Kasandra

Kasandra


Capítulo 29

Página 32 de 43

Capítulo 29

Adrián

Club Diablo está cerrado al público hoy. Necesitaba un lugar lejos de todos para hablar con Carlos y Damián tranquilos. Hubiera preferido que Kris también estuviera ya que Kas lo considera un hermano, pero entiendo el motivo de su ausencia. No ha asimilado la elección de Kasandra y no le agrado. Lástima, ver su rostro frente a mi propuesta me habría hecho inmensamente feliz.

—Última ronda —sugiero levantando mi copa.

Carlos niega con la cabeza. —Dijiste eso hace tres vasos.

—Y dijiste que nada de alcohol por la mañana —comenta Damián sarcásticamente. Divertido, apuro hasta la última gota de brandy que baja por la garganta inflamándola una y otra vez y luego se esparce por el cuerpo, relajando hasta el último músculo tenso.

—Quiere pedirle a nuestra Kasandra que se case con él, el alcohol era necesario —responde Carlos mirándome directamente a los ojos. Él la sobreprotege, quizás de forma exagerada, pero el pasado que ha tenido justifica el comportamiento de Carlos.

—Oye amigo, me porté como buen chico. Primero pedí tu aprobación —protesto.

Él frunce el ceño. —¿Quieres decirme que no se lo habrías podido de todos modos? No me vaciles.

Me encojo de hombros. —Te respeto, agradece el gesto hombre. Pero sabes que nadie podrá impedir que logre mi objetivo, o sea, tenerla para siempre.

Asiente pensativo. —Si le rompes el corazón eres hombre muerto, lo sabes, ¿no?

Dejo que mi cabeza retroceda y me río. No sé cuánto le está costando mantener la calma, apuesto a que le gustaría sermonearme junto con una serie de amenazas. A lo largo de los años he llegado a conocer cada lado de Carlos, a veces puede ser un hueso duro de roer.

—¿Qué pasa si Kasandra rechaza tu propuesta? —Damián me vacila.

Dejo de reír y le presto atención. —En ese caso —digo volviéndome hacia él, a mi izquierda—, me pasaré la vida convenciéndola de que diga que sí.

Alza la vista al cielo con teatralidad. —Qué cosa tan mala el amor —comenta divertido—. Te deja acojonado.

No puedo negarlo. —Santas palabras, amigo.

—Carlos. —La voz de Víctor nos hace girar hacia la entrada del club—. El señor Volkov está aquí.

Al oír aquel apellido, mi cuerpo reacciona poniéndose en alerta. ¿Qué diablos quiere todavía? Carlos me dijo que los negocios con Iván Volkov estaban cerrados.

Hazlo entrar. El tono de voz de Carlos me hace entender que a él le gusta tanto su presencia como a mí.

—Te dejare sólo. —Me levanto del taburete sin decir nada más, pero la mano de Carlos me agarra del brazo.

—Siéntate —ordena con seriedad.

No sé qué está pasando, pero tengo la impresión de que no será nada bueno. El ambiente se ha vuelto tenso, Damián llega a la parte de atrás y regresa colocando algo en su espalda. No es un gesto desconocido para mí ya tuve la oportunidad de verlos en pie de guerra y estoy seguro de que fue a buscar su arma.

—¿Qué está pasando?

—La fiesta está a punto de comenzar —dice Damián en voz baja, colocándose a mi lado—. Mantén los ojos abiertos.

El mafioso ruso entra con aquel jodido aire todopoderoso y saluda a Carlos con un apretón de manos.

—Espero no haber interrumpido nada, sólo me entretengo el tiempo para una breve conversación —dice dirigiendo su atención a Damián ya mí—. Espero que no os importe si pido una entrevista privada con Carlos.

Mi amigo no parece estar de acuerdo en absoluto y observa Iván desconfiado. —No creo que haya nada que esconderle a mi familia —rebate con firmeza—. Puedes hablar libremente.

El ruso chasquea los dedos y un hombre aparece detrás de él con un sobre en las manos. El recién llegado comienza a acercarse a Carlos, pero Víctor interviene, agarra el paquete y se lo entrega a Iván. Creo que con aquel gesto se hizo una idea del contenido.

—Carlos —con mirada fría, el ruso le entrega el sobre—, quería invitarte a ti ya tu familia a Rusia el próximo mes, inauguraré mi primer centro de recepción para familias necesitadas. Me encantaría que asistierais al evento. Para mí es algo importante.

Su atención se centra en mí, luego en Damián y finalmente de nuevo en Carlos. —Pude hablar mucho con Kasandra, ella me hizo pensar en algunos aspectos de la vida.

Ojalá pudiera sacarle los ojos de las órbitas y cortarle la lengua por decir aquel nombre. Tiene que mantenerse alejado de mi Kas. Aprieto mis puños tratando de controlar la ira que se apodera de mí.

Él sabe quién soy y apuesto a que conoce mi historia con Kasandra.

—Un centro —exclama Carlos sorprendido—. Nunca hubiera pensado que te preocuparas por el bien de los demás.

El ruso se encoge de hombros con indiferencia. —Una mujer como tu hermana puede hacerte pensar. —Se vuelve hacia mí y sonríe con malicia—. ¿Estoy en lo cierto?

