Kris

Kris


Capítulo 1

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Capítulo 1

Kris

Dos días después

El largo pasillo que me lleva al despacho es frío y desnudo. Al estar en Cuba, el entorno refleja mi estado de ánimo, el hielo en el corazón y en la mente.

Estoy concentrado. Lejos de cualquier sentimiento que pudiera hacerme dudar. Ya no hay lugar para justificaciones y lo inevitable no se puede posponer. Actúo en consecuencia, a partir de lo que se me ha hecho y ahora todos asumirán sus responsabilidades.

El sonido de mis pasos se extiende por todas partes, resonando de una manera siniestra.

Cuarenta pasos para llegar al despacho. Cuarenta pasos para conseguir lo que quiero.

Después de todo este tiempo, finalmente estoy en un punto de inflexión decisivo.

Si no hiciera tanto frío en este lugar, disfrutaría más el momento. En cambio, sólo algunas partes de esta inmensa villa se calientan, mientras que otras se abandonan a sí mismas. Como el ala donde estoy. Sólo un hombre con demasiado dinero podría desperdiciar una instalación así, usándola para reuniones secretas, como en este caso.

Pero para mí es perfecto, sin testigos, sin trampas colocadas. Estoy entrando en el infierno porque tengo las llaves.

En la vida existe el momento adecuado para actuar y conseguir lo que se quiere, sólo basta ser paciente, calcular todo hasta el más mínimo detalle y no dejar nada al azar. Nadie puede imaginar lo que está sucediendo y las decisiones que tuve que tomar para llegar a donde estoy ahora.

Gardosa me ha estado ocultando la verdad durante todos estos años y lo peor es que la descubrí gracias al hombre que me trajo al mundo. Cuando traté de defender a mi familia, él se rio de mí, de mi ingenuidad por creer que Carlos era mi hermano, cuando lo único que le importaba era quitarme mi legítimo poder.

Fui traicionado por aquellos que tenían mi confianza y mi respeto.

Rechino los dientes, trato de mantener la calma, me repito que ahora la historia ha cambiado, porque ... yo soy el titiritero y pronto cortaré todos los hilos de mis títeres, pero no para liberarlos, sino para enrollar esos cordones alrededor de sus cuellos y arrojarlos al océano atados a una roca.

Por un pelo, casi lo arruino todo y tengo que culparme por ello. Nunca dejaré que mis debilidades se interpongan de nuevo.

Exhalo el aire, mi mente está despejada de pensamientos mientras miro la puerta del despacho. Una vez que la traspase, puedo despedirme de quien era y vivir quien soy.

Atravesada esa puerta me odiarán, me llamarán violento, calculador, doble agente ... pero nada cambiará el resultado de la partida. Conseguiré lo que anhelo desde el día que descubrí quién era y por qué se suponía que nadie debía saberlo.

¡A partir de hoy ya no seré más Kris !

Soy el dueño de mi mundo y nadie, ni siquiera él , puede pensar en poner un pie sin pagar las consecuencias.

Llamo tres veces a la puerta y entro sin esperar.

—Alejandro —exclama el hombre sentado en el escritorio. Las gafas caen ligeramente sobre su nariz, mientras sus ojos están enfocados en mí. Es como mirarse al espejo, una versión envejecida de mí.

—Padre. —Avanzo con cautela y cierro la puerta detrás de mí. Nunca pensé que diría esta palabra y una sensación de vómito se apodera de mí, pues el hombre que tengo frente a mí representa todo lo que odio.

Esto no era lo que soñaba de niño, pensaba que mis padres me amaban, que había una explicación de por qué estaba en aquél lugar, solo. También me imaginé que estaban muertos, que alguien los había lastimado. En cambio ... mi mal era mi padre.

—He visto las noticias. Mis felicitaciones, sabes cómo llamar la atención —comenta irritado.

Sé bien que le hubiera gustado tener el control de la situación, difundiendo personalmente la noticia, pero yo le precedí, porque es mi manera y ya no tiene el poder que cree.

—Ahora eres, a todos efectos mi único heredero. Espero que pueda usarse como una disculpa personal por lo que tuviste que pasar cuando eras niño. —Lo dice con indiferencia. No está arrepentido, son sólo excusas superficiales. Sé que en su cabeza estaré bajo su control, pero no puede imaginar lo equivocado que está.

Es un hombre desalmado y me gustaría reírme en su cara por lo absurdo de sus palabras.

¿Cómo puede pensar que el dinero me devolverá lo que me quitaron? ¿Cómo puede pensar que mi vida vale el poder que me está dando?

