiento. Pero la falta de palabras no impedía un intercambio constante de miradas, ambos teníamos gran expresividad en nuestros ojos y ella sabía al igual que yo que lo que más deseaba en el mundo sería ir a su despacho, bajar las persianas y follarla como un loco encima de su mesa de reuniones. Pero lo cierto, es que para bien o para mal, yo dentro de unos días ya no volvería a verla.

El último día de trabajo fue muy intenso, Alex y Raúl no paraban de llamarme al móvil para ultimar detalles más bien debidos a los nervios por la eminente partida. En una de esas conversaciones telefónicas, Mar estaba junto a mi mesa, y "sin querer" oyó mi conversación, y al colgar preguntó:

—O sea, que pediste sólo un mes de beca para irte con tus colegas de vacaciones a la playa en vez de aprovechar esta gran oportunidad—, dijo en un tono seco pero no enfadado.

—Ya, Señora Laín (así la llamaban en la oficina, lógicamente), pero es que el último curso fue muy duro y necesito unas buenas vacaciones para afrontar con fuerzas mi nuevo reto profesional—, dije cabizbajo y un poco preocupado.

Ella río como nunca la había visto —No seas tonto Ángel, aunque mi cuerpo pueda decir lo contrario, en su día fue una chica de 23 años—.

Yo ni corto ni perezoso, sólo se me ocurrió decir —No diga usted tonterías, su apariencia sigue siendo la de una preciosa chica de 23 años—.

Ella se ruborizó por lo inesperado de mi respuesta y contraatacó —Tú sí que no estás nada mal, además tu "look" alternativo te da un aire interesante y sensual que nunca había encontrado en un Banco—.

Yo no podía creer lo que estaba oyendo de boca de la directora comercial, no sabía que decirle, sus ojos expertos se clavaban en mis rastas y en mi cuerpo de arriba abajo, cuando de repente, el Director de la sucursal entró y nos pidió que fuéramos recogiendo que hoy al ser viernes salíamos una hora antes. Maldije la hora en la que ese pequeño calvo acababa de romper mis fugaces esperanzas de hacer realidad mi fantasía sexual con mi compañera Mar.

El teléfono móvil volvió a sonar, eran Alex y Raúl que me esperaban en la puerta con una enorme Renault Traffic cargada hasta los topes y decorada con mil pegatinas en su portón trasero. Yo me acerque a Mar y la tendí mi mano para despedirme de ella, brindándola mi mejor sonrisa. A lo que ella se aproximó a mi cuerpo y me dio dos besos en las mejillas, casi a cámara lenta.

—Bueno Ángel ha sido un placer tenerte con nosotros este mes, y te pido que por favor no abandones tu carrera profesional, te augura un gran futuro.

—Gracias señora Laín, compartir esta experiencia junto a usted me ayudó a entender muchas de las cosas de la Banca—, mis palabras sonaron a decepción por la inminente despedida.

—Bueno, no te retrases, tus amigos te esperan impacientes. Ah, antes de irte acércate a mi despacho encima de la mesa te dejé un detalle del banco, yo me voy ya que me espera una tarde de recados—. Mientras dijo esto, me despidió una vez más con un par de besos y cruzó la puerta.

Yo fui a su despacho, y como un tonto deseaba que ella siguiera en su silla, y que el regalo fuese su precioso cuerpo desnudo tendido sobre la mesa dispuesto a ser conducido hacia el placer. Pero no, lo que allí había era una pequeña caja de madera con una hoja:

"Querido Ángel, siento que te hayas tenido que ir, me hubiera encantado trabajar más tiempo contigo y habernos conocido mejor. En esta caja se haya un regalo que te vendrá muy bien para tus vacaciones en Gijón sólo te pido que no la abras hasta tu llegada a la ciudad asturiana. Un beso, Mar Laín".

Ese mensaje me había desconcertado aún más, no sabía a que venía tanto misterio entre dos personas que apenas habíamos cruzado palabra alguna, solamente miradas de deseo mutuas.

Cuando salí a la calle con mi cajita, allí estaban esos dos locos "pishas" como se llamaban entre ellos. Me monté en la furgoneta con gesto contrariado. Ellos se percataron y quisieron saber más. Pero yo no estaba muy comunicativo así que me callé, y permanecí en silencio durante todo el viaje.

A mi llegada en Gijón solo pensaba en abrir aquella caja, no me importaba lo de buscar camping, comer y ni siquiera conocer la playa donde pasaríamos mañana, tarde y noche.

—Chavales, tengo que hacer una cosa muy importante con respecto a esta caja, no puedo ir con vosotros al camping de Deva.

—Joder, no sabía que te hubieran encargado esparcir las cenizas de mi abuelo por las playas asturianas—, dijo Alex mirándome detenidamente y con gesto triste.

