Ikigai
III MAESTROS DE LA LARGA VIDA: Testimonios de los más longevos de Oriente y Occidente
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Atribuía su longevidad, entre otras cosas, a no beber nunca alcohol. «No es como si hubiese ganado un Premio Nobel. Nunca pensé que llegaría a ser tan viejo», dijo cuando se le declaró el hombre más anciano. Al ser preguntado por su secreto para una vida tan larga, su respuesta fue: «No lo sé. Simplemente, no me he muerto antes».
Los artistas del ikigai
Los secretos de una vida larga, sin embargo, no son exclusivos de los supercentenarios. Hay ancianos que no han entrado en el Libro Guiness de los Récords, pero que nos aportan inspiraciones lúcidas para dar sentido y energía a nuestros días.
Tienen ese poder, por ejemplo, las visiones de los artistas que, en lugar de jubilarse, han decidido mantener viva la llama de su ikigai.
El arte en todas sus formas es un ikigai que tiene el poder de darnos felicidad y propósito en la vida. Disfrutar de la belleza o crearla no cuesta dinero, es algo a lo que tenemos acceso todos los seres humanos.
Hokusai, un artista japonés de grabados Ukiyo-e que vivió en el siglo XIX hasta cumplir los 88 años añadió una posdata a la primera impresión de su «Cien vistas del Monte Fuji»: «Todo lo que he producido antes de los 70 no merece ser contado. Fue a los 73 cuando, de alguna forma, empecé a entender la estructura de la verdadera naturaleza, de los animales y las hierbas, los árboles y los pájaros, los peces y los insectos; como consecuencia, a los 80 años debo de haber hecho aún más progresos; a los 90 espero haber penetrado en el misterio de las cosas; a los 100 decididamente debería haber alcanzado una maestría maravillosa, y cuando tenga 110, todo lo que haga, cada punto y cada línea, debería ser instinto de vida».
A continuación, hemos reunido algunas de las mejores inspiraciones de artistas séniores entrevistados en el New York Times por Camille Sweeney. Todos ellos son artistas que no se han retirado todavía y siguen disfrutando de su pasión, o que siguieron trabajando hasta su último suspiro, demostrando que, cuando uno tiene un propósito claro, no hay quien nos pare.
El actor Christopher Plummer, que sigue en activo con 86 años, declara un deseo oculto de los actores que realmente aman su profesión: «Queremos morir en el escenario. Sería una forma muy teatral de irse».
Algo parecido manifestó Osamu Tezuka, el padre del manga japonés. Antes de morir en Tokio, en 1989, mientras dibujaba su última viñeta, sus últimas palabras fueron: «¡Te lo pido por favor, déjame trabajar!»
El artista Frederik Wiseman, cineasta de 86 años, en un paseo por París, declaró que le gustaba trabajar, y por eso lo hacía intensamente. «Todo el mundo se queja de sus dolores y sus achaques y todo eso, pero mis amigos o están muertos o siguen trabajando», afirmaba.
Carmen Herrera, pintora de 100 años, vendió su primera pintura a los 89 años. Hoy sus obras están en la colección permanente del Museo de Arte Moderno y el Tate Modern. Cuando la periodista le preguntó cómo veía su futuro a los 99 años, declaró: «Mi motivación es terminar el siguiente proyecto. Voy día a día».
APRENDER, SIEMPRE APRENDER
«Podrás hacerte viejo y tembloroso, podrás permanecer despierto de noche escuchando el desorden en tus venas, podrás añorar tu único amor, podrás ver el mundo a tu alrededor devastado por maníacos malvados, o tu honor pisoteado en las cloacas de las mentes simples. Sólo queda una cosa entonces: aprender. Aprender por qué el mundo se mueve y qué lo mueve. Es la única cosa que la mente nunca puede agotar, alienar, ni ser torturada por ello, ni temer ni desconfiar, y ni soñar con lamentarlo.»
T. H. WHITE, El único y futuro rey
Por su parte, el naturalista y autor de 86 años Edward O. Wilson afirmaba: «Siento que tengo suficiente experiencia para unirme a los que hacen las grandes preguntas. Hace unos diez años, cuando empecé a leer y pensar más sobre qué somos, de dónde venimos y a dónde vamos, me sorprendí de lo poco que nos lo preguntamos».
Ellsworth Kelly, una artista fallecida a los 92 años, aseguraba que lo de perder facultades con la edad es, en parte, un mito, ya que se compensa con una mayor lucidez y capacidad de observación: «Al hacerte mayor, cada vez ves más… Cada día veo cosas nuevas. Por eso sigo pintando».
El arquitecto Frank Gehry, a sus 86 años, afirma que los grandes edificios «requieren siete años desde que eres contratado hasta que los acabas», lo que promueve una actitud paciente ante el paso del tiempo. El autor del Guggenheim sabe, sin embargo, vivir momento a momento: «Pertenecemos a este tiempo, no tiene sentido mirar hacia atrás. Si te identificas con el tiempo en el que vives, mantienes los ojos y las orejas abiertas, lees el periódico, ves lo que pasa y te mantienes curioso respecto a todo, automáticamente te mantendrás en tu tiempo».
LA LONGEVIDAD EN JAPÓN
Aunque muchas de las personas certificadas como más longevas se encuentran en Estados Unidos, debido a sus amplios registros civiles, en muchos pueblos remotos de otros países pueden encontrarse numerosos centenarios. La vida contemplativa y rural parece ser un lugar común para estos ancianos que ven pasar los siglos.
Y, sin duda, el país estrella en lo referente a longevidad es Japón, que tiene la esperanza de vida más alta del mundo.
Además de su dieta, que veremos con más detalles, y del sistema de salud integrado (van al médico muy a menudo y se realizan chequeos completos para prevenir las enfermedades de forma precoz), la longevidad de Japón está muy relacionada con su cultura, como veremos más adelante en este libro.
Su sentimiento de comunidad y el hecho de que los japoneses se esfuercen en seguir ocupados hasta el final son fundamentales para vivir muchos años.
Para estar siempre activo, incluso cuando no hay necesidad de trabajar, hay que tener un ikigai en el horizonte, un propósito que guíe a la persona a lo largo de su vida y le impulse a crear belleza y utilidad para la comunidad y para sí misma.
Antes de adentrarnos en la filosofía japonesa que subyace a esta idea, vamos a explorar una corriente psicológica y una terapia, de Centroeuropa y Japón respectivamente, que pusieron el propósito vital en el punto de mira.