Apoya los dedos en una pila de papeles frente a él y la empuja hacia mí. La expresión de su rostro me dice que no siente resentimientos ni arrepentimientos y eso es todo lo que necesito saber.

Mírame, padre, mira el resultado de tus acciones.

—Estos son los documentos, somos oficialmente una familia. Esperaba ansioso este día con temor —dice dejándose ir en su silla—. Finalmente mi hijo está en casa —continúa orgulloso, como si hubiera hecho un buen trabajo.

No puedes entender cuánto tiempo he estado esperando este momento.

Leo los documentos, sólo para asegurarme de que es como dice, porque no confío en él.

No está arrepentido, volvería a hacerlo. Nací con un propósito, no fui fruto del amor.

Respiro hondo, cierro para siempre con el dolor de una infancia robada y me convierto en el amo de mi vida, pero primero debo tener la respuesta a la única pregunta que me ha torturado durante mucho tiempo.

Levanto la mirada hacia Leandro De La Rosa: —¿Alguna vez has sentido remordimiento por tus decisiones?

¡Dime que mi sensación está equivocada!

—¡No! —responde con prontitud—. Fue la decisión correcta y estoy seguro de que algún día me entenderás y me perdonarás.

¡Me prometo que nunca llegaré a ser como tú!

Tener la incómoda verdad frente a mí duele, pero sólo yo puedo saber lo que llevo dentro, mis miedos, mis debilidades… y no permitiré que nadie las use en mi contra.

—¡Bueno, está decidido! Estoy dispuesto a reclamar lo que es mío por derecho —digo mirándolo a los ojos—. Tienes mi perdón, como yo tendré el tuyo.

Saco mi arma, apunto y disparo. Sin dudarlo. Sin remordimientos. Sin arrepentimientos. Un tiro seco en la frente. Ni siquiera tuvo tiempo de reaccionar, pero por una fracción de segundo vi el terror en sus ojos.

—Te perdono —repito observando su cuerpo sin vida—. Te perdono, padre.

No siento nada, es sólo un hombre.

Vacío. Ningún sentimiento. Ninguna sensación de liberación. Este ahora soy yo. Este es Alejandro De La Rosa.

Maté a la persona que me hizo venir al mundo, me manché las manos de sangre, el corazón de dolor y la mente de remordimiento. No queda nada de lo que era, también he cancelado el último vínculo que tenía con el pasado. Puse fin a una dinastía para iniciar la mía.

Él quería construir y conquistar, mientras que yo pretendo destruir todo lo que me une al individuo que él fue.

Era mi padre, pero también la causa de quien soy hoy. Mató a mi madre, me envió a ese orfanato porque quería que fuera un hombre. Me encerraron en ese puto lugar porque Leandro De La Rosa tenía que proteger al único heredero que quedaba. Arruinó mi infancia, destruyó a mi familia y ahora me lo tomo todo. No tendré piedad de nadie, quien quiera ir en mi contra pagará con su vida y no me detendré hasta tener lo que más deseo en el mundo: venganza.

He sabido la verdad durante años, pero hace sólo dos meses llegó el punto de inflexión. En el momento en que mi plan despegó, el momento exacto en que decidí que iba a seguir adelante con él.

Descubrir que tenía un padre vivo y no estar completamente solo debería haberme hecho feliz.

Leyendo mi expediente descubrí que Leandro De La Rosa, el hombre más poderoso de La Habana era mi padre, pero no entendía la personalidad retorcida que tenía. Cuando me acerqué tontamente a él para pedirle explicaciones, de por qué decidió dejarme en un orfanato y hacerme creer que no tenía padres, descubrí que mi vida fue creada, manipulada, sólo para continuar una dinastía. Era sólo un objeto para custodiar y usar cuando fuera necesario.

Fui a su despacho y me presenté, entrecerró los ojos y con aire amenazador, me preguntó por qué había ido allí. No entendía la razón de esa reacción, no entendía cómo él no podía sentir nada por su hijo. A lo largo de los años he seguido alimentando mi curiosidad; en silencio lo he investigado a él y todas las actividades que realizaba su organización. Era un hombre de mil recursos y no había nada ni nadie que él no pudiera comprar.

Todo se precipitó cuando en el camino me crucé con Beatrice García, la periodista que investigaba a la familia De La Rosa. La mujer quería abrir la caja de Pandora y cuando me di cuenta de que podía usarla en mi beneficio, comencé a elaborar un plan. Si mi padre me quería vivo para dejarme algún día lo que era suyo, tenía que asegurarme de acelerar las cosas. Cuando volví a visitarlo, tenía un objetivo específico, llevármelo todo.