Nos miramos los tres, y emitimos una sonora carcajada que se debió escuchar en todo el paseo de la Playa de San Lorenzo.

—Ahora en serio Ángel— dijo entre risas Raúl. No pasa nada, tu ve a hacer eso que nosotros mientras vamos al camping y hacemos los papeles de la reserva, pero no tardes mucho que tenemos que aprovechar las pocas horas de sol que nos quedan antes de que anochezca.

Tras estas palabras nos despedimos y me dirigí a un pequeño parque, allí me senté e intenté adivinar que podría contener aquella cajita. Sin dilatar más la espera, abrí la caja y encontré un cheque al portador emitido por la Caja Rural de Gijón con un valor de 300 euros. Aluciné en colores, menudo detallazo ha tenido el banco, yo sólo esperaba el típico estuche con plumas. Giré el cheque y en el dorso pude leer una pequeña anotación: "Hola Ángel, este dinero es un regalo del banco, recuerda que la Caja Rural de Gijón abre los viernes hasta las 20 horas".

Miré mi reloj y no me lo pensé dos veces, aún tenía 15 minutos antes del cierre de la sucursal de la caja, y además no quedaba muy lejos de donde yo estaba: Ya pensaba en la fiesta que nos ibamos a pegar mis amigos y yo esa noche con ese dinero.

Al entrar al banco, la cajera me miró con cara de pocos amigos, yo creo que pensaba que nadie iba a entrar ya a esas horas. Me acerque con ritmo acelerado debido a la carrera y a los nervios acumulados por cobrar ese dinerito, apoye mis brazos en el mostrador y me recosté sobre éste. Al hacer esto pude ver que esa bajita pelirroja tras el mostrador ocultaba un generoso par de tetas con un escote increíble que dejaba poco lugar a la imaginación. Ella se percató de mi obscena mirada e interrumpió aquel momento:

—Buenas tardes caballero, ¿qué deseaba?

—Venía a cobrar este cheque al portador—, dije mostrando mi sonrisa y mi cheque.

—Lo siento mucho, pero a estas horas ya tengo la caja fuerte cerrada, tendrá que venir mañana.

Yo puse una cara de disgusto, cuando otra trabajadora se acercó y le comentó algo sobre un nuevo Director de la Caja Rural, y que quizás él podría hacer algo. Dicho y hecho, la pequeña pelirroja salió del mostrador y se acercó a mí. Sus tetas, se peleaban por escapar de aquel prieto top, mientras se meneaban en cada paso de la cajera. Muy amablemente me acompañó hasta la puerta del despacho del Director.

Llamé a la puerta y tras esperar unos instantes la abrí con sumo cuidado. Me encontré un enorme sillón que miraba hacia la pared, su alto respaldo no dejaba ver la cabeza del Director. Éste sacó un brazo del sillón y depositó un letrero con un nombre sobre el escritorio a la vez que se empezaba a girar. Dirigí mis ojos al letrero y pude leer "Sra. Laín". Me quedé blanco, no sabía como reaccionar. Alce la vista y me topé con la cara de Mar, mi compañera de trabajo, que hacía tan solo unas 6 horas me había entregado aquel cheque que yo tenía en la mano, guardado en una pequeña cajita.

Ella se levantó, se dirigió hacia mí, me besó en la oreja y me susurró al oído:

—Por fin he conseguido lo que quería, dirigir mi propia oficina bancaria.

—Y yo por fin conseguiré aquello con lo que soñaba cada mañana en el banco.

Di un paso, me coloqué a su espalda y la rodee con mis brazos por su cintura mientras ahora yo era quien susurraba en su oído lo mucho que ella me gustaba. Comencé a besar su cuello lentamente y pasando mi lengua húmeda y cálida por debajo de su mandíbula mientras que mis brazos subían por su tripita hacia sus preciosas tetas, la giré bruscamente y nos fundimos en un interminable beso, nuestras lenguas jugueteaban por lograr penetrar en la boca contraria.

Ella me empujó contra una pared y me dijo que no permitiría que un becario llevara la iniciativa. Me quitó mi camiseta y comenzó a besar mi torso depilado y a juguetear con mis pezones duros mientras que yo iba liberando los tirantes de su veraniego vestido. Dicha prenda resbaló hasta los tobillos permitiéndome apreciar un espectacular conjunto de lencería negra formado por un sostén de encaje y un minúsculo tanga que se ocultaba entre sus tersas nalgas.

