Invierno en Buenos Aires

Invierno en Buenos Aires

Juan Mt
"... Un quilombo, si me permiten la opinión. Un quilombo es la República en este embate entre kirchneristas y macristas. Vamos a un espacio musical en esta noche de clásicos..."

Algo rezaba el locutor de esa radio porteña. El soliloquio me distraía parcialmente del intenso frío mientras nos acercábamos al Retiro. Cuando el tren se detuvo, bajé y caminé hacia la nueva recepción. -Impresionante- pensé, mientras olvidaba quitarme los audífonos de mis entumidas orejas.

"... me verás caer como un ave de presa, me verás caer sobre terrazas desiertas, te desnudaré..."

Al salir a la calle vi que tu auto ya estaba ahí. Sentí una extraña sudoración que recorrió mi espalda. - Solo unos metros más para volver a verte. Unos cuantos minutos más para volver a la vorágine de tu lecho y la tibieza de tu cuerpo.- Cavilaron mis pensamientos tras cada paso que me acercaba a ti.

"... me refugiaré antes que todos despierten..."

Entré a tu auto y me senté como pasajero. Tú me veías a través del retrovisor. Yo noté el rojo candor de tu labial. La apenas dibujada línea de tus cejas realzaba el sensual corazón formando tu rostro. La tensión llevaba segundos de haber comenzado, quise intervenir, decir algo, apaciguar el alma pero en el espejo vi tu dedo en los labios invitándome al silencio. Después, esa sonrisa lasciva y tus ardientes pómulos me hicieron estremecer síncrono con el motor de tu auto.

"... me dejarás dormir al amanecer entre tus piernas, entre tus piernas..."

Durante el recorrido hacia Avellaneda cada kilómetro se convirtió en pulso de deseo. El atisbo de tus piernas que tu falda me dejaba mirar era suficiente. Suficiente para endurecer mi alma y calentar el invierno en Buenos Aires.

"... donde nadie sabe de mí y yo soy parte de todos..."

El recorrido del estacionamiento a tu departamento fue un intercambio de miradas y suaves olfateos. Una combinación de perfumes y de roces de manos pero no más. La corta distancia a nuestro destino incrementaba mi sed animal en un gélido desierto cuyo oasis pretendía ser tu vientre.

"... me verás caer como una flecha salvaje, me verás entre vuelos fugaces..."

Me habías convertido en Buenos Aires al llegar a la puerta del número 20-A. Era una furia contenida que buscaba camino a la libertad. Y después, así sin dejar que la surada demoliera la costa de mi existencia, mordiste mis labios, besaste mis mejillas, acariciaste mi cuello y llevaste mi mano tan al sur como quise llegar.

"... un hombre alado prefiere la noche..."

Me dejaste pasar al recibidor y yo solo cerré los ojos.


Xalapa, Ver. a 16 de agosto de 2019

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