Ya no era el chico sin experiencia que se presentaba la primera vez, en ese momento era político y estaba por postularme para el Senado de Santo Domingo.

Me siento en la silla frente a la suya, él sostiene un cigarro en una mano y una copa de brandy en la otra.

—Todavía no estoy muerto, tendrás que esperar tu momento, como yo esperaba cuando mi cabeza de familia era el amo de La Habana.

Aflojo el nudo de mi corbata y fijo mis ojos en los suyos. —Con todo respeto padre, no voy a aceptar llevar un día tu apellido, quiero ser tu heredero hoy y no sólo en palabra. —Saco uno de sus puros de la caja sobre la mesa y lo huelo. El fuerte olor a tabaco de calidad se me cuela en la nariz—. Has protegido a tu hijo y si quieres tener alguna esperanza de que continúe, por lo que me trajiste al mundo, debes garantizarlo bien claro, no esperaré tu muerte.

Abre la boca y deja escapar el humo que flota en el aire: —¿Es una amenaza, Alejandro?

Inclinando cuerpo hacia él, tomo el mechero y le digo: —Si quieres mi perdón tendrás que darme algo a cambio.

Reflexiona y sigue fumando su puro con mirada atenta. No puedo explicar cuánta ira está creciendo dentro de mí, no puedo contener la rabia y el dolor. Este hombre es mi padre. El hombre que me convirtió en quien soy hoy, está frente a mí.

—Evaluaré tu oferta —exclama antes de ponerse de pie—. Tendrás noticias mías —continúa dándome la espalda y se va, dejándome solo en su despacho.

Aceptará, estoy seguro. Considerando que puedo ofrecerle poder en Santo Domingo y que esto ampliará su negocio, no puede negarse a dejar por escrito que soy su único heredero.

En la última reunión en Villa Falco le prometí a Carlos que me ocuparía personalmente de Iván Volkov. No he mentido, pero tampoco he sostenido toda la verdad. El día que entramos en ese orfanato y tomamos los expedientes que nos conciernen, mi vida cambió para siempre y hasta hoy nadie supo quién era yo. He guardado un secreto indecible durante años, esperando descubrir cómo manejar la situación. He vivido con vergüenza en el corazón, porque mi pasado corría peligro de empañar mi dignidad.

Estudié, me gradué y finalmente seguí las instrucciones de Carlos para ingresar en política. No tenía ninguna objeción, estaba bien crear un personaje mientras trabajaba sin ser molestado en mis investigaciones.

Todos me conocen como Kris Carmona, el hijo de una madre soltera que murió al darme a luz. No tengo fotografías de mi infancia, sólo algunos fragmentos. Los recuerdos son importantes, nos ayudan a tener una identidad. Recuerdo a una anciana a la que solía llamar Tati. Ella me cuidó, debía tener poco más de seis años. Vivíamos en una hermosa casa en el campo, ella y yo, no había nadie más. Entonces recuerdo el día que me llevó al orfanato, dijo que sería lindo vivir con otros niños. No entendía por qué pasaba esto, pero ella dijo que estaba enferma y no podía cuidar de mí. El orfanato no estaba mal, en general me trataron bien, aunque al crecer, me preguntaba por qué el comportamiento de los que dirigían ese lugar era diferente hacia mí que hacia los otros niños. Siempre tenía un cambio de ropa nueva cada dos meses, no me pedían que limpiara los pisos como los demás y cuando el personal venía a mí, siempre eran amables.

Hoy tengo la respuesta, pues me trataron diferente porque aquel lugar era de mi padre y yo era el único heredero de la familia De La Rosa. No lo sabía en ese momento, descubrí la verdad cuando leí mi archivo. Había instrucciones sobre cómo tratarme, qué hacer y cómo mantener mi identidad en secreto. Al principio estuve tentado de hablar con Carlos de ello y lo iba a hacer, pero no pude, porque el hombre para el que trabajaba, antes de sacarnos de aquel lugar, era mi padre. El hombre que tomó el control del comercio de piedras preciosas fue él. Carlos es el enemigo del hombre que me trajo al mundo, Leandro De La Rosa. Y así comenzó mi investigación. Destruí mi expediente, borrando la única evidencia que podía conectarme con mi padre y fui a verlo. Quería mirarlo a los ojos para entender cómo era, pero había subestimado a aquel hombre, yo era un joven estúpido e inexperto.