La levanté en vilo por sus caderas y la senté en su enorme mesa de juntas, mientras ella se despojaba de su precioso sujetador. Yo me agaché de cuclillas y separe ligeramente sus piernas con mis manos mientras mi lengua inició un viaje interminable por todas sus curvas desde sus pantorrillas hasta los muslos. Retire el tanga por completo, y la miré a los ojos, ella los tenía cerrados esperando a que yo atacara. Pero no lo hice, con mi lengua me dirigí hacia la cara interna de sus muslos sintiendo un enorme calor procedente de su rajita depilada, pero yo me hacía el remolón alargando la espera.

Ella agarró mis rastas y empujó mi cabeza hundiendo mi boca en su coño, este estaba realmente húmedo y caliente; yo comencé a pasar mi leguna por su rajita lamiendo todos sus jugos mientras que con mis manos acariciaba sus pechos. Ahora me dedicaba por entero a juguetear con su clítoris, con mi rápida lengua, con mis labios succionándolo, ella gemía como una loca pero no le importaba porque hacía rato que las cajeras nos habían encerrado en la oficina siguiendo unas órdenes de Mar, que lo tenía todo preparado. Estaba apunto de correrse, lo sabía porque temblores electrizantes recorrían todo su cuerpecito, así que ella me retiró de su entrepierna y me puso de pie.

Ella se arrodilló ante mí, y mientras me lamía el ombligo y mis abdominales marcados me quitaba los pantalones. En mis bóxer se dibujaba el contorno de una buena polla durísima por la excitación. Ella acercó su mano y la puso sobre mi polla mientras me mordisqueaba la piel de mi abdominal. Ella me bajó los bóxer negros y mi verga saltó como un resorte hacia fuera, quedando a disposición de Mar. Sin dudarlo ni un segundo, agarró aquella estaca y empezó a lamerla desde mis huevos hasta el glande jugueteando y mirándome lascivamente.

—Vamos, mi niño, quiero meterme todo tu rabo hasta mi garganta.

—Sí, ooohhh... ¡Qué bien lo haces Mar!, Me vuelve loco.

Se introdujo todo mi pene en su boca y succionaba ligeramente mientras movía su cabeza de arriba abajo por toda la longitud de aquel ariete.

Era tal su maestría comiendo pollas, que si seguía así no tardaría en correrme. Así que con mi brazo tiré al suelo todos los objetos de la mesa de reuniones, y cuando disponía a tumbar a Mar allí...

—No cielo, no... Seré yo quien cabalgue sobre este potro desbocado—, mientras decía esto me empujó sobre la mesa quedándome yo tendido con las piernas entre abiertas.

Ella se subió a la mesa y colocándose en cuclillas fue bajando sobre mi rezago hasta que mi polla se quedó en la entrada de su coño. De repente, ella se dejó caer de golpe, tragándose aquellos labios menores una verga de 17 cm de golpe.

—Aaahhhhhh... Si mi Rey, fóllame, quiero que me partas en dos... Quiero ser una chica mala, como me gusta joder contigo... Ohhhh sí, sigue así, mueve tus caderas.

Ella subía y bajaba por mi pene, mientras que yo también acompañaba con un movimiento frenético de mis caderas.

—Sí Mar, me encanta, que bien follas. Eres una diosa...

—Me gusta sentirte dentro Ángel, que placer... Voy a desmayarme de gusto... Me corro, no puedo más...

Su vagina se contrajo inimaginablemente, mientras sus piernas temblaban y sus ojos casi se tornaban en blanco, ella estaba teniendo un orgasmo de los que hacen historia.

—Ahora cielo, quiero cumplir una fantasía—, dijo mientras se ponía a cuatro patas sobre la mesa y dirigiendo una mano hacia atrás cogió un manojo de mis rastas que caían sobre mi pecho. Quiero que me folles como a una perra mientras que yo te cojo de tus rastas.

—Tus palabras son órdenes— Separé sus piernas e introduje lentamente mi polla por su coño, ampliando mi ritmo, mis huevos golpeaban su culo, produciendo música celestial: ¡chop! ¡chop!

Yo apenas podía más, mi cara tenía que ser un poema.

—Voy a correrme... no puedo más... que bien follas.. Ohhhh

—Espera cielo, quiero que me llenes mi carita de leche...

Nos separamos, se sentó al borde de la mesa y empezó a mamármela como una posesa, mi polla golpeaba en su garganta sin que a ella le provocara molestia alguna.

Me saque la polla, y empecé a masturbarme rápidamente. A los 10 segundos una gran cantidad de chorros de semen golpeaban contra su rostro, entraban en su boca y bañaban su pelo rubio. Ella relamió hasta la última gota de leche y nos fundimos en un beso apasionado, quedándonos rendidos en aquella maravillosa mesa, completamente desnudos y mirando al techo. Nos cogimos de la mano y nos susurramos algo al oído que puede que algún día de pie a u nuevo encuentro...


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