LEYENDAS
https://bsky.app/profile/krlo50.bsky.social SIGUEMEDicen que las leyendas solo son eso, leyendas, cuentos de algún viejo loco, historias inventadas para pasar las frías noches de invierno pero os diré algo, la realidad a veces supera la ficción...
Había pasado un año desde que Madelaine llegó a Rhode Island junto a su tío Lord Alexander Thruman, uno de los madereros más importantes de Maine.
De las trece colonias de Nueva Inglaterra Rhode Island era una de las más productivas pues sus bosques ofrecían la mejor madera de todo el pais y Lord Alexander estaba dispuesto a ser uno de los primeros en explotarlas.
Madelaine era una muchacha de belleza excepcional, su larga cabellera oscura se asemejaba a las crines de una de esas yeguas salvajes que galopaban libres por la bahía, su mirada guardaba el azul turquesa del mar pero lo que más destacaba en ella era su carácter rebelde e independiente.
La vida en Rhode Island no tenía demasiado atractivo para una muchacha como Madelaine y más teniendo en cuenta que el viejo y grotesco gobernador Stone no paraba de cortejarla cada vez que tenía ocasión.
Aquel veintisiete de febrero el gobernador ofrecía una recepción con motivo de su cumpleaños pero Madelaine no estaba dispuesta a ir así que fingió estar enferma para quedarse en la cama.
La noche era clara, una enorme luna llena se reflejaba en la bahía, Madelaine se encontraba en la cama cuando el aullido lastimero de un lobo la sacó de su sueño; nunca había escuchado nada parecido, como si el pobre lobo estuviera pidiendo ayuda.
Madelaine encendió una vela y bajó la escalera ataviada con su camisón y descalza, todo permanecía en silencio pero algo entre los arbustos llamó su atención y al acercarse vió frente a ella la magestuosa figura de un lobo negro de intensos ojos azules mirándola fijamente, sus pupilas se adentraron en las pupilas del animal y en ese instante un calor indescriptible recorrió su espalda, ella levantó su mano y acarició el suave lomo del animal y en ese momento de alguna extraña manera supo que se pertenecían.
Un coche de caballos paró en la puerta, era su tío Alexander, Madelaine salió corriendo hacia la casa sin mirar atrás, subió las escaleras corriendo y se metió en la cama, cerró los ojos para hacer que estaba dormida, sin embargo aquellos irresistibles ojos azules del lobo parecían grabados a fuego en su memoria.
Los meses fueron pasando sin embargo el recuerdo de aquella noche permaneció nítido en su memoria hasta que llegó el solsticio de verano y comenzó a preparar la fiesta de bienvenida para los nuevos colonos.
La aldea estaba increíblemente bonita, repleta de infinidad de flores y un sol radiante que alegraba hasta el último rincón.
Los músicos estaban preparados en medio de la plaza bebiendo licor y tocando los instrumentos de una manera loca y deshinibida.
Madelaine estaba preciosa, un ceñido vestido azul turquesa a juego con sus ojos destacaba su figura y de su pecho prendía un camafeo heredado de su madre, un camafeo de nácar negro con la silueta de un lobo.
Madeleine nunca supo quien fue su verdadero padre, el hombre del que su madre se enamoró perdidamente, un hombre inmensamente rico preso de una horrible maldición.
Sir William Harris ese era su nombre, uno de los hombres más codiciados no solo por su fortuna sino también por su enorme atractivo, sus ojos guardaban el azul turquesa del mar y su pelo era negro como la noche.
Cuenta la leyenda que un hombre se enamoró locamente de una hermosa mujer, la llamaban la Dama de los lobos porque el hombre al que amaba arrastraba a sus espaldas la maldición del hombre lobo pero tan fuerte era su amor que ni siquiera eso fue un impedimento para ellos; juntos tuvieron una hija pero al morir la madre durante el parto la niña fue alejada de su padre para preservar su futuro.
- Madelaine... Madelaine!!!
Lord Alexander llamaba a gritos a su sobrina pero ella parecía hipnotizada mirando la luna llena, sus ojos azules brillaban con la misma intensidad que las estrellas en el oscuro cielo y su negro cabello mecido por el viento parecía tener vida propia, nunca nadie conoció mujer más hermosa y misteriosa pues cada vez que la luna se mostraba llena ella desaparecía como por arte de magia.
Los más mayores de la aldea cuentan que cuando hay luna llena puede verse a dos lobos corriendo entre los árboles del bosque, un macho y una hembra, negros como la noche y con el azul turquesa del mar encerrado en su mirada; pero solo es una leyenda más, un cuento de algún viejo loco, otra historia para pasar las frías noches de invierno, tan solo una leyenda...
PD. Para ti que lees mis letras, un cálido y nocturno abrazo.
Autora. Paloma S. Arroyo
Sueños de papel
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