Leandro De La Rosa no anteponía los sentimientos al poder y cuando me vio, arrugó la nariz. Me dijo que desapareciera y que no regresara hasta convertirme en un hombre. Se aseguró de que yo tuviera una vida cómoda, favoreciendo a Carlos, aun sabiendo que le había quitado una buena parte de sus ingresos. Lo hizo, consciente de que un día ocuparía su lugar, consciente de que iría en contra de la familia creada en el orfanato, porque… la sangre no miente. No importa lo que sea, no importa si Carlos me hizo de padre, hermano y amigo. No importa quién fui y qué viví, porque… soy Alejandro, el último heredero de La Rosa y eso significa que Carlos Gardosa ha tomado el poder que me pertenece.

Ha llegado el momento de restablecer el equilibrio en La Habana, completar el trato con Iván Volkov y destruir el imperio de Carlos.

Kasandra nunca me perdonará, terminará odiándome; cuando me despedí esa noche, supe que la perdería para siempre.

Respiro, el aire entra bruscamente en mis pulmones, el corazón palpita al ver a la mujer que amo, pero al mismo tiempo se desmorona pieza a pieza porque no puedo tenerla. Esperé años con la esperanza de que se fijara en mí, de que pudiera ver cuánto la amaba, pero no sucedió.

Trago el nudo en la garganta, me pongo la máscara y esbozo una sonrisa, la última.

—Hola, pequeña Kasi.

Me acerco a la cama y ella se cubre como si tratara de esconderse de mi vista. No lo hagas, amor mío, no te escondas de quien daría la vida por ti.

—¿Qué estás haciendo aquí? —pregunta confundida, se mueve deslizándose hacia atrás, dejándome el espacio para sentarme en la cama.

Me gustaría abrazarte, decirte cuánto te amo, tenerte entre mis brazos para siempre.

—Estoy aquí por ti. —Acaricio su cabello—. Siempre estaré para ti. —Mi pulgar toca su mejilla y ella me mira a los ojos con esperanza. Pero yo estoy a punto de romper nuestro vínculo, porque el dolor que siento es insoportable, me dan ganas de ser más egoísta y tomar a la mujer que amo.

 

Suspira, me mira, al momento siguiente sus brazos me rodean y puedo sentir su cariño, pero el problema es que para ella siempre seré su hermano, su corazón pertenece a otro.

—Desapareciste —me regaña, escondiendo su rostro en el hueco de mi cuello.

Mi cuerpo se pone tenso, su voz me rasca el alma, inconscientemente la posee.

—Necesitaba tiempo, pero ahora estoy aquí.

Tengo que dejarte ir, mi amor.

Me quito la chaqueta y la coloco en el sillón junto a la puerta del dormitorio, luego vuelvo con ella.

—¿Me harás espacio o tengo que ir al sofá?— Mi tono es de broma porque tiene que pensar que nada ha cambiado entre nosotros, pero en realidad ha cambiado todo. Ya no tendré a mi Kasi, por lo que hice ella intentó suicidarse y nunca podré perdonármelo.

¡Se arriesgó a morir por mi culpa!

Esto no era lo que quería y si protegerla significa despedirme, lo haré.

Se desliza hacia atrás dejando la mitad de la cama libre y yo me acuesto de costado frente a su cuerpo. Su aroma familiar me envuelve, penetra en mi piel y me recuerda que ella lo es todo para mí.

—¿Por qué lo hiciste, Kasi?

Pone su mano debajo de la almohada. —No es fácil de explicar —suspira—. Pensé que resolvería el problema sacrificándome.

Una punzada de dolor estalla en mi pecho y entrecierro los ojos achinándolos. —Mi Kasi es valiente, no se rinde.

Nunca debí alejarme de ti, al hacerlo, he permitido que otro te robe el corazón.

Nos miramos, sigue el silencio y la atmósfera de repente se vuelve tensa. Extraño hablar con ella, hacerla sonreír y que me diga que si estoy a su lado todo irá bien. Pero la verdad es que Kasi ya no me necesita.

—¿Por qué no me buscaste? —pregunta.

 

Porque estaba sufriendo, pero nunca lo sabrás.

Extiendo la mano, la coloco en su hombro y la deslizo sobre su brazo hasta que alcanzo la suya y entrelazo mis dedos. No debería tocarla, pero la deseo y es difícil dejarla ir, renunciar a ella para siempre.

