Kanada

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Capítulo 22

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Te detienes en la página ciento cuarenta y siete. Quemas las que la preceden y también las que vienen después. Quemas las ilustraciones. Quemas el índice. Quemas incluso las tapas negras y rotas y el cordel del marcapáginas. Tú mismo pareces arder en un fuego que te endurece los labios y te hace palpitar las sienes. Pero por alguna razón la página ciento cuarenta y siete no vas a quemarla.

… para el siglo XVIII, la presencia del geocentrismo en el seno de la comunidad científica era ya casi testimonial. La excepción más notable la constituye el astrónomo y teólogo austríaco Johannes Schneider (1728 − 1787), quien trató de hacer compatibles las observaciones planetarias con un modelo que mantenía la Tierra como centro del cosmos. Frente a las órbitas circulares de Copérnico y elípticas de Kepler, Schneider propuso una extravagante órbita en bucle, movimiento que en su opinión podría llegar a afectar o incluso revertir la misma dirección del tiempo. En la última fase de su vida se convenció de que la supervivencia del universo estaba amenazada por un apocalipsis inminente, pues el dispositivo de su mecánica celeste exigía un choque de Marte y la Tierra. Parece que advirtió de tal posibilidad al papa, quien no aceptó sufragar los gastos de un inmenso telescopio -que habría sido el mayor de la época- para fijar con más precisión la fecha exacta del evento. Su propuesta fue acogida con unánime rechazo entre sus contemporáneos, si bien según parece daba cuenta con sorprendente exactitud del movimiento de los cuerpos celestes. En ese sentido, paradójicamente habría resultado más útil como instrumento de cálculo que los modelos heliocéntricos de la época, esencialmente correctos pero aún groseros en sus predicciones.

Vuelves la hoja. Lees de nuevo.

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