Es hombre muerto.

Damián me agarra del hombro y no me da tiempo de responder porque lo hace él: —Una mujer como Kasandra no tiene nada que ver contigo.

Intento relajarme, pero no puedo, mantengo los ojos fijos en Iván. Saca su teléfono celular, revisa algo y luego me mira. Me mira de forma extraña, con satisfacción y es inquietante.

—No haré una guerra para conseguir a Kasandra —dice con seriedad—. Esperaré a que ella venga y me imagino que sucederá muy pronto.

Salto hacia adelante con la intención de romperle la cara, pero el brazo de Damián aparece frente a mi pecho: —Cálmate, eso es lo que quiere.

Furioso, apunto el índice hacia Volkov: —¡Acércate a ella y te aseguro que te la verás conmigo!

Él ríe. —¡Eres patético!— Se mete las manos en los bolsillos del pantalón y niega con la cabeza—. No tienes idea de a quién estás desafiando, Herrera.

Carlos se acerca a él: —Intentemos mantener el equilibrio, Iván. No me gustan algunos comentarios en mi casa. —Su tono es amenazante, pero Iván no parece molesto.

—Algún día me lo agradecerás —responde el ruso dándole una palmada en el hombro. —No hay de qué —añade totalmente convencido. Antes de girar hacia la salida me ofrece una última mirada y sale de la habitación dejándonos estupefactos. Mi mirada se cruza con la de Carlos que me incinera.

—¿Qué diablos crees que estás haciendo? —gruñe severo.

Damián se mueve, dejándonos cara a cara. —Él quiere lo que es mío —digo presionando mi dedo índice contra mi pecho, con la rabia que me devora por dentro.

—Iván Volkov es uno de los hombres más poderosos de Rusia, una palabra suya sería suficiente para matarte y no tengo ninguna intención de permitir que eso suceda. ¿Sabes lo que le hizo a la última persona que se atrevió a desafiarlo?

Aprieto los dientes, conteniendo las palabras desagradables que saldrían de mi boca en este momento. No he hecho nada imprudente excepto responder a su provocación.

—¿Crees que disfruto haciendo negocios con él? No estamos jugando Adrián. —Carlos se detiene y sopla el aire por la nariz—. Iván Volkov es peligroso y hay que mantenerse alejado de él —concluye con severidad.

Es la primera vez que se dirige a mí de esa manera, nunca he tenido un enfrentamiento directo con él y lamento tener que destruir el equilibrio que existe entre nosotros, pero cuando Kasandra está involucrada nadie puede decirme lo que debo hacer.

—Me mantendré alejado de Volkov, si él se mantiene alejado de Kasandra. No quiero volver a verlo nunca más cerca de ella —digo.

Carlos se acerca al piano bar y llena su copa con el brandy que queda en la botella, escurre el líquido de una vez y golpea la copa contra la encimera con tanta fuerza que se rompe. —Si vas contra él, nosotros iremos contra él. Si vas a la guerra con Volkov, nos arrastras a todos contigo. ¿Eso es lo que quieres?

—Calmaos —interviene Damián, interponiéndose entre Carlos y yo a modo de barrera.

—¿Qué harías si él decidiera cortejar a Jennifer en lugar de a Kas? Dime Carlos, ¿qué habrías hecho tú? —digo moviéndome sólo para mirarlo a la cara.

Sus ojos están llenos de ira, pero ninguna palabra sale de su boca.

Me río amargamente porque le iría peor. Lo sé.

—En menos de dos horas, le pediré que se case conmigo. Independientemente de su respuesta, Kas es la mujer que amo, e Iván Volkov sólo tiene que atreverse a acercarse a ella de nuevo y se las verá conmigo —suspiro mirándolo a los ojos—. Eres mi amigo, el respeto es mutuo, pero sabes bien lo que siento por tu hermana y no puedes pedirme que actúe como si nada pasara.

Saludo a Damián con una palmada en el hombro y me marcho. Escucho mis pasos, la mirada de Víctor sobre mí, pero nadie dice una palabra y es mejor así. Nadie tiene que interponerse entre Kasandra y yo, pues por ella podría matar.

—Adrián. —La voz de Carlos me hace dar la vuelta. Tiene una mirada indescifrable, como siempre—. Lo que diga ahora no se repetirá por segunda vez y nunca tendrás que mencionarlo.

Asiento con la cabeza, observándolo atentamente, listo para escucharlo.

—Si Iván se equivoca, Iván paga. Si tengo que acompañarte personalmente hasta él, lo haré. No abandono a los miembros de mi familia y tú eres parte de ella.

Simplemente dijo que soy parte de su familia y Carlos Gardosa nunca dice algo sólo por decir.

Él confía en mí y esta es la prueba.

—Gracias amigo. —Con estas palabras dejo el club con las ideas claras y un objetivo a conseguir.

Me subo a la moto y me pongo el casco con la cabeza todavía rebotando con las palabras de Carlos. Apenas puedo creerlo, no me parece cierto haberlas escuchado.

Me considera parte de la familia.

Enciendo el motor y sonrío. Ahora tengo todo lo que necesito.

 

Ir a la siguiente página

Report Page