—Necesitaba descubrir cómo manejar lo que siento por ti.

Necesitaba distraerme para no pensar en ti.

—¿Y lo entendiste?

—Entiendo que eres importante, pero no puedo hacerte sentir lo mismo que yo.

He entendido que puedo tenerlo todo, pero no tu corazón.

Cierra los ojos. —¿Por qué las cosas entre nosotros tienen que cambiar?

Porque estoy enamorado de ti desde el primer momento que te vi, porque no sé cómo puedes amar a alguien más cuando mi corazón te pertenece.

—Lo que siento por ti no es fraterno —explico—. Te deseo.

Abre los ojos y no me gusta lo que veo, porque no es lo que quiero. Acaba de destruir el último fragmento de esperanza.

—Kris. —Traga con dificultad—. Yo no puedo…

No me mira con amor, sino con preocupación y me destroza saber que nunca podrá amarme tanto como yo a ella.

Estás ahogando mi corazón, mi pequeña Kasi.

—Lo acepto y no insistiré, pero debes saber lo que siento.

¿Por qué no consigo decírtelo? Me gustaría gritarte que por estar cerca de ti haría cualquier cosa, me convertiría en esclavo de tu amor y sería feliz.

—Te irás de nuevo, ¿no?

Me deslizo aún más cerca de ella y nuestras piernas se tocan. Su rostro está a centímetros del mío, me gustaría besarla, pero no es justo, porque sería como violarla y lo último que quiero es lastimarla.

—No puedo quedarme y ver a la mujer que amo en los brazos de otro. No puedo ignorarlo, asistir a cenas familiares y verte con él. Es doloroso. ¿Puedes entenderlo?

 

Ella asiente con ojos vidriosos. —¿Te estás despidiendo?

Ver esas lágrimas caer por su rostro me rompe una y otra vez, porque soy la causa.

Siempre pensé que las despedidas eran sólo un adiós, porque si el destino se interpone en el camino, es probable que te encuentres con esa persona nuevamente, pero ese no es mi caso. El destino no puede hacer nada aquí porque a partir de ahora yo decido las reglas.

—Shh, no llores. —Acaricio su mejilla secando las gotas que caen sobre su rostro—. No quiero ser la causa de tus lágrimas. —Beso su nariz y apoyo mi frente en la de ella.

Te extrañaré, viviré en apnea para siempre con el amor que siento por ti. —Recuérdame en los buenos momentos que pasamos juntos, por las tardes locas en las que nos divertimos. Recuérdame como tu mejor amigo.

Yo te recordaré como la mujer que amo.

—Te extrañaré —confiesa entre sollozos—. Extrañaré todo de ti.

Me quiebro. Ella tiene este poder, es la única capaz de hacerme feliz y hacerme daño.

Respiro. Mantengo el control.

Finjo una sonrisa con sabor amargo en la boca, cierro los ojos y me paro a su lado, mi mano descansa sobre su rostro. —Yo también notaré tu ausencia. Pero me llevaré los recuerdos de ambos conmigo.

¡Sí, te extrañaré! Estoy enojado conmigo por no decirte lo que sentía por ti, cuando tal vez podrías haberme mirado con otros ojos. No estoy a la altura de un sentimiento como el amor y me hiciste entenderlo eligiendo a un hombre que no soy yo.

Los brazos de Kasi me aprietan con fuerza mientras susurra: —Hemos compartido mucho.

Abro mis ojos. —Pero no podemos compartir lo más importante —digo mirándola intensamente.

—¿Por qué nunca me lo dijiste?

¡Porque soy un cobarde!

—Por miedo a perderte. —Froto la punta de mi nariz contra la de ella y creo que sentiré el inmenso vacío de ella, que ya no podré tenerla cerca. Sentiré nostalgia por Kasi y no sé cómo repararé mi corazón desgarrado, probablemente nunca lo logre.

—Siempre te querré.

Siempre te amaré, Kasandra y nadie podrá tenerme porque te pertenezco.

La sostengo en mis brazos, su rostro pegado a mi pecho, sus manos a mi alrededor y cierro los ojos.

Adiós, amor mío, espero que al menos seas feliz, porque yo nunca podré serlo, lo que siento por ti me ha consumido, quitándomelo todo.

Suspiro mientras continúo meciéndola. Ella duerme y saludo mi vida por última vez y lo que podríamos haber sido.

Nunca fue mía, ahora lo sé y tomar conciencia me duele, me vuelve frágil, un tonto enamorado que no puede tenerla porque es de otro.

 

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