Joy
1975 » Capítulo 45. Junio 25, miércoles
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Junio 25, miércoles
Denis acudió por la mañana a la Homestead Citrus donde presentara, en la oficina de costos, su oferta para la venta e instalación de los intercomunicadores. Disfrazado con su peluca crespa rojiza, espejuelos gruesos, un bigotico a lo Adolphe Menjou, polvos Rugby para las cejas, se presentó lleno de su habitual simpatía en la oficina de personal, para saludar a Mrs. Blake. Aprovechó la ocasión para regalarle, de parte de la compañía Who’s Who, aquel bonito juego de lápiz y lapicero Parker, con el nombre de Mrs. Blake grabado en un arito de oro.
Y a propósito Mr. Haigh, mejor dicho, Fred, ahí tenía ella la lista que le prometiera.
Indeed? Marvellous! Ella no se imaginaba cuánto trabajo le ahorraba a Fred con aquella gentileza. Él no tenía palabras para agradecerle…
Por, favor, de ninguna manera, aquello era una simpleza, que no, que sí, que por favor, que not at all, que ella estaba para servirlo en lo que fuera. ¡En lo que fuera! ¿Fred la llamaría en esos días?
Sí, sí, seguro que sí, sin falta. Bueno, que muchísimas gracias otra vez. Fred se iba para no interrumpirla en el trabajo, y de nuevo thanks a million. Good bye! Au revoir! ¡Ahhh!
Los huevos se desparramaron sobre el aceite hirviente.
Denis verificó el cierre en la puerta y ventanas de la cocina que daban al balcón. Luego reflexionó sobre cómo transmitir aquella lista tan extensa. Poner en clave sesenta y siete nombres y apellidos, con los demás datos, le llevaría por lo menos ocho horas. El código casuístico del SCC era archiseguro, pero cuando se trataba de nombres propios, el redactar un texto se convertía en un suplicio y demoraba horas.
Denis retiró los huevos del sartén, volvió a abrir una hoja de la ventana y la ajustó con un ganchito. Puso a girar un ventilador ubicado sobre el escaparate, vertió unas goticas de Mataolores Birmingham, y al salir con la bandeja de su almuerzo, cerró con gran cuidado la ventana y la puerta de la cocina hacia la sala comedor.
Aquello de freír huevos con aceite de oliva, era quizá uno de los pocos hábitos que, como hijo de españoles, Denis no había podido desechar nunca. Y freír con aceite de oliva, para alguien que no fuera de pura cepa mediterránea, y en especial para un anglosajón, era casi intolerable. Como Denis se cuidaba mucho de no denotar su origen latino, siempre que freía algo, procuraba la desaparición del olor; cosa que no le resultaba muy difícil en aquel decimocuarto piso de aquella ciudad ventosa. Y máxime con ayuda de los famosos Mataolores Birmingham, adquiribles al módico precio de un dólar y treinta y cinco centavos. Según demostraba un exitoso anuncio dramatizado, mediante un par de gotas del milagroso desodorante, se lograba que los genitales de un oso, al salir de su cueva después de seis meses de invernada, olieran como los lirios del campo.
Mientras comía los huevos volvió a examinar la lista, y al cabo de una segunda y de una tercera ojeadas, pensó que en fin de cuentas, el trabajo no tendría por qué ser tan pesado.
De los sesenta y siete diplomados universitarios que contenía la lista de Mrs. Blake, veintidós correspondían a economistas y otros profesionales que en nada se relacionaban con el campo de las investigaciones biológicas. De los cuarenta y cinco restantes, Denis excluyó veintisiete, entre agrónomos, químicos, ingenieros forestales, especialistas en suelos, riego, fertilizantes, que tampoco desempeñaban en la empresa tareas de investigación.
La lista que a Alba le interesaría, constaba de dieciocho nombres y ordenados por fecha de ingreso a la compañía, eran los siguientes:
PICKERING, Charles, cincuenta y siete años, biólogo, USA
WRIGHT, Edward, cincuenta y nueve años, biólogo, USA
REED, Francis, cuarenta años, bacteriólogo, UK
REINHARDT, Otto, cincuenta y un años, virólogo, RFA
DESSAINTS, René, cincuenta y dos años, entomólogo, Canadá
GERSTENFELD, Otto, cincuenta y dos años, virólogo, RFA
PRINCIVALLE, Luis, treinta y siete años, químico, Uruguay
VILLEGAS, José, treinta y seis años, genetista, Honduras
ABDALA, Ismael, cuarenta años, químico, Líbano
PERKINS, William, cincuenta y dos años, biólogo, USA
FINK, William, cincuenta y un años, bioquímico, USA
FRAZER, Robert, sesenta años, virólogo, Neozelanda
GONZÁLEZ, Ricardo, cuarenta y ocho años, médico, Cuba
VAN VERMEER, Anton, cuarenta y seis años, virólogo, Holanda
SEGOVIA, Rafael, cuarenta y un años, ingeniero forestal, México
NEALES, Richard, veinticinco años, entomólogo, USA
PATTERSON, David, cincuenta y siete años, ornitólogo, USA
MEDINA, Juan, treinta y ocho años, entomólogo, Venezuela
A las dos de la tarde, Denis se sentó en pijama a la mesa del comedor, abrió un Webster y se puso a codificar aquellos nombres. Terminó a las tres y cuarenta y cinco, y a la media hora envió el cable por la Western Union vía Europa, para remitirlo de inmediato a Warren. El resto de los nombres los mandaría, de todas maneras, unos días después. Era una cuestión de rutina, o de método, según Warren.